Raíces de Esperanza. En el día de la madre y de las madres. Por Guillermo “Quito” Mariani

 

 

No hace falta decirle cosas bellas

si la tenemos cerca,

porque es flor que perfuma

sin pretensión ninguna,

sin riego ni cuidados

con el clima espontáneo del regalo.

 

Por eso, ni advertimos su presencia,

en tiempos de niñez o adolescencia.

 

Solamente después, cuando la vida,

busca hacer cicatrices las heridas

añoramos su fuerza protectora

y admiramos  su entrega generosa.

Cuando al sentirnos lejos,

por geografía o tiempo

su figura se agranda en el recuerdo.

y el acierto corona sus consejos.

 

Y entonces, cuando el niño, adentro se despierta

descubre en nuestras almas al poeta

y anhelamos decir agradecidos,

lo que antes no dijimos:

 

Que el íntegro caudal de las ternuras

que tornan la existencia menos dura

brotó del corazón que en sus latidos

acompasó los nuestros con su ritmo.

Que en su limpia alegría

se iniciaron también nuestras sonrisas.

Que ella forjó las rejas del primer egoísmo defensivo

 

con su amor, de perdones mil veces repetidos.

Que su cariño henchido de firmeza

impulsó nuestros pasos y nuestra fortaleza.

 

Y el himno continúa,

si el corazón explora sus honduras.

Y cada vez hay nuevas resonancias

desde un arpa con cuerdas de alabanza.

 

Como en los meses de la “dulce espera”

crecíamos envueltos y amparados por ella    También hoy, que gestamos una sociedad nueva

ha de ser su presencia

la que engendra y alienta.

 

La angustia de las madres, es angustia de todos.

y el crecer, si es genuino, es luz para sus rostros.

 

No tendremos mañana de ternuras

si hoy cubrimos las fuentes  con barro de amarguras.

No habrá en nuestros jardines nuevas flores

si las regamos sólo con rencores.

No sonarán gozosos los himnos de la vida

siendo el odio y la muerte consignas repetidas.

 

Que simbolice un niño en este día

con flor de ingenuidad agradecida

con besos y caricias su homenaje para una joven madre.

 

Y nosotros, mayores

pongamos también flores

en las manos gastadas por el tiempo

o en las lápidas tibias de recuerdos-

 

Pero, a la vez,, dejemos la promesa..

con madura firmeza

de añadir nuestro grito a sus clamores

sin admitir que su dolor se ignore.

 

Ellas son las raíces de esperanza

de un mañana sin odios ni venganzas

Sus vidas, todas juntas, son luceros

que anuncian y preparan soles nuevos.