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Carta abierta al Padre Rubén Capitanio . Por María Cristina Pisano

Una meditación profunda me decidió a volcar sobre el papel lo que esperé, vanamente, fuera dicho por los obispos de la Iglesia argentina respecto de quien hoy está procesado por su participación activa en los acontecimientos ocurridos durante el Terrorismo de Estado.

Me refiero, claro está, a quien ocupara el cargo de Capellán de la Policía de la Provincia de Buenos Aires el sacerdote von Wernich.

Como bautizada y católica práctica he creído, confiadamente, en discursos y documentos eclesiales que pensé provenían de reflexiones serias: la búsqueda de la justicia, la dignidad humana, el respeto, la ética, la responsabilidad, el bien común, etc, etc.

Sin embargo, hoy asisto –no sin dolor- a la decepción, a la vergüenza manipuladora, dualista, impersonal, que utiliza excusas absurdas, callares cómplices, falsa obediencia poniendo de manifiesto, cada vez con mayor claridad, lo perverso que significa el “silencio instituido” escudado en dichos discursos y documentos. Mucho discurso y documento, poco debate sobre temas concretos que sólo bordean la superficie.

Cierto es que el juicio de von Wernich está en proceso y no hay aún sentencia, pero me parece que es necesario un pronunciamiento al respecto.

Resulta difícil pensar que nuestros obispos no se atrevan a dar la cara y admitir, al menos, que el comportamiento siniestro de este hombre que dijo haber “actuado en nombre de Dios”, “cumpliendo la voluntad de Dios” (mientras presenciaba torturas) es, por sí sólo, un hecho repudiable.

Esta Iglesia como institución no me representa y hace que no pueda reconocerla como continuadora de aquella que fundara Jesús. No sé cómo interpretan estos supuestos seguidores suyos aquello de la verdad los hará libres.

En mi opinión, sería sano poner primero el acento en la verdad histórica bajo la forma de palabra hablada, para luego proclamar la Verdad como Palabra revelada. La verdad histórica que libera, debe decirse dentro del contexto social, cultural, económico, político y eclesial en tiempo presente. De lo contrario, se volvería a caer en arrepentimientos tardíos que resuenan como pretextos infantiles, subestimando escuchas adultas.

Precisamente, porque Jesús intervino en la historia pasó a ser protagonista de la misma: el primero en la lucha. Posteriormente, su ejemplo contagió a los apóstoles.

Creo que podemos comprometernos en la lucha yendo hasta el final, afrontando el riesgo de la muerte o retrocediendo por temor a ella.

¿Quiénes son los obispos que aquí y ahora asumen el riesgo de la muerte en su variedad de modos? Y digo variedad porque no sólo hay que afrontar la muerte física acontecida en lo real, sino aquella que supone morir a ciertas dimensiones personales que sumen en soledad, angustia, miedo, desazón, pero que deja huellas pues son testimonio de adhesión a “valores no negociables”.

Recuerdo a Don Jaime, a Angeleli, a Novak y a otros que entregaron su vida como Romero. Ellos reivindicaron la Iglesia desde la práctica de la justicia, entendida como realización de hermandad dentro de la sociedad toda. Tuvieron, es indudable, que crecer, aprender a ver con sus propios ojos, madurar, animarse a cambiar. Creo que eso hizo posible que el itinerario de sus caminares alcanzara el dinamismo y la valentía para salir a buscar a los excluidos, a los sin rostro. Se produjo, entonces, la maravilla de apreciarlos puesto que han sabido ser “siervos de Dios” acompañando al pueblo en la defensa de sus legítimos derechos, sin preocuparse por conservar la comodidad de una silla dentro de un despacho seguro.

He recibido comentarios sobre obispos que dicen haberse expedido mediante un comunicado de prensa, sobre este tema, y que no se ha dado a conocer porque hay censura en los medios. De ser así, humildemente, pediré disculpas.

Mientras tanto, mi corazón se debate por no saber a qué Reino responden quienes están al frente de la Iglesia: si al de Dios o al del poder que, como institución instalada, no quieren perder. ¿En ese poder radica el amor y la esperanza a la que invitan insistentemente?

Me pregunto: ¿dónde estás Iglesia?; ¿quién sos?.

María Cristina Pisano


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Última modificación: 30 de July de 2010