Domingo 17 de octubre de 2010 – 29 durante el año litúrgico (ciclo”C”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Lc.18,1-8)

Con una parábola Jesús enseña a sus discípulos que hay que orar siempre sin desanimarse. (Un juez sin temor a Dios ni a los hombres, recibe a una viuda que recurre a él pidiendo justicia contra su adversario. Durante mucho tiempo el juez se niega, la viuda insiste y finalmente el juez para que deje de molestarlo le hace justicia. Si este juez injusto hizo justicia ¿no la hará Dios a sus elegidos que claman a El día y noche aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero ¿Cuándo venga el hijo del hombre ¿acaso encontrará fe sobre la tierra?

Síntesis de la homilía

Lucas es el evangelista que insiste más en presentar a Jesús orante y preocupado por la oración de sus discípulos. Si bien en varias oportunidades esa oración de Jesús se realiza en soledad e intimidad, su actitud referida constantemente a la realización del reino de que habla en su “padre nuestro”, es acción realizada ante Dios y en comunicación con El, de modo que puede calificarse de verdadera oración. No olvidemos que el padre nuestro como modelo de oración no es una oración vocal sino la asunción de un compromiso concreto de vida. Esta valoración por parte de Jesús de la oración, y la seguridad de ser escuchados porque clamamos a El día y noche, no es una afirmación de que pidiendo y pidiendo haremos verdadera oración y conseguiremos lo que deseamos. El final de Lucas en la parábola del amigo que va a pedir pan a medianoche, y lo consigue gracias a su insistencia, asegura que Dios nunca negará su espíritu a quien lo pide. Todo lo demás corre por cuenta de las diversas interpretaciones de la oración reduciéndola a la de petición de la cual, con sentido común, ni siquiera podemos afirmar que Dios la escucha y accede siempre. Basta para eso recordar las grandes calamidades que pretenden solucionarse con oración y evidencian la no intervención de Dios porque no se cesan ni en su consumación ni en sus consecuencias funestas. La oración de petición es sólo un clamor espontáneo de quien está necesitado. Sólo Dios sabe, por lo general antes de que se lo pidamos, lo que realmente es nuestra necesidad. Y su remedio, de acuerdo a la instrucción de Jesús, sucede de un momento a otro después de esperar cualquier cantidad de tiempo. La oración en su sentido pleno consiste en estar en comunicación con Dios. Lo cual para nosotros es posible a pesar de la inaccesibilidad del Ser supremo, porque lo tenemos a Jesús de Nazaret, como su revelación y su camino. Sabiendo que como El, nosotros tenemos el espíritu de Dios como fuerza interior para realizar su obra, la oración consiste en poner nuestros esfuerzos en el seguimiento del camino liberador de Jesús.

Todas las iglesias, todas las religiones, todas las sectas han hecho de la eficacia de la oración un medio propagandístico excelente y el culto que debiera consistir en recuperar con plena vigencia la dignidad de cada ser humano se ha reducido a practicar diversas y a veces complicadas formas de pedir para sentirse beneficiado.

El resultado es, con mucha frecuencia una especie de alienación, alejamiento y descompromiso con la realidad.

Domingo 10 de octubre de 2010 – 28 durante el año litúrgico (ciclo “C”) Por Guillermo “Quito” Marini

Tema(Lc. 17,11-19)

Yendo a Jersualén Jesús atraviesa Samaría y Galilea. A la entrada de un pueblo diez leprosos salen para gritarle “Maestro, compadécete de nosotros”. Viéndolos jesús les dijo “vayan a presentarse a los sacerdotes” Mientra ellos se iban quedaron limpios. Uno, notando su curación se volvió dando gracias a Dios y a Jesús echándose a sus pies. Era un samaritano. Jesús preguntó ¿y los otros dónde están? Sólo vino a dar gracias este extranjero? Y volviéndose a él le dijo : Levántate y vete. Te ha salvado tu fe.

Síntesis de la homilía

La salud pública no atendida es un modo de dominio. Aunque la lepra de aquel tiempo no coincidía con esa enfermedad tan degradante de hoy porque se trataba en muchas oportunidades de diversas afecciones de la piel que obligaban al aislamiento hasta que se constatara por parte de los sacerdotes que no era contagiosa. Lo de que fueran los sacerdotes los que debían extender ese certificado de salud, se explica porque cualquier enfermedad era considerada castigo de un pecado. Detrás de lo cual quedaba absolutamente disminuida la dignidad del enfermo y lo ponía en disponibilidad de obedecer como absolutas las prescripciones de la autoridad. No estamos muy lejos con estos manejos infames de muchos laboratorios que no solamente inventan medicamentos ineficaces o dañosos sino que hasta utilizan las drogas para producir enfermedades.

Pero el mensaje especial de Lucas ante la súplica de esos diez enfermos que al parecer estaban unidos por la misma desgracia y juntos se ayudaban a buscar la salud, se empeña en destacar la gratitud como cualidad humana, y la discriminación como fuente equivocada de rechazos y negativa de derechos.

El extranjero, el pagano, era en la tradición judía más estricta, “un perro”, aludiendo a la situación despreciable de los animales callejeros (nada que ver con nuestros perros tantas veces privilegiados) y así trataban a los samaritanos los judíos ortodoxos. Sin embargo éste, que a sí mismo se consideraba indigno queda en el centro de la escena, por una cualidad eminentemente humana y constructora del reinado de Dios entre los hombres. La gratitud. Jesús se encarga de destacarla. A veces la vivimos como obligación. (¿qué dice? –Gracias!). Se trata de mucho más que eso. No se trata de dejar contento a quien nos hace un favor. Se trata de comprender ese desprendimiento del propio egoísmo que siembra entre todos ese valor tan importante de apreciar y compartir los favores recibidos.

Con Jesús no dejemos de apreciar las virtudes muchas veces ejemplarmente humanizantes de muchos discriminados en nuestra sociedad y hagamos de la gratitud a Dios, la naturaleza y quienes viven con nosotros una actitud permanente del amor que contagia la generosidad.

Domingo 5 de Septiembre de 2010 – 23 durante el año litúrgico (ciclo”C”)

Tema: (Lc. 14,25-33)

Jesús se vuelve a la gente que lo sigue y advierte que quien no está desprendido de su padre, su madre, su mujer, sus hijos, sus hermanos y hermanas y hasta de su propia vida, no puede ser su discípulo. Y tampoco el que no carga su cruz y lo sigue. Y pregunta: Si alguien quiere edificar una torre ¿no se pone a pensar primero con el material que cuenta? Porque de otro modo los que van la torre sin terminar lo tildarán de inútil. Lo mismo que si un rey ve venir a su enemigo con tropas, calcula el número de las suyas y si es menor, manda una embajada para negociar la paz. Así también el que no se desprende de sus bienes no puede ser mi discípulo. La sal es cosa buena pero si pierde su sabor con qué se lo devolverán? Para nada sino para tirarla. Y concluye: El que tenga oídos para oír que escuche!

Síntesis de la homilía

Realmente no es fácil escuchar y admitir esa serie de exigencias de Jesús. Interpretadas a la letra, con el fundamentalismo con que se ha leído muchas veces la Biblia, Jesús parece rechazar los vínculos familiares con toda la riqueza de sus afectos, sostén psicológico de la fortaleza y madurez. Eso ha servido también para colocar por sobre el matrimonio y la familia, el celibato y la virginidad, unidos al retiro del mundo y de las tareas necesarias para ir estableciendo en su seno el reino anunciado e iniciado por JESÚS DE NAZARET.

Hay que colocar en su momento histórico las exigencias de Jesús. la propuesta aclara que todos los vínculos familiares pueden constituirse en obstáculo para la causa del Reino, lo mismo que el aprecio de la propia vida colocada sobre todos los otros valores. Y cada uno, antes de decidirse al seguimiento y servicio de la causa del reino, ha de tener en cuenta estas relaciones con las personas y los bienes.

Así lo explicitan las dos comparaciones a que recurre. No se trata de que las torres no se construyan sino de que esté listo para ese objetivo todo el material necesario. Ni tampoco de que un rey deje de valorar sus tropas sino que, teniendo en cuenta las del enemigo, se adelante a proponer lo más conveniente para ambos.

En la experiencia bastante frecuente, los casos de desprendimiento efectivo y afectivo de la familia acarrean a las personas y a la sociedad una cantidad de inconvenientes. Así como también la fijación de cada familia como bunker que hay que defender a toda costa, transformándola en germen de discriminación, resulta un claro impedimento para luchar por la comunión entre los hombres, sin ninguna distinción de raza, religión, posesiones o sexo. que es lo proclamado por el evangelio de Jesús.

El entusiasmo de ser cristiano, en el sentido de seguidor de Jesús, no debe nacer ni de intereses egoístas (como eran en un principio los de los apóstoles) ni del miedo (que nos hace sumisos, conformistas o cobardes) sino del agrandamiento del corazón por el esfuerzo constante de generosidad para buscar la felicidad de los demás con la nuestra propia. Cristianos tristes o encogidos por la sumisión, al margen del pensamiento y el sentido común, son como alguien lo dijo, “tristes cristianos”.

Domingo 26 de Septiembre de 2010 – 26 durante el año litúrgico (ciclo “C”)

Tema: (Lc. 16,19-31)

Había un hombre rico que se vestía pomposamente y banqueteaba diariamente. Un mendigo cubierto de llagas, Lázaro, estaba tendido en el portal de su casa esperando las sobras y los perros lamían sus llagas. Murió el mendigo y fue acogido en el seno de Abraham y murió también el rico y lo enterraron. Estando en el abismo y viendo a Abraham con Lázaro a su lado gritó:

Dile a tu amigo Lázaro que moje mis labios con una gota de agua porque me consume el fuego-Pero Abraham respondió: Recuerda hijo que a ti te tocó en la tierra todo lo bueno y a Lázaro lo malo, por eso él goza y tú padeces ahora. Pero además entre uds. y nosotros hay un abismo y por más que quiera nadie pueden atravesarlo. El rico rogó entonces que enviara a Lázaro a avisar a sus hermanos para que cayeran en lo mismo. Y Abraham contestó: tienen a Moisés y los profetas. Sino los escuchan a ellos, tampoco harán caso a un muerto que resucite.

Síntesis de la homilía

La parábola que nos trasmite Lucas pinta en cuatro pinceladas la diferencia de clases en Israel y en nuestro mundo con dos protagonistas el rico y el pobre. Ambos son caracterizados como representantes extremos de su clase. El rico banqueteando todos los días. El pobre muriéndose de hambre. El rico vestido pomposamente. El pobre harapiento. El rico con la puerta cerrada. El pobre tirado a la puerta. El rico sin nombre envuelto en las satisfacciones de su riqueza. El pobre Lázaro (significa “Dios ayuda”) esperando y sufriendo. Identificados por la muerte el rico sepultado y el pobre amaneciendo a la vida.

¿No hay posibilidad de cambio en estas situaciones tan radicalmente opuestas? El resultado de la parábola que se interna en el más allá del tiempo es que la situación cambia absolutamente para cada uno de los actores. Lázaro quiere ayudar pero no puede. El abismo es muy grande. El rico busca ayuda. La muerte lo ha hecho consciente de la inutilidad de sus riquezas. Ha cambiado el corazón y quiere que otros cambien: sus hermanos.

Es difícil que los ricos al estilo del de la parábola accedan a entrar en el reino con valores igualitarios, en que las riquezas debieran ser compartidas con los menos dotados. Y, sin embargo son ellos, los pobres como Lázaro, los que pueden ayudarlos recuperar el sentido profundo de la vida y los bienes puestos a nuestra disposición por la naturaleza y, en último término por Dios. Resulta difícil, porque muchas veces la riqueza no se construye sin producir pobreza. Porque el afán de dinero y posesiones cierran los corazones como cerraba el rico su puerta. Porque siempre se encuentran argumentos para excusarse de compartir, de ser justos, de comprender, calificando de indolentes o vagos a los que tantas veces han sido privados de toda oportunidad favorable.

Es demasiado tarde cuando el rico se da cuenta de que el pobre tirado a su puerta era la gran oportunidad para encontrarle sentido a la vida. Era para él la “ayuda de Dios” De que disminuyendo sus banquetes se agrandaría su corazón. Y de allí brotaría un tesoro incomparable de felicidad en el amor. No hay que olvidar cuántas veces el secreto de la felicidad se nos descubre desde los más pequeños y abandonados.

Domingo 19 de Septiembre de 2010 – 25 durante el año litúrgico (ciclo “C”)

Tema (Lc. 16,1-13)

Jesús cuenta a sus discípulos la parábola de un hombre rico que tenía un administrador. Lo llamó para despedirlo, porque no estaba satisfecho de su cumplimiento. Entonces el hombre se puso a pensar:¿y ahora qué hago? Ni tengo fuerzas para trabajar, ni me gusta pedir limosnas. Ya sé. Llamó a los deudores y al que debía cien le dio la factura por 50 u 80. El patrón al enterarse felicitó al administrador por su astucia. Y Jesús añadió que muchas veces los que pertenecen a este mundo tienen más ingenio que los hijos de la luz. Y concluyó Gánense amigos, dejando el dinero injusto para que así los reciban en las eternas moradas.

Y tengan en cuenta que si no han sido fieles con el injusto dinero ¿quién les va a confiar lo que vale de veras? Y si no fueron fieles con lo suyo ¿Quién les va a confiar lo ajeno? Nadie puede estar al servicio de dos señores. Se apegará a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y al dinero.

Síntesis de la homilía

Escandaliza a veces esta enseñanza de Jesús a sus discípulos. Resulta una especie de legitimación y alabanza de lo que nosotros llamamos “viveza criolla” 0 simplemente “avivada”. No pareciera que el dueño debiera alabar al administrador por su astucia delictiva. Pero hay que tener en cuenta varios detalles: En primer lugar, el dueño no se retracta del castigo de despedir al hombre que administraba sus bienes, porque se ve y está probando con su procedimiento en esta circunstancia, que tenía cierta facilidad para “meter las manos en la lata” De manera que la felicitación es como una manera irónica de despedirlo sin conflicto.

En segundo término el sentido profundo de la enseñanza es evitar que sus discípulos crean que porque sostienen la causa del Reino las cosas van a salir bien por sí solas. Quiere evitar la evasión del compromiso profundo con el esfuerzo de vivir y contagiar los valores de ese reino. Porque en los que él llama “la gente del mundo”, que saben que no cuentan con ninguna ayuda de arriba, los proyectos son más sólidos, el análisis más detallista y las soluciones más ingeniosas y eficaces.

Las dos circunstancias son aprovechables para los seguidores de Jesús en sus comunidades.

Lo primero, que la mala administración, el uso de medios indebidos como la represión, la descalificación, el engaño, el ocultamiento, produce sí o sí el alejamiento de la causa del reino. Una Iglesia que gracias a la complicidad con los poderosos y preocupada por mantener ella misma el poder, se maneja con estas “astucias” no es la de Jesús. Ella misma se ha despedido de esa misión encomendada a los discípulos.

Lo segundo, que quienes se deciden a trabajar por el reino, no se van a encontrar con un sendero sembrado de rosas, en el sentido de que podrán avanzar seguros y confiados, de que sus esfuerzos serán eficaces porque Dios está de su lado. Que no habrá incomprensiones ni persecuciones ni momentos de vacilación sobre el acierto del camino elegido. Nada de esto. Me recuerdo un proverbio que nos decía con frecuencia un sacerdote español encargado de nuestra espiritualidad en el Seminario: “Vinieron los sarracenos y nos molieron a palos. Que Dios ayuda a los buenos cuando son más que los malos”. Y en este sentido hay que reconocer que con frecuencia estamos en falta y bajamos los brazos antes de tiempo y mezquinamos nuestra presencia cuando haría falta. La construcción del reino, que significa felicidad compartida por todos, exige convicción, testimonio de vida, alerta constante para no desperdiciar las pequeñas ocasiones y valentía para encarar propuestas más grandes y generales.

Domingo 12 de Septiembre de 2010 – 24 durante el año litúrgico (ciclo “C”)

Tema(Lc.15,1-33)

Los fariseos se escandalizan de ver a Jesús compartiendo con descreídos y recaudadores de impuestos y sentarse a su mesa. Jesús les dice dos parábolas: Un pastor tiene cien ovejas y se le pierde una ¿No la va buscar y se alegra de encontrarla? Una mujer tiene cien monedas de plata y pierde una ¿No va revolver y barrer toda la casa hasta encontrarla? Luego añade un relato que presenta a un padre a quien el hijo menor reclama anticipo de herencia, a lo que el padre accede. El hijo se marcha y gasta todo el dinero hasta vivir en la miseria de aceptar un trabajo de cuidado de cerdos. El hambre lo mueve a volver a casa de su padre. Éste que lo está esperando sale a recibirlo y le impide expresar su pedido de disculpas manifestando su alegría con la orden de prepararle un banquete. Cuando el hijo mayor vuelve de trabajar se enoja y cuando su padre se acerca para invitarlo a la fiesta de la vuelta de su hermano le reprocha la desigualdad de trato ya que a él como obediente perfecto nunca le regaló ni siquiera un cabrito y a éste que gastó su dinero en prostitutas lo recibe con una fiesta. La respuesta del padre le advierte que él pudo siempre disponer de todo lo de la casa y que la fiesta es porque recupera a un hijo que había muerto y ha resucitado.

Síntesis de la homilía

Hay un fondo y un mensaje común en las tres parábolas de este hermoso y tierno capítulo de Lucas. Son especialmente de notar, como gestos de ternura, el del pastor que pone la oveja sobre sus hombros y el del padre que recibe al hijo perdido con abrazos, alegría y banquete.

También en los tres casos, extractados de la vida real, se pone de manifiesto la preocupación de la búsqueda esforzada de lo que se ha perdido. En el primero, haciendo el camino hacia la oveja extraviada, en el segundo barriendo la casa hasta encontrar la moneda y en el tercero esperando con impaciencia y cariño la vuelta del hijo. Nos fijaremos ahora en las razones de esa alegría y esa búsqueda.

Siempre se habla de la alegría por un pecador que se convierte. ¿De qué clase de pecadores se trata? Ni la oveja ni la moneda tienen otro mal que haberse separado del rebaño o caído de la bolsa. En cuanto al hijo, el pecado que aflige al padre profundamente es haberlo perdido, (como si se hubiera muerto), que se haya ido, usando de la libertad que é mismo como padre, respetó. En los tres casos, la conversión, el cambio, consiste en volver al rebaño, al conjunto de ahorros en la bolsa, y a la casa paterna. Si la “conversión” consiste en volver, el pecado consiste en abandonar, el rebaño, la bolsa y la casa. No se trata entonces de que sean pecadores, como los califican los fariseos, los que comparten y comen con Jesús. La alegría de la conversión (que es alegría del cielo), es por la vuelta a casa. El pecado entonces es la ruptura de la comunión. Nada que ver con la acusación del hijo mayor calificando a su hermano como gastador en prostitutas. El resultado final de este análisis es. Entonces, que el pecado es la ruptura de la comunión, del calor de rebaño, de la importancia de las otras nueve monedad, del afecto familiar. Muchos de los otros actos calificados oficialmente como pecados, no son calificados así por Jesús. Ni los que comían con Jesús dejaron de recaudar impuestos ni de divertirse a sus anchas. Ni el hijo menor rescató el dinero de herencia de los gastos con que lo había dispendiado.

Éste para Jesús es el verdadero pecado, el de la ruptura de la comunión por la injusticia, la opresión, la descalificación, la discriminación. Porque estas actitudes nunca pueden brotar del amor a nadie, y mucho menos del amor a Dios-

Domingo 29 de Agosto de 2010 – 22 durante el año litúrgico (ciclo “C”)

Tema: (Lc.14,1 y 7-14)

Cuando te invitan a  un banquete no busque colocarte en el primer lugar  porquen puede llegar un invitado más importantes y entonces, con vergüenza deberás obedecer al dueño de casa que te invita al último lugar disponible. Si haces lo contario, el dueño se acercará para colocarte más arriba y esto te atraerá la alabanza de los presentes. Quien se ensalza a sí mismo termina humillado y quien se considera poco, termina siendo exaltado.

Recomienda además Jesús que cuando invites a un banquete no convoque a amigos, parientes o vecinos ricos sino a pobres, lisiados, paralíticos y ciegos. Los ricos te recompensarán  invitándote a su vez. Los pobres no podrán retribuirte y así gozarás de felicidad interior.

Síntesis de la homilía

Jesús parece recomendar una “avivada”: mostrarse pequeño para  ser alabado y reconocido como importante. No es eso. Basándose en ese hecho real, que  quizás estuviera aconteciendo también en ese banquete, expone la conclusión de que quien se agranda demasiado, termina empequeñecido y al revés el que se considera tal como es en su pequeñez concluye considerado como importante.

No hay que olvidar que todos los “discursos de mesa” de Jesús, se encajan en la perspectiva del banquete final del reino. Así pues, esta recomendación es válida para considerarse a sí mismo como trabajador u obrero del Reino. Los puestos elevados con su majestad y su pompa, adornos y expresiones del poder, no son expresión del reinado de Dios, a pesar de que los cristianos de los siglos que siguieron al reinado de Constantino el Grande, vivieron ese estilo de “cristiandad” como realización del reino anunciado por Jesús. La valoración de la riqueza contagiada por el mundo del capital consumista ha concluido anulando muchos valores y personas muy valiosas en la construcción de un mundo mejor. El papel de los pequeños no puede ser relegado por los cristianos aunque en nuestro mundo su contribución para que las cosas marchen mejor es casi invisible. Sin embargo, en los campesinos y en los pobres que no han caído en manos de capitalistas, subsisten verdaderas riquezas que constituyen la auténtica felicidad.

Asimismo, cuando nos sentimos tentados al desaliento porque nuestros esfuerzos sinceros tropiezan con la incomprensión y hasta el ridículo, cuando  en contra de la corriente seguimos defendiendo los valores de la justicia, la amistad, la comprensión o la solidaridad, cuando nos embarcamos en causas que llevan el objetivo de mejorar el mundo  para todos, aunque lo nuestro parezca muy pequeño y hasta pueda ser calificado de ineficaz, no podemos desistir. Hay raíces que muchas veces tardan en brotar pero finalmente traspasan la coraza y se convierten en árboles. Jesús ha comparado el reino con esas raíces.

La enumeración concreta de quienes deben ser invitados al banquete abarca todas las limitaciones humanas naturales y producidas. Las naciones de nuestro mundo, con sus responsables de gobernarlas no alcanzarán progresos de felicidad real, mientras sus objetivos primordiales no se coloquen en ese lugar para determinar los primeros invitados.

Domingo 8 de Agosto de 2010 – 19 durante el año litúrgico (ciclo “C”)

Tema: (Lc.12,32-48)

Jesús indica a sus discípulos que no teman porque a pesar de ser pocos  el Padre les ha confiado  su reino. Los incita a vender sus bienes y hacer limosnas haciéndose bolsas que no se desgasten y acumulando tesoros para el reino. Les advierte que su corazón estará allí donde ellos depositen su tesoro. Los previene de que deben estar preparados esperando el regreso de su señor para que cuando llame imprevistamente los encuentre despiertos y trabajando. Así el mismo se pondrá a servirles. Porque si el dueño de casa adivinara la hora de llegada del ladrón, no lo dejaría perforar las paredes. Y ellos mismos deben hacerlo así ante el regreso del hijo del hombre.

Pedro pregunta si esa parábola tiene que ver algo con ellos y Jesús le responde situándolos como lo que han sido puestos al frente para distribuir sus bienes entre todos. Si el señor que llega los encuentra cumpliendo esta misión los asociará a la administración de sus bienes. Pero si los encuentra siendo injustos con sus servidores el señor los castigará severamente en la medida que corresponda a los bienes que les fueron confiados.

Síntesis de la homilía

La pregunta de Pedro acerca de si ellos también, los más cercanos, deben  tener en cuenta las advertencias de Jesús es una manera de disminuir la responsabilidad que les corresponde habiendo sido constituidos, como Jesús lo dice, depositarios de las riquezas del reino. No es ni era raro que habiendo sido señalados con el privilegio del Padre, ellos y nosotros nos hagamos la imagen de que siendo elegidos, se disminuyen nuestras responsabilidades y exigencias.

Quizás esto fue en algunas oportunidades lo que permitió a gente ordenada en la misión sacerdotal con todo su prestigio de santidad y renuncia, se permitiera desahogos ocultos y reprochables con la seguridad de estar colocados en un lugar especial.

La parábola de Jesús tiende directamente a proscribir esa ilusión. Quien recibe más es quien debe comportarse mejor porque el reino no es una construcción para una elite (les decíamos “elegidos”) sino para beneficiar a todos con un profundo cambio de la modalidad de las relaciones interpersonales y sociales.

Y la parábola hace referencia, para que no queden dudas, del trato que esos servidores escogidos dan a todos los demás. La injusticia social queda entonces denunciada claramente al afirmar que aquellos que han recibido más (en bienes materiales, cualidades intelectuales o artísticas, poder o lugares más expectables en la sociedad), deben estar más atentos para una generosa y justa distribución de lo recibido personalmente o de lo administrado como perteneciente a otros.

Para que  esa delicada misión de administrar los bienes recibidos pueda cumplirse, Jesús indica nuevamente la  necesidad de desprenderse de los bienes materiales para repartir limosnas a los pobres. La propuesta es muy simple y adecuada a esos tiempos en que las relaciones interpersonales eran muy intensas. Entonces la limosna podía cumplir con un deber de compartir y significaba un enriquecimiento espiritual para quien la hacía. Hoy, dar limosnas a los pobres no siempre es un acto de compartir sino una excusa para no compartir en serio. Poner parches a la realidad de la injusticia social resulta un modo de  eximirse de la responsabilidad del cambio de estructuras.  Saborear la satisfacción de ser  generoso y superior a quienes necesitan de todo y aceptan cualquier cosa es tranquilizarse frente a una verdadera tragedia. Y también, en ocasiones, exponerse la utilización o aprovechamiento de  los pobres de diversos modos y con diversas tácticas, lo que destinamos a ellos vaya a parar a otros bolsillos y beneficie a quienes están detrás enriqueciéndose a su costa.

Practicar el desprendimiento de los bienes materiales para construir el reino significa hoy (sin perder la valoración de la sensibilidad frente a los problemas o sufrimiento personales) preocuparse en serio por atender a las causas de las injusticias sociales en la distribución de los bienes y el respeto a los derechos humanos, de manera que aun en nuestras acciones privadas y en nuestra opinión no nos hagamos cómplices de esas actitudes. Es igualmente buscar modos de participación para acabar con las causas sociales de la pobreza colgándonos de todo lo que en ese aspecto proviene de cualquier grupo humano o de cualquier poder constituido.

Domingo 22 de Agosto de 2010 – 21 durante el año litúrgico (ciclo “C”)

Tema: Lc.13,22-30

Mientras Jesús enseñaba, una persona se acerca a preguntarle si serán pocos o muchos los que se salvarán. Traten, responde Jesús, de entrar por la puerta estrecha porque muchos no lograrán entrar. Cuando el dueño cierre la puerta gritarán “somos nosotros ábrenos la puerta! Y el dueño les dirá “No sé de dónde son ustedes”. Entonces insistirán: hemos comido y bebido contigo y enseñaste en nuestras plazas. Y él les dirá: Váyanse todos los que han elegido el camino  del mal. Habrá llanto y rabia cuando vean a los patriarcas y profetas entrar al reino y ustedes queden fuera. Y vendrán muchos de oriente y occidente a ocupar sus lugares en el banquete del reino. Resultará así que los primeros serán últimos y los últimos primeros.

Síntesis de la homilía

El concepto de salvación ha sido desfigurado considerando que se trata de un final agradable premio de Dios para quienes se han considerado buenos en este mundo. Una especie de lugar final de gozo al que hemos llamado cielo. A eso apunta la pregunta de esa persona anónima que detiene a Jesús para interrogarlo sobre las probabilidades de llegar a ese final.

La perspectiva de Lucas no tiene que ver con ese cielo, sino con la salvación como el banquete del reino, es decir el resultado de una convocatoria universal al que se llegará por un camino. Es un camino que hay que recorrer, no un lugar que se conquista. Y el recorrido está identificado con la práctica de la  justicia que no puede ser suplida ni con influencias, ni con promesas, ni con cumplimiento de  deberes cultuales, ni con aceptación devota de apariciones y mensajes esperanzadores  de otra vida.

Como se trata de un camino, es necesario permanecer atentos, vigilantes, para no tropezar, para no equivocarse.   Se trata para Mateo de un camino estrecho. Lucas habla sólo de la puerta estrecha. Pero ambos, de distintos modos hacen referencia a las dificultades de ese camino. Dificultades nacidas de la propia tendencia al egoísmo y del contexto social que desde la injusticia de determinadas estructuras empuja y seduce para tratar de entrar por la puerta ancha de las comodidades, la explotación de los demás, la soberbia de sentirse privilegiados, el acaparamiento de los bienes de la tierra arrancados de diversos modos de quienes también tienen derecho a gozarlos. Cuando esto sucede, no bastan donaciones generosas a los templos ni a obras de caridad, como las invocadas por los que no pudieron entrar que “comieron con él” y “escucharon en sus plazas las enseñanzas”

En Lucas y en general en los evangelios la comida tiene mucha importancia. No sólo como alimentación necesaria sino como expresión de amistad y comunión. El “haber comido y bebido contigo” es entonces un argumento fuerte. Esa vecindad y proximidad espiritual que tiene la comida en común es ciertamente una presencia del reino, cuya realización final es repetidamente descrita como un gran banquete. Pero aún ese gesto puede ser hipócrita y entonces aleja en lugar de afirmar el camino de la salvación, no lo construye sino que lo imposibilita.

La referencia a los excluidos en Lucas se orienta particularmente a los judíos que, amparados en la  ley,  menospreciaban las reglas elementales de la convivencia humana. Pero tanta fuerza como ese rechazo de Jesús a la actitud  de los dirigentes religiosos del pueblo, tiene la afirmación de que sus puestos serán cubiertos por multitudes que vengan de oriente y occidente. Lo cual habla no de hombres y mujeres perfectos o alineados en una iglesia sino de buenas personas que se alejan de las seducciones del espíritu del mal y buscan con debilidades y errores ir construyendo una salvación que les llegue a todos.

Domingo 15 de Agosto de 2010 – Festividad de la Asunción de María (ciclo “C”)

Tema (Lc. 1,39-56)

María sin demora parte a los cerros de Judá para visitar a Isabel. Cuando la saluda, Isabel se estremece de gozo y siente que su hijo palpita en sus entrañas y proclama su alegría por esa visita que ella considera muy superior a sus merecimientos ya que  ella es ferviente en la confianza para con su Dios. María entonces prorrumpe en el hermoso canto de alabanza y celebración. “Mi alma canta la grandeza del Señor y  se regocija porque El es el que salva. Soy feliz porque El se ha fijado en mí. Siempre hizo grandes cosas y llenó de favores a quienes lo aman. Destruyó a los soberbios y exaltó a los pobres. Destronó a los poderosos y entronizó a los humildes. Sació a los hambrientos y vació las manos de los ricos. De acuerdo a su promesa mostró misericordia con Israel su  siervo.

Después de tres meses de acompañar a Isabel, María regresó a su casa.

Síntesis de la homilía

Referirse al nombre tradicional de esta festividad mariana resulta confuso. En medio de la simbología con que Lucas describe la ascensión de Jesús, aparece  en la iglesia esta otra de la que no hay huellas en los relatos evangélicos, denominada asunción para diferenciarla de aquella y con la añadidura de “en cuerpo y alma” de origen platónico.

Lo importante es fijarnos en el mensaje que esta celebración, fruto de una insistente actitud mariana dentro de nuestra iglesia, para distinguirnos de las iglesia evangélicas separadas más que detenernos en la clase de glorificación merecida por María de acuerdo a una tradición cultivada en nuestra iglesia.

En primer lugar, vamos a tener en cuenta el objetivo de Pío XII al declarar este hecho como perteneciente a la fe, como  dogma católico. Desde luego que no se puede deducir del enunciado que exista un lugar llamado cielo en que habita Dios con sus santos en espíritu y

allí fue llevada María con su cuerpo. De acuerdo a la intención de aquel pontífice, en un siglo en que la dignidad del cuerpo del hombre había sido tan ultrajada en los campos de concentración, esta propuesta eclesial tendía a restablecer la dignidad de todos los hombres en su cuerpo tanto como en su interioridad. Y esto es bueno tenerlo en cuenta también ahora. Desde otro punto de vista, esta glorificación anticipada de María quiere señalar el resultado final a que se dirigen todos los que fieles al precepto nuevo de Jesús se empeñan en vivir el amor en sus múltiples e inagotables expresiones e intensidades. Y esto es coincidente con el mensaje de Jesús,  que identifica el amor a los hermanos con el amor a Dios y como realización plena del hombre.

Por otra parte, no hay que perder de vista el texto evangélico elegido para esta celebración. María conocedora de la situación de Isabel su prima, se pone inmediatamente en camino a la montaña. Sin fijarse en la distancia (unos 100 kilómetros) va a felicitar y socorrer a la embarazada. Así se resalta una relación humana que nunca tenemos que perder de vista: las relaciones familiares, los contactos hogareños, la amistad y el servicio entre las mujeres y las  madres que atraviesan una cantidad de circunstancias y exigencias para dar a luz y para educar a sus hijos. Este acto de solidaridad humana, casi sin importancia religiosa, es señalado especialmente por Lucas, que también resalta el gozo de ambas mujeres por sentirse madres. De esa alegría compartida brota el magnífico canto de María que pone la circunstancia que ella e Isabel están viviendo en el contexto del plan bondadoso de Dios para con su pueblo y la humanidad. Un himno de alabanza, de confianza en las promesas, de señalamiento del camino que ha de cumplirse para que se conviertan en realidades, de compromiso por colaborar eficaz y generosamente con ese objetivo.

Aquí hay ya suficientes motivos para trasladar a nuestra vida diaria la celebración que nos ocupa y que a veces pareciera consistir solamente en la admiración y veneración tributadas a la madre de Jesús.