Cristianos y No Creyentes. Por José Ignacio González Faus

Allá por los tiempos de Jesús se cuenta de un rabino que perdió la fe, con el comprensible escándalo social de su comunidad. Pero otro maestro comentó sobre él: “Dichoso el rabino, porque podrá practicar el bien sin esperar recompensa”. Es la lección (y casi la envidia) que desde hace años dan muchos de los no creyentes: hacen el bien sin esperar recompensa. Jesús dijo también que no es el que dice “Señor, Señor” el que entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad del Padre. Y he visto que algunos no creyentes cumplen la voluntad de Dios mejor que muchos de nosotros.

Además, un gran profeta del catolicismo del siglo pasado (Emmanuel. Mounier, fundador de la revista Esprit) escribió que, en el futuro, los hombres no se distinguirán por la postura que tomen ante el tema de Dios sino por la que tomen antes los condenados de la tierra. Y, en la misma línea, esa impresionante conversa que prefirió quedarse fuera (Simone Weil) dejó escrito: “No es por la forma en que un hombre habla de Dios, sino por la forma en que habla de las cosas terrenas como se puede discernir si su alma ha permanecido en el fuego del amor de Dios”.

Todos esos testimonios apuntan confirman las palabras de otro gran profeta, mártir de Adolf Hitler (el pastor Dietrich Bonhoeffer), que dijo: el Dios de Jesús, es “lo opuesto a todo lo que el hombre religioso espera de Dios”. Cuesta tragarlo pero es así. Porque en Jesucristo, Dios no se ha revelado como “todopoderoso” sino como aquél que renuncia a su poder para identificarse con la debilidad que somos y con las víctimas que producimos. Un Dios inútil como objeto de consumo pero buena noticia como horizonte y fuerza de vida.

Por eso puedo decir a los no creyentes: no se preocupen si no pueden creer. Conozco muchas gentes así. Pero los cristianos aceptamos “la comunión de los santos” que significa que todo lo de Dios es común; por eso es tarea nuestra creer por los que no creen y esperar por los que no esperan.

Hace ya muchos años, en uno de mis primeros escritos, comenté unos versos de Atahualpa Yupanki. Son estos: “Hay cosas en este mundo / más importantes que Dios: / que un hombre no escupa sangre / pa’ que otros vivan mejor”. Y los comenté de esta manera: para quien cree en Jesús no es el ser humano quien dicta esta estrofa; es Dios mismo quien nos hace saber que, para él, hay cosas más importantes que el que los hombres se ocupen de Dios, a saber: que no tengan unos que escupir sangre para que otros puedan vivir mejor (quizá también más piadosamente).

Por eso los cristianos tenemos que ser perdonados de muchas incoherencias.

 

Fuente Lamiarrita