Se fue el Tatic, Samuel Ruiz (1924-2011), el profeta mexicano del siglo XX. Por Enrique Dussel

Ha muerto el 24 de enero el santo profeta de Chiapas, digno sucesor de Bartolomé de las Casas. Este último comenzó su lucha en favor de los pueblos originarios de América en el ya lejano 1514 en el pueblito de Sancti Espíritu de Cuba. Fue obispo de Chiapas desde 1544 hasta 1547, en que fue expulsado por la oligarquía de los conquistadores que ya dominaban esa tierra maya, por su lucha en favor de los pueblos originarios. Algo más de cuatro siglos después, y como continuando la labor de Bartolomé, fue nombrado en 1959 don Samuel Ruiz, a la edad de 35 años, obispo de Chiapas (siendo el más joven del episcopado mexicano de esos años.

Había nacido el 3 de noviembre de 1924 en Irapuato. Estudió primero en León; obtuvo su doctorado en hermenéutica bíblica en la Gregoriana de Roma. Era un hombre letrado, director del seminario de León (como Miguel Hidalgo lo fue del de Valladolid). Asistió al II Concilio Vaticano, participando todavía dentro de las filas del episcopado conservador.

Le tocaron tiempos de profunda renovación de la Iglesia y las convulsiones políticas del 68. En ese tiempo cambiará drásticamente su posición teórica y práctica. Será su comunidad indígena maya la que lo confrontará con la miseria, la opresión, la dominación política, económica, cultural y religiosa que la oligarquía chiapaneca había orquestado como herencia de los conquistadores y de los terratenientes contra ese pueblo originario.

El joven obispo sufre una conversión radical. Ya en 1968 fue uno de los cuatro oradores (sobre el tema de la pastoral indígena) en la Conferencia de Medellín del Celam, donde manifestó su calibre latinoamericano.

Brillará en América Latina como miembro de una camada de obispos que optaron por los pobres del continente, junto a Helder Camara, en Brasil; Leónidas Proaño, en Ecuador, y Óscar Romero, en El Salvador. Será uno de los reformadores de la Iglesia, fundamentando bíblicamente la revolucionaria teología de la liberación que estaba naciendo. Pero aún más, la llevó a la práctica con su pueblo indígena chiapaneco.

Aprendió dos lenguas mayas y se transformó en el profeta de su pueblo. Esto le traerá grandes enemistades, persecuciones, aun de aquellos que hoy, después de su muerte, lo ensalzan. Decía de él, y de don Samuel, el obispo de Cuernavaca don Sergio Méndez Arceo: Nosotros unificamos al episcopado mexicano. ¡Todos están contra nosotros!”

Perseguido por los potentados, los terratenientes, los políticos y hasta por algunos de sus sacerdotes, con indomable brío, con paciencia de indígena, con sacrificio titánico, recorriendo innúmeras veces su diócesis en camioneta, avioneta o a caballo, estaba presente consolando, alentando y dirigiendo a las “comunidades” mayas. Todas lo tenían por tatik (como el tata de los tarascos que fue Vasco de Quiroga); nombrado por ellos mismos “Protector del pueblo indígena”.

Contra viento y marea, y contra la opinión de muchos en el Vaticano (que como decía San Juan de la Cruz a un hermano observante estricto: “¡Cuídate de ir a Roma, partirás descalzo (reformado) y volverás calzado (corrompido)!”), transformó la Iglesia y la sociedad chiapaneca, educó a los líderes indígenas, que de catequistas llegaron a ser diáconos. ¿Qué fueron muchas y muchos comandantes zapatistas sino catequistas de don Samuel Ruiz?

Don Samuel creó proféticamente la conciencia de lucha de su pueblo, del cual, por otra parte, aprendió todo. Por ello, en la celebración de su muerte (no es contradictorio que el pueblo reunido junto a su cadáver exultara un cierto espíritu de profundo regocijo), se gritaba, en algunos casos machete en mano: “¡Samuel vive, la lucha sigue!”; o aquella crítica a la Iglesia de tantas traiciones: “¡Queremos obispos al lado de los pobres!”

Esa Iglesia ocupada en la beatificación de su burocracia (cuyo miembro supremo se le vio fotografiado junto a R. Reagan, o a A. Pinochet, y que se encolerizó ante la presencia de un humilde Ernesto Cardenal de rodillas, y sin embargo, ministro de Estado de la revolución sandinista, junto al gran cartel en el que se leía en la Plaza de la Revolución: “¡Entre cristianismo y revolución no hay contradicción!”

Don Samuel no fue sólo una figura mexicana. Era una personalidad profética latinoamericana, defensor de los derechos humanos de los humildes, de los inmigrantes en toda Centroamérica. Era una figura mundial, recibiendo premios internacionales y doctorados honoris causa en las más diversas y encumbradas universidades en reconocimiento a su pensamiento y a su acción.

Don Samuel es, junto a don Sergio Méndez Arceo, el símbolo más profético de la Iglesia mexicana del siglo XX, y uno de los pastores más importantes de la pastoral indígena en nuestro continente y el mundo. No queda sino alegrarse con el pueblo cuando exclamaba: “¡Samuel vive, la lucha sigue!”

Como Walter Benjamin escribía, se trata de un “mesianismo materialista” (si por “materialista” se entiende cumplir responsablemente con los deberes para con la vida de los pobres y explotados, como los indígenas chiapanecos). Samuel fue heroicamente consecuente con aquél: “¡Tuve hambre y me dieron de comer!” (que del Osiris egipcio pasó a Isaías y al fundador del cristianismo, del cual Samuel fue un digno testimonio).

por: Enrique Dussel, filósofo, emérito de la Universidad Autónoma Metropolitana

Fuente La Jornada de Mexico

Beatificación de un Papa polémico y contradictorio. Por Somos Iglesia

El Papa Juan Pablo II, cuya beatificación se celebrará el 1 de mayo de 2011, fue un
Pontífice de grandes contradicciones. Su tragedia reside en la discrepancia entre su compromiso con la reforma y el diálogo en el mundo y su regreso al autoritarismo dentro de la Iglesia.
Su inclinación hacia el autoritarismo espiritual contribuyó a la mayor tragedia de su mandato como Papa: el abuso sexual de miles de niños en todo el mundo.
Apoyando a la jerarquía de la Iglesia por encima de las necesidades del pueblo, Juan Pablo II perpetuó un ambiente contaminado en el que a los sacerdotes se les permitió, a menudo repetidamente, el abuso sexual de los niños, manteniendo la conducta delictiva en secreto para la preservación de la imagen pública de un liderazgo sin tacha.
Tal vez una de las mejores evidencias de este hecho se ve en la fuerte relación de Juan Pablo II con la Legión de Cristo y de su fundador Marcial Maciel. Maciel ha siso acusado de décadas de graves abusos contra mujeres y jóvenes, muchos de los cuales quedaron ocultos, debido en parte a los estatutos de 1983, que Juan Pablo II aprobó para la orden religiosa de Maciel, los cuales exigían secreto y prohibían la crítica de su fundador.
Fue la misma necesidad de Juan Pablo II de un control jerárquico la que también condujo a la contención de la teología, con un hiriente impacto en la vida de los pueblos. Su intento de desacreditar a la teología de liberación dejó a miles de personas que trabajaban por la liberación sin el pleno apoyo teológico y eclesial que se merecían, mientras que sufrían bajo regímenes políticos brutales.
El autoritarismo espiritual también se hizo patente en el intento de Juan Pablo II de suprimir el discurso sobre la igualdad de género que, a su vez, privó el mundo católico de las aportaciones que la mujeres traerían al liderazgo de Iglesia. Su postura contra las lesbianas, homosexuales, bisexuales y transexuales (LGBT) lo coloca en complicidad con Iglesias locales y gobiernos que siguen negando la igualdad civil y moral de las personas LGBT. Además, sus repetidas condenas al empleo del condón complicaron la opción moral de millones de personas en el mundo entero que intentaban prevenir la extensión de VIH/SIDA y promover la salud sexual.
El Movimiento Internacional Somos Iglesia cree que la beatificación y canonización en última instancia, no debe medirse por el hecho de si un “milagro” se puede atribuir a una persona en particular, sino más bien, por la constatar si la vida de alguien encarna verdaderamente los valores de Cristo, que busca, no el poder, pero sí el bienestar del pueblo de Dios.
Antecedentes:
El Movimiento Internacional Somos Iglesia, fundado en Roma en 1996, tiene miembros en más de veinte países en todos los continentes y ha establecido una red por todo el mundo con grupos de reforma de similar pensamiento.

Somos Iglesia es un movimiento internacional dentro de la Iglesia Católica Romana y apunta a la renovación sobre la base del Concilio Vaticano II (1962-1965). Somos Iglesia comenzó en Austria en 1995 con un manifiesto de personas católicas, como respuesta al escándalo de pedofilía del antiguo Cardenal de Viena/Austria, Hans-Hermann Groer.