Comunicado de Grupo de Curas Casados con motivo de la censura al P. Nicolas Alessio

SOLO EN LA CARIDAD ES POSIBLE LA DIVERSIDAD

El arzobispo de Córdoba, Mons. Carlos José Ñáñez, inició juicio canónico al Pbro. José Nicolás Alessio, quien efectuó, y continúa efectuando declaraciones públicas en diversos medios de comunicación a favor del mal llamado “matrimonio” entre personas del mismo sexo. Como medida cautelar, el arzobispo le prohibió el ejercicio público del ministerio sacerdotal, lo que significa que no podrá celebrar públicamente la santa misa ni administrar los sacramentos de la Iglesia, y, por tanto, ejercer como párroco

No se puede traicionar la conciencias negando lo que con toda libertad y responsabilidad hemos afirmado a favor del matrimonio homosexual y más allá del tema puntual en cuestión, que se puede y debe seguir debatiendo, de ninguna manera se puede aceptar el intento de silenciar o censurar la libertad de expresión, la libertad de opinión, la libertad de pensar de acuerdo a las propias convicciones. No aceptamos un discurso único que debe ser acatado por todos. Nos parece una exageración la prohibición al Padre Nicolas Alessio de ejercer el ministerio sacerdotal por pensar diferente a la jerarquía eclesial. Ni siquiera al Padre Grassi, a Mons. Storni, condenados por abusos sexual ni al ex capellán policial Christian Von Wernich condenado por delitos de lesa humanidad se les ha prohibido celebrar los sacramentos. No podemos seguir censurando y expulsando a lo diverso y plural que emergen en nuestras Iglesias. La estructura canónica y eclesiológica,  monárquica y verticalita que sostiene la Iglesia anula toda posibilidad de comprensión y aceptación de la diversidad. Dios se revela sin agotarse en la diversidad de pensamientos, de culturas, de personas. El misterio y la riqueza de la diversidad será siempre un conflicto para todo intento hegemónico por uniformar, que no es mas que la unidad mal entendida. La Iglesia hoy más que nunca debe caminar hacia el diálogo, la colegialidad para asumir con respeto, seriamente los desafíos de las sociedades de hoy. Lo primero en la iglesia debe ser la caridad porque solo en este espíritu es posible la diversidad. La iglesia debe dejar el miedo a perder poder. La Autoridad está en la humildad para buscar la verdad con los hombres  y en el servicio, no en la imposición sin más de una Doctrina Moral estática, basada en una concepción antropológica inadecuada para nuestro tiempo.

Grupo de curas casados

El poder natural. Por Washington Uranga

Las disputas planteadas en torno de la posibilidad de aprobación legislativa del casamiento para personas del mismo sexo pone al descubierto luchas de poder, resistencias y posiciones que estuvieron veladas en otras discusiones. Podría decirse que en este tema también aparece una realidad de la Argentina actual, permanentemente atravesada por las opciones a todo o nada, con un ribete maniqueísta que en la mayor parte de las ocasiones impide pensar.

Es sumamente paradójica la posición de la mayoría de los obispos católicos, acostumbrados a pronunciar homilías a favor del diálogo, la búsqueda de consensos y la tolerancia. En este caso ninguna de esas palabras alcanzó verdadero significado en las acciones que protagonizan y las que están impulsando, mucho más cercanas a la “guerra”, así sea de Dios, y a las cruzadas contra el mal, entendiendo por este último todo aquello que se oponga a sus certezas.

Es entendible que los obispos argumenten a favor de sus propias convicciones. No es aceptable que pretendan imponer al conjunto de la sociedad normas y criterios que ni siquiera pueden hacer cumplir dentro la propia institución eclesiástica. Salvo, claro está, que estén defendiendo en realidad una cuota de poder –real y simbólico– que ellos creen tener y que todavía les reconocen algunos sectores y actores de la sociedad argentina.

Los argumentos que pueden ser aceptables dentro del marco institucional católico carecen de validez para la sociedad actual. Fueron válidos en otro momento histórico, porque entonces la doctrina y los principios católicos estaban engarzados en mecanismos político culturales que los constituían en verdaderos y aceptables para la sociedad de ese tiempo. Lo “católico” era asumido como consenso social, incluso para los que no profesaban el catolicismo. Ya no sucede. No hay motivo para imponer al conjunto ciudadano valores que no le son propios.

Los obispos creen que si la sociedad se ordena sobre la base de criterios “católicos” ellos conservan poder. Y entre quienes se alinean detrás de las sotanas están los que ven todavía en la jerarquía eclesiástica una fuente de resistencia conservadora que expresa con más poder simbólico sus propias miradas, o bien quienes oportunistamente se suman a todas las campañas que se opongan a los cambios. Si es contra el oficialismo, mejor.

Como bien lo cuestionaba días pasados un lúcido documento de un grupo de curas católicos de varias diócesis que se distinguieron de las opiniones de sus jerarcas, es poco defendible el argumento de lo “natural” para oponerse al casamiento de las personas del mismo sexo. Lo “natural”, precisemos, no tiene que ver precisamente con la naturaleza, sino con la cultura y con el poder. Así hoy puede ser “natural” lo que ayer no lo era y a la inversa. Porque en realidad ese tipo de “naturaleza” que se pretende esgrimir está otra vez íntimamente vinculada con valores culturales, con el poder que en determinado momento tienen quienes lo impulsan y con el ámbito de aplicación. De esta manera puede considerarse “natural” el celibato obligatorio para los ministros dentro de la Iglesia Católica porque existen allí cuadros de valores y dispositivos de poder que así lo justifican. En el mismo sentido podría decirse que es “natural” en ese marco institucional que, a pesar de que se sostiene la igualdad entre el varón y la mujer dentro de la Iglesia Católica, sólo los varones pueden acceder al ministerio consagrado. En otro tiempo se afirmaba que la esclavitud era “natural”. Ya no lo es gracias a Dios y a los hombres que lucharon para abolirla.

A sabiendas algunos obispos están embarcados en esta cruzada porque aspiran a reunir detrás de sí a las miradas más conservadoras de la sociedad. No sólo de los católicos. También las de otros credos, como ha quedado en evidencia. No se trata de una cuestión de fe, sino de una mirada sobre el mundo, sobre la manera de entender la sociedad. Los cristianos evangélicos están hoy atravesados por el mismo debate. Los fundamentalismos afloran en todos lados, se unen, se acompañan y se solidarizan entre sí. El cambio aparece como el enemigo común contra el que hay que luchar.

Entre los costos que los obispos embarcados en esta campaña seguramente deberán pagar está el aumento de su pérdida de credibilidad social. La misma que abonaron con las complicidades, los silencios o la falta de compromiso ante tantas violaciones a los derechos humanos, con las actitudes timoratas o directamente cómplices frente a los delitos de Grassi o de Von Wernich y la multiplicación de los casos de pedofilia dentro de sus filas.

Es cierto también que todo esto sirve además para alentar el anticlericalismo ciego de otros. Una actitud, que aunque se ubique en las antípodas ideológicas, es tan sectaria e incapaz de admitir la diversidad como la que esgrimen los obispos a los que critican.

Vale preguntarse por las enseñanzas. Por lo menos se pueden señalar algunas. La primera: ya no es posible hablar de “la” Iglesia. Como ha quedado demostrado a través de muchas manifestaciones de católicos que no suscriben la opinión de sus obispos, la Iglesia Católica en la Argentina está lejos de ser un todo homogéneo. Y, al mismo tiempo, se puede decir que la fe católica no se corresponde, de manera automática, con la institucionalidad católica. Hay católicos y católicas que insisten en serlo más allá de su propia jerarquía.

Y por encima de todo, lo que queda de manifiesto es que como sociedad democrática todavía nos falta mucho para caminar hasta alcanzar un grado de madurez que nos permita admitir la diversidad, discutir en la diferencia y, como resultado de ello, crecer todos y todas, encontrando alternativas superadoras. Nuestros mal titulados diálogos siguen siendo simulacros porque carecen de verdadera vocación para dejarse enriquecer por las miradas diferentes.

Fuente: Página 12.

¿A qué llama ‘familia’ la Iglesia?. Por Jorge Jinkis

Hay una suposición: que existen expertos, especialistas científicos, de la psicología, de la biología, de la genética, de la jurisprudencia, que son llamados a decir sus ocurrencias con los vestidos de la ciencia. Cierta ingenuidad y también un poco de impostura alientan esta especie de bullicio democrático que la pobreza y mediocridad teológica que domina en nuestro medio confunde con un aquelarre.

No voy a apelar a documentos etnográficos ni recordar las múltiples estructuras de parentesco que existían y que persisten para subrayar el carácter social e histórico de algunas instituciones de las culturas, entre ellas el llamado matrimonio. Esta idea romana que adquirió un estatuto jurídico en nuestro Occidente, facilitaba que una mujer pasara de la tutela, protección o servidumbre respecto de su padre a la obediencia a un marido que garantizaba el carácter “legítimo” de sus hijos. Hay todavía huellas de este modo de dominación, pero también es cierto que existen muchas otras formas de convivencia social, también familiares, que no se reducen al matrimonio y están hoy reconocidas por el derecho.

No es imprescindible el matrimonio para “conyugarse”, para establecer un “enlace” o para “contraerlo”, como ocurre a veces con un resfrío. Hay innumerables palabras que hablan de aquellas huellas a las que hemos aludido. Por lo demás, el “matrimonio entre personas del mismo sexo” es una denominación poco feliz. En primer lugar porque suele ocurrir que cada una de las personas tiene el suyo y obligarlas a compartir “el mismo” me parece una extralimitación abusiva. Se agrega a ello que cualquier ojeada histórica sobre el matrimonio entre personas –como se decía hasta hace poco– de “sexo opuesto” deja ver que se trata de uno de los escenarios preferidos de la famosa disputa o guerra entre los sexos, gente extraña que muchas veces se encapricha, precisamente, en compartir el mismo sexo.

Es fácil advertir que no soy un fanático del matrimonio, del matrimonio a secas, aunque esa falta de humedad atenta contra institución tan respetable. Y como en nuestro país existe un casamiento civil, tampoco me parece conveniente instalar alguna instancia jurídica que supervise la fe, la buena fe como condición de un casamiento religioso, cualquiera sea la religión. Eso se conoce con el nombre de separación del Estado y la Iglesia.

La cuestión que se discute puede pasar desapercibida entre tanto ruido. No se trata de saber si hay formas psicopatológicas de la sexualidad, como de la injerencia de las autoridades de la Iglesia Católica argentina, que pretende legislar sobre nuestros amores y goces sexuales. Tiene todo el derecho a sostener su posición sobre esos asuntos y tratar de incidir sobre su grey; ningún derecho sobre esa pretensión.

Es difícil hablar de esto sin historiar las complejísimas relaciones que existieron entre la Iglesia y los gobiernos de Perón, en algún momento idílicas, en otros ásperas y hasta incandescentes. No hay lugar aquí para recordar esos antecedentes. Pero hay que decir que en aquellos tiempos la Iglesia acentuó su milenaria tendencia (que se remonta a los años 300) a recostarse en el Estado, en el poder secular, perdiendo confianza en su influencia espiritual para alcanzar sus fines. También es cierto que en nuestro país esto lleva el sello de estilo de la Iglesia española, que colocó la tarea de evangelización bajo el paraguas de lo que era el imperio nacional.

En febrero de 1929, Mussolini, por Italia, y el cardenal Gasbarri, en representación de Pío XI, firmaron un tratado político y un acuerdo económico por el cual quedó establecido el Estado soberano de la Ciudad del Vaticano. Más pequeño que la República de San Marino, pero con más predicamento, fue reconocido por la legislación internacional y mantiene relaciones diplomáticas con otras naciones. El jefe de ese Estado es el Sumo Pontífice, quien reúne en su persona funciones ejecutivas, legislativas y judiciales. Algo más efectivo que un mero DNU, lo que ahorra varios inconvenientes. Para ocupar ese cargo no se requiere haber nacido en ningún lugar específico: todos los cardenales que tienen residencia en el Vaticano tienen nacionalidad vaticana sin perder la de origen. Por dar un ejemplo, si Francisco de Narváez tuviera la vocación y aptitud adecuada, no encontraría en su nacionalidad un obstáculo para su candidatura. Se trata de un Estado propiamente dicho, que acuña su moneda, que dispone de sus servicios económicos, sanitarios, educativos, y como se le reconoce una misión espiritual, sus dignatarios intervienen en la política de otros Estados sin las trabas que encuentran o la prudencia que se espera de los diplomáticos de otros países. Gozan de una inmunidad ecuménica de límites insondables, como fue el caso, por dar otro ejemplo, del obispo castrense monseñor Baseotto, quien proponía medidas apocalípticas para proteger la salud pública.

Hace ya siete años circula en lengua italiana un Lexicón de la Iglesia Católica, que define a la homosexualidad como un “problema psíquico”, “contrario al vínculo social”. Fidelísima con la doctrina de Estado de la Santa Sede, la Conferencia Episcopal Argentina emitió en abril de este año un documento que declara: “La unión de personas del mismo sexo carece de los elementos biológicos y antropológicos propios del matrimonio y de la familia”.

Es difícil (pero ocurre) que un psicoanalista se haga el sordo a estas afirmaciones presentadas como consideraciones espirituales sobre instituciones sociales e históricas. Cuando los psicoanalistas escuchamos a sacerdotes homosexuales, no nos encontramos con una circunstancia clínica que no sea política. Resulta que llegan a la consulta por su condición de sacerdotes y no por su homosexualidad, convencidos de que la Iglesia no tiene la menor idea de cuáles son “los elementos biológicos y antropológicos propios de la familia”. Es cierto, como dice Juan B. Ritvo (Página/12, 3 de junio de 2010), que el inconsciente se presta poco a las discusiones parlamentarias, “a lo mejor porque conmueve las bases mismas de la sociedad civil en el particular ligamen del erotismo con la muerte”. Estoy de acuerdo, y ese plano no es ajeno a la política, así como la política no se reduce a las discusiones parlamentarias. Como el inconsciente, ella entra cada tanto a los consultorios de los psicoanalistas.

El cardenal Jorge Bergoglio no dejó pasar la oportunidad del Tedeum del Bicentenario para rechazar el matrimonio entre personas homosexuales durante su homilía. Y ya antes, el Arzobispado había declarado que: “Dado que el Poder Ejecutivo de la Ciudad de Buenos Aires es el garante de la legalidad en la ciudad, el jefe de Gobierno, a través del Ministerio Público, tiene la obligación de apelar el fallo”. Esta intervención de un argentino, y que es legítima para cualquier argentino sea o no jesuita, resultaría inadmisible para cualquiera que tuviese una investidura concedida por otro Estado, aunque fuera nativo de estas tierras y tuviera motivos espirituales análogos.

Pero, ¿a qué cosa llama “familia” la Iglesia? ¿Qué entiende por “matrimonio”? ¿Recordará que Israel fue la Esposa de Dios (antes de que se prostituyera)? ¿Tiene en cuenta que ella es “Esposa” de Cristo aunque Jesucristo tiene miles de “Esposas”? ¿Por qué llama “hermanos” y “hermanas” a personas que no están unidas por ningún lazo jurídico o de sangre? ¿No hay en la Iglesia “Padres”, “Madres”, “Hijos”? ¿Tendríamos que pedirles que concurran a los tribunales terrenales a legitimar esos títulos? Me disculpo, pero la pregunta me resulta irresistible: ¿no faltan abuelos y nietos? ¿O todo esto es un modo de hablar sin consecuencias? No lo creo.

Todo es más pobre. La Iglesia acepta más o menos llamar “familia” a la unidad de consumo burguesa compuesta por mamá y papá casados con hijos concebidos (no sólo pensados) dentro de un matrimonio consagrado (y extiende su benevolencia a formas cercanas). El problema es que quiere hacer pasar esta forma de la familia como la forma “natural”, base de la estructura social (también natural) y condición de la reproducción de la especie (aunque la especie se las arreglaba bastante bien antes de la existencia de la Iglesia).

El problema lo enunciamos al comienzo. Que una forma histórica (de cualquier institución) sea presentada como natural de la especie humana es plantear una exigencia de uniformar, de homogeneizar, de universalizar, una especie de “globalización” avant la lettre. Y para ello, ¿qué mejor recurso que apelar a una legislación que imponga o prohíba? Es por eso, entre otras razones –pero ésta es una razón un poco descuidada–, que las jerarquías eclesiásticas de la Iglesia Católica Argentina se han adaptado mejor al orden que impusieron los gobiernos dictatoriales en nuestro país que a los desórdenes democráticos.

Debe ser penoso para los cristianos convencidos que una de sus iglesias crea que la ley perfecciona al creyente mejor que la gracia.

Jorge Jinkis: Psicoanalista. Director de la revista Conjetural. Autor del libro Indagaciones, de reciente aparición (ed. Edhasa).

Fuente: Página 12

Declaración del Grupo Evangélico de Teología y Género sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo

Como evangélicas y evangélicos manifestamos nuestro decidido apoyo al proyecto de ley aprobado por la Cámara de Diputados de la Nación para reformar el Código Civil habilitando a todas las parejas a acceder al derecho al matrimonio, independientemente del sexo de los contrayentes.

Nuestra fe en Jesucristo nos llama a promover comunidades inclusivas, que celebren la diversidad, y a apoyar aquellos cambios normativos que apunten a proteger a las personas, parejas y familias que sufren discriminación social y desigualdad jurídica. Gays, lesbianas y trans ya conforman parejas y familias, que continuarán existiendo, pero desprotegidas de no ser reconocidas legalmente. Esto supone una situación de vulnerabilidad e incertidumbre para hijos e hijas, agravadas en caso de separación, enfermedad y/o muerte de uno de los cónyuges. Nadie puede invocar hablar en nombre de los niños y niñas y, simultáneamente, condenar a una ciudadanía de segunda a los hijos e hijas de estas familias.

Celebramos que cada vez más instituciones religiosas apoyen esta iniciativa,  pidiendo perdón por lo que han contribuido a provocar dolor en personas  homosexuales y reivindicando un Dios amoroso que ve con buenos ojos los  vínculos construidos desde el amor y el respeto mutuo. Asimismo, creemos que  las leyes de un Estado democrático deben equiparar los derechos para todas y  todos los habitantes del país, independientemente de las creencias religiosas  individuales y del peso corporativo de ciertas instituciones religiosas no  democráticas en su constitución. En este sentido, rechazamos como creyentes  cristianos toda campaña secular o religiosa que refuerce actitudes discriminatorias, y más aún, aquellas que manipulan a niños y jóvenes haciéndolos participar en actividades políticas cuyos alcances no pueden discernir.

Porque la base de nuestra fe es un Dios que envió a su hijo para darnos vida plena a todas y todos, y el reconocimiento legal, con plenos derechos de estas parejas y familias, es condición fundamental para esa plenitud.

Creemos que Jesús nos pide amar al prójimo. Él mismo nos mostró con su vida que el amor no hace distinción de persona. Por lo tanto, creemos que toda acción y toda ley que promueva la posibilidad de amor sincero serán una búsqueda de cada cristiano y cada cristiana.

Grupo Evangélico de Teología y Género de la Parroquia Evangélica Emanuel

Juan A. García 2048, Villa Mitre, Ciudad Autónoma de Buenos Aires

7 de Julio de 2010

Fuente: RIMA

El que calla, otorga. Carta abierta a lxs ministrxs religiosxs que defienden la diversidad y el Estado laico

Córdoba, martes 6 de julio de 2010

Carta abierta a lxs ministrxs religiosxs que defienden la diversidad y el Estado laico

El que calla, otorga.

Se viven en nuestro país momentos muy tensos en torno al debate por la modificación del (decimonónico) Código Civil para ampliar la figura del matrimonio a parejas formadas por dos personas del mismo sexo. Esta reivindicación, que forma parte de un conjunto más amplio de banderas por las que miles de personas vienen luchando con valentía desde hace décadas, alcanzó estado público en los últimos meses a raíz de su tratamiento y posterior aprobación en la Cámara de Diputados de la Nación.

Desde entonces se han multiplicado los debates, las manifestaciones a favor y en contra y las apariciones del tema en los medios masivos de comunicación, abriendo la puerta a la visibilidad –tan inesperada como repentina- de quienes formamos parte del colectivo de la diversidad sexual. Esto ha dado lugar, en no pocas ocasiones, a situaciones de dolor, ultraje y agravios múltiples hacia gays, lesbianas, bisexuales y personas trans, de parte de gente que se ha sentido autorizada a opinar sobre nuestras vidas, nuestra decencia y nuestra calidad humana.

Resalta, en los últimos ocho meses, la acérrima oposición a la igualdad de derechos por parte de la jerarquía católica y grupos evangelistas y pentecostales nucleados en la Asociación Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (ACIERA) y la Federación Confraternidad Evangélica Pentecostal (FECEP), estas últimas trabajando codo a codo con la mediática “diputada evangélica” Cynthia Hotton. Estas tres fuerzas han promovido recursos inconstitucionales de nulidad contra los matrimonios autorizados por juezas y jueces en respuesta a recursos de amparo, han organizado marchas y recolección de firmas contra la ley en nombre de una idea monolítica, esencialista y excluyente de “La Familia”, han operado a través de la senadora Liliana Negre de Alonso –perteneciente al Opus Dei- para filtrar y censurar las listas de oradorxs en las audiencias “públicas” del Senado en distintas provincias y fundamentalmente, han sostenido un discurso condenatorio y una serie de prácticas discriminatorias en nombre de Dios.

Esta ofensiva fundamentalista se ha profundizado en los últimos días, por sólo citar dos ejemplos, con la obscena utilización de niñas y niños que asisten a colegios católicos para forzar a sus padres y madres a firmar contra la ley, y con la distribución en la vía pública de material escrito que, tomando pasajes bíblicos de manera descontextualizada, condena toda expresión no heterosexual como “aberrante”.

Algunos ejemplos de pronunciamientos estigmatizantes y agresivos desde el ámbito religioso han sido los siguientes:

  • “El matrimonio homosexual destruye a la familia argentina” Guillermo Cartasso, asesor legislativo de la Conferencia Episcopal Argentina.
  • “[la legalización de las uniones entre personas del mismo sexo] atenta contra el fundamento biológico de la diferencia entre los sexos” Joseph Ratzinger.
  • “Existe una relación entre la homosexualidad y la pedofilia” Tarcisio Bertone, Secretario de Estado del Vaticano.
  • “El matrimonio gay busca destruir a la familia” Héctor Aguer, arzobispo de La Plata.
  • “En el judaísmo está muy claro (…) que no hay lugar para el matrimonio homosexual y que de acuerdo al judaísmo es una situación que puede ser superada trabajándola profesionalmente” Tzvi Grunblatt, rabino director de Jabad Lubavitch Argentina.
  • “Es una ley que quiere destruir la familia. Argentina es un país sano. A un enfermo no hay que darle derechos (…) es una enfermedad, no es normal, hay que curarla (…) Para eso se creó un hombre y una mujer, para multiplicarse. Por cosas como estas hoy existen los terremotos en el mundo” Rabino ortodoxo Samuel Levin.
  • “[las uniones entre personas del mismo sexo son] treinta veces más violentas que el matrimonio entre personas heterosexuales (…) padecen de más ansiedad, tienen más tendencia al suicidio, y consumen con más frecuencia estupefacientes”. Antonio Marino, obispo auxiliar de La Plata
  • “la homosexualidad es una desviación sexual. Comprobado está que el mayor porcentaje de quienes adoptan este estilo de vida tiene que ver con traumas infantiles y de la adolescencia. Estos traumas están ligados a violaciones, abusos, manoseos o malas experiencias sexuales (…) la adopción de niños y otras demandas efectuadas por personas gay, van en detrimento de la fe cristiana”, Miguel Gómez, pastor evangélico iglesia La Misión, Villa Allende, Córdoba.

En un contexto en que la intolerancia y el odio hacia nuestro colectivo siguen siendo fuertes, las expresiones condenatorias de este tipo deben ser repudiadas con la mayor firmeza por las y los creyentes de buena fe. A cuatro meses del asesinato de Natalia Gaitán, fusilada por el padrastro de su novia por ser lesbiana, está de más probado que el prejuicio social lleva a la violencia y la muerte, por más que no sea un hombre de sotana quien aprieta el gatillo.

Del otro lado de la vereda, destacan las declaraciones y el compromiso del cura Nicolás Alessio (grupo de sacerdotes Angelelli, Córdoba), el pastor Alan Elrid (Iglesia Evangélica Luterana Unida–IELU), el pastor Federico Schäfer (Iglesia Evangélica del Río de la Plata–IERP), el obispo Frank de Nully Brown (Iglesia Evangélica Metodista Argentina–IEMA), el pastor Andrés Albertsen (Iglesia Evangélica Luterana de Dinamarca), entre otras personas. Sin embargo, no sólo estas expresiones han sido silenciadas y censuradas por intereses corporativos oscuros, sino que muchas personas de bien del ámbito religioso se han abstenido de dar testimonio.

Como personas de fe, nos duele profundamente el silencio que muchas y muchos pastorxs, rabinxs, ministrxs en general y autoridades de las comunidades de fe presentes en Argentina han mantenido sobre los derechos de las personas LGBT y las embestidas fundamentalistas en su contra.

Este tiempo constituye una oportunidad histórica para dar testimonio de lo que es justo. Por eso, a una semana de debatirse en el Senado la alternativa entre la igualdad ante la ley y la ratificación del segregacionismo (al mejor estilo de la Sudáfrica racista), en un contexto de debate enrarecido por las apelaciones torcidas y odiosas a lo religioso de las que hemos dado cuenta en párrafos previos, convocamos a todas las personas de fe, y en especial a las y lxs ministrxs religiosxs, a condenar explícitamente las expresiones de odio que nos estigmatizan y matan cada día, y a manifestarse públicamente a favor de la modificación igualitaria de ley de matrimonio civil. Porque, tal como lo dijo antes Desmond Tutu precisamente en referencia al apartheid, “si permaneces neutral en situaciones de injusticia has elegido el lado del opresor”.

Quedamos a la entera disposición de todas las personas que de buena fe quieran trabajar en sus comunidades los temas vinculados a fe y diversidad, con la convicción plena de que el amor de Dios es primero y para todxs.

Un abrazo fraterno,

Jonathan Hauber

Coordinación de Diversidad Religiosa

Devenir Diverse Córdoba

devenir.diverse@gmail.com

Respeto y dignidad. Por Carlos Valle

La sexualidad humana, expresión vital de la persona, está íntimamente vinculada con lo afectivo, lo placentero y con las relaciones interpersonales. Su comprensión está modelada por todos los procesos de cambio cultural, social, religioso y científico. Su historia, que ha mostrado cambios drásticos en los últimos tiempos, está marcada por intransigencias, discriminaciones y contradicciones.

Desde que el emperador Constantino en el siglo IV adoptó el cristianismo como religión oficial, la llamada “cultura de la cristiandad” ha marcado la historia de Occidente. La concepción de una sociedad organizada por una particular y cerrada visión religiosa se prolongó por muchos siglos pero, poco a poco, se fue desmantelando por los reiterados cuestionamientos que fueron abriendo paso al desarrollo de la libertad religiosa, la tolerancia, a nuevas comprensiones del mundo y de la vida. Este proceso dio lugar a un creciente escepticismo religioso.

Esa religiosidad cristiana ha impuesto sobre la sociedad una férrea marca de control sobre la sexualidad humana. La limitación de la relación sexual en el matrimonio a la procreación, el desprecio del placer en las relaciones sexuales y el rechazo a toda manifestación de diversidad sexual fueron algunos de los postulados con los que se impuso y ejerció poder y dominación sobre la intimidad de las personas.

Hoy sabemos que ya no es posible imponer una comprensión única de la vida y de la sociedad. Las culturas y las religiones están seriamente afectadas por los cambios experimentados en el mundo y, en ese contexto, se ha relativizado su autoridad. Las verdades absolutas han dejado su lugar a posturas más modestas y tolerantes. Los desafíos de esta nueva era ponen de manifiesto que vivimos en una sociedad cada vez más pluralista en términos sociales, culturales, religiosos y étnicos.

La fe religiosa no puede imponerse. La gente recibe, selecciona e interpreta desde su propia óptica social y cultural, y sospecha cada vez más de las imposiciones autoritarias y dogmáticas.

La tendencia de varias confesiones religiosas sobre la homosexualidad ha sido la de estimar su posición como la única válida. En ese sentido, el uso tradicional que se ha hecho de la Biblia como fuente de autoridad indiscutida ha tendido a abusar de los breves textos que hacen referencia a la conducta homosexual aunque, en realidad, la Biblia no aborda la problemática de la homosexualidad como tal. Por otra parte, en la Biblia no se señala que Jesús haya hecho alusión alguna al tema, por el contrario, sí hay alusiones directas al tema de la infidelidad. La centralidad del respeto y la dignidad de todos los seres humanos están en el corazón de la fe cristiana. Una fe que se basa en el amor de Dios para todos los seres humanos sin distingos, que llama a amar a los demás seres humanos como a uno mismo. De esa manera, erradica la discriminación y la exclusión.

El concepto de matrimonio es una construcción social. Varía según la sociedad a la que nos referimos. En algunas, por ejemplo, se reconocen matrimonios monogámicos y, en otras, poligámicos. La base del matrimonio muda considerablemente según la sociedad de la que se trate, ya sea acentuando el amor romántico o el matrimonio por arreglo entre familias. En algunos lugares del mundo se prohibió el casamiento entre blancos y negros o entre blancos y asiáticos. Los derechos de las mujeres fueron cambiando hasta obtener igualdad legal. El divorcio vincular ha sido aceptado alrededor del mundo.

Algunas confesiones religiosas sostienen que el matrimonio es una institución sagrada que impone ciertas reglas a los contrayentes. En general, ceremonias o contratos matrimoniales –religiosos o no– involucran una serie de deberes y derechos, tales como el cuidado y la protección.

Sin embargo, el matrimonio religioso, no importa el carácter que se le otorgue, no tiene el mismo significado que el civil. El civil es un contrato social con repercusiones de variado tipo, pero sin consecuencias religiosas que lo determinen. Los fundamentos y requerimientos de un casamiento religioso deben resguardase para los creyentes, pero no corresponde imponerlos a la sociedad toda.

La convivencia en una sociedad pluralista sólo es posible cuando se preservan el respeto y la dignidad de todos los seres humanos. Para este fin, el Estado debe procurar que los derechos sean ejercidos sin ningún tipo de discriminación. Y esto es parte de nuestra propia historia.

El pedido de la modificación legal que permita a los homosexuales que lo deseen ejercer sus derechos como las parejas heterosexuales debería encuadrarse en el marco de esta sociedad plural, que busca preservar la libertad y la dignidad de todos.

* Pastor de la Iglesia Metodista argentina, ex presidente de la Asociación Mundial para las Comunicaciones Cristianas. Texto que el religioso no pudo leer en la comisión del Senado que debate el matrimonio gay.

Fuente: Página 12

La Fe a Favor del Matrimonio para Parejas del Mismo Sexo

La Fe a Favor del Matrimonio para Parejas del Mismo Sexo

Estarán presentes sacerdotes católicos, rabinos y pastores protestantes y evangélicos

La Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales (FLAGBT) convoca a todos los medios de comunicación a la conferencia de prensa “La Fe a favor del Matrimonio de parejas del mismo sexo” que tendrá lugar en la Iglesia Evangélica Metodista de Flores, Yerbal 2451, mañana miércoles 16 de Junio, a las 14 hs.

Hacemos pública la invitación a Diputados/as y Senadores/as de la Nación para compartir este acontecimiento en el que las expresiones de Fe se suman al reclamo de Igualdad de derechos para todas y todos.

El encuentro contará con la presencia de líderes de las más reconocidas creencias y organizaciones religiosas que han confirmado su compromiso con la Igualdad y la Justicia.

Ya le han dicho Si al Matrimonio de Personas del Mismo Sexo:

El Sacerdote Católico y Lic. en Bioética Leonardo Belderrain,
el Sacerdote Católico Nicolás Alessio y el Grupo de Sacerdotes Católicos Enrique Angelelli de Córdoba,
el Centro Católico Nueva Tierra.
Los Rabinos Daniel Goldman, Guido Cohen y Sergio Bergman.
Representantes de Iglesias Protestantes como el Obispo de la Iglesia Metodista Argentina, Pastor Frank de Nury Brown;
la Pastora Viviana Pinto, de la Iglesia Metodista de Flores;
el Pastor Federico Schäfer, Presidente de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata;
el Pastor Gerardo Oberman, Presidente de la Iglesia Reformada Argentina;
el Pastor Ángel Furlan, de la Iglesia Evangélica Luterana Unida;
el Pastor Alan Eldrid, Presidente de la Iglesia Evangélica Luterana Unida;
la Representante de la Iglesia Evangélica Valdense del Río de la Plata, Sra. Maggie Carrera;
el Pastor Andrés Albertsen, de la Iglesia Luterana Dinamarquesa en Buenos Aires;
la Comisión Directiva de la Iglesia Menonita de Buenos Aires;
el Pastor Dr. Arturo Blatezky, Presidente del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos.

También, las comunidades integradas en Espacio Ecuménico: la Conferencia Argentina de Religiosos/as (CONFAR);
Justicia, Paz e Integridad de la Creación (JUPIC);
la Pastoral Urbana de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina (IEMA);
Diálogo 2000;
Área Política de la Parroquia Santa Cruz;
Comunidad Teológica Rajab;
Hnas. Azules;
Hnas. del Divino Maestro;
Asociación Guadalupe-ENDEPA;
Hnas. de la Santa Unión;
Hnas. Dominicas,
entre otros/as referentes y organizaciones.

Estarán presentes en la Conferencia de Prensa el Sacerdote Católico y Lic. en Bioética Leonardo Belderrain, el Sacerdote Católico Nicolás Alessio (quien viene desde Córdoba especialmente para participar de esta Conferencia), el Rabino Daniel Goldman y todos los Pastores Protestantes antes mencionados. También se presentarán los pronunciamientos emitidos desde los diversos espacios de fe, organizaciones ecuménicas, iglesias y especialistas en el área, recopilados por la Secretaría de Diversidad Religiosa de la FALGBT.

“Desde que el debate sobre la Ley de la Igualdad se ha instalado en nuestra sociedad, sectores del poder eclesiástico han pretendido una posición única y contraria desde la fe al reconocimiento pleno de nuestra ciudadanía por parte del Estado. Es tiempo de escuchar la diversidad de voces desde la fe y desde pueblo creyente, afirmando su voluntad de paz y justicia. Este encuentro con los y las líderes religiosos/as es una clara señal para toda la sociedad de que la fe también acompaña el trabajo contra la discriminación y por la igualdad de derechos.”, expresó María Rachid, Presidenta de la Federación Argentina LGBT.

“El apoyo de tantos referentes significativos en el ámbito de la Fe, fortalece el espíritu de miles de lesbianas, gays, bisexuales y trans, sus familias y entornos significativos que no se sienten contenidos por una visión discriminatoria, segregacionista y violenta que un sector de la jerarquía de la iglesia católica y pequeños reductos de otras religiones han practicado sistemáticamente para con nuestro colectivo.”, expresó Esteban Paulón, Secretario General de la Federación Argentina LGBT. Y continuó: “Este evento expresa las distintas posturas que hay hacia el interior de diversas comunidades de fe. No es cierto que la Fe se opone a la Ley de Matrimonio para parejas del mismo sexo. Tampoco lo es que se opone a esta ley el pueblo cristiano. Quienes se oponen a la ley son un puñado de jerarcas que expresan las visiones hegemónicas de unas pocas religiones.”

Para más información:

María Rachid, Presidenta de la Federación Argentina LGBT 011 15 6548-9608

Esteban Paulón, Secretario General de la Federación Argentina LGBT 0341 1 6068171