Homilias Dominicales. Sábado 24 de diciembre de 2016 (NAVIDAD) Por Guillermo “Quito” Mariani

 Tema (Lc, 2,1014)

Se promulgó en esos días un decreto del emperador Augusto que ordenaba que todo el mundo se inscribiese en un censo. Este fue el primer censo realizado por Quirino, gobernados de la Siria Acudían todos a inscribirse cada uno a su ciudad, José subió desde Nazaret ciudad de Galilea hacia la ciudad de David en Judea, llamada Belén, a inscribirse con María su esposa que estaba embarazada. Estando allí, llegó la hora del parto y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre porque no habían encontrado sitio en la posada. Había unos pastores en la zona que cuidaban por turnos sus rebaños, en la intemperie, Un mensajero del Señor se les presentó La gloria del Señor los deslumbró y ellos sintieron gran temor. El ángel les dijo:  Miren, no teman, les vengo a dar una gran noticia, una alegría para todo el pueblo:  “Hoy les ha nacido en la ciudad de David, el salvador, el mesías, el Señor. Esto les servirá de señal: encontrarán a un niño reclinado en un pesebre y envuelto en pañales. Al ángel en ese momento se juntó una cantidad de otros ángeles que alababan a Dios diciendo: Gloria a Dios en lo alto y en la tierra paz a los hombres sus amados

Síntesis de la homilía                                                                       

Sin precisión de fechas concretas, Lucas sitúa en la historia, el acontecimiento de la aparición de Jesús de Nazaret. Los datos aportados ayudan con la cita de los personajes más importantes de la época (emperador y gobernador de Roma) a situar con bastante aproximación las circunstancias del relato. Desde luego que al ser recibidos por trasmisión oral  unos 70 años después de sucedido o que se relata, hay que estar preparado para que las lagunas de la memoria común se hayan llenado con datos más ideológicos que históricos. El relato vívido y sentido de Lucas da la sensación de estar leyendo lo esrito por un testigo presencial. No es así.  Pero, indudablemente, se transmite el sentido de lo acontecido. La tradición popular se refiere a ello, como la venida del niño Dios. Esta designación no descubre el verdadero sentido de la solemne y bulliciosa NAVIDAD  que celebramos        como tampoco la otra, aparentemente  más científica de “ENCARNACION DEL HIJO DE DIOS”. Aunque, al parecer, más simples pero más significativas son las de “HUMANIZACIO DE DIOS” o “DIOS EN UN NIÑO”.               Porque, desde esta realidad queda remediada absolutamente la lejanía de Dios con respecto a la creación y a la historia. Más definitiva e integralmente, Dios ha asumido la humanidad y lo humano como el modo de presencia y acción en su creación.  Sin darnos cuenta, cuando  hablamos del niño Dios, nos desprendemos absolutamente del centro del acontecimiento  porque borramos al niño o disminuimos su importancia, a pesar de toda la ternura que nos inspira. Y volvemos a manejar un Dios lejanos, intocable, trascendente, al que sólo o al menos aparentemente tenemos que admirar, reverenciar y pedir. Y también casi insensiblemente vamos dejando de  lado al hombre Jesús que tiene la importancia fundamental del mensajero para la dignificación y liberación del ser humano como hijo de Dios. Sin lo cual, o nos consideramos impotentes para construir el reinado de Dios propuesto por Jesús, o quitamos fundamento a la esperanza de que no estando solos sino con el Autor de todo en esa empresa, las luchas y dificultades quedan envueltas en el optimismo de lo que esperamos.

 

 

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