INFORME SOBRE EL CONFLICTO EN LA CRIPTA

Leído en las Misas del 12 y 13 de marzo

Es de todos conocido que a lo largo de dos meses tanto el P. Víctor como representantes de los Consejos pastorales, tuvieron comunicaciones por carta y entrevistas con el Arzobispo y también con el designado P. Pedro Torres.

¿Qué está en juego con la llegada de un sacerdote que no comparte los lineamientos teológicos y pastorales que han orientado desde hace décadas el ser y hacer de La Cripta?:

–      Está en juego que La Cripta continúe siendo una comunidad que funda su pensamiento y su acción en los postulados del Concilio Vaticano IIº y en la Teología más avanzada desarrollada a partir de entonces;

–      Está en juego esta parroquia donde se puede integrar todo el que busque sinceramente crecer como buena persona y como creyente fiel al Evangelio de Jesús;

–      Está en juego este espacio donde no hay exclusiones; donde no hay exigencias pastorales que alejan a quienes no se ajustan a modelos convencionales; donde no se imponen condiciones ni trabas para que las personas accedan a los sacramentos o se integren en tareas comunitarias;

–      Está en juego poder participar de una liturgia sin acartonamientos, ni apego a las rúbricas, de carácter festivo y donde se tiene como eje vertebral el Anuncio del mensaje, partiendo no de los dogmas sino de las realidades humanas que vivimos todos los días las personas;

–      Está en juego el legítimo derecho que tiene esta y cualquier otra comunidad a opinar respecto al sacerdote que se hará cargo de conducir la animación de la comunidad;

–      Está en juego todo aquello por lo que todos ustedes participan de esta comunidad y no de otra.

Por eso en la Asamblea celebrada el pasado 26 de febrero se decidió casi por unanimidad “NO ACEPTAR”, el nombramiento propuesto por el Arzobispo. Y el jueves pasado la Comisión constituida a efectos de decidir las acciones a seguir, ha resuelto lo siguiente:

  • Ratificar una próxima Asamblea que tendrá lugar el sábado 2 de abril y a la cual estamos todos convocados;
  • Notificar al Arzobispo y a sus Vicarios que habiendo intentado por la vía  del diálogo acordar acerca del futuro párroco y sin tener resultados satisfactorios, a partir de ahora hacemos pública la situación a través de todos los medios que sea posible;
  • Participar en la Jornada Arquidiocesana del sábado 12 (asisten mas de 1000 personas, delegados de todas las Parroquias de la Arquidiócesis) y repartir a todos un breve volante dando a conocer nuestra situación y disposición al diálogo;
  • Se organizará un evento masivo al que convocamos con la consigna: “ABRAZO A LA CRIPTA”, cuyas características daremos a conocer próximamente;
  • Convocar a toda la gente que está vinculada a La Cripta ya sea en las Misas, como en los distintos Grupos parroquiales, en la Catequesis, en el Grupo Scout e igualmente a familias y vecinos relacionados con nuestra comunidad para participar en dicho Abrazo que concretaremos en el fin de semana entre el 8 y 10 de Abril.

 

Más Cristianismo y Menos Catolicismo. Por Raul A. Perez Verzini

“La burocracia vaticana impone legalmente lo que no puede razonar teológicamente. A falta de argumentos, el gobierno imperial recurre a la fuerza. Los medios resultan conocidos. Son las medidas violentas de silenciar y excluir.”

Elisabeth Schüssler Fiorenza
(Exégeta y Teóloga Feminista de la Universidad de Harvard)

 

Más cristianismo y menos catolicismo fue la consigna más aplaudida en la asamblea parroquial del pasado 24 de Febrero, donde se votó masivamente el rechazo a la imposición autoritaria del obispo Ñañez de un párroco que no responde a las opciones de la parroquia.

Más cristianismo, es decir más evangelio. Menos Catolicismo, es decir menos institución eclesiástica.

No es que no queramos institución. La organización es necesaria, pero esta no puede ni debe estar por encima del espíritu del evangelio.

La práctica eclesial, sin embargo, está cada vez más centrada en la iglesia y menos en el evangelio. Es por eso que son cada vez más los laic@s y pensadores que hartos de tanta incoherencia se levantan para mostrar que otro cristianismo es posible.

Por eso el fenómeno de La Cripta es valioso. Representa un símbolo de una manera más creíble de ser cristian@s. Y por eso lo defenderemos de aquellos que están deseosos de hacerlo desaparecer.

No somos, como a algunos les gusta creer, un puñado de rebeldes politizados. Se trata de un enorme movimiento mundial de personas de distintas matrices culturales y extracciones políticas que coinciden en la importancia de volver al Evangelio.

Más cristianismo y menos catolicismo es la característica de la comunidad de La Cripta que, aunque no siempre consciente, ha ido caminando en una progresiva fidelidad a las ideas del evangelio apartándose de todo lo que huela a excesiva institución.

Ante la estrategia de destrucción de esta experiencia de 45 años por parte del obispado, se está esgrimiendo el argumento de que somos intolerantes y que no queremos darle una oportunidad al sacerdote impuesto. La respuesta es muy simple: No se trata ni de dar una oportunidad ni de negarla.

Esta comunidad tiene una historia y un proyecto. De ese proyecto se desprenden las responsabilidades que un párroco debe cumplir y de esas responsabilidades, surgió un perfil de párroco requerido. Así de simple, como lo hace cualquier organización sana.

Imaginen que se necesita cambiar un gerente y los responsables de tal cambio deciden imponer un candidato que no cumple los requisitos básicos. ¿Cuáles serían las consecuencias?

Se me ocurren como mínimo dos:

  1. El responsable de su designación sería seriamente cuestionado por incompetente. A nadie en su sano juicio se le ocurre nombrar un responsable de un área sin consultar primero con los involucrados el perfil requerido para el puesto.
  2. La misión y los objetivos organizacionales correrían un serio riesgo de verse truncados por la incompetencia del candidato. Ser incompetente para un puesto no tiene nada que ver con ser buena o mala persona. Si a mi me ponen de médico de un hospital seguramente mataré a más de un paciente. No porque sea mal tipo, sino porque soy ingeniero no médico.

Imagínense la cara de los pacientes, si ademas de poner a un ingeniero al frente de cirugía le dijéramos que es porque se trata de darle una oportunidad.

“Mire señor paciente, no sea intolerante! Es cierto, este muchacho es ingeniero no médico, pero es un gran tipo. Déle una oportunidad. Deje que lo opere. Deje de lado la ideología!. Eso sí, si le va mal después se lo cambiamos.”

En el ámbito institucional, a nadie relativamente cuerdo se le ocurriría argumentar que es de poco tolerantes no darle la oportunidad a un candidato que no cumple los requisitos del puesto. Sencillamente se lee el CV, y si no contiene lo básico, directamente se busca otro candidato.

En nuestro caso, hasta tuvimos la delicadeza de ir a hablar personalmente con el candidato y en la entrevista confirmó que no está de acuerdo con varias de nuestras opciones. Es decir, él mismo reconoció que no cumple el perfil.

¿Por qué tanto lío entonces? Es más, ¿por qué centrar en esa persona el problema? El problema no es el candidato, aun cuando venga impuesto por el ordinario del lugar.

El problema está en quien es responsable de selección personal y en sus métodos muy pocos apegados a las buenas prácticas organizacionales.

Intentar reducir el planteo a un problema con el candidato impuesto es ingenuo y manipulador. No tenemos nada contra el candidato. Es más, pudimos verificar que en su lugar es muy exitoso. ¿Por qué entonces privar a esa hermosa comunidad de alguien querido y seguramente adecuado para su proyecto?

Nuestra parroquia viene asumiendo compromisos muy concretos desde hace muchísimos años. Antes fue en contra de la dictadura militar, cuando de hecho la iglesia institución era cómplice. Hoy los desafíos son otros, pero también queremos ser una voz razonable y creíble en medio de tanto taliban suelto.

Por eso nos hemos puesto a estudiar para tratar de madurar nuestra fe y superar la catequesis infantil. Esto nos ha llevado a mantener contacto con teólogos y biblistas de vanguardia que nos ayudan a entender mejor el mensaje del evangelio.  Es decir, a ser más cristianos (=evangelio)  y menos católicos (=integristas y dogmáticos)

De hecho, algunos ejemplos concretos de las consecuencias de acercarnos más al cristianismo son:

  • Apoyo explícito a las leyes de fin de la impunidad.
  • Apoyo a la ley de matrimonio igualitario
  • Apoyo a la Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal, seguro y gratuito para no morir (según la consigna de Católicas por el Derecho a Decidir)
  • No discriminación en los sacramentos: divorciados, gays, madres solteras, parejas irregulares, etc. Bautismos sin importar la condición religiosa o legal de los padres.
  • La renovación de la liturgia. Cantos del cancionero popular, comunión bajo las dos especies, etc.
  • Participación activa de las mujeres en los puestos de liderazgo de la parroquia.
  • Participación de los laicos en la toma de decisiones. El Consejo Pastoral como órgano último de conducción de la comunidad dado que el párroco es temporario pero la comunidad permanece.
  • La homilía basada en la reflexión teológica, antropológica y exegética actual y no sólo en la repetición monótona y literalista del texto bíblico.
  • Centralidad en el mensaje de Jesús y no tragarse acríticamente lo que dice la iglesia institucional.
  • Promoción de la formación teológica y exegética de los laicos con pensadores sobresalientes como Ariel Álvarez Valdés.
  • Renovación de los sacramentos. Enfasis en la reconciliación comunitaria y no en la confesión individual. Etc, Etc.

Y por supuesto, todo SI, implica un NO.

Por eso, Quito Mariani fue tajante en no permitir la participación en la parroquia de grupos conservadores de talante integrista como Opus Dei, Legionarios de Cristo, Cursillos de Cristiandad, etc. Y en no promover prácticas supersticiosas como la mayoría de las devociones marianas.

 

¿Hay algún cura en esta línea? Será bienvenido a La Cripta.

¿No hay ninguno? No hay problema. Seguiremos haciéndonos cargo de las distintas actividades y celebrando la eucaristía con los múltiples curas que siempre y gentilmente nos acompañan.

Es cristianismo versus catolicismo. Cristianismo como centralidad en el mensaje del evangelio, leído críticamente y no de manera fundamentalista. Catolicismo como esa reproducción anacrónica del imperio romano centrada en la institución. Y cuya “tolerancia y respeto por lo diferente” son tan reconocidos en el mundo actual que no merece comentarios.

Exigimos un cura que comparta nuestro proyecto comunitario. Y eso no se negocia.

Una cosa debe quedarnos clara: La conciencia por encima de la institución.

Y ojo que no lo digo yo, lo dice un tal Ratzinger.

Paz y Bien

Ing. Raul A. Perez Verzini

Alternativas para una iglesia de altares vacíos. Entrevista al Obispo Fritz Lobinger

(Entrevistado por Emilia Robles)

El obispo Fritz Lobinger (Passau, Alemania, 1929) lleva más de 50 años en Sudáfrica. Titular de la diócesis de Aliwal de 1988 a 2004, continúa viviendo en Durban. Fue cofundador en África de los Institutos Lumko de Misionología, con el modelo pastoral de pequeñas comunidades cristianas y el método de la ‘Biblia compartida’. Ha viajado por varios continentes, particularmente África, Asia y, recientemente, América Latina. La falta de presbíteros y la maduración de las comunidades cristianas son su principal preocupación pastoral.
Ante esto, propone que no se dejen solos a los obispos y al Papa en esa difícil tarea de dar salida a la “falta de vocaciones”, y que la comunidad de discípulos se implique activa y dialogalmente, buscando el consenso y la comunión corresponsable. Sus propuestas para la solución al ministerio presbiteral siempre están conectando con la gran tradición de las primeras comunidades paulinas.
Ha escrito varios libros en alemán, inglés y portugués. En primavera podremos leer en español sus dos últimos libros, Equipos de ministros ordenados y El Altar vacío (ambos en Herder). Su propuesta, reflexionada hasta en los detalles, fundamentada y abierta al debate, va encontrando cada vez más eco en una grave preocupación eclesial. Un gran tema pendiente para ser abordado en un amplio y corresponsable clima conciliar.

Lleva años pensando y escribiendo sobre esta propuesta de dos formas complementarias de ministerio presbiteral en la Iglesia católica. ¿Cuándo y cómo comenzó a reflexionar sobre esta propuesta?

Empecé ya a reflexionar sobre ello en la década de 1970, cuando vi con mis propios ojos cómo muchas comunidades sin curas residentes estaban ansiosas de poder ejercer los ministerios desde ellas mismas, haciendo voluntariamente ese trabajo. No sólo lo he visto de forma aislada, sino en muchísimas ocasiones. Y no sólo en mi diócesis, sino en muchos países de África, Asia y América Latina. He visto que estos ministros voluntarios han funcionado bien durante muchos años. Ante esta realidad, me pregunté: si las comunidades pueden ejercer tantos ministerios, ¿no es nuestro deber confiarles también el ministerio ordenado?

Al tiempo, vi que los sacerdotes habían asumido un nuevo papel de formadores de los líderes locales. Era imposible que pudieran estar presentes todo el tiempo en las diez, veinte o cincuenta comunidades a su cargo, pero sí podían estar presentes a través de los líderes locales capacitados. Así que el cura-proveedor (de servicios) se había convertido en cura-formador, con gran satisfacción por su parte. Todo esto me llevó a pensar que es posible, de manera realista y consensuada, ordenar a los líderes locales.

¿Cree que este proyecto es apto para ser aplicado en cualquier comunidad? ¿Cuáles serían las condiciones previas para su aplicación?

Este proyecto no puede desarrollarse de forma inmediata en todas las comunidades, pero sí, con el tiempo, en la mayoría de ellas. Hay muchas parroquias en las que predomina una actitud pasiva. Nunca han oído hablar –ni piensan– en la posibilidad de que ellos mismos hayan de ejercer los carismas que han recibido. Ni siquiera son conscientes de que los tienen. Piensan que todo el ministerio tiene que ser ejercido sólo por un sacerdote a tiempo completo que les envía el obispo. En ellas no deberíamos ahora ni siquiera mencionar la posibilidad de ordenar líderes.

El primer paso –en ellas– es transmitirles el mensaje del Concilio Vaticano II, que dice que todos los fieles tienen carismas y que éstos deben ser desarrollados. Hay que comenzar por poner los cimientos de un fuerte espíritu comunitario. Las comunidades deben, primero, superar el sentimiento de que “todo lo que se hace en la parroquia lo tiene que hacer el sacerdote; el sacerdote es la Iglesia”. Las miles de comunidades de las que hablé anteriormente ya han desarrollado esta convicción: “Somos la Iglesia. Las tareas de la Iglesia son nuestras propias tareas”. Este cambio de conciencia no se logra a través de sermones, sino dialogando entre todos y planteándonos qué estamos haciendo y qué podemos hacer, es decir, tomando decisiones juntos. El consejo parroquial debe convertirse en un lugar donde se escucha la voz de toda la comunidad y donde esta voz es respetada.

Otra manera sencilla de empezar a crear espíritu de comunidad es a través del Evangelio compartido entre pequeños grupos de vecinos. Basta con que el sacerdote asista un par de veces para iniciar el grupo; después, funcionan solos. Este método de trabajo ayuda a convencer a todo el mundo de que todos somos receptores del mensaje, que todos nosotros podemos comentar el Evangelio y que todos somos hermanos y hermanas en la Iglesia.

¿Esta propuesta de ordenar presbíteros en las comunidades es algo nuevo o ya existía en la gran tradición de la Iglesia?

La ordenación de los líderes locales voluntarios ha sido la norma en la Iglesia durante algunos siglos. Leemos en la Biblia, en los Hechos de los Apóstoles, capítulo 14, cómo san Pablo lo hizo cuando él y sus compañeros visitaron las comunidades de reciente formación: “En cada una de estas comunidades a las que visitaron, ordenaron ancianos”. Esto significa que en cada pequeña comunidad cristiana no sólo había uno, sino varios líderes ordenados. Ninguno de ellos era asalariado de la Iglesia, sino que todos siguieron en su trabajo secular. Durante algunos siglos, era evidente que había presbíteros que no se enviaban a la comunidad, sino que surgían de dentro de ella.

En la práctica oficial de la Iglesia, lo que una vez ha sido aceptado, puede volver a ser aceptado hoy día. Es un modelo que se nos permite seguir. Es, además, muy conveniente para nuestros tiempos. En estos días se observa un afán nuevo de los laicos para participar activamente en la Iglesia, y también sufrimos una grave escasez de sacerdotes. Por tanto, es imperativo para nosotros retomar esa tradición venerable de la Iglesia de ordenar a los líderes locales probados.

¿Qué aspectos de la propuesta podrían propiciar un consenso entre los diversos sectores de la Iglesia?

El consenso sólo será posible en la Iglesia si queda claro que la propuesta no destruye el sacerdocio existente. En este momento, muchos obispos tienen miedo de que la ordenación de los líderes locales ponga en peligro a los sacerdotes actuales. La forma actual del sacerdocio seguirá siendo como es, incluso puede salir beneficiada, si una segunda forma emerge junto a ella, de tal manera que las dos formas se necesiten y se refuercen mutuamente. Tampoco pedimos “sacerdotes casados”, contraponiéndolos a lo que algunos pueden vivir como elevado ideal de entrega total y espiritualidad específica del sacerdote célibe. Nosotros pedimos la ordenación de los líderes locales. Por supuesto, estos líderes locales son gente madura, en general, casada, pero nuestro objetivo es que sean personas que procedan de la comunidad. Y los actuales sacerdotes seguirán junto a ellos, como hasta ahora.

De los dos últimos libros que usted ha publicado sobre este tema, uno, ‘El Altar vacío’, es un libro ilustrado. ¿Qué se pretende con este formato, bastante novedoso para tratar temas en la Iglesia?

El uso de imágenes hace que sea mucho más fácil hablar de este asunto tan complejo. El problema de las comunidades sin presbíteros no se puede resolver respondiendo a una sola pregunta. Abordar en profundidad la cuestión requiere responder a un conjunto de preguntas. Y no podemos responderlas todas a la vez. Es más fácil concentrarse en una de esas muchas preguntas si en la imagen que se tiene ante los ojos aparece sólo este único aspecto. El uso de imágenes reduce los malentendidos. Las imágenes son también un estimulante para la mente. Nos ayudan a imaginar lo que sucedería si esta propuesta se llevara a cabo.

Insiste en que los nuevos “ministros ordenados” no traten de imitar la forma actual del sacerdocio. ¿Por qué?

Sí, eso me parece muy importante. Y por varias razones. Una es que los presbíteros voluntarios –con una vida similar a la del resto de los fieles en cuanto a familia, trabajo, etc.– quedarían sobrecargados, porque la gente esperaría, entonces, demasiado de ellos. Por otra parte, los actuales sacerdotes se sentirían degradados, porque entenderían que los presbíteros voluntarios harían lo mismo que ellos, sin tanta formación y sin la renuncia que implica el celibato. Además, tal vez, entre los jóvenes no se diferenciaría una vocación específica como la del presbítero célibe con total disponibilidad. Y la comunidad seguiría siendo pasiva, porque los nuevos ministros ordenados otra vez iban a hacer todo por ellos. Por ello, creo que ayuda a la diferenciación el criterio de que no se ordene nunca sólo a un líder, sino siempre a dos o tres en cada comunidad, es decir, a un equipo pequeño.

¿Cuáles son las ventajas del “equipo de ministros ordenados” en comparación con un solo ministro ordenado?

Si sólo se ordenara a una persona en cada lugar, este ministro local ordenado puede parecer demasiado similar a un sacerdote a tiempo completo. La gente esperaría tanto de esa persona como del cura actual. Esto significa que la propia persona ordenada se sentirá frustrada, y lo mismo ocurrirá con el resto de la comunidad. Esto aligeraría de tareas a cada miembro del equipo, que de esta forma no quedarían sobrecargados. Además, a muchos líderes que trabajan muy bien no les gusta ser la única persona ordenada en la comunidad. Prefieren unirse a un equipo, asumir la responsabilidad juntos y seguir siendo como el resto de los habitantes.

¿Cómo cree que los sacerdotes actuales aceptarán mejor esta alternativa complementaria dentro del ministerio presbiteral? ¿Qué puede ayudar a que reciban la propuesta con mayor confianza y positividad?

A los sacerdotes que ya hoy se dedican a la formación de los líderes les gustará nuestra propuesta, porque también en el futuro podrán hacer lo mismo, y mejor. También a los que les gusta sentirse entre la gente y trabajar juntos con el pueblo. Le disgustará a los que acostumbran a hacer todo solos, sin contar con los demás. O a los que quieren que se les distinga como alguien muy diferente, porque esta propuesta da mayor relieve a los líderes locales. Pero, incluso en estos casos, entiendo que eso no ocurre sólo por la manera de ser de algunos sacerdotes, sino que ciertas tendencias personales se ven potenciadas por la actual estructura de funcionamiento.

En cuanto a la segunda cuestión, creo que ayudará mucho el que los sacerdotes actuales ejerzan directamente el rol de formadores de los líderes. No deben delegar esta tarea en ningún centro diocesano. Esto les proporcionará mayor satisfacción personal y sentido de su ministerio.

¿Cuáles son las principales objeciones y los obstáculos en contra de este proyecto? ¿Por dónde podrían empezar a sortearse estas dificultades?

Tristemente, vemos algunos obispos y sacerdotes que quieren volver a los viejos tiempos, mientras que la gran mayoría de los laicos quiere seguir hacia delante. Esta tensión, si no se aborda bien, resulta peligrosa porque puede abrir brechas insalvables en la Iglesia. Algunos se opondrán también a la propuesta porque piensan –erróneamente– que el sacerdocio no ha cambiado nunca ni puede cambiar. Pero la realidad es que, en la historia, ha cambiado muchas veces y puede volver a cambiar.

Otros pueden poner objeciones porque subestiman a los laicos y no van a creer que los líderes locales puedan ser ordenados como presbíteros, dedicados a tiempo parcial. Pero tenemos la prueba ya, en comunidades sin sacerdotes, de que líderes de muchas de estas comunidades activas y maduras son capaces y están dispuestos a ejercer muchos ministerios, también el ministerio ordenado. Entiendo que todas éstas y otras dificultades han de sortearse a través de un debate amplio de todos estos aspectos en nuestra Iglesia, siempre en un clima de diálogo y colaboración.

Usted ha visitado y compartido durante muchos años la experiencia de varias Iglesias cristianas que ya combinan estas dos formas de ministerio presbiteral. ¿Qué es lo que podemos aprender, pues, de esas experiencias?

Sí, de eso hablo extensamente también en mis dos últimos libros. Al implementar estos cambios no debemos considerar únicamente un aspecto, por ejemplo, la necesidad de más sacerdotes. También debemos considerar otras cuestiones como la necesidad de hacer las comunidades activas. Por otro lado, es definitivamente posible combinar dos cosas: una profesión secular y el sacerdocio. Hay miles de presbíteros a tiempo parcial en varias Iglesias cristianas. Y, luego, es necesario que haya mucho diálogo en toda la Iglesia para desarrollar la propuesta.

 

Fritz Lobinger es Obispo emérito en Sudáfrica y autor de ‘Equipos de ministros ordenados’
Fuente Revista Vida Nueva

Ni clérigo ni laico. Por José Arregui

Iba a titular este artículo “Soy laico”. Ahora que, por motivo de doctrinas e interpretaciones que nunca debieron habernos traído hasta aquí, he iniciado el doble proceso de exclaustración (abandono de la “Vida religiosa”) y de secularización (abandono del sacerdocio), quería brindar por mi nuevo estado y decir: “Me honro de ser laico por la gracia de Dios. Me alegro de ser uno de vosotros, la inmensa mayoría eclesial”.

Pero debo corregirme en seguida. ¿Laico? No, realmente no soy laico ni quiero serlo, pues este término sólo tiene sentido en contraposición a clérigo y siempre lleva las de perder. No soy laico ni quiero serlo, porque ese nombre lo inventaron los clérigos -que nadie se extrañe: siempre han sido los poderosos quienes han impuesto su lenguaje-. No quiero ser laico, que es como decir cristiano raso y de segunda, cristiano subordinado.

El Derecho Canónico vigente da una extraña definición del término: “laico” es aquel que no es ni clérigo ordenado ni religioso con votos. No designa algo que es, sino algo que no es. Laico es el que, por definición canónica, carece en la Iglesia de identidad y de función, por haber sido despojado. Laico es el que no ha emitido los tres votos canónicos de pobreza, obediencia y castidad, aunque es casi seguro que habrá de cumplir esos votos, y otros varios, tanto o más que los religiosos instalados en su “estado de perfección”. Laico es el que no puede presidir la fracción del pan, la cena de Jesús, la memoria de la vida. Laico es el que no puede decir en nombre de Jesús de manera efectiva: “Hermano, hermana, no te aflijas, porque estás perdonado, y siempre lo estarás. Nadie te condena, no condenes a nadie. Vete en paz, vive en paz”. Laico es el que no puede decir a una pareja enamorada: “Yo bendigo vuestro amor. Vuestro amor, mientras dure, es sacramento de Dios”. Laico es el que no tiene en la Iglesia ningún poder porque se lo han sustraído. Aquellos que se apoderaron de todos los poderes se llamaron clérigos, es decir, “los escogidos”. Habían sido escogidos por la comunidad, pero luego se escogieron a sí mismos y dijeron: “Somos los escogidos de Dios”.

No soy laico ni quiero serlo, porque no creo en una Iglesia tripartita de religiosos, clérigos y laicos, de cristianos con rango y cristianos de a pie, de clase dirigente y masa dirigida. Jesús no dispuso clases, sino que las anuló todas. Y nadie que conozca algo del Jesús histórico nos podrá decir que a los “Doce” -que luego fueron llamados apóstoles- los puso Jesús como dirigentes, menos aún como clase dirigente con derecho a sucesión. A lo sumo, y como judío que era, los designó como imagen del Israel soñado de las doce tribus, del pueblo reunido de todos los exilios, del pueblo fraterno, liberado de todos los señores. (Y, por lo demás, ¿qué hay de los “setenta y dos” que Jesús también escogió y envió a anunciar que otro mundo es posible? ¿Cómo es que ellos no tuvieron sucesores? A alguien debió de interesar que no los tuvieran, tal vez para que el poder no quedara repartido). Jesús no era sacerdote, pero no por ello se consideró laico y a nadie nos llamó con ese nombre. Es un nombre falaz.

Hace veinte años que así lo veo y lo digo. ¿Por qué, entonces, no he abandonado hasta ahora los votos y el sacerdocio? Simplemente, porque era lo bastante feliz con lo que vivía y hacía, y pensaba que no cambia nada importante por unos votos de más o unos cánones de menos. Y ahora que, por las circunstancias, dejo los votos y el sacerdocio, sigo pensando lo mismo: que “laico” es una denominación clerical y que, en la Iglesia de Jesús, es preciso dejar de hablar de clérigos y laicos, es decir, superar de raíz el clericalismo.

Hablar de clérigos y laicos en la Iglesia es un fraude al Nuevo Testamento, pues esos términos no se utilizan una sola vez ni en los evangelios, ni en las cartas de Pablo, ni en ningún otro escrito del Nuevo Testamento. Sí se utiliza el término griego “laos” (pueblo), del que se deriva “laico”, pero “laos” designa a toda la Iglesia, no a una supuesta “base eclesial” informe e inculta. A toda la Iglesia nos llama el Nuevo Testamento “pueblo de Dios” (1 Pe 2,9-10), y a todos los creyentes nos llama “templo de Dios” (1 Pe 2,5; 1 Cor 3,16), “sacerdotes santos” (1 Pe 2,5), “escogidos” y, sobre todo, “hermanos”. Todo somos pueblo, templo, sacerdotes, elegidos, hermanos; lo somos sin otra distinción que la biografía misteriosa de cada uno con sus dones y sus llagas.

Hablar de clérigos y laicos es también un fraude a los primeros siglos de la Iglesia, pues esos términos no figuran en la literatura cristiana hasta el siglo III. Durante los dos primeros siglos no hubo “laicos” en la Iglesia, porque aún no existía “clero”. Luego, la Iglesia se fue sacerdotalizando, clericalizando, y así surgió el laicado, que no es sino el despojo de lo que el clero se llevó. Nunca habría habido laicos en la Iglesia de no haber habido clérigos primero.

Más cerca aun de nosotros, hablar de clérigos y laicos es un fraude al sueño insinuado por el Concilio Vaticano II que, en la Constitución Lumen Gentium, invirtió el orden tradicional y trató primero sobre la Iglesia como pueblo de Dios y luego sobre los ministerios jerárquicos. Primero, el pueblo; luego, las funciones que el pueblo considere oportunas. Los obispos, presbíteros y diáconos nunca debieron constituirse en “jerarquía” (poder sagrado); no son sino funciones que derivan de la comunidad y han de ser reguladas por ella. Sólo representan a Dios si representan a la Iglesia y no a la inversa.

Hablar de clérigos y laicos es, en definitiva, un fraude a Jesús, pues él rompió con la lógica y los mecanismos de quienes se habían atrincherado en la Ley y el Templo y se habían erigido a sí mismos como dueños absolutos de la verdad y del bien. Jesús les dijo: “Dios no quiere eso. Dios quiere que curemos las heridas y seamos hermanos”. Y por eso le condenaron.

Doce siglos después, vino Francisco, que nunca se reveló de palabra contra el orden clerical ni quiso criticarlo, pero que por alguna otra poderosa razón, además de la humildad, rehusó a ser clérigo y, con la dulzura y la firmeza que le caracterizaban, impidió mientras pudo que se reprodujera en su fraternidad la división entre clérigos y laicos. Y, cuando ya no pudo impedirlo, su cuerpo y su alma se llagaron y murió a los 45 años.

Una vez que él con algunos hermanos moraba de paso en un pobrecillo eremitorio, llegó en visita una importante dama y pidió que le mostraran el oratorio, la sala capitular, el refectorio y el claustro. Francisco y sus hermanos la llevaron a una colina cercana y le mostraron toda la superficie de la tierra que podían divisar y le dijeron: “Este es nuestro claustro, señora”. Que era como decir: “No queremos ser ni monjes ni religiosos ni seglares, ni clérigos ni laicos. Es otra cosa, Señora. Queremos vivir como Jesús”.

Fuente: Lamiarrita

¿Qué nos está pasando en la Iglesia? Por José Comblin

Buenas tardes a todas y todos.

No es la primera vez que hablo en este lugar, pero agradezco mucho la amistad de Jon Sobrino, que nos conocemos desde hace tanto tiempo y yo lo estimo como una de las cabezas más lúcidas de este tiempo que renovó completamente la cristología.

Desconcierto Actual

Bueno…Las preguntas de ayer me han dado la impresión que en muchas personas hay un cierto desconcierto en la situación actual de la Iglesia. O sea, como una sensación de inseguridad. Como decía Santa Teresa, de “no saber nada al respecto, que nada provoque temor”. Cuando era joven yo conocí algo semejante y, tal vez, peor. Era el pontificado de Pio XII. Él había condenado a todos los teólogos importantes, había condenado todos los movimientos sociales importantes, por ejemplo, la experiencia de los padres obreros en Francia, Bélgica y otros países. Ahí nosotros jóvenes seminaristas y después jóvenes sacerdotes estábamos más que desconcertados, preguntándonos Pero, ¿todavía hay porvenir? Yo me acuerdo que en aquel tiempo había leído una biografía de un autor austríaco del papa Pio XII. Y ahí contaba algunas palabras que había escrito el P. Liber, jesuita, profesor de Historia de la Iglesia en la Gregoriana. El P. Liber era confesor del papa. Sabía todo lo que pasaba en la cabeza de Pio XII y entonces decía: “Hoy la situación de la iglesia Católica es igual a un castillo medieval, cercado de agua, levantaron el puente y tiraron las llaves al agua. Ya no hay manera de salir (risas). O sea, la Iglesia está cortada del mundo, no tiene más ninguna posibilidad de entrar”. Eso dicho por el confesor del papa, que tenía motivos para saber esas cosas. Después de eso vino Juan XXIII y ahí, todos los que habían sido perseguidos, de repente son las luces en el Concilio y de repente todas las prohibiciones se levantan. Ahí renació la esperanza. Digo esto para que no se perturben. Algo vendrá… algo vendrá que no se sabe qué, pero algo siempre pasa.

Fase final de la Cristiandad

¿Cómo explicar esas situaciones que todavía pueden recomenzar? Porque nos estamos acercando a la fase final de la cristiandad. Ya hace muchos siglos que han anunciado la muerte de la cristiandad… que está agonizando desde hace 200 años, pero todavía puede continuar su agonía durante algunas décadas o algunos años. O sea, ha dejado de ser la conciencia del mundo occidental. Ha dejado de ser la fuerza que anima, estimula, aclara, explica la fuente de la cultura, la economía, de todo lo que fue durante el tiempo de la cristiandad. Eso se ha destruido progresivamente desde la Revolución Francesa y aquí desde la independencia, desde la separación del imperio español. Entonces, poco a poco, han aparecido muchos profetas que han dicho que se ha muerto la cristiandad… hace 200 años ya. Pero la fachada es tan fuerte, resiste tanto, que se mantiene una tensión constante. Pero ahora sí creo que la cristiandad está entrando en sus fases finales. ¿Quieren una señal? La encíclica Caritas in Veritate… No sé cuántas personas aquí han leído la encíclica. Si se ve qué repercusión ha tenido en el mundo: impresionante silencio… Tal vez silencio respetuoso pero más probablemente silencio de indiferencia. A nadie ya le importa la doctrina social de la iglesia…. que también ha dejado de interesarse de lo que sucede en la realidad concreta.

Hace algunos años un sociólogo jesuita muy importante el P. Calvez, que tuvo un papel importantísimo en la creación, manutención de la doctrina social de la iglesia, publicó un libro con el título: “Los silencios de la doctrina social de la iglesia”. Todavía está en silencio. Deja de entrar con fuerza en los problemas del mundo actual; se queda con teorías tan vagas, tan abstractas, tan generales…la carta Caritas in Veritate podría ser firmada por el Fondo Monetario Internacional (risas), por el Banco Mundial… sin ningún problema. No hay absolutamente nada que incomode a esa agente. ¿Entonces para qué? Eso es señal.

¿Quieren otra señal? La Conferencia de Aparecida ha dicho muchísimas cosas muy buenas; quiere transformar la iglesia en una misión, pasar de una iglesia de “conservación” a una iglesia de “misión”. Sólo que piensa que eso va a ser hecho por las mismas instituciones que no son de misión sino de conservación. Eso va a ser hecho por las diócesis, por la parroquia, por los seminarios, por las congregaciones religiosas. Estos aquí de repente y por milagro van a transformarse en misioneros. Hace tres años ya y ¿que pasó en su diócesis? ¿Cómo se aplicó la opción por los pobres? No sé cómo es aquí, pero en Brasil no veo mucha transformación. Es decir, la cristiandad se está disolviendo progresivamente; pero el problema es después. Después ¿qué? ¿Qué viene… cómo? De ahí la inseguridad porque no sabemos lo que viene después. Pero al fin quedémonos con lo que dice Santa Teresa: no nos perturbemos. Esto sucedió muchas veces en la historia y todavía va a suceder probablemente muchas veces. Hay que aprender a resistir, a aguantar, no dejarse desanimar o perder la esperanza por eso que sucede.

Lo que sucede es que en Roma no se convencen que la cristiandad ha muerto. Creen que las encíclicas iluminan el mundo; creen que las instituciones eclesiásticas iluminan y conducen el mundo. O sea, Es un mundo cerrado, que de hecho viven en un castillo medieval, cercado de agua. Y entonces ¿qué pasa? Vamos a ver cómo interpretar, cómo ver lo que está pasando. Y de ahí ver cuál es el “método teológico” que conviene para eso.

El evangelio viene de Jesucristo. La religión no viene de Jesucristo

Hay que partir de una distinción básica que ahora varios teólogos ya han propuesto entre el evangelio y la religión.

El evangelio viene de Jesucristo. La religión no viene de Jesucristo. El evangelio no es religioso. Jesús no ha fundado ninguna religión. No ha fundado ritos; no ha enseñado doctrinas; no ha organizado un sistema de gobierno… nada de eso. Se dedicó a anunciar, promover el reino de Dios. O sea, un cambio radical de toda la humanidad en todos sus aspectos. Un cambio, y un cambio cuyos autores serán los pobres. Se dirige a los pobres pensando que solamente ellos son capaces de actuar con esa sinceridad, con esa autenticidad para promover un mundo nuevo. ¿Eso sería un mensaje político? No es político en el sentido de que propone un plan, una manera…no, para eso la inteligencia humana es suficiente; pero como meta política, porque esto es una orientación dada a toda la humanidad.

Y… ¿La religión? ¡Aah! Jesús no ha fundado una religión pero sus discípulos han creado una religión a partir de Él. ¿Por qué? Porque la religión es algo indispensable a los seres humanos. No se puede vivir sin religión. Si la religión actual aquí se desintegra, ¡hay 38.000 religiones registradas en Estados Unidos! O sea, no faltan religiones, aparecen constantemente. El ser humano no puede vivir sin religión, aunque se aparte de las grandes religiones tradicionales. Entonces, la religión es una creación humana. Entre la religión cristiana y las demás religiones, la estructura es igual. Es una mitología. Tal como hay una mitología cristiana, hay una mitología hinduista, sintoísta, confucionista… Eso es parte indispensable para la humanidad. O sea, cómo interpretar todo lo incomprensible de la humanidad por la intervención de seres con entidades sobrenaturales, fuera de este mundo, que están dirigiendo esta realidad.

En segundo lugar, una religión son ritos; ritos para apartar las amenazas y para acercarse a los beneficios. Todas las religiones tienen ritos. Y todas tienen gente separada, preparada, para administrar los ritos; para enseñar la mitología. Esto es común a todos. Entonces esto debía suceder con los cristianos también. debía suceder. ¿Cómo podrían vivir sin religión?

¿Cómo empezó esa religión? Debe haber comenzado cuando Jesús se transformó en objeto de culto. Lo que sucedió bastante temprano, sobre todo entre los discípulos que no lo habían conocido, que no habían vivido con él, que no habían estado cerca. Entonces la generación siguiente o los que vivían más distantes, más lejos, entonces para ellos Jesús se transformó en objeto de culto. Con eso… se des-humanizó progresivamente. El culto de Jesús va remplazando el seguimiento de Jesús. Jesús nunca había pedido a los discípulos un acto de culto; nunca había pedido que le ofrecieran un rito… nunca. Pero sí quería el seguimiento, su seguimiento. Esa dualidad comienza a aparecer temprano; 30 años, 40 años después de la muerte de Jesús, ya aparece con fuerza suficiente para que Marcos escribiera en su evangelio precisamente para protestar contra esas tendencias de des-humanización, o sea, de hacer de Jesús un objeto de culto. Este evangelio es precisamente para recordar una palabra de profeta: ¡No! Jesús era eso. Jesús ha hecho eso, ¡vivió aquí en este mundo! Vivió aquí en esta tierra.

Con el desarrollo de la religión cristiana que se hizo—aquí problema para los teólogos—entonces, progresivamente esa tentación reapareció. ¡Nació un comienzo de doctrina! El símbolo de los Apóstoles. Y ¿qué dice el símbolo de los Apóstoles sobre Jesús? Aah…dice que nació y murió. Nada más. Como si lo demás no tuviera importancia, como si la revelación de Dios no fuera justamente la misma vida de Jesús, sus actos, sus proyectos, todo su destino terrestre… esa es la revelación, pero eso ya se va perdiendo de vista. Los símbolos de Nicea y Constantinopla: igual. Cristo nació y murió. El Concilio de Calcedonia define que Jesús tiene una naturaleza divina y una naturaleza humana. Pero, ¿qué es una naturaleza? Un ser humano no es una naturaleza. Un ser humano es una vida, es un proyecto, es un desafío, es una lucha, es una convivencia en medio de muchos otros. Eso es lo fundamental si queremos hacer el seguimiento de Jesús.

La religión: distinción entre lo sagrado y profano

Progresivamente aparece a partir de los primeros concilios un distanciamiento entre la religión que se forma. Con Nicea y Constantinopla ya hay un núcleo de enseñanza y de teología y la iglesia va a dedicarse a defender, promover, aumentar esa teología. Ya se han organizando grandes liturgias de Basilio o de otros, y ya se ha organizado un clero. El clero como clase separada es una invención de Constantino. Hasta Constantino no había distinción entre personas sagradas y personas profanas. Todos laicos. Porque Jesús apartó la clase sacerdotal y no había previsto ninguna manera que apareciera otra clase sacerdotal, porque todos son iguales. Y no hay personas sagradas y personas no sagradas porque para Jesús no hay diferencia entre sagrado y profano. Todo es sagrado o todo es profano.

Ahora, en la religión hay una distinción básica entre sagrado y profano. Todas las religiones. Y hay un clero que se dedica a lo que es sagrado. Y los otros que están en lo profano, en la religión son receptores, no son actores; no tienen ningún papel activo. Para tener un papel activo hay que ser realmente consagrado. Eso comienza al tiempo de Constantino.

Dos líneas en la historia cristiana

Y entonces a partir de aquello van a aparecer dos líneas en la historia cristiana. Los que como el evangelio de Marcos quiere recordar: ¡No!…Jesús ha venido para mostrar el camino, para que lo sigamos. Eso es lo básico, lo fundamental. Una línea que va a renovar, a aplicar en diversas épocas históricas lo que fue la vida de Jesús y como él lo enseñó. Y en toda la historia podemos seguir. Claro que no sabemos todo, porque la gran mayoría de los que siguieron el camino de Jesús fueron pobres, de los que nunca se habló en los libros de historia y entonces no han dejado documentes. Pero hay personas que han dejado documentos y con eso podemos acompañar dónde en la historia de la iglesia cristiana, dónde aparece el evangelio. Dónde se buscó primeramente la vivencia del evangelio. Los que buscaron radicalmente el camino del evangelio fueron siempre minorías, como decía Helder Camera, “minorías abrahánicas”.

La mayoría está en el otro polo; en la religión. O sea, dedicándose a la doctrina; enseñando la doctrina, defender la doctrina contra los herejes y las herejías… eso fue una de las grandes tareas; practicar los ritos y formar la clase sagrada, la clase sacerdotal. Eso nos lleva a una distinción que va a manifestarse en toda la historia. El polo “evangelio” está en lucha con el polo “religión” y “religión” con el polo “evangelio”. En toda la historia cristiana. Toda la historia cristiana es una contradicción permanente y constante entre los que se dedican a la religión y los que se dedican al evangelio. Claro que hay intermediarios y así no hay polos totales. Pero en la historia hay visiblemente dos historias; dos grupos que se manifiestan. La historia oficial: cuando yo era joven nos daban historia de la iglesia que era “historia de la institución eclesiástica” y entonces allí solo se hablaba de la religión, suponiendo que la religión era la introducción al evangelio. Pero eso es una suposición: que todo lo que ha nacido en el sistema católico viene de Jesús, como se decía en la teología tradicional en tiempos de la cristiandad: que todo lo que hay en la iglesia Católica Romana, al final, viene de Jesús. Con muchos malabarismos teológicos ahí se logra mostrar que todo tiene finalmente su raíz en Jesús. No tienen su raíz en otras religiones, en otras culturas. Como si los cristianos que se convierten a la iglesia fueran totalmente puros de toda cultura y toda religión. Todos traen su cultura y su religión; e introducen en su vida cristiana, elementos que son de su religión y cultura anterior y por eso resulta una religión que es siempre ambigua, compleja. Es inevitable porque los seres humanos que entran en la iglesia no son ángeles. Ellos están cargados de siglos y siglos de historia y de transmisión cultural y todo eso entra, naturalmente, a la iglesia. De ahí una oposición que en materia política, por ejemplo, se muestra claramente. Se dice: el evangelio procede de Dios y por lo tanto no puede cambiar. La religión es creación humana, por lo tanto puede y debe cambiar según la evolución de la cultura, las condiciones de vida de los pueblos en general. Si la religión queda apegada a su pasado, ella es poco a poco abandonada en favor de otra religión más adaptada; o más comprensible.

El evangelio se vive en la vida concreta, material, social. La religión vive en un mundo simbólico: todo es simbólico – doctrina, ritos, sacerdotes… todos son entidades simbólicas. Que no entran en la realidad material. El evangelio es universal, porque no trae ninguna cultura y no está asociado a ninguna cultura, a ninguna religión. Las religiones están siempre asociadas a una cultura. Por ejemplo, la religión católica actual está ligada a la subcultura clerical romana que la modernidad ha marginalizado, que está en plena decadencia porque sus miembros no quisieron entrar en la cultura moderna. El evangelio es renuncia al poder y a todos los poderes que existen en la sociedad. La religión busca el poder y el apoyo del poder en todas las formas de poder… ¡y son tan visibles!

El poder… Recuerdo que en tiempo de la prisión de los obispos en Riobamba el nuncio decía: “si la iglesia no tiene apoyo de los gobernantes, no puede evangelizar (risas)”. Uno podría pensar al revés: que si tiene el apoyo de los poderes será difícil evangelizar.

Pero esa es una mentalidad que está en resto de la cristiandad entre la iglesia fundida en una realidad político-religiosa y entonces, naturalmente, estaban unidas todas las autoridades: el clero y el gobierno; el clero y el ejército—todo unido. Renunciar a eso es muy difícil. Renunciar a la asociación con el poder es muy difícil. Voy a dar un ejemplo. Mi obispo actual en el Estado de Bahía, Brasil, es un franciscano, se llama Luis Flavio Carpio. Se hizo famoso en Brasil por dos huelgas de hambre que realizó para protestar contra un proyecto faraónico del gobierno, basado en una inmensa mentira. No hay tiempo para contar toda la historia… pero se hizo conocer y fue invitado en el Kirchentag de la Iglesia alemana. Después de la invitación habló en varias ciudades de Alemania. Un grupo se acercó diciendo que venían para entregarle una donación… una ayuda para sus obras. Y era bastante: unos $100.000 dólares. Él preguntó: “¿De dónde viene ese dinero? Le dijeron que son algunas empresas, algunos ejecutivos. Entonces dijo: “No acepto. No quiero aceptar el dinero que fue robado a los trabajadores, a los compradores de material”. No aceptó… ninguna alianza con el poder económico. Yo no sé cuántos en el clero no aceptarían…(aplausos). Ese obispo es un franciscano igual a San Francisco. Toda su vida ha sido así. Por eso me fui  a vivir ahí… para santificarme un poquito en contacto con una persona tan evangélica…

Entonces… ¿Cómo nació la Iglesia? La Iglesia de la que se habla: esa realidad histórica, concreta de la que tenemos experiencia. Para el pueblo en general la iglesia es el papa, los obispos, los padres, las religiosas, religiosos… ese conjunto institucional de la que se habla y que provoca también tanta incertidumbre como lo hemos visto. ¿Cómo nació la iglesia? Jesús no fundó ninguna iglesia. El mismo Jesús se consideraba como un judío; era el pueblo de Israel renovado y los primeros discípulos también; los doce apóstoles son los patriarcas de la iglesia del Israel renovado. La primera conciencia era que la continuación de Israel, la perfección, la corrección de Israel. Pero una vez que el evangelio penetró en el mundo griego, ahí Israel no significaba muchas cosas para ellos y allí Pablo inventa otro nombre. Da a las comunidades que funda en las ciudades el nombre de “ekklesía”, lo que se tradujo por “iglesia”. ¿Qué es la ekklesía? El único sentido que tiene en griego es “la asamblea del pueblo reunido que gobierna la ciudad”; en la práctica era la gente más poderosa, pero en fin es que en la ciudad griega el pueblo se gobierna a sí mismo y lo hace en reuniones que son “ecclesías”. Pablo no da ningún nombre religioso a las comunidades; los ve como un grupo destinados a ser la animación. El mensaje de transformación de todas las ciudades, de tal manera que están constituyendo el comienzo de una humanidad nueva: y es una humanidad donde todos son iguales; todos gobiernan a todos. Después viene la carta a los Efesios en la que se habla de iglesia como traducción del “kahal” de los judíos, o sea es el nuevo Israel. Y la ecclesía es ahí también el nuevo Israel. O sea, todos los discípulos de Jesús unidos en muchas comunidades, pero no unidos institucionalmente sino unidos por la misma fe. Todos constituyen la “ecclesìa”, la gran iglesia que es el cuerpo de Cristo. Todavía no existen instituciones.

Pero naturalmente no podía continuar así. Los judíos que aceptaron el cristianismo no así abandonaron todos el judaísmo. Y cuando creció el número de cristianos, el número de comunidades, allí comenzaron a penetrar algunas estructuras. En el tiempo de Pablo aún no hay presbíteros, aunque san Lucas diga lo contrario; pero san Lucas no tiene ningún valor histórico: eso ya todo el mundo lo sabe. Atribuye a Pablo lo que se hacía en su tiempo; entonces imagina que Pablo fundó presbíteros, consejos presbiterales: ¿cómo se justificaría un obispo sin ordenar sacerdotes? Entonces parece evidente un comienzo de separación todavía muy sencilla, porque todavía no hay sacralidad, no hay nada sagrado: los presbíteros no son sagrados, así como los presbíteros de las sinagogas no eran sagrados; tenían una función, una misión de gobierno, de administración, pero no una función ritual, o una función de enseñanza de una doctrina.

Después aparecieron los obispos. Al final del II siglo se estima que el esquema episcopal está generalizado, pero demoró bastante. Clemente de Roma, cuando publica y escribe su carta a los Corintios, dice “presbíteros”: eso no es obispo. Todavía en Roma no hay obispo, solo presbíteros. Pero se organizó el esquema episcopal. Es probable que para las luchas contra las herejías, contra el gnosticismo, se necesitaba una autoridad más fuerte, para poder enfrentar el gnosticismo y todas las nuevas religiones sincretistas que aparecen en aquel tiempo.

Y la Iglesia como institución universal, ¿cuándo aparece? Hubo en el siglo III concilios regionales: obispos de varias ciudades que se reunían. Pero una entidad para institucionalizar todo no existía. Quien inventó esta Iglesia universal fue el emperador Constantino. Él reunió a todos los obispos que había en el mundo con viajes pagados por él, alimentación pagada también por él y toda la organización del concilio fue dirigida por el emperador y los delegados del emperador. Esto constituye un precedente histórico. Hasta hoy no estamos libres de eso: que la Iglesia universal como institución haya nacido por el emperador.

Después en la historia occidental cayó el emperador romano y allí progresivamente el papa logró llegar a la función imperial. Se dieron muchas luchas en la Edad Media entre el papa y el emperador, pero siempre el papa se estimaba superior al emperador. En las cruzadas, el papa era generalísimo de todos los ejércitos cristianos; era una personalidad militar: comandante en jefe del ejército cristiano. Y dentro de la línea de los Estados pontificios, todavía esto se mantiene

Cuando el papa perdió el poder temporal, allí reforzó su poder sobre las Iglesias: y gobierna a las Iglesias como un emperador, o sea todos los poderes son centralizados en una sola mano y con todas las ventajas de una corte: porque si no hay nada de democracia en la Iglesia. ¿Quiénes son los que orientan al papa? ¡La corte! Los cortesanos, los que están allí cerca. Claro que él no puede hacer todo, pero en fin una corte separada del pueblo cristiano. Todavía estamos sufriendo las consecuencias de aquello. El papa Pablo VI dijo en algunos momentos que realmente había que cambiar la función actual del papa o sea de lo que hace el papa. Juan Pablo II en la “Unum sint” dice también hay que darse cuenta de que el gran obstáculo en el mundo de hoy es esa concentración de todos los poderes en el papa; habría que encontrar otra manera de ejercer eso. Eso para decir que todo esto pertenece a la religión.

Tarea de la teología: en el evangelio y en la religión

A partir de eso, ¿cuál es la tarea de la teología? Es compleja, justamente porque tiene una tarea en el Evangelio y una tarea en la religión. La teología fue durante siglos la ideología oficial de la Iglesia. Su papel era justificar todo lo que dice y hace la Iglesia con argumentos bíblicos, con argumentos de tradición, liturgia, y un montón de cosas que yo aprendí cuando estaba en el seminario. Claro que no lo creía (risas), pero todavía la mayoría lo cree. Entonces, ¿qué pasa?

Primera tarea: ¿qué dice el Evangelio?

Entonces primero: primera tarea, el Evangelio, ¿qué dice? ¿Qué es lo que es de Jesús? ¿Qué es lo que es penetración del judaísmo, penetración de otra cultura, penetración de otro tipo de religión? ¿Qué es lo que viene de Jesús según el Nuevo Testamento? Todo el Nuevo Testamento no viene de Jesús: no; las epístolas pastorales que hablan, por ejemplo, de los presbíteros: eso no viene de Jesús. Entonces la tarea de la teología consistirá en decir qué lo que es de Jesús, qué es lo que realmente quiso, qué lo que realmente hizo y en qué consiste realmente el seguimiento de Jesús.

Viendo en la historia, ¿cuáles fueron las manifestaciones, dónde, en formas diferentes, porque las situaciones culturales eran diferentes, dónde podemos reconocer la continuidad de esa línea evangélica? Porque si queremos penetrar en el mundo de hoy y presentar el cristianismo al mundo de hoy, todo lo que es religioso no interesa. Lo que puede interesar es justamente el Evangelio y el testimonio evangélico. Nadie va a convertirse por la teología: usted puede hacer todas las mejores clases, nadie va hacerse cristiano por motivo de la teología. Por eso me pregunto: ¿por qué en los seminarios se cree que la formación sacerdotal es enseñar la teología? Yo no entiendo, no entiendo. ¿No hay otra cosa que hay que hacer para evangelizar? No es mucho más complejo. Por eso hace 30 años que he decidido en presencia de Dios nunca más trabajar en seminarios (risas). Porque, eso ya no.

Entonces la línea evangélica es esa! San Francisco. San Francisco era un extremista. No quería que sus hermanos tuvieran libros: nada de libros. Con el Evangelio basta: no se necesita nada más. El mismo decía: “Yo, lo que enseño, no lo aprendí de nadie, ni del papa; lo aprendí de Jesús directamente, por su Evangelio”. Bueno, eso es lo que puede convencer al mundo de hoy que está en una perturbación completa y que se aparta siempre más de las Iglesias institucionales antiguas, tradicionales. Todas las grandes religiones han nacido casi como entre 1.000 y 500 años antes de Cristo, salvo el Islam que apareció después; pero es como un ramo de la tradición judeo-cristiana. Entonces, primero eso.

¿qué hacer con la religión?

Segundo la religión: ¿qué hacer con la religión? Hay que examinar en todo el sistema de religión, qué es lo que ayuda, qué realmente ayuda a entender, a comprender, a actuar según el Evangelio. ¿Eso habrá nacido por inspiración del Espíritu en monjes, por ejemplo? Si usted ve la vida de los monjes del desierto en Egipto, eso no es un mensaje: no es un mensaje y no viene del Evangelio tampoco. O sea muchas cosas vienen no se sabe de qué tradición, tal vez puede haber sido del budismo u otras cosas así. Entonces examinar qué es lo que todavía vale hoy, y sinceramente.

Jesús no ha instituido 7 sacramentos. Hasta el siglo 12 se discutía si eran 10, 7, 5, 9, 4: no había acuerdo; finalmente han decidido que había 7. Bueno, por motivos de 7 días del Génesis, 7 planetas, el número 7… pero hay cosas que visiblemente ya no hablan para la gente actual, por ejemplo, el sacramento de penitencia con confesión a un sacerdote. ¿Cuántos se confiesan actualmente? Hace 20 años yo atendía en la Semana Santa, en una parroquia popular, a 2.000 confesiones y el párroco también 2.000 confesiones. Hoy día: 20, 30, o sea que la gente ya no responden. Eso ha sido definido en el siglo XII, XIII: ¿por qué mantener algo que ya no tiene ningún significado y, al revés, que provoca mucho rechazo? O sea que uno necesite hablar con alguien, que al pecador le gusta hablar con alguien, pero no justamente al sacerdote: hay muchas personas, hay muchas mujeres que pueden hacer ese oficio mucho mejor, con más equilibrio, sin atemorizar como hacen los sacerdotes. Eso es una cosa…

Pero hay un motón de cosas que es necesario revisar porque no tienen porvenir. Entonces es inútil querer defender o mantener algo que ya es obstáculo a la evangelización y que no ayuda absolutamente en nada. En las liturgias hay muchas cosas que cambiar. La teoría del sacrificio ha sido introducida por los judíos naturalmente. En el templo se ofrece sacrificios, los sacerdotes son personas sagradas que ofrecen el sacrificio. Toda esa teoría, hoy día no significa absolutamente nada. Que el padre sea dedicado a lo sagrado para ofrecer el sacrificio y que la Eucaristía sea un sacrificio: ¿todo esto viene de Jesús? Ah, no viene de Jesús. Entonces hay que ver si eso vale o no vale. ¿Para qué mantener algo no vale?

Y después hay también la otra parte: lo que no ayuda, lo que ha sido infiltración de otras tendencias, otras corrientes, por ejemplo, la vida ascética de los monjes irlandeses. Irlanda fue la isla de los monjes. Allí los obispos no tenían autoridad; solamente servían para ordenar sacerdotes; pero, por lo demás podían descansar. Los que mandaban eran los monjes: los monasterios eran los centros, lo que era la diócesis actualmente. Esos monjes irlandeses vivían una vida ascética, pero tan extraordinariamente deshumana para nosotros que eso es imposible que venga de Jesús, es imposible que eso ayude, porque esos hombres allí eran super-hombres, pero no existen mas hombres semejantes hoy. Un ejercicio de penitencia que hacían, por ejemplo, era entrar en el río -en Irlanda los ríos son fríos- y quedarse allí desnudo para rezar todos los salmos (risas)… Esa manera de entender la vida, no; no hay que considerar que eso es cristiano; no es marca de santidad tampoco; no es así que se manifiesta la santidad. Examinar todo lo que viene de allá.

Todas las congregaciones femeninas saben cuánto hay que luchar para cambiar costumbres, tradiciones que no son evangélicas. ¡Cuántos debates! Yo conozco una serie de congregaciones femeninas y ¡cuánto tiempo que se  gasta en discusiones, disputas! entre las que quieren conservar todo y las que quieren abandonar lo que no sirve más y encontrar otro modo de vivir más adaptado a la situación actual.

Entonces,  tarea de la teología… Claro que es cambiar, eso cambia la tradición, deja de ser la ideología de todo el sistema romano: pero esa no tiene porvenir. Ese tipo de teología ya hace tiempo que ha sido progresivamente abandonada.

Nuevo franciscanismo

En América Latina apareció algo: hemos conocido un nuevo franciscanismo, o sea, una nueva etapa, pero radical, de vida evangélica. ¿Cuándo nació? He hablado de los obispos que han participado en eso y que animaron Medellín y de la opción por los pobres, los santos padres de América Latina. Y ustedes los conocen. Si hay que marcar el origen del nuevo evangelismo de la Iglesia latinoamericana, yo diría, -no se olviden-, el 16 de noviembre de 1965. En ese día, en una catacumba de Roma, 40 obispos, la mayoría latinoamericanos, incitados por Helder Cámara, se juntaron y firmaron lo que se llamó “el Pacto de las Catacumbas”. Allí se comprometían a vivir pobres, en la comida, en el transporte, en la habitación. Se comprometen; no dicen lo que habría que hacer; se comprometen y de hecho lo hicieron después, una vez que llegaron a sus diócesis. Y después; a dar prioridad en todas sus actividades a lo que es de los pobres, o sea, dejando muchas cosas para dedicarse prioritariamente a los pobres y una serie de cosas que van en el mismo sentido. Esos fueron los que animaron la Conferencia de Medellín. O sea, aquí nació.

Y tuvieron un contexto favorable: el Espíritu Santo ya en aquel tiempo había suscitado una serie de personas evangélicas. Las Comunidades Eclesiales de Base habían nacido ya. Religiosas insertas en las comunidades populares ya había. Pero, eran pocos y se sentían un poco como marginados en medio de los otros. Medellín les dio como una legitimidad y al mismo tiempo una animación muy grande, y se expandió. ¿Fue toda la Iglesia latinoamericana? Claro que no. Siempre es una minoría. Un día, me acuerdo, le preguntaron al cardenal Arns – un santo, con quien hemos vivido muy buenas relaciones de amistad -… un periodista le había preguntado: “usted, señor cardenal, aquí en Sao Paulo tiene mucha suerte, toda la Iglesia se hizo Iglesia de los pobres, las monjas todas al servicio de los pobres: ¡qué cosa magnífica!”. Ahí, Dom Paulo dijo: “Sí pues, aquí en Sao Paulo 20% de la religiosas se fueron a las comunidades pobres; 80% se quedaron con los ricos”. Era mucho. Hoy día no hay 20%.

Esto fue una época de creación, una de esas épocas que hay a veces en la historia donde una efusión muy grande del Espíritu. Pero tenemos que vivir esa herencia: es una herencia que hay que mantener, conservar preciosamente porque eso no va a reaparecer. A veces me preguntan: ¿Por qué hoy día los obispos no son como en aquel tiempo? Porque en aquel tiempo es la excepción, o sea, en la historia de la Iglesia es la excepción: de vez en cuando el Espíritu Santo manda excepciones.

Y ¿quién va a evangelizar el mundo de hoy?

Y ¿Quién va a Evangelizar el mundo de hoy? Para mí, son los laicos. Y ya aparecen muchos grupitos de jóvenes que justamente practican una vida mucho más pobre, libres de toda organización exterior, viviendo en contacto permanente con el mundo de los pobres. Ya hay; habría más si se hablara más, si fueran más conocidos. Puede ser una tarea también auxiliar de la teología: divulgar lo que está pasando realmente, dónde está el Evangelio vivido en este momento, para darlo a conocer, para que se conozcan mutuamente, porque de lo contrario pueden perder ánimo o no tener muchas perspectivas. Una vez que se unan, formen asociaciones, cada cual con su tendencia, su modo de espiritualidad. No espero mucho del clero. Entonces es una situación histórica nueva.

Pero sucede que, en este momento, los laicos han dejado de ser analfabetos, eso ya hace tiempo: tienen una formación humana, una formación cultural, una formación de su personalidad que es muy superior a lo que se enseña en los seminarios. O sea, tienen más preparación para actuar en el mundo, aunque no tengan mucha teología. Se podría dar más teología, pero es otro asunto. Ahora no vamos a pensar que mañana  quienes que van a realizar el programa de Aparecida, van a ser los sacerdotes? Yo no conozco todo, pero los seminarios que yo conozco, las diócesis que yo conozco, se necesitaría 30 años para formar un clero nuevo: y ¿quién va a formarlo?

Para los laicos es distinto: hay muchísima gente dispuesta, y gente con formación humana, con capacidad de pensar, de reflexionar, de entrar en relación y contactos, de dirigir grupos, comunidades, grupos. Pero muchos todavía no se atreven, no se atreven. Pero ahí está el porvenir.

Para terminar con una anécdota: me llamaron a Fortaleza, en el nordeste de Brasil. Ahora, Fortaleza es una ciudad muy grande: un millón de habitantes. La Santa Sede había apartado, marginado al cardenal Aloiso Lorscheider, mandándolo al exilio en Aparecida que es un lugar de castigo para los obispos que no han agradado. Entonces allí vino un sucesor, Dom Claudio Humes que ahora es cardenal en Roma. Claudio Humes suprimió todo lo que había de social en la diócesis, despidió a todos: 300 personas con la larga trayectoria de servicio, con capacidad humana; así, sencillamente. Un día me llamaron: eran 300, llorando, lamentando: “y ahora no podemos hacer nada; y ahora, ¿qué pasa?”. Yo les dije: “pero, ustedes son personas perfectamente humanizadas, desarrolladas, con una personalidad fuerte. Han tenido éxito en su familia, han tenido éxito en sus carreras, en sus trabajos profesionales. ¿De qué ahora se preocupan si el obispo quiere o no quiere? ¿Por qué se preocupan si el párroco quiere o no quiere? Ustedes tienen toda la formación suficiente y la capacidad: ¿Por qué no actúan, no forman una asociación, un grupo, en forma independiente? Porque el derecho canónico -como muchos católicos no saben-, el derecho canónico permite la formación de asociaciones independientes del obispo, independientes del párroco -eso no se enseña mucho en las parroquias, pero es justamente algo que sí, es importante. Entonces ustedes pueden muy bien juntar 4, 5 personas para organizar un sistema de comunicación, un sistema de espiritualidad, un sistema de organización de presencia en la vida pública, en la vida política, en la vida social: 300 personas con ese valor. Si paga, si tiene que pagar a 5, cada uno va a gastar ni siquiera el 2% de lo que gana, o sea pueden muy bien mantener a 5 personas dedicadas a eso. Y van a escogerlos entre 25 y 30 años porque esa es la época creativa. Hasta los 25, el ser humano se busca. A partir de este momento termina sus estudios, ya ha conseguido un trabajo. Entonces ya quiere definir su vida: estos son los que tienen capacidad de inventar. Todas las grandes invenciones se han hecho por gente con esa edad.  Pero no lo hicieron: ¿Por qué? ¿qué pasa? ¿Por qué tanta timidez? Ustedes que son tan capaces en el mundo, ¡en la Iglesia nada! No se sentían capaces, necesitaban del obispo que les diga qué hacer, necesitan sacerdotes que les digan: ¿Cómo es posible? A lo mejor no se les enseñó: pueden ser adultos en la vida civil y niños en la vida religiosa.

¡Pero nosotros podemos! Nosotros podemos hacerlo y multiplicarlo en todas las regiones que vamos a conocer. Entonces el porvenir depende de grupos de laicos semejantes, que ya existen aunque todavía estén muy dispersos. El porvenir está ahí: es nuestra tarea a todos, empezando por los jóvenes. En Brasil hay en este momento 6 millones de estudiantes universitarios; 2 millones son de familias pobres -son pobres los que ganan menos de 3 sueldos vitales, porque con menos de 3 sueldos vitales no se puede vivir decentemente-. Dos millones. Y ¿cuál es la presencia del clero? Poquísimos; algunos religiosos. ¿De las diócesis? Nada. Y allí está el porvenir. Son jóvenes que están descubriendo el mundo. Claro, hay unos que entren en las drogas, que se corrompen, pero es una minoría, o sea, el conjunto son personas que quieren hacer algo en la vida. Si no conocen el Evangelio no van a vivir como cristianos: hay que explicar, pero no explicar con cursos de teología, sino explicar haciendo, allí participando de actividades que de hecho son realmente servicios a los pobres. Eso sí, se puede.

Tarea de la teología…Entonces habrá que cambiar un poquito: menos académico, más orientado hacia al mundo exterior… con todos los que no están más en la red de influjo de la Iglesia, que no reciben. Pero, presencia en eso. Y una teología que se pueda leer, sin tener formación escolástica, porque anteriormente si no se tenía formación aristotélica no se podía entender nada de esa teología tradicional. Bueno, la filosofía aristotélica ha muerto, o sea, los filósofos del siglo XX la han enterrado. Entonces, ahora tenemos libertad a ver en el mundo como nos abrimos. Gracias por su atención. (aplausos).

Fuente: Atrio.org

Transcriptor – Editor:

Enrique A. Orellana F. Conferencia realizada en Universidad Centroamericana José Simeón Cañas. UCA. Extraída de exposición versión en

audio 18 de Marzo de 2010. San Salvador. CUADERNOS OPCION por los POBRES – CHILE. Movimiento Teología de la Liberación – Chile?Correo: opcion_porlospobres_chile@yahoo.com Rosas 2090 – D. Santiago

Fuente Audio: Lamiarrita

    “El rol de Bergoglio es nefasto”. Entrevista a Fortunato Mallimaci. Por Nestor Leone

    ¿Cuál es su primer análisis, luego de la sanción de la ley?

    Que la Iglesia jugó a todo o nada, y se quedó con nada. Perdió porque pasó lo que tenía que pasar. La ley de matrimonio igualitario, si no se sancionaba este año, se hubiese sancionado el próximo. O el otro. Estamos en una etapa de nuestra vida democrática en donde el tratamiento de estos temas ya no se puede posponer. El problema es que tenemos una Iglesia que todavía no lo entiende. Pero se están quedando solos. El hecho de que ciertos sectores políticos tomaran distancia es relevante, porque se dieron cuenta de que, a pesar de las presiones, votar a favor de esta ley les generaba más simpatías públicas que votar en contra.

    ¿Por qué jugaron a todo o nada y endurecieron sus posturas?

    La jerarquía está en estado febril. Prefiere el enfrentamiento y dejar atrás el discurso del consenso y la unidad nacional para mostrarse como una institución de poder. Pero nada muestra mejor ese estado febril, que la prohibición al cura Nicolás Alessio de dar misa. Una verdadera locura, y sólo por hacer pública una disidencia.

    El lobby sobre los legisladores también puede ser otro punto.

    Sobre los legisladores, sobre los medios… El lobby fue muy fuerte, es cierto. Pero muy burdo. En lo personal, pienso que han optado por hacer público su reclamo para hacer crecer el miedo y ganar en legitimidad. El problema para ellos es que, al ser tan burdo, perdieron entre el conjunto de la población por la multiplicación que hicieron los medios de algunas declaraciones inadmisibles. Y esto se relaciona con otra cosa que no es menor. Al no tener movimientos laicales fuertes, al no tener gente porosa en el resto de la cultura social, política y sindical fueron los mismos obispos quienes tuvieron que salir al ruedo. Y a los obispos no les gusta eso. Les gusta estar en las sombras, ser comandantes en jefe, conducir desde el patio trasero. De lo que no se dieron cuenta es que la sociedad argentina cambió mucho en los últimos años en temas de derechos y respeto de la diversidad.

    ¿Hubo un quiebre, un corte, respecto de lo que venía sucediendo?

    Los pronunciamientos hablan de eso. La movilización de los niños en las escuelas es un hecho gravísimo. Parecía un límite infranqueable y, sin embargo, se lo traspasó. Que se haya apelado a eso habla de ese estado febril y habla, también, de que entendieron mal lo que estaba en juego, como leyeron mal lo que pasó con el divorcio y están leyendo muy mal lo que sucede en la cultura dominante. Por ejemplo, los nuevos valores que imperan y el proceso amplio de individuación que atravesamos. Tanto insistir con la ley natural, casi como única manera de entender la misión de la Iglesia, los llevó a callejones sin salida, porque si hay sólo ley natural, no hay historia ni hay presencia de Dios en la historia. Y esto, me parece, ha descolocado a mucha gente internamente.

    ¿Qué implican, en este contexto, que haya apelado a términos como “guerra de Dios”?

    En lo personal, les agradezco esta frase porque me permite insistir con que ese modelo integralista, antiliberal, superortodoxo, conservador, que reacciona contra la modernidad sigue muy vigente. El problema que tienen es que concita mucho rechazo. No sólo de parte de la Presidenta, sino también de la sociedad civil. La sensación es que actúan como si estuviésemos viviendo en época de dictadura. No es casual que hace unos días Videla también hablara de guerra.

    ¿Piensa que todo esto tendrá consecuencias aún más gravosas para la Iglesia como institución?

    Por supuesto. La Iglesia ya viene con un cuestionamiento no menor desde la época de la dictadura, por el tema de los derechos humanos y su complicidad. Ahora, durante estos días también se dio un cuestionamiento importante de parte de sacerdotes y comunidades de base. “No encontramos a Jesús en las posturas de ustedes”, han dicho y es muy fuerte. Y que se haga público es más fuerte todavía. La mayoría de los medios, que son condescendientes con estos obispos, no han tenido otra que empezar a publicar estas cosas… Otro obispo, en estos días, dijo algo muy claro sobre lo que la Iglesia todavía sigue pensando: “el matrimonio merece la tutela del Estado”.

    Lo dijo Héctor Aguer.

    Lo dijo Aguer, pero lo piensa la mayoría. Es una Iglesia Católica que no puede pensarse sin el Estado, que no distingue entre esfera estatal y propuesta para sus fieles. Claro, si cada vez sus fieles son menos y, de esos que siguen siéndolo, son pocos los que se apegan al dogma…

    ¿Cómo evalúa el rol jugado por Jorge Bergoglio?

    Nefasto. El rol que juega Bergoglio es nefasto.

    Fue un abanderado de esta cruzada.

    Fue un abanderado, un monje negro, todo junto. No comprende lo que sucede en la sociedad. Creyó que su presencia en el mundo de la política partidaria le iba a dar apoyos, y quedó demostrado que no es tan así. Esta estrategia me recuerda mucho a la que tuvieron los militares durante la Guerra de Malvinas. No sólo repiten el lenguaje militar, como hizo Bergoglio, sino que replican su lógica. Los militares pensaron que, como eran aliados de los norteamericanos, éstos nos iban a ayudar en la guerra. Acá pasó lo mismo: no entendieron la lógica que gobierna lo político-partidario.

    ¿Cuánto tiene que ver esto con el juego interno de la Iglesia a nivel mundial y las apetencias papales de Bergoglio?

    Difícil saberlo. Además, desconozco cuántos votos sacó en la elección papal. Él dice que no lo sabe; su vocero, tampoco. ¿Por qué tendría que confiar en lo que dijeron algunos medios? ¿Cuáles fueron esas fuentes? No dejo de impresionarme por el modo en que se trabajan estas cuestiones. Lo mismo pasó con este tema. Es cierto, la Iglesia tiene un poder simbólico muy fuerte, pero es más lo que ha perdido y lo que siguen perdiendo con manifestaciones de este tipo. La misa de Bergoglio, en Constitución, por ejemplo, por la trata de personas, es otra lectura retrógrada, premoderna de la realidad. ¿Qué dijo? Que la ciudad es el lugar del pecado, cuando, hoy, el noventa por ciento de los argentinos vive en ciudades…

    ¿Se puede pensar en una sobreactuación?

    Si sobreactúa es porque está perdiendo legitimidad y fieles. Sobreactúa para imponerse, porque es su autoridad la que está en tela de juicio. Hasta Mauricio Macri le dijo que no en varias oportunidades. Hasta Macri, y en su propia diócesis. Lo mismo pasa en la Conferencia Episcopal, de la que Bergoglio es presidente. Les repartieron un documento a los sacerdotes para que lo leyeran desde el púlpito, porque no son capaces de mantener una discusión racional en el espacio público. Le están hablando a un pequeño grupo de católicos movilizados, un núcleo duro que pretenden consolidar, pero no le están hablando al resto de la sociedad. Hasta no hace mucho tiempo tenían un discurso para el conjunto de la sociedad, mientras trataban de que esos grupos duros quedasen adentro. Ahora es al revés. Alquilaron ómnibus para que la gente se movilizara. Y actuaron con la misma lógica que dicen ver en otros. Sólo les faltó la chorihostia.

    Clientelismo, digamos.

    No me gusta utilizar la categoría clientelismo con tanta facilidad, pero si vamos a hablar de clientelismo también les cabe a ellos. Se conciben por encima de la sociedad y del conjunto de los partidos, y terminan actuando como cualquier grupo partidario en búsqueda del poder.

    En el caso de Bergoglio, esa lógica política se puede rastrear. Su cercanía con Guardia de Hierro es apenas un primer antecedente.

    Pero si piensa seguir con esa lógica está equivocado. Bergoglio está llevando a la Conferencia Episcopal a una de sus mayores pérdidas de credibilidad y derrotas en la historia argentina. Los demás tienen todo el derecho de acompañarlo. Lo que no pueden hacer es querer trasladar eso a la democracia, al Estado.

    ¿Qué distancia separa a Bergoglio de sectores más integristas, como el que representa Héctor Aguer?

    Mi profesor de Historia del Catolicismo, Émile Poulat, le hubiera dicho que ésa no es la pregunta correcta, sino qué los une, qué le permite que sigan estando juntos. Bueno, los une la idea de que la familia es el centro de la sociedad, la concepción patriarcal de la familia, la idea de que la mujer debe permanecer en una segunda posición, la concepción de que los trapitos sucios hay que esconderlos. Y, ahora, los une la condena al sacerdote Alessio, como antes los unió el silencio ante el caso Christian von Wernich, condenado por asesinatos, torturas y crímenes de lesa humanidad. A ver si nos entendemos: tanto Aguer como Bergoglio no sólo no le piden al sacerdote Julio Grassi, condenado por violar a niños, que se vaya de la Iglesia, sino que ponen dinero para pagarle sus abogados. Con el arzobispo Storni hicieron algo parecido.

    Son más las cosas que los une, entonces.

    Desde ya. Los une la idea de que esto subvierte los valores de la sociedad, una idea de jerarquía que llevan al extremo, la idea de que la obediencia es lo principal y, por supuesto, la idea de que hay que afirmar certezas y que el relativismo es el principal enemigo a combatir. Muchos católicos no entienden este manejo partidario de Bergoglio, de Aguer, de Jorge Casaretto, ese juego en las sombras. Uno hace de bueno y busca sindicalistas. El otro hace de malo y busca tipos más conservadores.

    ¿Qué pasará de aquí en más?

    Los mariscales de la derrota deberían dar un paso al costado y reflexionar por qué perdieron. Deberían preguntarse, por ejemplo, si quieren quedarse con un pequeño núcleo duro que les dé certezas a ellos y a sus afirmaciones o si prefieren dialogar con el conjunto de la sociedad argentina que, sobre estos temas, quiere más derechos, más participación y más pluralidad.

    Que esos mariscales de la derrota den un paso al costado, supongo, debe ser más bien una expresión de deseos.

    Por cierto. En esta Iglesia no pasan estas cosas, pero no estaría mal que lo hicieran. No estaría mal que esos mariscales guardasen silencio, porque cada vez que hablan atentan contra aquellos que quieren construir diálogo en la diversidad. Por eso valoro mucho la autonomía que se dieron los partidos políticos para votar. Dejaron de lado la amenaza concreta que hizo la Iglesia y eso me parece un paso fundamental para la democracia argentina.

    El rol del Opus Dei

    ¿Qué rol jugó y qué peso tuvo el Opus Dei en la discusión?

    En su momento, el Opus Dei, como movimiento laical, denunció cierta clericalización del catolicismo argentino. Incluso, se enfrentó a ese clericalismo porque no los dejaba crecer. Hoy, esas críticas quedaron atrás, en un segundo plano, porque el que estaba en juego era un tema que, para ellos, resulta central. Cuando se trata el tema de la familia y ven que pueden imponer la concepción que ellos tienen del tema, dejan todo lo demás de lado. Por eso, hoy, esa afinidad es muy fuerte. Además, no hay que olvidar que los dos obispos del Opus, el de Santiago del Estero y el de San Juan (ndr: Francisco Polti y Alfonso Delgado, respectivamente), fueron quienes más incitaron a la movilización. Hay una razón instrumental, tantas veces criticada en los demás, que hoy se cumple tanto para el Opus Dei, como para Jorge Bergoglio o Héctor Aguer.

    Página/12 informó, en estos días, que a la cruzada se había sumado el supernumerario español Benigno Blanco.

    No lo pude chequear, pero puede ser. La transnacionalización de los grupos católicos es un hecho. Los grupos ProVida son los mismos aquí, en Estados Unidos, en España.

    Los disensos y los miedos

    ¿Qué pasa entre los obispos, más allá de Héctor Aguer y Jorge Bergoglio?

    En la Iglesia argentina no hay opinión pública posible. Una institución que es incapaz de escuchar el disenso interno, que es incapaz de escuchar la opinión de la sociedad y que, ante algún tipo de declaración pública de un sacerdote, lo único que hace es sancionarlo, está muy dificultada de comprender los cambios en la sociedad y actuar en consecuencia. Es cierto, así como la sociedad contemporánea no vivió nunca tanto tiempo en democracia, la Iglesia tampoco. Pero no se acostumbra. Por eso no entienden, por ejemplo, que los medios tengan su lógica propia y hagan su juego, más allá de sus presiones. Que no entiendan esto los lleva a enojarse con esos medios, porque los creían aliados eternos.

    ¿Hasta dónde llega el disenso interno, entonces?

    Hay cualquier cantidad de obispos que están en contra de que Bergoglio sea el jefe simbólico, mediático o material de la oposición. Pero se animan a decirlo y hablan por debajo. El miedo predomina sobre la libertad o la posibilidad de hacerlo público.

    ¿Qué pasa con las comunidades de base, con los laicos?

    Hay desconcierto. Por eso me parece que lo de Nicolás Alessio es muy importante. Ahí hubo un grupo de sacerdotes muy valientes que hizo pública la diferencia con la autoridad, que es el corazón del poder de la Iglesia. La Iglesia Católica no castiga a un asesino ni a un pederasta mientras diga que respeta la autoridad. Bueno, que haya surgido un grupo de sacerdotes que haya salido a decir en el espacio público y por los medios que estaba en desacuerdo, me parece importante. Pero, más todavía, me parece importante que los medios hayan tenido que difundirlo. ¿Por qué paso? Porque expresó un sentir de muchísima gente que, hasta ese momento, no tenía una expresión pública.

    Una historia de enfrentamientos.

    No es la primera vez que la Iglesia se enfrenta al poder político. ¿Qué diferencia encuentra con otros hechos?

    Es cierto. La Iglesia Católica tuvo conflictos con el mundo liberal cuando se sancionó la educación pública, gratuita y obligatoria. Tuvo conflictos cuando salió la Ley del Matrimonio Civil, la Ley de Registro Civil, la Ley de Cementerios. La diferencia con ese momento es que era una Iglesia con menos peso. En los conflictos con el primer radicalismo y con el peronismo la cosa fue distinta. Y la cosa terminó peor. La quema de Iglesias y el bombardeo a la Plaza con los aviones que tenían la inscripción “Cristo Vence” es un ejemplo. Lo que vino después fue décadas de paz militar-católica, que se interrumpió con el gobierno de Raúl Alfonsín y la Ley del Divorcio, con un nuevo conflicto.

    Los argumentos, en cada caso, fueron más o menos similares, ¿no?

    Sí, en buena medida: que peligraba la familia, que llegaba el acabose. Como dije, la diferencia es que, en 1880, la Iglesia que se resistía a los cambios era una institución débil. La de estas épocas es una Iglesia más poderosa, sobre todo, luego del proceso de militarización y catolización que vivió nuestra sociedad. Y como tal, no quiere perder los privilegios conseguidos. Yo espero que los obispos, ahora, digan que no aceptan más el salario de este Estado corrupto y pecaminoso, que distorsiona la familia…

    No lo van a hacer.

    Claro, porque son hipócritas. ¿Por qué este discurso sobre la sexualidad y la familia no penetra tanto? Porque en los últimos dos o tres años lo único que hemos escuchado de la Iglesia son casos de abusos sexuales de curas y obispos. ¿Qué autoridad moral tiene la Iglesia para levantar el dedo? Hay algo ahí muy profundo que habrá que ver si quieren cambiar o no.

    Respecto de este gobierno, está el antecedente del caso Antonio Baseotto.

    Es cierto, fue casi un símbolo del cambio en el vínculo con el poder político. Por eso es importante lo que pasó con la votación en el Senado. La política debía acompañar las posturas de buena parte de la sociedad para que se diferenciase lo político de lo religioso, para que quedase clara la diferencia entre los preceptos de la Iglesia y las leyes del Estado. Por suerte, hoy estamos en otra era, donde la consolidación de la democracia no deja otra cosa que el debate respetuoso. Pero recuerdo cuando Bergoglio acusó de blasfemo a León Ferrari, calificativo en desuso y totalmente desatinado para un artista. Dijo “blasfemo” y el núcleo duro de fieles rompió toda la muestra. (PE/Debate)


    Fortunato Mallimaci: Doctor en Sociología y especialista en temas ligados a la historia del catolicismo y las distintas formas de religiosidad popular, Fortunato Mallimaci analiza en esta entrevista la forma en que la jerarquía eclesiástica encaró la discusión sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo. Además, hace un poco de historia y repasa continuidades y rupturas respecto de la relación entre la Iglesia Católica, los poderes políticos y las cuestiones de Estado. “No comprende lo que sucede en la sociedad”, dice Mallimaci acerca del cardenal primado Jorge Bergoglio. “Creyó que su presencia en el mundo de la política partidaria le iba a dar apoyos, y quedó demostrado que no es tan así”, señala entre las razones de la derrota eclesiástica.

    (*) Publicado en la revista Debate, de Buenos Aires, en la edición del 16 de julio de 2010.

    Fuente: Prensa Ecuménica

    Para conocer a Buenaventura, el horizonte en el cual se mueve, y sus intenciones como “segundo fundador” de la familia franciscana. Por Eduardo Marazzi, OFM Conv

    Indice

    A modo de premisa

    Introducción

    I.- Buenaventura y la “segunda generación” franciscana

    II.- Radicalismo franciscano y joaquinismo

    III.- Reacciones al texto publicado por los frailes

    IV.- Intención de Buenaventura.

    V.- Buenaventura biógrafo de Francisco

    VI.- ¿Quién es Francisco para Buenaventura?

    A modo de conclusión

    Premisa General

    A) No estoy avalando las afirmaciones del actual papa Benedicto XVI (ex cardenal J. Ratzinger) respecto a la interpretación del rol que tuvo san Buenaventura en lo que se conoce como la “segunda fundación” de la familia franciscana. Tampoco desacredito o pongo en duda la hermenéutica del papa. No entro en el mérito de su interpretación que, como sabemos, no es compartida por todos los estudiosos de este espinado tema. Me limito a presentar algunos datos que permiten contextuar el intervento de Buenaventura en una polémica que no está cerrada y que continúa a despertar interés pues lo que está (estaba) en juego es el volto auténtico de Francisco de Asís. Buenaventura, dada la función que desempeñaba – Ministro General de la familia franciscana – por expreso pedido de los frailes se vió obligado a intervenir para intentar poner orden y clarificar lo que se podría llamar “la larga lucha por poseer a Francisco.

    B) Todo gran personaje de relevancia pública e institucional tiene una pluralidad de perfiles que se prestan a lecturas diversas porque exigen aproximaciones desde distintas perspectivas las cuales llevan a interpretaciones no pocas veces contrastantes entre sí. La hombredad del hombre, o sea su pensar, decir y obrar, nunca pueden ser captados o aferrados en modo totalmente unívoco, claro, transparente.

    C) Los evangelios son no uno sino cuatro y no concuerdan en todos los aspectos. Como Jesús, – y como en el fondo sucede con cada uno de nosotros – Francisco no se deja atrapar o “enjaular” en las categorías con las cuales intentamos comprenderlo, con las cuales intentamos hacerlo accesibile. No es supérfluo recordar una característica fundamental que nos ha enseñado la epistemología respecto al conocer: No hay un objeto sin sujeto y el sujeto está siempre implicado en el discurso. No hay neutralidad total y pura a la hora de conocer, lo que no quiere decir que todo sea una interpretación caprichosa o delirante de la subjetividad deseosa de traer agua para su molino dejando de lado, ignorando o cancelando aspectos que no logra digerir.

    D) Un punto de vista es siempre la vista de un punto y no de la totalidad lo cual nos tiene que llevar a ser humildes a la hora de aproximarnos a un rostro humano para intentar decir “quién” es. Pues bien, Buenaventura se encuentra con una pluralidad de rostros de Francisco que circulan por toda la familia franciscana, rostros que dan lugar a tomas de posiciones, a defensa de tesis e intereses que más que apoyarse en el rostro de Francisco como texto, recurren a él como pre-texto para legitimar actitudes y prácticas decididas “apriori” y que, según otras perspectivas, son insostenibles.

    E) En efecto, cada grupo retenía que la propia lectura de Francisco era sin más “la” lectura, la imagen más adecuata, justa, del rostro real de Francisco. Y esta interpretación partidaria tenía repercusiones tanto en el modo particular de interpretar la Regla cuanto en la interpretación que se hacía de la misión de la familia franciscana, de su papel o función en la historia. Este “conflicto de las interpretaciones” es uno de los temas centrales al cual Buenaventura tiene que dar solución cuando es nombrado Ministro general de la familia franciscana.

    Introducción

    1) Por siete años profesor de la cátedra franciscana en París y por diez y seis años (1257-1274) Ministro general de la familia franciscana, san Buenaventura ha dejado una huella profunda en el campo doctrinal como también el campo disciplinario, meritando el apelativo de creador de la “escuela franciscana” y de segundo fundador de la familia franciscana.

    Después de cursar sus estudios en París, Buenaventura entró a formar parte de la familia franciscana, en el año 1243, cuando era todavía muy joven pués tenía 26 años, asumiendo el nombre de Buenaventura, pues su nombre de bautismo era Giovanni Fidanza  (nacido en Italia, en una ciudad llamada Bagnoregio).

    2) Buenaventura entró en la familia de los “hermanos menores” fundada por Francisco de Asís, atraído principalmente no por el radicalismo de la pobreza o el heroísmo vivido por la primera generación, es decir, por los primeros seguaces de Francisco. Tampoco fue atraído por el carácter penitencial y simple de la predicación de los frailes de la primera hora. Lo que sedujo a Buenaventura fue la vitalidad vulcánica e intrépida de esta familia, en muchos campos, como por ejemplo la vida apostólica y, sobre todo, la dimensión doctrinal. Su decisión de formar parte de la familia franciscana no fue motivada por el deseo de imitar la austeridad, el ascetísmo de los primeros frailes que dieron vida a este movimiento religioso, hermanos más bien simples y poco o nada preparados intelectualmente, sino – y sobre todo – la conciencia crítica de la novedad que representaba la lógica relacional franciscana, la fuerza de sus principios o parámetros ideales.

    2.1) Fueron tales principios e ideales, que él muy bien comprendió, al punto de escribir en una carta de tipo autobiográfico: “Confieso ante Dios que aquello que sobre todo me ha hecho amar y elegir la forma de vida franciscana, ha sido su semejanza con los inicios y con la perfección de la iglesia, la cual, en sus comienzos, tuvo orígines en simples pescadores y sucesivamente progresó hasta integrar insignes y valiosísimos doctores. Se puede decir que eso mismo se ha realizado en la famiglia de san Francisco, para que Dios mostrara que no se trataba de una creación humana sino de Cristo. Y porque las obras de Cristo no se corrompen, está de manifiesto que esta institución ha sido una obra divina, dado que ni siquiera los sapientes no han desdeñado descender desde sus alturas para mezclarse con un grupo de gente simple” (Epistula de tribus quaestionibus ad magistrum innominatum, in Opera omnia, Quarracchi, 1882-1902, vol. VIII, pag. 336). Consciente de la vitalidad de la Orden franciscana y deseoso de contribuir a su desarrollo, estudió teología con maestros franciscanos de reconocida fama.

    I. Buenaventura y la “segunda generación” franciscana

    1) Buenaventura se formó y operó en el período de la “segunda generación franciscana”. La primera generación, la generación “heróica”, la generación de los “doce”, tuvo por regla el heroísmo contagiado día a día por la presencia física, espiritual y carismática de Francisco. Formados en una teología elemental, aprendida por lo general en forma de catequésis y expresada la mayoría de las veces en manera ruda y simple, y carente de forma, de carácter más bien penitencial, la primera generación fue marcada a fuego por la rigurosa práctica de la pobreza, por el contínuo desplazamiento de los frailes y por la simplicidad de vida.

    1.1) En cambio, la “segunda generación”, aún mirando hacia los orígenes de la Orden como un ideal o eje vector del modo de vida, sintió la necesidad de una formación teológica más consistente de modo que la predicación tuviera un contenido doctrinal relevante y pudiera ser todavía más incisiva. Esta necesidad – que era también percibida como una exigencia para responder a los nuevos desafíos de la época – es la que generó el proceso de clericalización que, en los tiempos de san Buenaventura, ya había alcanzado una precisa configuración, por la acción de los ministros generales que se habían sucedido en el gobierno.

    Es interesante recordar que ninguno de los siete generales que gobernaron después de Francisco puede ser considerado, como Francisco hacía de si mismo, “ignorans et idiota”.

    1.2) El primer general, Juan de Parenti (1227-1232) se formó intelectualmente en la universidad de Boloña. Era abogado. El hermano Elías de Cortona,  sucesor de Francisco en el gobierno de la Orden (1232-1239) si bien no era sacerdote, fue un hombre de grande sabiduría, consejero del papa y su intermediario en las relaciones con el emperador Federico II. Después del breve gobierno de Alberto de Pisa (1239-1240), hombre también sapiente, gobernaron frailes que provenían de la universidad de París: Aimone de Faversham (1240-1244), Cresencio de Iesi (1244-1247) – doctor en derecho canónico y en medicina – y Juan de Parma (127-1257). Este general, acusado de favorecer y mirar con simpatía la corriente juaquinista, tuvo que presentar su renuncia y él mismo indicó como su posible sucesor a Buenaventura (1257-1274).

    1.3) Desde sus inicios el franciscanismo, no obstante Francisco fuera bastante “alérgico” -y no sólo prudente- con el tema de los estudios, despertó la simpatía de muchos intelectuales. Entre los primeros compañeros de Francisco podemos recordar a Pedro Catani, Cesario de Espira, Antonio de Padua. El tentativo de favorecer los estudios y de dar espacio a la cultura teológica inicia ya con el hermano Elías. Bajo su gobierno, el noto pensador Alejandro de Hales entró en la familia franciscana y comenzó a enseñar en París. En Inglaterra, apenas arribados, los frailes habían despertado la simpatía de algunos intelectuales de peso, entre ellos el célebre maestro Roberto Grosatesta. Es aquí, en Oxford, que se formó Rogelio Bacone.

    El hermano Elías promoviendo los estudios había también mantenido un cierto equilibrio entre los hermanos sacerdotes y los no sacerdotes. Favorecía a los primeros respecto a los estudios y a los otros les confiaba las funciones directivas en el órden práctico. Sucedió que, en 1240, con el general Aimone de Faversham (un inglés…) los hermanos sacerdotes, los que se dedicaban al estudio comenzaron a tener la primacía marginando en un proceso creciente los hermanos no clérigos, los así llamados “laicos”. Este General introdujo el método democrático en la elección de las autoridades para el servicio de gobierno, excluyendo los hermanos no sacerdotes de los puestos de gobierno, puestos que de ahí en más estarán en manos de los hermanos sacerdotes (sabiondos).

    1.4) Es así que el proceso de clericalización de la famiglia franciscana, pensada y vivida hasta esos momentos sin grandes discriminaciones, tiene inicio de modo irreversible, proceso que, con diversas variantes, durará hasta hoy. Es un fenómeno nuevo respecto a los “orígenes”, fenómeno que no sólo implicaba el desarrollo y el mantenimiento de escuelas y el potenciamento de la actividad pastoral, ahora más cualificada, sino también implicaba una fuerte diferenciación al interno de la familia franciscana. Y esto emerge claramente si tenemos en cuenta los criterios para la admisión de los nuevos miembros de la familia, criterios establecidos por el general inglés Aimon de Faversham. Buenaventura no inventa ni establece tales criterios, más bien los encuentra ya presentes en la famiglia. Los asumirá y los confirmará.

    Se lee en las Constituciones de Narbona: “Porque Dios nos ha llamado no sólo para nuestra salvación, sino también para edificar a otros mediante el ejemplo, los consejos y las exortaciones: ordenamos que ninguno sea acogido en esta òrden si no es un clérigo convenientemente instruído en la gramática y en la lógica; o si es un laico, será acogido por la buena fama que tenga entre el pueblo y entre los presbíteros. Más allá de estos casos, si es conveniente recibir algún otro para que realize trabajos domésticos, no se lo reciba si la necesidad no es urgente y sin previa autorización del ministro general” (Constitutiones Narbonensis, in Opera omnia, VIII, pag. 450).

    1.5) He aquí que, antes de la presencia de Buenaventura en la Orden de los hermanos menores, la familia franciscana ha realizado un giro de 360 grados. El testo apenas citado habla por sí mismo. Salvo el caso de un laico cuya santidad sea evidente a todos (pueblo y clero) sólo podían ser acogidos los jóvenes con títulos de lógica y gramática y algún que otro laico para realizar trabajos domésticos. La estructura originaria de la familia franciscana estaba alterada en sus raíces, y tal alteración jugaba a favor de los “sacerdotes” que eran considerados – “frailes” a pleno título. Los demás eran de segunda o tercera categoría. Nada que ver, obviamente, con la “primera generación” y con sus claves relacionales fraternas, solidarias vividas en crística horizontalidad.

    1.6) Cuando Buenaventura decide entrar en la Orden franciscana, los estudios académicos ya están en pleno auge y la instauración  de escuelas para formar intelectualmente a los frailes, estaba en activa expansión. El proceso de clericalización era una realidad en acto y la transformación de la Orden (de horizontal a vertical) había tenido origen antes de la entrada de Buenaventura.

    1.7) Es así que Buenaventura pertenece a la “segunda generación” de los franciscanos. Su mirada no se orienta tanto hacia los orígenes, ni tampoco es un hombre que sienta la nostálgia de los tiempos que se fueron. No está especialmente atraído por los inicios ni quiere retornar a la primitiva simplicidad. La situación histórica en la cual Buenaventura vive, le impone el ejercicio de una profunda reflexión acerca del camino cumplido hasta el momento y las novedades que se insinúan en modo no más bien pacífico o tranquilo. Novedades que tantos, no sólo al externo sino también al interno de la familia franciscana, vivian o percibian como fermentos de rebelión que pugnaban por un nostálgico retorno a los inicios, al modo radical de la forma de vida de los “héroes de la primera generación”.

    II. Radicalismo franciscano y joaquinismo

    2) Mientras Bonaventura enseñaba en París acentuando una línea filosófico-teológica que puede definirse “franciscana” por el vigor de sus tesis más relevantes y por la coherencia con el espíritu y la lógica relacional que la familia franciscana había heredado de Francisco, en la Orden reflorecían tensiones y conflictos no resueltos provenientes del pasado, relativos a la pobreza, al trabajo manual que Francisco había establecido en la Regla,  a la limosna, a los estudios y a la relación entre los hermanos sacerdotes y no sacerdotes, es decir, los llamados hermanos “laicos”. Estos problemas eran motivo de alta tensión entre los miembros de la familia y también tenían repercusiones externas, con el clero diocesano. Pero lo que estaba al centro del interés de todos era el significado histórico del franciscanismo y, por lo tanto, su misión y función.

    2.1) Una gran mayoría consideraba el franciscanismo como una Orden activa-comtemplativa, con características propias, llamada a ejercer su actividad en el ámbito de las estructuras eclesiales y a guiar hasta el fin de los tiempos la humanidad, sotometiéndose a las directivas de la jerarquía eclesiástica. Para otros, en cambio, la misión de los franciscanos era la de acelerar el advenimiento de la nueva “edad del Espíritu”, cuando la iglesia, institucional y jerárquica, será purificada, transformándose en religión interior, contemplativa, vivida en las conciencias , libre de los vínculos temporales y pacificada en la unidad del Espíritu. Esta lectura era la lectura de los así llamados hermanos “espirituales”, una lógica de interpretación influenciada fuertemente por el mensaje apocalíptico sostenido por el abad Joaquín de Fiore.

    2.2) El radicalismo de la pobreza, el usar pero sin poseer, se encontraba con la línea profética renovadora de Joaquín. El estar presente en el mundo sin dejarse fagocitar por el mundo, la renuncia a los bienes dejando de lado no sólo lo supérfluo sino hasta casi lo necesario, a favor de la libertad radical dando así lugar a la época del espíritu, era un tema fundamental de la propuesta de Joaquín. Esta renuncia total a la riqueza y a los honores para realizar el tiempo del Espíritu, no podía no traer a la mente la figura de Francisco, su vida, su práxis de amor comprometida en una donación total y sin medida hasta el punto de expresar tal lógica renunciando a la herencia paterna desnudándose completamente en la plaza de Asís.

    2.3) Quienes compartían esta lectura y veían en Francisco y la Orden  realizado este nuevo momento profetizado por el abad, comenzaron a tener actitudes siempre más radicalizadas e intransigentes. Los hermanos “espirituales” se identificaban con los “viri spirituales” a los cuales el abad Joaquín consideraba como los elementos renovadores de la moral de la Iglesia. Si en el primer estadio, o sea el estadio del Padre prevalecía la lógica de la ley y del sacerdocio de la antigua religión y en el segundo estadio, es decir, el estadio del Hijo prevalecía el órden de los clérigos y de la amistad, en el tercer estadio o estadio del Espíritu prevalecería el Orden de los monjes o sea de los contemplativos. Por supuesto que los hermanos “espirituales” en esta visión que hacían suya, estaban también manifestando la desaprobación y el malestar por la continua e imparable clericalización de la familia franciscana y la tendencia siempre más frecuente a los estudios y a gozar di privilegios curiales – cosas éstas que Francisco nunca vió con simpatía, es más, alertó acerca de sus peligros. La teoría del abad estaba, según los así llamados “espirituales”, en sintonía con lo que pensaban de la evolución de la familia franciscana.

    2.4) Según esta perspectiva, el franciscanismo no debía ser una fuerza inserida en las estructuras jerárquicas de la Iglesia sino que, viviendo en extrema probreza y alejándose de toda lógica de poder – lógica que, como sabemos, incluye también el saber (saber es poder) –  debería ser el lugar ideal o, mejor, el signo de contradicción que testimoniase la definitiva “renovatio” de la iglesia y de la sociedad. Es evidente que Francisco no fue jamás connivente ni se puso al servizio de las lógicas de dominación y manipulación tanto del mundo cuanto del otro y rompió con la sed de poder o “cupido dominandi” que se difundía siempre más en la sociedad de su tiempo, sea en la dimensión laical como en la dimensión eclesial. Francesco ha sido un signo fundamental y creíble que llamaba los hombres a la paz del espíritu.

    Y bien, así nació y así debería permanecer, sin alteraciones, sin contaminaciones, el franciscanismo. Nacido en un momento socio-cultural conflictivo en el cual se imponía siempre más el tener sobre el ser y el posser y dominar sobre el donar y el compartir, el franciscanismo debería permanenecer como una lógica alimentada y a su vez capaz de expresar un proyecto alternativo que la pobreza evangélica ha permitido intuir y que la corriente “espiritual” tendría la misión de llevar a término con su contribución.

    2.5) Tal lectura y percepción de los “espirituales” emerge con fuerza y tenacidad en el momento en el cual es ministro general Juan de Parma (1247), hombre de gran sabiduría y de santa vida. Más allá de su grado de adhesión – o no – a las teorías del abad Joaquín, una cosa es cierta: durante su gobierno varios frailes reunieron o recopilaron las principales obras del abad Joaquín (Concordia novi et veteris Testamenti; Expositio in Apocalypsim;  Psalterium decem chordarum) en un cuerpo solo que llevaba por título “Evangelium aeternum” al cual precedía una introducción y un comentario. Hay que decir que el inspirador de esta operación cultural, bastante polémica y portadora de fuertes tensiones socio-religiosas fue Gerardo de Borgo San Donnino. Este fraile llevó al extremo la propuesta de Joaquín, acentuó la contraposición entre la ley presente y la futura, demostrando una verdadera aversión y desprecio por la iglesia institucional (que no era una joyita de santidad y de empeño por los más necesitados) y por el órden jerárquico, expresando en términos mordaces su crítica al proceso de clericalización de la familia franciscana.

    La Orden comenzó a vivir una fuertísima lucha interna a la cual se sumaron los ataques provenientes de los sacerdotes del clero y de los maestros seculares de la escuela de París que desde hacía mucho tiempo no veían con buonos ojos las nuevas Ordenes mendicantes (franciscanos y dominicanos) pues les quitaban poder, dinero, gente y popularidad.

    III. Algunas reacciones que suscitó el texto publicado por los frailes

    3) Para entender el proceder de Buenaventura es interesante recordar la violenta reacción que produjo en algunos representates del clero, es decir, sacerdotes y autoridades curiales no pertenecientes a las Órdenes mendicantes, como también en algunos maestros de París, la publicación que, como dijimos, llevaba por titulo Introductorium in Evangelium aeternum.

    Esta obra es un típico documento del joaquinismo franciscano. La actitud rebelde que ostentaba fue inmediatamente captada y enfatizada por un enemigo mortal de las Ordenes mendicantes, o sea Guillermo de Saint-Amour. Según Guillermo, el hecho que tal obra había sido publicada con el permiso o no del ministro general de los franciscanos – en su momento Juan de Parma – fue una excelente ocasión para acusar en forma indiscriminada a toda la familia franciscana de insubordinación. Guillermo escribió el famoso “De periculis novissimorum temporum” opusculo en el cual denunciaba con alta voz las tendencias joaquimitas subversivas extendidas por toda la órden y avaladas por personalidades relevantes de la familia franciscana. Su denuncia adquirió tonos fuertísimos porque acusó a los frailes de ser seductores del pueblo e hipócritas; ideólogos que con sus doctrinas descarriadas perturbaban la fe de los creyentes y los inducían al error y a la herejía. En una palabra, acusaba a los frailes de ser verdaderos anticristos, demonios que trabajaban para la ruina de la iglesia.

    3.1) En realidad la raíz de este rechazo está en las diversas concepciones de la función de la iglesia jerárquica según el model feudal defendido por los curas del clero y los maestros seculares. A esta concepción se oponían los nuevos movimientos religiosos populares que, criticando los intereses mundanos que atraían la atención de la iglesia jerárquica, aspiraban a introducirse en el tejido eclesial y así vivir la nueva aurora religiosa como un fermento al interno de las estructuras eclesiales.

    3.2) Estos movimientos, condenados en el siglo precedente, habían sido acojidos por Inocencio III que les permitió una participación activa en las estructuras eclesiales otorgándoles no pocos privilegios que no fueron bien vistos por el clero, ni por los maestros seculares. Cuando con la actividad universitaria las ordenes mendicantes entraron en una competición académica mostrando una gran capacidad de enseñamiento, preparación y una mayor dinamicidad dada la presencia en sus filas de personalidades carismáticas, las hostilidades de los presbíteros y de los maestros seculares emergieron originando feroces polémicas.

    3.3) En este clima para nada pacífico, la polémica desatada por este escrito de Guillermo tuvo como consecuencia la renuncia del ministro general de los franciscanos Juan de Parma que en un cierto sentido era un simpatizante de esta línea joaquinita. Es en este momento crucial de la historia del franciscanismo, lacerado y dividido en sus propias filas internas y atacado fuertemente desde el externo, que Juan de Parma renuncia y él mismo indica como la persona más cualificada para guiar a los frailes, al joven Buenaventura.

    3.4) A guisa de información no es supérfluo recordar aquí que los estudiosos del tema han descubierto que hay también en Buenaventura huellas de la influencia de las tesis joaquinitas, especialmente en su obra Collationes in Hexa?meron del 1273. Este dato nos permite decir que era posible, en el siglo XIII, simpatizar con algunas tesis de Joaquín sin por esto dejar de ser ortodoxo. (Sobre este tema se puede consultar T. Gregory, Escatologia e aristotelismo nella scolastica medioevale, in AA.VV., L’attesa dell’etá nuova nella spiritualità della fine del medioevo, Todi, Accademia Tudertina, 1962; R. Manselli, La “lectura super Apocalypsim” di P. G. Olivi. Ricerche sull’escatologismo medioevale, Roma, 1955).

    IV. Intención de Buenaventura

    4) Buenaventura, cuando asume el gobierno de la Orden, es consciente que el problema es tanto interno como externo. Las críticas al proceso de clericalización no provienen sólo desde los presbíteros y los maestros seculares sino también desde las filas de la misma familia franciscana pues se percibía una traición a los ideales de Francisco. La Orden no podía organizarse ni responder a tales ataques porque carecía de una columna vertebral doctrinal y disciplinaria. Immediatamente Buenaventura advirtió la urgencia de indicar a los frailes margines o puntos de referencia non transgredibles al interno de los cuales enmarcar la conducta y la cultura porque el fermento joaquinita, si bien había sido condenado por la iglesia, no estaba extirpado. Este fermento siempre en ebullición originaba actitudes y comportamientos rebeldes que alimentaban las polémicas que provenian del externo y las justificaban.

    4.1) Buenaventura tomó medidas para evitar el desbandamiento de los frailes. Mandó cartas, circulares en las cuales denunciaba los abusos y los comportamientos fuera de lugar de muchos frailes. Tales medidas fueron insuficientes. Se dió cuenta que era necesaria una legislación más precisa que indicara las líneas guías para encauzar la disciplina y coordinar las fuerzas de la familia franciscana que contava ya en sus filas más de treinta mil integrantes. Un nùmero que no se podía administrar con los elementos teóricos y jurídicos del pasado. Organizó la disciplina con la redacción de las Costituciones de Narbona y organizó el proyecto cultura de la Orden escribiendo una de sus obras más logradas, el Itinerarium mentis in Deum.

    4.2) Con estos trabajos Buenaventura quería cerrar un período largo y dramático de la familia franciscana  y asentar sobre una base jerárquica interna fuerte y estable, imitando la jerarquía eclesial, la vida de los frailes que ya eran en su mayoría sacerdotes pues los hermanos laicos no tenían cabida. Con esta base Buenaventura tendía a orientar los miembros de la familia – casi todos sacerdotes o estudiantes – en línea de continuidad y sintonía con la jerarquía eclesial y no en contraste, evitando polémicas que fracturarían la Órden comprometiendo su futuro.

    4.3) Buenaventura presentó las Constituciones en 1260. El capítulo más importante es el relativo a la actividad de los frailes. Hace referencia al estudio, el cual es promovido y no obstaculado, hace referencia a la transcripción y compra de libros, al transporte de las bibliotecas para una mejor utilidad y salvaguardia de los volúmenes. Y como conclusión, el punto más importante con el cual Buenaventura quiere poner fin a la desarmonía y a las luchas internas, estaba constituido por el “imprimatur”. De este modo, los frailes antes de publicar o hacer conocer sus escritos debían  obtener la aprovación de los superiores mayores. El juicio de los superiores o del mismo Ministro General, son los elementos últimos y fundamentales que garantizan la correcteza del texto. Se trata de una decisión fundamental con la cual se ponía fin al pulular de escritos que circulaban creando confusión y dando lugar a polémicas infinitas, al mismo tiempo que autorizaba sólo aquellos textos que estaban en sintonía con el pensamiento oficial de la Orden.

    V. Buenaventura biógrafo oficial de Francisco

    5) Era claro que las cuestiones disciplinares y los desbandamientos de los frailes tenía que ver con la idea o con la visión que tenía de Francisco y de la intepretación que se hacían de la función de la Órden en la historia. Los grupos disidentes y contestatarios se atribuían la verdadera visión o imagen de Francisco. Cada grupo legitimaba su comportamiento, práxis e ideas refiriéndose a la idea que se había formado de Francisco, idea que circulaba en muchos modos entre los frailes, y divulgada por los compañeros de Francisco, los sobrevivientes de la “primera generación”.

    5.1) Es así que la Asamblea Capitular pide a Buenaventura, nuevo general, que re-escriba la vida de Francisco en modo de tal de organizarse alrededor de un rostro único. El trabajo consistía, sobre todo, en unificar en un único texto lo que se encontrava disperso en las biografías precedentes.

    A) La primera vida de Francisco fue escrita immediatamente después de su muerte por encargo del papa Gregorio IX quien fue amigo personal de Francisco y quien lo canonizó. El autor fue Tomás de Celano. Fue publicada en el año 1228.

    B) Diez y seis años más tarde el mismo autor, o sea Tomás de Celano, escribe una segunda vida. Esta vez fue por encargo del general Cresenzio de Iesi el cual invitaba a todos los frailes que hubieran tenido contacto directo con Francisco a hablar con Tomás y entregarle la información tan preciada. Y así, después de escuchar muchos testimonios que conocieron a Francisco personalmente (él mismo fue recibido en la familia franciscana por Francisco) escribió una segunda biografía y el Tratado de los Milagros. Estas serían ahora las biografías oficiales. Pero enseguida se notaron las discrepancias que habían entre la primera y la segunda biografía. Este hecho hizo pensar en un uso arbitrario de las fuentes, en una especie de manipulación de la información. El resultado fue que tanto la primera como la segunda biografía resultaron sospechas de manipulación y por lo tanto no totalmente fiables o creíbles. Esta discrepancia fue notada además por muchos frailes que tenían una imagen diversa de Francisco, es decir una imagen que no estaba totalmente en sintonía ni con la primera biografía ni tampoco como con la segunda.

    C) Buenaventura, para no caer en el mismo problema y ser objeto de las mismas críticas, recojió todo el material a su disposición, visitó los lugares que había frecuentado Francisco, escuchó testimonios oculares, interrogó los discipulos de Francisco que aún sobrevivían, y así redactó la biografía del santo conocida como la Legenda maior sancti Francisci. Redactó también para el uso coral una especie de apéndice de la anterior conocida como Legenda minor. Estas dos biografías, después de la muerte de fray Egidio (1262) – uno de los primeros compañeros de Francisco – fueron presentadas y aceptadas como biografías oficiales, es decir como rostros en los cuales toda la familia franciscana se reconocía. Fueron aceptadas en el capítulo general de Pisa, en el año 1263.

    5.2) La biografía escrita por Buenaventura ha sido juzgada diversamente. Si su valor literario es excelente, parece que no lo es tanto el cuadro teológico y la función que Francisco es llamado a cumplir en la Iglesia y en la Orden. Las críticas en estos aspectos han sido duras y contrapuestas. No es ahora el caso de subrayar las críticas que con diversos fundamentos hicieron autores de tendencia joaquinista para los cuales los hechos habían sido intencionalmente omitidos o alterados. Tampoco es el caso de detenernos a controlar la acusación que hizo Ubertino de Casale relevando la ausencia o la falta de utilización de los textos o pliegos del famoso Hermano León, amigo y secretario personal de Francisco. La tradición biográfica leonina era bien distinta de la tradición que había confluido en los textos de Tomás de Celano.

    5.3) Todo lo precedente hace referencia a uno de los temas relevantes de la polémica franciscana conocida como la “cuestión franciscana”. Tampoco es el caso de recordar – lo hicimos en la premisa – que Buenaventura, como hace todo escritor, nos da su versión del rostro de Francisco. Nos presenta “su” Francisco. El famoso director cinematográfico Zeffirelli, por ejemplo, tiene “su” Francisco y Liliana Cavani, otra famosa cineasta,  el suyo que, a guisa de información, coincide muy poco con el Francisco de Zeffirelli. Buenaventura, respetando máximamente los datos, nos da “su” Francisco.

    5.4) Es bien sabido que un juicio global deve tener en cuenta, antes que nada, los objetivos  que se persiguen, la colocación de los hechos evocados, y la dósis de acentuación con la cual son reclamados o citados varias veces. Pues bien, ¿cuál es el objetivo que se propuso Buenaventura? ¿Cuáles puntos fuertes que emergen de la experiencia de Francisco Buenaventura quería acentuar? ¿Cuáles son los puntos que retenía secundarios y no relevantes? ¿En qué amplio cuadro u horizonte de la teología de la historia ha colocado la experiencia de Francisco? Son éstos algunos de los interrogativos que consienten una correcta valoración de Buenaventura en cuanto biógrafo de Francisco.

    5.5) Buenaventura aferró la problemática joaquinita en pleno. Se dió cuenta de la relación que se daba entre la pobreza franciscana y el espírito apocalíptico de las tesis de Joaquín. Sin tener una filiación directa, estas dimensiones estaban interconectadas, colegadas a la imagen del Francisco “pobre”, un Francisco que rechazando las riquezas de este mundo no duda en renunciar también a la herencia paterna.  También tomó conciencia que la figura de un Francisco sin vínculos, libre de toda relación que no fuera la relación con Dios, era la excusa secreta de la defensa de una libertad anárquica y caprichosa que tantos frailes proponían, fuera y en contra de todo canón o regla.

    5.6) Buenaventura también sabe que Francisco ha sido el campeón de la renuncia, de la vita ascética y es el héroe de la santidad. Asumir a Francisco como modelo de la Institución, es decir de la Orden como espacio institucional habría significado transformar el heroísmo en extravagancia, en delirio. Francisco es sí modelo indiscutibile de la santidad y de la pobreza, pero para cada fraile en particular, para cada miembro de la familia. Asumirlo como modelo institucional habría significado transformar su pasión por Dios en una especie de impaciencia apocalíptica.

    5.7) Buenaventura comprendió también que con Francisco no comienza una nueva historia sino que su experiencia y la de su familia se inscriben en la amplia historia de la salvación y bajo cuya luz tiene que ser interpretada. No es la etapa de la cual habla el abad Joaquín de Fiore. Estos son los “apriori” al interno de los cuales hay que colocar lo que llamamos “fidelidad histórica” y en los cuales Buenaventura ha inserido y elegido los episodios más “relevantes”.

    5.8) El objetivo general que persigue Buenaventura en esta situación difícil en la cual le tocó escribir, es situar la tensión heróica de Francisco y de la “primera generación” en la red jurídica y disciplinar que estaba en grado de salvaguardar el grado de evolución de la familia franciscana y de inserirla en modo estable y lo menos polémico posible en las estructuras eclesiales. Es al interno de estas estructuras – en las cuales Francisco si bien con dificultad vivió – que la familia franciscana está llamada a vivir y a ofrecer su lógica de interpretación de lo real tanto desde el punto de la fe como de la cultura, pues tiene que contribuir con su presencia a la “renovatio” de la iglesia y de la sociedad.

    VI. ¿Quién es entonces Francisco de Asís para Buenaventura?

    6) Para Buenaventura Francisco es el campeón de la santidad, un hombre que se ofreció totalmente a Dios y por grazia del Altísimo se transformó en “Alter Christus”. Es un modelo de santidad para cada hermano, para cada miembro de la familia franciscana. Así como el genio rompe todas las reglas y el héroe no reconoce las categorías jurídicas, así Francisco está más allá de toda normatividad disciplinar la cual, sin embargo, se impone para asegurar la estabilidad de la organización y la coherencia y la evolución de la Orden.  Por lo tanto Francisco es un punto de referencia fundamental para cada fraile pero no lo es para la Institución; es el maestro sí de la vida interior de cada integrante de la familia franciscana pero no lo es para la vida exterior de la organización; es el ideal de la vida individual pero no de la Orden como persona jurídica.

    6.1) A Francisco de Asís hay que aproximarse no con la letra sino con el espíritu haciendo una distinción entre la intencionalidad profunda de presencia renovada en las estructuras eclesiales y las modalidades y formas de tal presencia las cuales exigen creatividad, inventiva histórica según las situaciones que atraviesa la Orden y la iglesia. Buenaventura no cree que el mensaje de Francisco deba ser traducido solamente con las formas con las cuales él mismo lo ha expresado,  y que las modalidades que han caracterizado la vida del fundador de la familia franciscana y sus primeros compañeros puedan ser suficientes o las únicas para guiar la vida y la organización de una institución que cuenta ya con más de treinta mil miembros.

    6.2) El gesto emblemático que Francisco realizó en la plaza de Asís, despojándose de sus hábitos y renunciado a todos sus bienes, además de ser el signo de una renuncia material era también signo de una regeneración espiritual puesto que la paternidad de Dios implica siempre una nueva vida, un nuevo modo de ser,  Es así que desde tal perspectiva Francisco más que rechazar o despreciar el mundo y las cosas, lo que hacía era asumir frente a todo una nueva lógica relacional, una nueva clave teórica y comportamental que le permitió tejer relaciones diversas y más humanas y humanizantes con las cosas y el mundo todo. Dicho en otras palabras: no se trata de huir del mundo, de darle la espalda sino de entretejer con el mundo un tipo de encuentro diverso buscando nuevos equilibrios entre el hombre y las cosas, cancelando la tentación de dejarse posser por las cosas, de dejarse seducir por sus encantos, lógica que ganaba siempre más espacio tanto en la sociedad del tiempo de Francisco cuanto en la iglesia, siempre más ávida de poder y de presencia triunfante en el mundo, siempre más cerca del Cesar que del Evangelio.

    6.3) A la luz de esta lectura Buenaventura no absolutiza las formas de pobreza vividas por Francisco y sus primeros secuaces sino que las reinterpreta disitinguiendo entre la propiedad de los bienes, propiedad que va rechazada y el uso de los bienes que es necesario. ¿Cómo prescindir de los medios adecuados para el sustentamiento de los frailes? ¿Cómo no tener demoras estables y decorosas para evitar el vagabundear y las extravagancias de los frailes? ¿Cómo no proveer libros y el material bibliográfico necesario para hacer frente a los nuevos desafios filosóficos, teológicos y culturales? La cosa para Buenaventura es clara: la propiedad pertenece al papa mientras los frailes pueden usufruir de ésa. La nostalgia por los orígenes, por la vida heróica de los “doce” non puede ser alimentada. “No se retorna a Rivotorto”  porque la institución está ahora presente en tantas realidades diversas: estructuas eclesiales, sociales, culturales, misionarias. Se trata de actividades exigentes y multifacéticas que requieren preparación y no improvisación, que requieren responsabilidad y estudio y no un vagabundear de un lugar al otro sin respuestas maduras y elaboradas pues varían circunstancias y destinatarios.

    6.4) En toda esta visión Buenaventura acentúa la fidelidad de Francisco a la iglesia y su profesión de obediencia a las autoridades eclesiásticas y minimiza las formas con las cuales esta fidelidad y profesión de obediencia fueron vividas o traducidas por Francisco y sus primeros compañeros. Esos modos de testimoniar que se concretizaron en formas y maneras no comunes y contrarias a los criterios corrientes tienen que ser repensados y reelaborados teniendo en cuenta la gravedad y los problemas de las nuevas circunstancias, la dignidad del mensaje evangélico y las exigencias de las estructuras eclesiales. La atención por los más pobres y necesitados no decae pero ahora se transforma en atención y dedicación a todos, también a los intelectuales.

    6.5) Mención especial merece el tema de la limosa. Esta que, en la primitiva comunidad emparentaba los frailes con los pobres y que ocupaba el puesto del salario ganado con el esfuezo del duro trabajo, ahora pasa a ser un derecho de subsistencia por los servicios espirituales. Conviene recordar aquí lo que pensaba el aguerido enemigo de las Ordenes Mendicantes, Guillermo de Saint’Amour. Guillermo sostenía que la pobreza no está prescripta en el evangelio y que san Pablo como san Francisco habían afirmado que cada uno debe sostenerse con su trabajo manual y que, por lo tanto, la práctica de la lismona, como una sustitución del salario ganado con el trabajo, no sólo era una injusticia, sino “simonía” porque representaba el precio pagado por servicios espirituales. Este tipo de críticas se transformó en el motivo central desde el cual los frailes eran criticados y caricaturizados – y más de una vez perseguidos por las calles.

    La predicación, que en los inicios era más bien inculta y poco elaborada, ahora, con las exigencias de los tiempos, tiene que ser más culta y preparada. Francisco continua siendo el punto fundamenta para cada fraile pero no es el paradigma para organizar la vida colectiva, dado que la familia franciscana está inserida en nuevas realidades y ha crecido en un número tal de miembros que requiere una estructuación disciplinar y jurídica diversa.

    6.6) En la óptica de su teología de la historia Buenaventura sostiene que la Orden, nacida y estructurada en relación a Francisco y bajo su impulso y carisma, esté grávida de una lógica intrínseca que no se agota o se identifica totalmente con la lógica de Francisco. La lógica de los inicios no siempre es idéntica con la lógica de la evolución sucesiva. Lo que se mantiene es siempre la inspiración y el orientamiento básico. Así como la iglesia comenzó con pescadores y gente ruda y evolucionó integrando doctores; así como la iglesia un tiempo fue semilla y después creció y se hizo planta, pues bien, así la familia franciscana, pasó de una Orden religiosa humilde y simple a ser una familia compuesta de hombres humildes y doctos, preparados, ámbas cosas bajo el impulso del Espíritu. Las obras de Dios si son tales no se corrompen. Cambian en sus formas pero no por eso pierden la substancia.

    A modo de conclusión

    Buenaventura fue un hombre no sólo preparado, un estudioso, sino que fue también un hombre atento a los signos del tiempo y esta su atención le hizo tomar consciencia de los difíciles problemas que atravesaba la familia franciscana. Intervino con su inteligencia y autoridad, con su sabiduría y su vida santa, dando una reinterpretación de la vida de Francisco y buscó en todos modos de armonizar las situaciones difíciles, intentó coser y sanar las laceraciones de su familia, y para eso fue más allá de los orígenes de la Orden.

    Su potente estructura doctrinal y sus conocimientos filosóficos y teológicos dejaron un signo relevante en su actividad legislativa y en su teología de la historia que es renovadora y abierta pero no apocalíptica, que es elaborada, vigorosa, pensada y no ingenua o emotiva. Su teología de la historia – de la cual se ha ocupado en forma sistemática y profunda el papa Benedicto XVI mucho antes de su elección (y no sólo en estos últimos tiempos) – es atenta al vigor regenerador de la lógica divina y a su vez a la incidencia tortuosa y dramática de la aventura humana, aventura que en su permanente ambiguedad hay que guiar sin por eso mortificar ni suprimir.

    ¿Una Iglesia de Laicos? Por José Ma Castillo

    Con frecuencia se habla de la crisis del clero: cada día hay menos sacerdotes, y los que van quedando, envejecen, se enferman….; además, las vocaciones descienden más y más. Otro tanto hay que decir de los religiosos y religiosas, de forma que las órdenes y congregaciones religiosas se van reduciendo y muchas de ellas están abocadas a desaparecer. Por otra parte, es comprensible que, en una situación de crisis como la actual, los clérigos que van quedando, resulta inevitable que, de día en día, se sientan menos motivados, con menos inciativas y con menos fuerzas. Es ley de vida.

    Pero, tal como están las cosas en la Iglesia, más que de crisis del clero, tendríamos que hablar de fracaso del clero. Porque el problema más serio no está en el “futuro del clero”, sino en el “pasado de clero”. Digo que el problema más serio está en el pasado del clero porque, en este momento, los países en los que secularmente ha habido más vocaciones, más sacerdotes, más religiosos/as, son ahora precisamente los países en los que la crisis del cristianismo es más profunda. Mientras que los países que, durante siglos, tenían que mantenerse gracias a los misioneros/as que, iban de los países de más larga tradición cristiana, son en este momento los países que tienen diócesis, parroquias y comunidades cristianas con más esperanzadora vitalidad. Por eso abundan las personas que están persuadidas de que el futuro del cristianismo está en los países que, hasta hace dos o tres décadas, eran los llamados “países de misión”. Es decir, los países que necesitaban importar clero de Europa y de Estados Unidos.

    Dando un paso más, creo que hay datos suficientes para pensar que la raíz de este problema no está en la “falta de generosidad” de los jóvenes. Si este asunto se piensa despacio, pronto se da uno cuenta de que la raíz de la crisis está en que el clero es una institución inadaptada. Y que, además, no es fácil que se pueda adaptar a la cultura y a la sociedad en que vivimos. Si pensamos en la formación intelectual, que reciben los clérigos, y en la espiritualidad que tienen que asumir, pronto se comprende que, ni la mentalidad de los hombres de Iglesia, ni los compromisos que tienen que vivir, los capacitan para poder ser un colectivo de personas que tengan una posibilidad (real y concreta) para influir en la gran mayoría de la gente. El clero es, y será, una institución cada día más marginal en la sociedad del presente y del futuro. Los contenidos básicos de la teología de la Iglesia, tal como eso se sigue enseñando obligatoriamente en los seminarios, interesan cada día menos a la gran mayoría de la población que todavía se relaciona con las parroquias y conventos. Por otra parte, a los clérigos se les obliga a contraer unos compromisos (obediencia al obispo, celibato, votos de castidad, pobreza y obediencia) que, sin que sean plenamente conscientes los mismos clérigos, el hecho es que esa forma de pensar y esa forma de vivir les aleja del común de los mortales. De ahí que las ideas y el lenguaje de la Iglesia están cada día más ausentes de los problemas que vive la gente. Y de ahí también que por algo será que la forma clerical de vivir, si es asumida ahora por algunos jóvenes, resulta que se trata de jóvenes que, sin saber exactamente por qué, pero el hecho es que se trata de hombres que son más integristas, conservadores y hasta más fundamentalistas que los clérigos de edad.

    Por supuesto, que en todo esto hay excepciones y sería una falsedad y una injusticia generalizar y aplicar a todos los cléricos (jóvenes y mayores) este modelo de clérigo del que aquí estoy hablando. Eso no se puede hacer. Y no se puede hacer porque son muchos los hombres y mujeres que están dando lo mejor de sí mismos para que este mundo sea más habitable. Pero nadie me puede negar que, al decir estas cosas, estoy retratando una situación que es bastante real.

    Pues bien, con todos los matices que haya que ponerle a lo que digo aquí, una cosa me parece evidente: o pronto se produce un cambio milagroso, o podemos decir que la institución clerical ha enfilado el camino de su desaparición. Pero, ¡atención!, la Iglesia no es el clero. La Iglesia seguirá adelante. Pero será una Iglesia de laicos. Una Iglesia, por tanto, en la que los laicos asuman sus responsabilidades y vean como suya esta Iglesia que tiene su origen en un laico, Jesús. Y que nació, no como un clero dirigente de laicos, sino como un pueblo, una comunidad de comunidades en las que todos se veían como hermanos. Y todos corresponsables de anunciar y de vivir el mensaje de Jesucristo. Las formas concretas de organización y de gestión de esta “Iglesia de laicos” no estaban claras cuando nació la Iglesia. Tampoco lo están hoy. Pero, si en sus orígenes salió adelante, también saldrá ahora y en el futuro: a corto, medio y largo plazo.

    Fuente: Teología sin censura