La segunda contrarreforma. Juan José Tamayo Acosta

Han sido suficientes cinco años de pontificado para que Benedicto XVI, en el ejercicio de la plenitud de los tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial, haya ido desmontando tesela a tesela el mosaico de la reforma de la Iglesia perfectamente diseñado en el Concilio Vaticano II y haya llevado a infeliz término la segunda contrarreforma, que ya iniciara Juan Pablo II 30 años ha, siguiendo el guión que escribiera el cardenal Ratzinger cuando era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Es quizá la contrarreforma de mayor calado desde el Concilio de Trento (1545- 1563), que ha afectado a todos los campos de la vida de la Iglesia y a las relaciones de ésta con la sociedad, la política, la cultura y la ciencia, en una nueva edición de las viejas polémicas y condenas del pasado. Voy a centrarme en dos de los fenómenos involutivos más importantes del actual pontificado: el alejamiento de los pobres y excluidos y el antiecumenismo militante.

Una muestra del alejamiento del mundo de los pobres y marginados ha sido la condena de la teología de la liberación (TL). Cuando creíamos que se había establecido una moratoria en las condenas y se había abierto el camino del diálogo y del respeto al pluralismo, Benedicto XVI ha vuelto a golpear en el corazón mismo de la TL con la condena de dos de los mejores libros de cristología del siglo XX del teólogo hispano-salvadoreño Ion Sobrino, Jesucristo liberador y La fe en Jesucristo. Ensayos desde las víctimas, de estructura teológica intachable, rigor metodológico y fidelidad al Jesús histórico sin desvincularlo del Cristo de la fe.

La condena se producía unos meses antes de la celebración de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, en Aparecida (Brasil), inaugurada por Benedicto XVI el 13 de mayo de 2007. ¡Era un aviso para navegantes! En esa misma dirección hay que situar las críticas eclesiásticas contra el libro de José Antonio Pagola Jesús. Aproximación histórica. Mientras se condenaban estas obras, se hacía apología del libro del cardenal Ratzinger-Benedicto XVI Jesús de Nazaret, teológicamente mediocre, bíblicamente inconsistente, con desconfianza hacia los métodos histórico-críticos y con una presentación espiritualista y a-histórica de Jesús de Nazaret. La censura de los supuestos heterodoxos y la apología del Papa rayan el sectarismo.

Benedicto XVI ha vuelto a poner en entredicho, con ataques destemplados y descalificaciones gruesas impropias de un teólogo profesional, la teología de la liberación, en diciembre de 2009 con motivo del 25º aniversario de la Instrucción sobre algunos aspectos de la teología de la liberación, en la alocución ante un grupo de obispos brasileños que hacía la visita ad limina. “Suplico -dijo- a cuantos en algún modo se sientan atraídos, envueltos o involucrados por ciertos principios engañosos de la teología de la liberación, que se confronten nuevamente con la referida Instrucción”.

La Instrucción advertía sobre “los riesgos de desviación, ruinosos para la fe y la vida cristiana, que implican ciertas formas de TL que recurren, de modo insuficientemente crítico, a conceptos tomados de diversas corrientes del pensamiento marxista”. La teología de la liberación ha provocado, a su juicio, consecuencias “más o menos visibles”, como “rebelión, división, disenso, ofensa y anarquía”, ha creado entre las comunidades diocesanas “gran sufrimiento o grave pérdida de fuerzas vivas”. Peor aún, sus “graves consecuencias ideológicas -agregó- “conducen inevitablemente a traicionar la causa de los pobres”.

Con Benedicto XVI el diálogo ecuménico e interreligioso ha saltado por los aires. Si el Vaticano II dio el paso gigantesco del anatema al diálogo, Benedicto XVI ha hecho el camino inverso: del diálogo al anatema. Si algún avance se había producido durante el pontificado de Juan Pablo II, por ejemplo, con los encuentros de Asís, el papa actual ha demostrado una irresponsable falta de respeto hacia las religiones y ha dinamitado los pocos puentes de comunicación tendidos entre ellas. Peor aún, Benedicto XVI ha tenido desencuentros con prácticamente todas las iglesias cristianas y con algunas de las religiones históricas más significativas. Veamos algunos ejemplos.

Ha ofendido a los judíos en reiteradas ocasiones. Activó el paralizado proceso de beatificación de Pío XII, que guardó un silencio ominoso -¿y cómplice?- ante el Holocausto judío con la consiguiente protesta de las comunidades y de los dirigentes hebreos y de no pocos cristianos. Incorporó a la Iglesia católica al excomulgado obispo lefebvriano Richard William, quien en unas declaraciones a la televisión sueca había adoptado una actitud negacionista sobre el Holocausto, con la consiguiente protesta de la compatriota del Papa Angela Merkel, que exigió a este que aclarara su postura en relación en el obispo lefebvriano, a quien la justicia alemana acaba de imponer una multa de 10.000 euros.

Benedicto XVI ha introducido en la liturgia cristiana una oración en la que se pide por la iluminación de los judíos. Y la gota que ha colmado el vaso ha sido la comparación del predicador de la Casa Pontificia, el franciscano Raniero Cantalamessa, el Viernes Santo, en presencia del Papa, entre los sufrimientos de este por las críticas recibidas ante la mala gestión de los casos de pederastia y el Holocausto.

A los musulmanes no los ha tratado mejor. En el discurso pronunciado el 12 de septiembre de 2006 en la Universidad de Ratisbona dijo, citando el diálogo de un sabio persa con Manuel II Paleólogo, que Mahoma había traído “solamente cosas malas e inhumanas, como su directiva de difundir por medio de la espada la fe que predicaba”. Afirmó, además, que el Dios del islam no se atiene a la racionalidad, a diferencia del Dios cristiano, cuya actuación en la historia responde a la razón.

El trato a los creyentes de las iglesias no católicas no ha sido mejor. En la Instrucción Dominus Iesus (año 2000), siendo prefecto de la CDF, Ratzinger volvió al excluyente principio “fuera de Cristo y de la Iglesia no hay salvación”. Ya como Papa, en un documento de julio de 2007 negó a las comunidades cristianas de la Reforma la consideración de Iglesia y calificó a las Iglesias Ortodoxas como Iglesia imperfecta por no reconocer el primado del papa. Aprovechando las tensiones dentro de la Iglesia Anglicana, Benedicto XVI se ha atrevido a pescar en los caladeros de la dicha Iglesia y ha abierto las puertas del catolicismo a obispos, sacerdotes y fieles tradicionalistas disconformes con el matrimonio homosexual y la ordenación, ha admitido a sacerdotes anglicanos casados, quienes siguen ejerciendo el ministerio sin renunciar al matrimonio.

Del anatema de Benedicto XVI no se han librado ni siquiera las comunidades indígenas de Abya-Yala (Amerindia), al calificar de retroceso histórico la vuelta a las religiones precolombinas. Desde una concepción cultural y religiosa eurocéntrica, ha justificado la conquista del continente americano al afirmar que el anuncio de Jesucristo no supuso en ningún momento alienación alguna de las culturas precolombinas, ni la imposición de una cultura extraña, y que los pueblos de América Latina y el Caribe estaban anhelando silenciosamente a Cristo como salvador.

¿Resultado del pontificado de Benedicto XVI? Un Concilio Vaticano II secuestrado, una teología amordazada, una Iglesia amurallada que se protege de adversarios imaginarios, una “viña devastada”, como dijera el propio Benedicto XVI, pero no por los “jabalíes” laicistas inexistentes, sino por no pocos creyentes católicos y dirigentes eclesiásticos que han dilapidado el legado ético liberador de Jesús de Nazaret y lo han sustituido por la teología neoliberal del mercado. ¿Soluciones? Serán tema de otro artículo.

Juan José Tamayo es director de la Cátedra Ignacio Ellacuría, de la Universidad Carlos III, y secretario general de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII.

Es sin dudas un teólogo libre. Uno de los pensadores más lucidos de la teología actual. Y a muy buena honra, laico.

Fuente: Diario El País.

Carta abierta a los obispos católicos de todo el mundo. Por Hans Küng


Estimados obispos,

Joseph Ratzinger, ahora Benedicto XVI,y yo fuimos entre 1962 1965 los dos teólogos más jóvenes del concilio. Ahora, ambos somos los más ancianos y los únicos que siguen plenamente en activo. Yo siempre he entendido también mi labor teológica como un servicio a la Iglesia. Por eso, preocupado por esta nuestra Iglesia, sumida en la crisis de confianza más profunda desde la Reforma, os dirijo una carta abierta en el quinto aniversario del acceso al pontificado de Benedicto XVI. No tengo otra posibilidad de llegar a vosotros.

Aprecié mucho que el papa Benedicto, al poco de su elección, me invitara a mí, su crítico, a una conversación de cuatro horas, que discurrió amistosamente. En aquel momento, eso me hizo concebir la esperanza de que Joseph Ratzinger, mi antiguo colega en la Universidad de Tubinga, encontrara a pesar de todo el camino hacia una mayor renovación de la Iglesia y el entendimiento ecuménico en el espíritu del Concilio Vaticano II.

Mis esperanzas, y las de tantos católicos y católicas comprometidos, desgraciadamente no se han cumplido, cosa que he hecho saber al papa Benedicto de diversas formas en nuestra correspondencia. Sin duda, ha cumplido concienzudamente sus cotidianas obligaciones papales y nos ha obsequiado con tres útiles encíclicas sobre la fe, la esperanza y el amor. Pero en lo tocante a los grandes desafíos de nuestro tiempo, su pontificado se presenta cada vez más como el de las oportunidades desperdiciadas, no como el de las ocasiones aprovechadas:

– Se ha desperdiciado la oportunidad de un entendimiento perdurable con los judíos: el Papa reintroduce la plegaria preconciliar en la que se pide por la iluminación de los judíos y readmite en la Iglesia a obispos cismáticos notoriamente antisemitas, impulsa la beatificación de Pío XII y sólo se toma en serio al judaísmo como raíz histórica del cristianismo, no como una comunidad de fe que perdura y que tiene un camino propio hacia la salvación. Los judíos de todo el mundo se han indignado con el predicador pontificio en la liturgia papal del Viernes Santo, en la que comparó las críticas al Papa con la persecución antisemita.

– Se ha desperdiciado la oportunidad de un diálogo en confianza con los musulmanes; es sintomático el discurso de Benedicto en Ratisbona, en el que, mal aconsejado, caricaturizó al islam como la religión de la violencia y la inhumanidad, atrayéndose así la duradera desconfianza de los musulmanes.

– Se ha desperdiciado la oportunidad de la reconciliación con los pueblos nativos colonizados de Latinoamérica: el Papa afirma con toda seriedad que estos “anhelaban” la religión de sus conquistadores europeos.

– Se ha desperdiciado la oportunidad de ayudar a los pueblos africanos en la lucha contra la superpoblación, aprobando los métodos anticonceptivos, y en la lucha contra el sida, admitiendo el uso de preservativos.

– Se ha desperdiciado la oportunidad de concluir la paz con las ciencias modernas: reconociendo inequívocamente la teoría de la evolución y aprobando de forma diferenciada nuevos ámbitos de investigación, como el de las células madre.

– Se ha desperdiciado la oportunidad de que también el Vaticano haga, finalmente, del espíritu del Concilio Vaticano II la brújula de la Iglesia católica, impulsando sus reformas.

Este último punto, estimados obispos, es especialmente grave. Una y otra vez, este Papa relativiza los textos conciliares y los interpreta de forma retrógrada contra el espíritu de los padres del concilio. Incluso se sitúa expresamente contra el concilio ecuménico, que según el derecho canónico representa la autoridad suprema de la Iglesia católica:

– Ha readmitido sin condiciones en la Iglesia a los obispos de la Hermandad Sacerdotal San Pío X, ordenados ilegalmente fuera de la Iglesia católica y que rechazan el concilio en aspectos centrales.

– Apoya con todos los medios la misa medieval tridentina y él mismo celebra ocasionalmente la eucaristía en latín y de espaldas a los fieles.

– No lleva a efecto el entendimiento con la Iglesia anglicana, firmado en documentos ecuménicos oficiales (ARCIC), sino que intenta atraer a la Iglesia católico-romana a sacerdotes anglicanos casados renunciando a aplicarles el voto de celibato.

– Ha reforzado los poderes eclesiales contrarios al concilio con el nombramiento de altos cargos anticonciliares (en la Secretaría de Estado y en la Congregación para la Liturgia, entre otros) y obispos reaccionarios en todo el mundo.

El Papa Benedicto XVI parece alejarse cada vez más de la gran mayoría del pueblo de la Iglesia, que de todas formas se ocupa cada vez menos de Roma y que, en el mejor de los casos, aún se identifica con su parroquia y sus obispos locales.

Sé que algunos de vosotros padecéis por el hecho de que el Papa se vea plenamente respaldado por la curia romana en su política anticonciliar. Esta intenta sofocar la crítica en el episcopado y en la Iglesia y desacreditar por todos los medios a los críticos. Con una renovada exhibición de pompa barroca y manifestaciones efectistas cara a los medios de comunicación, Roma trata de exhibir una Iglesia fuerte con un “representante de Cristo” absolutista, que reúne en su mano los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Sin embargo, la política de restauración de Benedicto ha fracasado. Todas sus apariciones públicas, viajes y documentos no son capaces de modificar en el sentido de la doctrina romana la postura de la mayoría de los católicos en cuestiones controvertidas, especialmente en materia de moral sexual. Ni siquiera los encuentros papales con la juventud, a los que asisten sobre todo agrupaciones conservadoras carismáticas, pueden frenar los abandonos de la Iglesia ni despertar más vocaciones sacerdotales.

Precisamente vosotros, como obispos, lo lamentaréis en lo más profundo: desde el concilio, decenas de miles de obispos han abandonado su vocación, sobre todo debido a la ley del celibato. La renovación sacerdotal, aunque también la de miembros de las órdenes, de hermanas y hermanos laicos, ha caído tanto cuantitativa como cualitativamente. La resignación y la frustración se extienden en el clero, precisamente entre los miembros más activos de la Iglesia. Muchos se sienten abandonados en sus necesidades y sufren por la Iglesia. Puede que ese sea el caso en muchas de vuestras diócesis: cada vez más iglesias, seminarios y parroquias vacíos. En algunos países, debido a la carencia de sacerdotes, se finge una reforma eclesial y las parroquias se refunden, a menudo en contra de su voluntad, constituyendo gigantescas “unidades pastorales” en las que los escasos sacerdotes están completamente desbordados.

Y ahora, a las muchas tendencias de crisis todavía se añaden escándalos que claman al cielo: sobre todo el abuso de miles de niños y jóvenes por clérigos -en Estados Unidos, Irlanda, Alemania y otros países- ligado todo ello a una crisis de liderazgo y confianza sin precedentes. No puede silenciarse que el sistema de ocultamiento puesto en vigor en todo el mundo ante los delitos sexuales de los clérigos fue dirigido por la Congregación para la Fe romana del cardenal Ratzinger (1981-2005), en la que ya bajo Juan Pablo II se recopilaron los casos bajo el más estricto secreto. Todavía el 18 de mayo de 2001, Ratzinger enviaba un escrito solemne sobre los delitos más graves (Epistula de delitos gravioribus) a todos los obispos. En ella, los casos de abusos se situaban bajo el secretum pontificium, cuya vulneración puede atraer severas penas canónicas. Con razón, pues, son muchos los que exigen al entonces prefecto y ahora Papa un mea culpa personal. Sin embargo, en Semana Santa ha perdido la ocasión de hacerlo. En vez de ello, el Domingo de Ramos movió al decano del colegio cardenalicio a levantar urbi et orbe testimonio de su inocencia.

Las consecuencias de todos estos escándalos para la reputación de la Iglesia católica son devastadoras. Esto es algo que también confirman ya dignatarios de alto rango. Innumerables curas y educadores de jóvenes sin tacha y sumamente comprometidos padecen bajo una sospecha general. Vosotros, estimados obispos, debéis plantearos la pregunta de cómo habrán de ser en el futuro las cosas en nuestra Iglesia y en vuestras diócesis. Sin embargo, no querría bosquejaros un programa de reforma; eso ya lo he hecho en repetidas ocasiones, antes y después del concilio. Sólo querría plantearos seis propuestas que, es mi convicción, serán respaldadas por millones de católicos que carecen de voz.

1. No callar: en vista de tantas y tan graves irregularidades, el silencio os hace cómplices. Allí donde consideréis que determinadas leyes, disposiciones y medidas son contraproducentes, deberíais, por el contrario, expresarlo con la mayor franqueza. ¡No enviéis a Roma declaraciones de sumisión, sino demandas de reforma!

2. Acometer reformas: en la Iglesia y en el episcopado son muchos los que se quejan de Roma, sin que ellos mismos hagan algo. Pero hoy, cuando en una diócesis o parroquia no se acude a misa, la labor pastoral es ineficaz, la apertura a las necesidades del mundo limitada, o la cooperación mínima, la culpa no puede descargarse sin más sobre Roma. Obispo, sacerdote o laico, todos y cada uno han de hacer algo para la renovación de la Iglesia en su ámbito vital, sea mayor o menor. Muchas grandes cosas en las parroquias y en la Iglesia entera se han puesto en marcha gracias a la iniciativa de individuos o de grupos pequeños. Como obispos, debéis apoyar y alentar tales iniciativas y atender, ahora mismo, las quejas justificadas de los fieles.

3. Actuar colegiadamente: tras un vivo debate y contra la sostenida oposición de la curia, el concilio decretó la colegialidad del Papa y los obispos en el sentido de los Hechos de los Apóstoles, donde Pedro tampoco actuaba sin el colegio apostólico. Sin embargo, en la época posconciliar los papas y la curia han ignorado esta decisión central del concilio. Desde que el papa Pablo VI, ya a los dos años del concilio, publicara una encíclica para la defensa de la discutida ley del celibato, volvió a ejercerse la doctrina y la política papal al antiguo estilo, no colegiado. Incluso hasta en la liturgia se presenta el Papa como autócrata, frente al que los obispos, de los que gusta rodearse, aparecen como comparsas sin voz ni voto. Por tanto, no deberíais, estimados obispos, actuar solo como individuos, sino en comunidad con los demás obispos, con los sacerdotes y con el pueblo de la Iglesia, hombres y mujeres.

4. La obediencia ilimitada sólo se debe a Dios: todos vosotros, en la solemne consagración episcopal, habéis prestado ante el Papa un voto de obediencia ilimitada. Pero sabéis igualmente que jamás se debe obediencia ilimitada a una autoridad humana, solo a Dios. Por tanto, vuestro voto no os impide decir la verdad sobre la actual crisis de la Iglesia, de vuestra diócesis y de vuestros países. ¡Siguiendo en todo el ejemplo del apóstol Pablo, que se enfrentó a Pedro y tuvo que “decirle en la cara que actuaba de forma condenable” (Gal 2, 11)! Una presión sobre las autoridades romanas en el espíritu de la hermandad cristiana puede ser legítima cuando estas no concuerden con el espíritu del Evangelio y su mensaje. La utilización del lenguaje vernáculo en la liturgia, la modificación de las disposiciones sobre los matrimonios mixtos, la afirmación de la tolerancia, la democracia, los derechos humanos, el entendimiento ecuménico y tantas otras cosas sólo se han alcanzado por la tenaz presión desde abajo.

5. Aspirar a soluciones regionales: es frecuente que el Vaticano haga oídos sordos a demandas justificadas del episcopado, de los sacerdotes y de los laicos. Con tanta mayor razón se debe aspirar a conseguir de forma inteligente soluciones regionales. Un problema especialmente espinoso, como sabéis, es la ley del celibato, proveniente de la Edad Media y que se está cuestionando con razón en todo el mundo precisamente en el contexto de los escándalos por abusos sexuales. Una modificación en contra de la voluntad de Roma parece prácticamente imposible. Sin embargo, esto no nos condena a la pasividad: un sacerdote que tras madura reflexión piense en casarse no tiene que renunciar automáticamente a su estado si el obispo y la comunidad le apoyan. Algunas conferencias episcopales podrían proceder con una solución regional, aunque sería mejor aspirar a una solución para la Iglesia en su conjunto. Por tanto:

6. Exigir un concilio: así como se requirió un concilio ecuménico para la realización de la reforma litúrgica, la libertad de religión, el ecumenismo y el diálogo interreligioso, lo mismo ocurre en cuanto a solucionar el problema de la reforma, que ha irrumpido ahora de forma dramática. El concilio reformista de Constanza en el siglo previo a la Reforma acordó la celebración de concilios cada cinco años, disposición que, sin embargo, burló la curia romana. Sin duda, esta hará ahora cuanto pueda para impedir un concilio del que debe temer una limitación de su poder. En todos vosotros está la responsabilidad de imponer un concilio o al menos un sínodo episcopal representativo.

La apelación que os dirijo en vista de esta Iglesia en crisis, estimados obispos, es que pongáis en la balanza la autoridad episcopal, revalorizada por el concilio. En esta situación de necesidad, los ojos del mundo están puestos en vosotros. Innúmeras personas han perdido la confianza en la Iglesia católica. Para recuperarla sólo valdrá abordar de forma franca y honrada los problemas y las reformas consecuentes. Os pido, con todo el respeto, que contribuyáis con lo que os corresponda, cuando sea posible en cooperación con el resto de los obispos; pero, si es necesario, también en solitario, con “valentía” apostólica (Hechos 4, 29-31). Dad a vuestros fieles signos de esperanza y aliento y a nuestra iglesia una perspectiva.

Os saluda, en la comunión de la fe cristiana, Hans Küng.

Fuente Diario El Pais

Dime con quién andas… Por Guillermo “Quito” Mariani

Cuando el acompañamiento es de persona a persona pueden darse alternativas. O el contagio con la maldad del otro, o la conversión y mejoramiento del mismo. Por otra parte, cuando alguien atrae y convoca a mucha gente puede que sea un líder carismático. Cuando, en cambio, uno es el que se añade a una multitud, resulta generalmente un arrastrado, sobre todo si espera que sus intereses se vean así favorecidos.

Son muchas las variantes que pueden darse al contenido de ese refrán “dime con quién andas y te diré quién eres”, pero podemos especificarlas con una observación objetiva que no necesita ser demasiado minuciosa.

La noticia es de un encuentro del Sr. Cardenal Bergoglio con los principales representantes de la “oposición”. Entre ellos, Nosiglia, López Murphi, Hilda de Duhalde, Ernesto Sanz, Margarita Stolbizer y la ausencia de los convocados Domingo Cavallo y María Julia Alzogaray. La finalidad del encuentro no era un “retiro espiritual”, con el modelo Cardenal Primatesta, que organizaba estos encuentros con gremialistas y políticos para embeberlos con el mensaje de Cristo en favor de la iglesia católica. No. Bergoglio hace una convocatoria directamente política para presentar (aunque él lo niega) un plan de gobierno. Resulta difícil explicar cuáles son sus objetivos. ¿Convertirse en conductor de la oposición? ¿Candidatearse (ilusionado con Lugo) para la presidencia de la nación? ¿Añadir méritos para un futuro Cónclave?

Fracasado el intento de contar con toda la dirigencia opositora en el Te Deum de la catedral metropolitana, para hacerles escuchar sus críticas al gobierno nacional, el recurso se inclinó a presentar este documento “Contrato social para el desarrollo”. Una especie de proyecto concreto de gobierno para realizar en lo que ya se denomina “poskirchnerismo” desde el 2011. El largo documento cuya paternidad se atribuye al abogado oficial del Arzobispado de Buenos Aires, Roberto Dromi, especifica los primeros objetivos consensuados para llegar a la unidad tan ansiada por el pueblo “crispado”, según expresión del mismo cardenal, por las divergencias y rivalidades. Allí se alude a la eliminación de las retenciones (debiera abogarse también por la penalización de los evasores de impuestos en la comercialización de la soga y el maní, 450 en el sur de Córdoba solamente, que han defraudado al Estado en unos 2.000 millones de pesos) También se propicia el cese de los juicios a genocidas (Duhalde), la baja de impuestos para asegurar la ganancia empresaria que motive inversiones, la devolución de la autarquía al banco central y la libertad para las empresas informativas, que se admiten como integradas por privados con alguna participación del estado, para lograr información variada y veraz.

El intento de Casaretto con el documento sobre la pobreza, que experimentó el rechazo de las entidades gremiales y debió por eso “cajonearse”, es reavivado ahora con un plan que se aparta de los reclamos de justicia social. Y a estar por algunas declaraciones, incluye también la exigencia de disminución de la acción social igualizante que preocupa constantemente al gobierno actual. En definitiva, cuando se trata de simpatizar con las políticas liberales capitalistas, para lograr beneficios y privilegios, los pobres desaparecen de escena para quienes en otras oportunidades han denunciado la “escandalosa pobreza”.

El mencionado consenso presentado por Bergoglio no hace alusión a la inserción de Argentina en América latina y en el mundo. Y es realmente significativo que, en momentos en que aumenta la solidaridad de las naciones suramericanas no se mencione a ninguna de las organizaciones importantes que expresan esa “unidad” tan buscada por el Cardenal en base a propiciar la adhesión a los intereses más voraces de la República Argentina. Ni tampoco haya alusión alguna al quiebre del sistema en el mundo capitalista que nos hiere mucho más levemente gracias a muchas de las decisiones oficiales adoptadas en este proceso.

Ignoramos la aceptación, por parte de los presentes en el Encuentro, (ligados de diferentes modos a los 4 gobiernos anteriores, Menem, de la Rúa,Rodríguez Saa y Duhalde) de las propuestas cardenalicias, que ciertamente acuerdan con los criterios más o menos compartidos por las distintas organizaciones. Por lo pronto, si éstas en conjunto no pudieron o no quisieron elaborar un programa o plataforma para el 2011, ya lo tienen, presentado por el más elevado representante de la jerarquía eclesiástica nacional. Y eso es casi “sagrado”. ¿Será de consagración de todos los candidatos, por aquello de que “dime con quien andas y te diré quién eres”?

José Guillermo Mariani (pbro)

La Fe a Favor del Matrimonio para Parejas del Mismo Sexo

La Fe a Favor del Matrimonio para Parejas del Mismo Sexo

Estarán presentes sacerdotes católicos, rabinos y pastores protestantes y evangélicos

La Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales (FLAGBT) convoca a todos los medios de comunicación a la conferencia de prensa “La Fe a favor del Matrimonio de parejas del mismo sexo” que tendrá lugar en la Iglesia Evangélica Metodista de Flores, Yerbal 2451, mañana miércoles 16 de Junio, a las 14 hs.

Hacemos pública la invitación a Diputados/as y Senadores/as de la Nación para compartir este acontecimiento en el que las expresiones de Fe se suman al reclamo de Igualdad de derechos para todas y todos.

El encuentro contará con la presencia de líderes de las más reconocidas creencias y organizaciones religiosas que han confirmado su compromiso con la Igualdad y la Justicia.

Ya le han dicho Si al Matrimonio de Personas del Mismo Sexo:

El Sacerdote Católico y Lic. en Bioética Leonardo Belderrain,
el Sacerdote Católico Nicolás Alessio y el Grupo de Sacerdotes Católicos Enrique Angelelli de Córdoba,
el Centro Católico Nueva Tierra.
Los Rabinos Daniel Goldman, Guido Cohen y Sergio Bergman.
Representantes de Iglesias Protestantes como el Obispo de la Iglesia Metodista Argentina, Pastor Frank de Nury Brown;
la Pastora Viviana Pinto, de la Iglesia Metodista de Flores;
el Pastor Federico Schäfer, Presidente de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata;
el Pastor Gerardo Oberman, Presidente de la Iglesia Reformada Argentina;
el Pastor Ángel Furlan, de la Iglesia Evangélica Luterana Unida;
el Pastor Alan Eldrid, Presidente de la Iglesia Evangélica Luterana Unida;
la Representante de la Iglesia Evangélica Valdense del Río de la Plata, Sra. Maggie Carrera;
el Pastor Andrés Albertsen, de la Iglesia Luterana Dinamarquesa en Buenos Aires;
la Comisión Directiva de la Iglesia Menonita de Buenos Aires;
el Pastor Dr. Arturo Blatezky, Presidente del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos.

También, las comunidades integradas en Espacio Ecuménico: la Conferencia Argentina de Religiosos/as (CONFAR);
Justicia, Paz e Integridad de la Creación (JUPIC);
la Pastoral Urbana de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina (IEMA);
Diálogo 2000;
Área Política de la Parroquia Santa Cruz;
Comunidad Teológica Rajab;
Hnas. Azules;
Hnas. del Divino Maestro;
Asociación Guadalupe-ENDEPA;
Hnas. de la Santa Unión;
Hnas. Dominicas,
entre otros/as referentes y organizaciones.

Estarán presentes en la Conferencia de Prensa el Sacerdote Católico y Lic. en Bioética Leonardo Belderrain, el Sacerdote Católico Nicolás Alessio (quien viene desde Córdoba especialmente para participar de esta Conferencia), el Rabino Daniel Goldman y todos los Pastores Protestantes antes mencionados. También se presentarán los pronunciamientos emitidos desde los diversos espacios de fe, organizaciones ecuménicas, iglesias y especialistas en el área, recopilados por la Secretaría de Diversidad Religiosa de la FALGBT.

“Desde que el debate sobre la Ley de la Igualdad se ha instalado en nuestra sociedad, sectores del poder eclesiástico han pretendido una posición única y contraria desde la fe al reconocimiento pleno de nuestra ciudadanía por parte del Estado. Es tiempo de escuchar la diversidad de voces desde la fe y desde pueblo creyente, afirmando su voluntad de paz y justicia. Este encuentro con los y las líderes religiosos/as es una clara señal para toda la sociedad de que la fe también acompaña el trabajo contra la discriminación y por la igualdad de derechos.”, expresó María Rachid, Presidenta de la Federación Argentina LGBT.

“El apoyo de tantos referentes significativos en el ámbito de la Fe, fortalece el espíritu de miles de lesbianas, gays, bisexuales y trans, sus familias y entornos significativos que no se sienten contenidos por una visión discriminatoria, segregacionista y violenta que un sector de la jerarquía de la iglesia católica y pequeños reductos de otras religiones han practicado sistemáticamente para con nuestro colectivo.”, expresó Esteban Paulón, Secretario General de la Federación Argentina LGBT. Y continuó: “Este evento expresa las distintas posturas que hay hacia el interior de diversas comunidades de fe. No es cierto que la Fe se opone a la Ley de Matrimonio para parejas del mismo sexo. Tampoco lo es que se opone a esta ley el pueblo cristiano. Quienes se oponen a la ley son un puñado de jerarcas que expresan las visiones hegemónicas de unas pocas religiones.”

Para más información:

María Rachid, Presidenta de la Federación Argentina LGBT 011 15 6548-9608

Esteban Paulón, Secretario General de la Federación Argentina LGBT 0341 1 6068171