Hacia la V Conferencia
de Aparecida. Por Profesores de la Facultad
de Teología de la Compañía de Jesús - Belo Horizonte
La Conferencia de Aparecida se sitúa en una
trayectoria que va desde el nacimiento del CELAM hasta hoy, pasando por el
Concilio Vaticano II, Medellín, Puebla y Santo Domingo.
Es un momento privilegiado para un doble movimiento eclesial. Mirar hacia el
pasado y preguntarnos cuáles fueron las opciones que se hicieron en esa
trayectoria y que juzgamos absolutamente innegociables y nos gustaría reforzar.
Y luego, en una mirada hacia el presente y el futuro, destacar las cuestiones
que merecen la atención de la Iglesia.
No seguiremos el Documento de Participación, presentándole variantes, sino
que elaboraremos un texto alternativo con los aportes que creemos oportunos.
Primera Parte: Reafirmación de las Opciones
I. Opciones básicas del Concilio Vaticano II
Ningún acontecimiento eclesial del porte de la Conferencia de Aparecida tiene
derecho a desconocer las opciones básicas del Concilio Vaticano II en el sentido
de las líneas obligatorias para la marcha de la Iglesia en el Continente. Siendo
el Concilio una mina fecunda, y para no abarcar demasiado y debilitar así la
acción de la Iglesia, preferimos seleccionar unas pocas opciones conciliares que
juzgamos importantes y obligatorias.
Introducción a las opciones
La Iglesia sólo se entiende a partir de la actitud fundamental de Jesús.
Movido por la pasión por el Padre, Jesús anuncia y realiza, por medio de su
persona, predicaciones y acciones, el Reino de Dios que consiste
fundamentalmente en el servicio al mundo. "Porque el Hijo del Hombre vino, no
para ser servido, sino para servir y dar la vida en rescate por una multitud" (Mc.
10,45) La Iglesia no existe para sí, sino para servir al mundo. En el espíritu
jesuánico se sitúan las opciones del Concilio Vaticano II.
1ª. opción: Primacía absoluta de la Palabra de Dios
En la práctica significó movimientos maravillosos. Se valorizó la Palabra en
las liturgias, en las celebraciones y en todas las actividades religiosas. Ella
ocupó el debido lugar en la producción teológica, en la formación del clero y en
la vida de los fieles. Se multiplicaron las obras de exégesis y sobre temas
bíblicos, que ofrecieron subsidios para que el simple fiel se alimentase
espiritualmente de la Escritura.
2ª. opción: Afirmación de la base laical de la Iglesia: Iglesia Pueblo de
Dios
Aconteció una revolución copernicana en la concepción de la Iglesia. En vez
de partir de la jerarquía para definirla, se afirmó el hecho fundamental: somos
todos iguales por los sacramentos de Iniciación y en la participación en la
Eucaristía. La Iglesia se definió como Pueblo de Dios. El laico adquirió en ella
su verdadero lugar, con amplio espacio de iniciativa, libertad, autonomía,
participación, gestación de espiritualidades propias.
En términos de América Latina, surgieron las primeras Comunidades Eclesiales
de Base en íntima conexión con la experiencia de nuevos ministerios laicales.
Más tarde, en las ondas de Medellín, las CEBs se desarrollaron y Pablo VI
profundizó los ministerios no ordenados.
3ª. opción: Afirmación colegial de la Iglesia
En íntima articulación con la base laical, el Vaticano II estableció un
espíritu colegial, superando el modelo de Iglesia anterior al Concilio, de
centralización, presente en tres centros: Roma, diócesis, parroquia. La
colegialidad se transformó en un aire nuevo que se respiró en el ámbito de toda
la Iglesia, al valorizarse la Iglesia local, las comunidades. Se creó una
conciencia de sinodalidad y de comunión, al incrementarse las Conferencias
episcopales, los Consejos diocesanos, parroquiales y comunitarios.
4ª. opción: Nueva relación de la Iglesia con el mundo
La Constitución Gaudium et Spes confesó la íntima sintonía de los cristianos
con los hombres y mujeres de hoy en las alegrías y esperanzas, en las tristezas
y angustias. Modificó la actitud básica frente a los problemas del mundo
moderno. Reconoció la autonomía de las realidades temporales, terrestres, al
renunciar a los últimos resquicios de cristiandad. Asumió el pluralismo de la
modernidad, superando la tentación de repristinar o mantener situaciones de
dominio en vez de servicio.
II. Opciones básicas de Medellín
La Iglesia de América Latina hizo en Medellín una recepción creativa del
Concilio Vaticano II, en la que tomó decisiones importantes. Algunas que
juzgamos irrenunciables. Ya forman parte de la legítima y sana tradición
eclesial que debe ser mantenida y reforzada en Aparecida.
1ª. Opción por los pobres
La herencia más sagrada de Medellín es la opción por los pobres, directa,
simple, sin adjetivos. Toca los diferentes campos de la vida interna y externa
de la Iglesia: personas, pastorales, estructuras. Nada de la vida de la Iglesia
se substrae a esa opción básica. Estuvo en la conversión de personas de la
jerarquía, de religiosos/as, de agentes de pastoral y de simples fieles.
2ª. Opción por la liberación
Se articuló con la anterior, sin identificarse totalmente con ella. Consistió
fundamentalmente en orientar la opción por los pobres en la línea de su
promoción humana, a saber, la liberación integral en el lenguaje de Pablo VI
(Populorum Progressio). La Liberación se transformó también en una categoría
teológica, al pasar por una transformación de sentido: viniendo de las ciencias
políticas, sufre una ampliación histórico-antropológica hasta tornarse una
categoría básica de la teología de la liberación.
3ª. Opción por la Comunidades Eclesiales de Base
La opción por los pobres y por la liberación encontró en las Comunidades
eclesiales de Base la "nueva manera de ser Iglesia". Eran anteriores a Medellín,
pero allí recibieron el aval institucional, incentivo y mejor configuración.
4ª. Opción por la centralidad de la justicia social
Ofrece consistencia a las opciones anteriores. Evita las antiguas y
tradicionales posiciones asistencialistas para despertar el pensar teológico y
la pastoral a la realidad de la injusticia social, del pecado social. Condena la
violencia institucional del propio sistema y no únicamente la de las guerrillas
y la lucha armada.
5ª. Opción por una Iglesia profética
El conjunto de las opciones de Medellín configuran una Iglesia profética en
el discurso, en la teología, en las prácticas, en las estructuras
institucionales. Rompió la alianza con la burguesía para denunciarle la
prolongada dominación y anunciar una sociedad solidaria, fraterna,
participativa, igualitaria.
III. Opciones básicas de Puebla
En Puebla la situación política y eclesial se modificó bastante. No se
logró la misma claridad suscinta que en Medellín. Sin embargo, algunas opciones
se confirmaron y se hizo que otras se constituyeran en una herencia que debe ser
mantenida.
1ª. Opción por los pobres
En un clima de cierta tensión al interior de la Iglesia y con las fuerzas
conservadoras de la sociedad, se reafirmó la opción por los pobres con
adjetivaciones, a fin de evitar conflictos. Se mantuvo, sin embargo, el núcleo
de esa opción, en un contexto complejo y perplejo.
2ª. Opción por los jóvenes
Prescindiendo de cualquier interés estratégico, la opción por los jóvenes
vino a llamar la atención hacia ese grave problema de la Iglesia. Después de la
crisis y la desaparición especialmente de la JEC y la JUC, la pastoral juvenil
se sumergió en tiempos de incertidumbre, de tanteos y de búsqueda. Puebla
incentiva a buscar nuevas formas de acción en el medio juvenil.
3ª. Opción por la comunión y la participación
Anticipándose, en cierta manera, al Sínodo de 1985 que considera a la
"comunión" la clave central interpretativa de la eclesiología del Concilio
Vaticano II, Puebla comprende a la Iglesia a partir de la "comunión y
participación". Tal opción se articula con las CEBs, "nueva manera de ser
Iglesia", en que se manifiestan y se concretizan con mayor claridad la comunión
y la participación.
4ª. Opción por la defensa de la dignidad de la persona humana
En tiempos de represión por parte de los Gobiernos militares en América
Latina, Puebla asume una posición profética de denuncia y anuncio al defender la
dignidad de la persona ante las violaciones presentes en los regímenes
militares. Esa actitud de coraje llegó a ser la marca de la Iglesia de América
Latina frente a la represión y la arbitrariedad.
IV. Opciones básicas de Santo Domingo
En el contexto contrastante de apertura política pero bajo el rígido imperio
del neoliberalismo y de una situación eclesial centralizadora, Santo Domingo
percibió nuevos desafíos que fueron objeto de sus opciones.
1ª. Opción por la inculturación
Uno de los puntos nuevos e importantes de Santo Domingo consistió en la mayor
conciencia de la relevancia de las culturas amerindia y afro y de la
religiosidad popular como espacio de la evangelización, con el consecuente
avance en la temática de la inculturación. Se afirmó la pluralidad de las
expresiones de fe inculturadas en la realidad urbana y en las culturas
afro-amerindias, asumiendo de modo positivo la religión del pueblo.
2ª. Opción por el protagonismo del laico
Marca registrada de Santo Domingo. La situación nueva del desarrollo de la
teología del laico con el crecimiento de las CEBs por un lado, y por el otro la
dramática situación de una Iglesia carente de ministros ordenados, llevó a los
obispos a una resuelta opción por el protagonismo del laico.
3ª. Opción por una solidaridad latinoamericana y mundial.
La paradójica realidad de la globalización y de la necesidad de afirmación de
las identidades regionales exige de la Iglesia una mayor conciencia de la
construcción de la solidaridad continental en la defensa de los pobres y de las
culturas autóctonas. Se percibió además la necesidad de alianzas más amplias a
dimensión mundial, en vistas al anuncio de los valores del Reino de Dios.
4ª. Opción por la lectura de la realidad a partir de los signos de los
tiempos
Santo Domingo relanzó la lectura de la realidad a partir de los signos de los
tiempos. Herencia de la tradición teológica de la liberación que se inspiró en
la Enseñanza Social de Juan XXIII y en la Constitución Pastoral Gaudium et Spes.
Segunda Parte: Avanzar hacia temas y decisiones nuevas
Reafirmar las opciones anteriores ya es una tarea ingente. Los tiempos avanzan y
la Iglesia necesita responder a nuevos desafíos. Enumeraremos algunos.
1. Animación "carismática" de las estructuras internas de la Iglesia
El fenómeno carismático está ahí, con gigantesco vigor. ¿Cómo no percibir en
él una señal del Espíritu? Como toda acción de Dios en la historia, ella padece
de ambigüedad y carece de discernimiento. Nunca se puede olvidar que todo
cristiano, por la gracia del bautismo, es un carismático; y ningún movimiento
tiene derecho de reivindicar el privilegio de de poseer exclusivamente al
Espíritu Santo.
La onda carismática posee un enorme potencial transformador de las
instituciones, si realiza el principio jesuánico de que "el sábado está hecho
para el hombre y no el hombre para el sábado". En otras palabras, le cabe la
maravillosa tarea de humanizar, de espiritualizar, en el sentido pleno del
término, la rigidez de muchas formas institucionales y jurídicas de la Iglesia.
Eso implica revigorizar la dimensión de diaconía, de pobreza, de simplicidad en
el ser, en el vestir y en el vivir de los representantes de la Institución
eclesiástica.
Los movimientos carismáticos adoptan, a veces, posiciones antitéticas.
Algunos se presentan fuertemente centralizados en la persona del líder. Éstos no
ayudan a liberar a la Iglesia de formas centralizadoras y autoritarias. Otros,
sin embargo, cultivan una transparente libertad entre sus miembros. Ellos están
en condiciones de pensar y ensayar un modelo "democrático" y participativo de
Iglesia. Y si se articulan con las CEBs, anticipan ya una Iglesia red de
comunidades al interior de las parroquias y de las diócesis. Y entonces la
Iglesia se torna para el fiel una comunidad de libertad, de diálogo, de acogida,
de igualdad. Y en ese mismo espíritu, se facilita el asumir el principio de la
subsidiariedad en el gobierno de la Iglesia.
La preocupación pastoral con respecto al éxodo de católicos y a la
multiplicación de denominaciones evangélicas en el conjunto del fenómeno
religioso urge repensar en profundidad el ministerio en la Iglesia católica.
Implica una reformulación del ministerio ordenado en la línea del servicio,
despojado de autoritarismo y de centralismo pastoral. Nos lleva a repensar la
manera de reinsertar en el ministerio ordenado a aquellos que lo dejaron y
estarían dispuestos a retomarlo en una nueva situación de vida. Y finalmente
cabe una valiente actitud innovadora frente a las posibilidades ministeriales de
las mujeres.
2. Evangelizar la nueva sociedad globalizada del conocimiento
Cada día avanzan más las ciencias y la alta tecnología, especialmente en el
campo de las ciencias de la vida y de la información, trayendo graves problemas
éticos. El conocimiento se torna materia prima sobremanera importante en el
mundo de la producción y del gerenciamiento de las empresas. Fuera del
conocimiento, se pierden los concursos.
La Iglesia necesita laicos/as y profesores/as de ética y de teología moral
preparados para tal diálogo. Un laicado sin miedo y competente, apoyado por el
magisterio, el reverso de declaraciones oficiales infelices y sin conocimiento
suficiente en temas difíciles, complejos y aún en penumbras.
La sociedad del conocimiento está generando un nuevo tipo de pobre y
excluido. Desafía a la Iglesia a descubrirle un rostro concreto y real, como
hizo en Puebla (nn. 31-39). Eso significa avanzar más todavía en la opción por
los pobres de Medellín y Puebla, desadjetivándola de epítetos ideológicos y
debilitadores, para recupérale la fuerza evangélica. En una palabra, estamos ante
la tarea de retomar con amplitud la práctica de la liberación en el contexto
neoliberal.
3. Evangelización de la cultura moderna y posmoderna
Se vuelve impensable una evangelización que no tenga en cuenta la cultura. El
fracaso del socialismo real se debió, además de las fallas económicas, al hecho
de no haber creado culturalmente al hombre nuevo deseado. Se descuidó la
cultura.
La presencia de la Iglesia en la sociedad futura depende de cómo se sitúe en
el campo cultural. El camino pasa, no por una adaptación cultural a los valores
burgueses capitalistas, sino por la construcción de una cultura a partir de los
pobres. El socialismo creó un imaginario de la liberación, pero fracasó por la
ausencia de valores fundamentales. La Iglesia está en condiciones de unir al
imaginario liberador social trazos evangélicos, dándole consistencia y
profundidad. La evangelización de la actual cultura moderna y posmoderna
requiere que se construya al interior de la Iglesia y fuera de ella por medio de
la pastoral, de discursos, de prácticas, de instancias y de símbolos, un
imaginario que exprese la opción por la liberación de los pobres. Sólo así se
consigue transformar la realidad.
En otros términos, eso significa la creación de un nuevo paradigma cultural,
como verdadera alternativa al pensamiento único dominante, que tenga en
consideración las mayores conquistas del momento actual: pensamiento ecológico,
cosmología moderna, el género, las etnias, la paz, la ética del cuidado y de la
compasión.
4. Desarrollar una eficiente pastoral migratoria
Las migraciones se vuelven un fenómeno creciente en el mundo entero y al
interior de los países, que desafía a la pastoral de la Iglesia. Ya son cientos
de millones los que se mueven dentro de los países y hacia fuera de ellos en
migraciones crecientes. ¿Por qué dejan la propia tierra? ¿Por qué buscan otra
tierra y cuál es ella? Juegan factores de expulsión y de atracción. Del lado
objetivo encontramos la pobreza, la falta de futuro allí donde se está, la
creciente segregación económica, racial y religiosa, los conflictos internos
regionales. Del lado subjetivo, surgen sueños de riqueza, de los Estados Unidos
del dinero fácil y abundante, de mejorar rápidamente recursos para resolver
definitivamente la cuestión de la vivienda y de otras exigencias básicas.
Pobreza y sueños, falta de futuro e ilusión de un futuro radiante. Es la
carencia del ser humano que Frei Betto llamó "hambre de pan y de belleza".
La pastoral del futuro enfrentará desde la defensa de los derechos
fundamentales del migrante, sobre todo los de los indocumentados, hasta una
migración del clero y religiosos juntamente. En cuanto caminamos con lentitud o
nos dormimos, las denominaciones evangélicas pentecostales o neopentecostales
ocupan rápidamente esos espacios. No siempre para el bien de las personas. No
nos mueven razones proselitistas, sino únicamente las de lealtad evangélica y el
amor a aquellos que son presa fácil de distorsiones religiosas.
5. Emprender con fuerza una pastoral mediática
La ciencia y la tecnología de la comunicación pasan por una revolución jamás
vista. Se anuncian saltos tecnológicos inmensos que van a revolucionar la
relación entre las personas y a crear una nueva generación de usuarios.
Los desafíos pastorales consisten, entre otros aspectos, en la presencia
significativa de la Iglesia en ese universo tecnológico y cultural y en la
articulación de tales medios con las exigencias comunitarias de la vida
cristiana, con la disciplina del arcanum y con las características propias de la
fe cristiana.
Los Medios constituyen mucho más que simples instrumentos de comunicación.
Configuran la cultura actual. Un lenguaje teológico que no tuviese en cuenta ese
dato cultural pasaría al margen de los oyentes y de los lectores. Como se trata
de cultura, el empeño tiene que ser mucho mayor en profundidad, percibiendo las
modificaciones del comportamiento y del horizonte simbólico de las personas.
Solamente ahí dentro se evangeliza.
La cuestión se instala gravemente en la sustitución de una Iglesia real,
comunitaria, por una Iglesia virtual a causa de una pastoral mediática no
clarividente y sustitutiva de la vida eclesial concreta.
5. Diálogo ecuménico e inter-religioso
En espíritu de apertura y tolerancia, marca decisiva de la cultura actual, y
en la línea del Concilio Vaticano II, se imponen decisiones audaces en el campo
ecuménico y del diálogo interreligioso, venciendo las luchas reñidas que han
minado hasta el interior de las familias. De la correcta posición ante tales
cuestiones depende inclusive la paz entre las personas, etnias, religiones y
países. "No hay paz mundial sin paz entre las religiones" (Hans Küng).
Conclusión
En este momento de preparación para Aparecida juzgamos importante clarificar
las opciones básicas innegociables e indeclinables de la herencia del Concilio
Vaticano II y de las Conferencias anteriores y asumir los nuevos desafíos. Los
elementos aquí indicados, en forma sucinta, miran a esa doble tarea.
Fuente: Adital / Faculdade Jesuíta de Filosofia e Teologia - Instituto Santo
Inácio - FAJE/ISI Belo Horizonte, mayo de 2006.
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