La Cripta Virtual: Un espacio para hablar Sin Tapujos

"Donde la Iglesia no engendre una fe liberadora, sino que difunda opresión, sea esta moral, política o religiosa, habrá que oponerle resistencia por amor a Cristo".
Jürgen Moltmann

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Carta de la comunidad de la Cripta en respuesta a la invitación del Sr. Arzobispo (24 de julio de 2004)

 

En respuesta a la invitación de nuestro Arzobispo a "la participación respetuosa y cordial de todos", queremos comentar unas consideraciones que él mismo presentó en su carta del 11 de julio de 2004 a la comunidad arquidiocesana. 

"Es responsabilidad del obispo estar atento permanentemente a todo lo relativo al anuncio del evangelio en la porción de la Iglesia que se le ha confiado a su conducción pastoral. " Reconocemos desde ya esta responsabilidad del obispo de velar por "condiciones adecuadas para la tarea evangelizadora", y agradecemos que nos ofrece su evaluación personal de las repercusiones que ha tenido el libro del Padre Mariani en los medios masivos de comunicación, y por ende en la diócesis. 

"... la sensación que ha prevalecido en mi como obispo y que he podido constatar también en los testimonios de sacerdotes, consagrados y laicos que me lo manifestaron es la de un profundo dolor por el desconcierto y confusión que esas declaraciones han causado".  Reconocemos también que las declaraciones hechas antes y después de publicación del libro, pero no solamente por el mismo Padre Mariani, sino también por otros representantes eclesiásticas y por comentaristas en los medios, han causado "desconcierto y confusión" en distintos estratos de la comunidad de la iglesia a nivel provincial y nacional e incluso en el exterior, y que este mismo hecho duele a muchas personas de muy buena fe. 

Queremos comentar, no obstante, que esta no fue la única reacción dentro o fuera de la iglesia. También hubo una respuesta masiva de muchas personas, también de buena fe, expresando su alegría y alivio que finalmente un sacerdote había reflejado abiertamente realidades que mucha gente conoce dentro de la Iglesia desde hace mucho tiempo, y había abierto un nuevo espacio para la reflexión franca sobre las implicancias de estas realidades. Las personas que así  reaccionaron incluyen muchas que, dentro de la Iglesia, han vivido y viven con dolor en su propia experiencia las contradicciones que permanecen entre algunos aspectos de la práctica y la disciplina eclesiástica y los valores verdaderamente cristianos que nos hacen más humanos. También incluyen muchas personas que se han alejado de la Iglesia precisamente por haber percibido en ella un doble discurso en temas de la ética y la política, y ahora se alegren de ver una posibilidad de una apertura de la Iglesia hacia un dialogo honesto y transparente con la sociedad en que ellos y la Iglesia conviven. 

El hecho de que algunos en la Iglesia reciban las declaraciones con dolor y otros con alegría implicaría que hay que buscar más allá de reacciones inmediatas. Cuando uno sabe que tratar ciertos temas puede causar dolor, desconcierto y confusión, hay que aplicar, antes de pronunciar, la "prudencia y caridad" del que habla el Sr. Arzobispo. En este caso nos consta, porque él mismo lo declara en el libro y públicamente, que el Padre Mariani lo ponderó mucho antes de publicar, solicitando la opinión de doce diferentes personas. Como dice el Sr. Arzobispo: "...hay ciertos temas, ciertas experiencias que conviene considerar con autenticidad pero al mismo tiempo con delicadeza, por respeto a las personas, a su intimidad y a sus convicciones." El Padre Mariani mostró esta "delicadeza" para con su propia persona, su intimidad y sus convicciones, porque de esto se trata el libro. El libro no invade la intimidad de otros. 

Reconocemos, como dice el Sr. Arzobispo en su primera consideración, que "... la Iglesia, querida por el Señor Jesús, es una realidad que debe ser considerada siempre desde la fe; si no lo hacemos de esta perspectiva nos quedaremos seguramente con una mirada parcial e incluso deformada." Pero no se puede considerar la Iglesia únicamente desde la fe, porque la Iglesia es una realidad no solamente divina sino una realidad, y muchas realidades, humanas. Es una realidad supra-histórica, pero encarnada en realidades históricas. Actuar, y hablar y presentarla como una realidad que está por encima de toda crítica también sería "una mirada parcial e incluso deformada".  

"Esta Iglesia tiene la promesa del don irrevocable del Espíritu Santo que la asiste permanentemente para que guarde fidelidad a su Señor." Aceptamos esta consideración, pero el don del Espíritu Santo no garantiza que en todas sus manifestaciones la Iglesia sea siempre fiel a su Señor. Como dice el Sr. Arzobispo "está siempre necesitada de purificación", y la pregunta será: ¿De dónde viene esta purificación?  

"Nuestro sincero y humilde propósito de conversión al Señor y a su Palabra, antes que la crítica amarga, contribuirá ciertamente a hacerla cada vez más transparente." "Nuestro sincero y humilde propósito de conversión" es una condición necesaria pero no siempre suficiente para lograr la renovación de la Iglesia – a menudo no escuchamos el Espíritu dentro de nuestra propia conciencia, y Él nos tiene que hablar a través de personas humanas que nos hacen tomar conciencia de nuestra necesidad de conversión. Parte del trabajo del Espíritu Santo se manifiesta en las críticas proféticas de los fieles hacia la misma institución de la Iglesia. Por tanto, el dolor que se siente a veces al recibir críticas no es un dolor que hay calmar a toda costa, sino un dolor de parto, que se acepta con humildad como parte esencial del nacimiento de una nueva realidad. Que una crítica sea "amarga" depende de la disposición de quien la recibe.  

"... el sacerdocio ministerial es un don que Dios Padre concede a quienes llama al seguimiento de su Hijo. La misión del sacerdote es ser prolongación viva del Señor Jesús y de su ministerio salvador entre los hombres. Para ello recibe una comunicación abundante del Espíritu Santo que lo impulsa y anima constantemente." Reconocemos también con el Sr. Arzobispo que "el sacerdocio ministerial es un don", pero sabemos que somos todos, los laicos tanto como los sacerdotes, llamados "al seguimiento de su Hijo". La misión también de todos los fieles, es "ser prolongación viva del Señor Jesús y de su ministerio salvador entre los hombres."  

No nos parece conveniente sugerir que el sacerdote recibe "una comunicación abundante del Espíritu Santo", como si el Espíritu Santo fuese una fuente de inspiración especial de todos los sacerdotes, en mayor cantidad que el resto de la Iglesia. Los sacerdotes mismos y los fieles que escuchan sus mensajes saben bien que ellos son humanos como cualquiera, que se equivocan en sus palabras y en sus actos, que a menudo no encuentran como inspirar a los fieles a su cargo, que tienen sus dudas, "fragilidad y sombras" como todas las personas. Elevarlos en un pedestal es justamente lo que ha llevado a situaciones que los sacerdotes mismos no han sido humanamente capaces de aguantar, y como resultado a los escándalos para toda la Iglesia, como, por ejemplo, la actual quiebra de una diócesis en los Estados Unidos por los juicios contra su clero.  

No es remedio suficiente sugerir que "Cada sacerdote debe cuidar ese don renovando permanentemente la libertad y la generosidad con que lo abrazó". Eso es demasiado pedir y exigir a una persona aislada; es responsabilidad de toda la comunidad de la Iglesia cuidar a sus sacerdotes, velar por sus cualidades humanas, "a acompañarlos y alentarlos en ese esfuerzo ... por vivir su respuesta a los dones de Dios con generosidad y fidelidad", criticarlos cuando corresponda, y contribuir a que la institución de la Iglesia sea un ambiente sano para el desarrollo de seres humanos de integridad.  

Entrar en una discusión del "celibato de los sacerdotes", y de "la formación sacerdotal" no es tema de esta carta, ni es el tema único ni más importante del libro. Sin Tapujos: La vida de un cura trata de la experiencia de un solo sacerdote y sus reflexiones y críticas que surgen de su evidente amor por la Iglesia, de sus muchos años de labor parroquial cerca de la gente, y de su convicción que sus ideas y sus críticas son compartidas por una franja significativa de personas comprometidas con el bien de la Iglesia. Critica el rol político de la Iglesia dentro del país, su compromiso con las autoridades de turno por encima de su misión evangélica, su relación más estrecha con los ricos que con los pobres, su actitud permanente en contra de las mujeres, la hipocresía de la doble vida de muchos de los que tienen el deber de servir a la Iglesia.  

Estos son temas muchos más trascendentes, que merecen un debate abierto y transparente dentro de la Iglesia argentina, y dentro de la diócesis, entre su jerarquía y la feligresía, sin tapujos. Son temas institucionales que afectan seriamente la imagen de toda la Iglesia, que causan un escándalo por el cual muchos se alejan de la Iglesia, y muchos otros ni piensan en acercarse porque no encuentran nada de atractivo. No son temas que hay que tratar "con delicadeza, por respeto a las personas, a su intimidad y a sus convicciones". Cuando Jesús encontró hipocresía y contradicciones en las instituciones del judaísmo de su tiempo, no lo trató con mucha delicadeza, ni evitó los temas por temor al eventual dolor que  pudo causar a su audiencia.  

Nos sumamos a la invitación de nuestro Arzobispo a "la desafiante y esperanzadora tarea de anunciar el evangelio en Córdoba", conscientes que esta tarea requiere de una realidad institucional de una Iglesia abierta a la participación, transparente, con capacidad de auto-crítica, en dialogo abierto con la sociedad, con oídos para escuchar, hablando un idioma entendible por sus contemporáneos, y mostrando una vida personal e institucional acorde con los principios que expresa. Esperamos que la oportunidad ofrecida por la publicación del libro Sin Tapujos nos dé a toda la Iglesia un estímulo hacia esa nueva realidad.  

"En nuestra arquidiócesis estamos recorriendo un camino que pretende caracterizarse por la participación respetuosa y cordial de todos." Es de esperar, entonces, que la respuesta de la arquidiócesis al Padre Mariani también demuestre que sus autoridades reciben la participación de nuestro cura párroco con el debido respeto y cordialidad.  

Consejo Parroquial de la Parroquia Nuestra Señora del Valle. 


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Última modificación: 30 de July de 2010