Contra el tiempo, el olvido
y la corriente...
Parresía!
(P. Juan Manuel González)
Homenaje a Mons. Enrique Angelelli en el 25 Aniversario de su martirio.
Quizás la mejor traducción del termino griego “parresía”
sea LIBERTAD DE DECIRLO TODO. Ahora bien, una tal libertad en este
mundo inevitablemente tropieza con dificultades., De ahí los nuevos
significados que se van incorporando a nuestro termino: Intrepidez, valentía,
osadía, hablar abiertamente o con franqueza y tener confianza.
A partir de Eurípides (480-406 a. C) la palabra se emplea fundamentalmente
en el contexto de la esfera política y designa el derecho del ciudadano a
expresar su opinión en la asamblea de la ciudad. Es el distintivo del
que juega limpio en la vida y, por eso, ejerce
públicamente su libertad sin cobardías.
En el Nuevo Testamento aparece 31 veces, y esto solo sugiere su
importancia. Por ejemplo, define el estilo de Jesús.
“Miren como habla con toda libertad y no le dicen nada” (Jn.7,26).
“Entonces Jesús dijo abiertamente...” (Jn.11,14)
“Jesús les respondió: He hablado abiertamente ante todo el mundo;
he enseñado siempre en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los
judíos, y no he hablado nada a ocultas” (Jn.18,20).
“Hablaba de esto (el conflicto en Jerusalén) abiertamente”
(Mc.8,32).
Pero también esta expresión designa el proceder característico del
verdadero discípulo, sobre todo a la hora difícil del testimonio.
“Viendo la valentía de Pedro y Juan, y sabiendo que eran hombres
sin instrucción ni cultura, estaban maravillados”. (Hch. 4,13)
“Entonces Bernabé le tomó y le presentó a los apóstoles y les contó
como había visto al Señor en el camino y que le había hablado y como había predicado
con valentía en Damasco en el nombre del Señor.
Andaba con ellos por Jerusalén, predicando con valentía en el
nombre del Señor”. (Hch.9,27-28)
También en Pablo es característica esta actitud:
“(implorando) también por mí, para que me sea dada la palabra al abrir mi
boca para dar a conocer con valentía el misterio del
Evangelio, del cual soy embajador entre cadenas, y pueda habla de el valientemente
como conviene” (Ef.6,19-20).
“...después de haber padecido sufrimientos e injurias en Filipos, como sabéis,
confiados a nuestro Dios, tuvimos la valentía de predicaros el Evangelio
de Dios entre frecuentes luchas” (1Tes.2,2).
“teniendo esta esperanza procedemos con toda libertad”
(2Cor.3,12)
¿Por qué valentía, audacia, fortaleza para ser cristiano? Veamos. Jesús
no fue un tibio reformista ni un pragmático dedicado a “retocar” la
sociedad de su tiempo. Mas bien puso en discusión los pilares sobre los que se
sostenía Israel (Ley y Templo). Por eso tuvo que ser percibido como un peligro
por los sectores dominantes de esa sociedad. Y por eso una especie de “ideología
de la seguridad nacional” que se expresa en la boca de Caifás decidió
hacerlo desaparecer del escenario público: “...conviene que muera uno solo
por el pueblo y no perezca toda la nación” (Jn.10,50).
Tal vez por eso Jesús instruyó a sus discípulos sobre el miedo con
tanta insistencia. Y es que el miedo incapacita para ser cristiano.
Porque aquí se trata de un camino peligroso. Difícil en su andadura y difícil
en su término, que puede ser la cruz. El que no se atreve a la coherencia suele
acabar pensando desde sus miedos. El “quebrado” no busca la verdad. Sólo
racionaliza su cobardía.
Hay palabras que describen un
pueblo, una cultura, una institución, una generación o una persona. ¿Qué
palabras identificarían hoy a un sacerdote, a un obispo, a un sindicalista o a
un político? Sería un interesante ejercicio, para el que no hay espacio aquí,
detenerse alguna vez en estas cosas. Los sectores dominantes de la Argentina
(esos que nadie vota y mandan a los que votamos, como venimos comprobando tantas
veces) quieren sindicalistas o políticos dóciles, gente
“tratable” con la que se pueda negociar. El general, la
constelación de términos empresariales,
en el sentido más mezquino de esta palabra, viene acorralando a la
esfera de las expresiones con connotaciones más generosamente sociales.
Por ejemplo, cuando en lugar de una juventud solidaria (que no se
descarta del todo en los discursos, es cierto) en los hechos se pone el énfasis
en perfilar una juventud adiestrada para la competencia. Y el peligro,
claro está, es terminar percibiendo al otro como rival, y no como hermano.
La palabra que describe con nitidez a Jesús, a Pablo y a los mártires (los
de ayer y de hoy) es parresía: esa intrepidez de no ceder a los
chantajes del miedo y de expresar abiertamente la propia convicción en el
discurso franco y apasionado. El testigo cristiano es mucho más que un componedor,
de esos que quedan bien con todos menos con su conciencia y con Dios.
Lo definitivo de Jesús no se encuentra en la multiplicación de los panes
sino en la entrega martirial de su vida. Allí pronuncia su palabra más libre y elocuente. Deviene
regalo justamente quién se auto resumió como pan ofrecido y desasimiento
absoluto. En la línea de este mismo paradigma eucarístico, lo decisivo de Angelelli no fueron tanto sus buenas obras
(multiplicar los panes) sino el hacerse pan con la entrega de su vida. Esa
sangre suya en el asfalto riojano fue su mejor palabra, la más enamorada y la más
inalterable. La que todavía nos emociona y todavía suena perturbadora a los
alcahuetes del poder...
¿Por qué debía morir Angelelli? ¿Por qué el martirio? Porque no es
cierto que todos tengamos precio. Por
esa libertad de decirlo todo que es la marca registrada del profeta. Por
que su palabra y sus gestos denunciaban y ponían en crisis las seguridades de
“esos pocos que están bien cuando todos están mal”. Porque es peligrosa
tanta libertad junta y pone nerviosos a los césares y a los sanedrines...
Gracias a este profeta diferente y disidente, Memoria del clamor de
los pobres, Mártir de esta América latina, creyente pero oprimida
y acicate que empuja la lucha por la liberación de nuestros
pueblos, nosotros, a 25 años de su MARTIRIO:
“ armamos / soñando noche y día
contra el tiempo el olvido y la corriente /
otra dulce tajante profecía.”
(Mario
Benedetti)
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