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OPINION ABIERTA A LA COMUNIDAD CORDOBESA (Por Lic. Mario Alessio)
Córdoba, Viernes 11 de Junio de 2004
Quisiera compartir mi punto de vista y reflexión ( fundadas por vivencias
personales ) en relación al hecho que está causando tanto revuelo en la sociedad
cordobesa y que se ha extendido prácticamente por todo el territorio nacional.
Se trata de algunos relatos autobiográficos narrados en el libro del padre
Mariani “ Sin Tapujos”.
Pido de antemano mis disculpas si estas líneas producen perturbación en algunos
espíritus sensibles o alteran la tranquilidad de ciertas conciencias
armonizadas, pero me he visto en la exigencia y la responsabilidad moral y
social de echar algo de luz y contribuir a la verdad sobre un asunto harto
intrincado y altamente controvertido, pero absolutamente necesitado de un debate
profundo, abierto, crítico, racional y respetuoso en el seno de nuestras
comunidades, libre de temores infundados y prejuicios oscurantistas.
Preciso aclarar, asimismo, que lejos de mi intención pretender exponer
generalizaciones, las que siempre resultan odiosas e injustas.
Me autorizan a esribir estas líneas, por un lado, mis seis años de estudios y
vida de seminario que encaré en el pasado con el objeto de lograr el sacerdocio
(en el Seminario Mayor de Córdoba ) y que no concluí, y por otro, los saberes
aprendidos, Filosofía y Teología en dicho Seminario y Psicología en la
Universidad Nacional de Córdoba, que me dotaron de una visión científica y
bastante amplia del asunto en cuestión, y que me permiten emitir una reflexión
con cierto fundamento.
Resulta casi evidente observar que los relatos de vida del padre Mariani
volcados en su libro y en particular sus experiencias sexuales, sacan a la luz,
con corajuda sinceridad y espíritu tributario de la verdad, una realidad que es,
prácticamente conocida y diríamos también aceptada por una amplia mayoría de
nuestra sociedad, a excepción, claro, de los sectores más conservadores y
retrógados de la iglesia católica y de personas y grupos que sostienen igual
posicionamiento.
Este “secreto a voces” se mantiene precisamente dada la enorme y poderosa
influencia ejercida por la enseñanza de la Iglesia Católica Romana, la que, a
través de su jerarquía ilustrada y ciertos teólogos oficialistas, ha diseminado
por doquier, en las mentes desprevenidas de miles de fervientes y sinceros
creyentes, una doctrina moral en asuntos de sexualidad humana que podríamos
definir como francamente oscurantista, obsoleta y represiva.
Ubicando, de este modo, a los seguidores de la fe cristiana en una posición que
podríamos describir como de “infantilismo religioso”. Infantilismo que refleja
un inaceptable grado de pensamiento a-crítico y regresivo en las mentes de un
sinnúmero de devotos. Es de perogruyo afirmar que, esta situación le convino
sobremanera a las cúpulas eclesiales, para mantener y perpetuar un control y un
poder necesarios cuando se pretende ejercer una avasallante influencia moral y
espiritual, a lo que se suman prolijas estrategias de dominio ¨mundano¨,
mediante la defensa a ultranza de ciertos privilegios y potestades nada
espirituales y de dudosa fundamentación teológica.
Un médico y terapeuta francés, Pierre Solignac, basado en casos de su
experiencia clínica cotidiana, definía a esta particular situación y a los
devastadores efectos de la “enseñanza moral” oficial de la iglesia católica
francesa de mediados del siglo xx , sobre los cristianos perturbados, como una
verdadera ¨ neurosis cristiana” ( ya Freud había afirmado en su obra El Porvenir
de una Ilusión que, “La religion sería como la neurosis obsesiva humana
universal....” ).
Y hablando de neurosis, me permitiría aseverar que este asunto del celibato
impuesto a los sacerdotes, a todas luces absurdo y perimido, conduce a un núcleo
temático que gira en torno a un tema más abarcativo y harto espinoso para la
iglesia, como es el de la sexualidad y temáticas afines.
Ciertamente las cuestiones sexuales revisten, para la doctrina oficial del
catolicismo, de una verdadera dificultad a la hora de exponer sus fundamentos
teológicos o pastorales, ya que en la actualidad no hay forma de sostener, de
manera sensata, una posición tan claramente obsoleta, anacrónica y tan
perjudicial moral y psicológicamente para afrontar los desafíos que presenta a
diario la vida moderna de creyentes y no creyentes.
No pretendo ahora ahondar sobre las razones de esta polémica visión que exhibe
la doctrina de la iglesia católica sobre el particular, pero sin lugar a dudas
que, además de lo señalado anteriormente ( razones de poder y de control ), uno
de los motivos que explican en parte semejante posicionamiento, radica en una
suerte de maniqueísmo moral y antropológico que estaría en la base ideológica de
las formulaciones ético-teológicas, pastorales y hasta litúrgicas que se
relacionan con la sexualidad humana. A lo que habría que sumar, también, un
ideologismo dogmatista que se eleva por encima de los seres humanos de carne y
hueso, subordinándolos al papel de pasivos cumplidores de las normas y axiomas
establecidos por revelación divina o sancionados por imposición de jerarquías
papales y conciliares, debidamente fundados por la doctrina de los teólogos y
autoridades competentes en la materia, y exigidos de forma tal, que obliga a los
fieles creyentes a asumir prohibiciones inaceptables o concesiones onerosas para
el bienestar y la salud integral, toda vez que éstos intentan de buena fe
responder fielmente a los principios y valores religiosos.
Como resultado de esto, tenemos que la sexualidad, lo femenino y todo lo que se
relaciona con los placeres corporales y los deseos prohibidos, configuran una
verdadera constelación de asuntos, si se me permite la expresión, altamente
“traumatizantes” para la existencia de las ya demasiado complicadas vidas de los
hombres y mujeres que profesan su fe.
Llama poderosamente la atención que sea la misma jerarquía eclesial la que
reacciona con sospechosa lentitud y silencio ante cuestiones de suma importancia
como los asuntos económicos, sociales o políticos.
Se me dirá, a modo de objeción, que la Iglesia Católica argentina ha publicado
suficientes documentos y declaraciones de índole social, a lo que debo contestar
que, en verdad es absolutamente cierto que existen numerosos documentos al
respecto ( como cartas pastorales, encíclicas papales, declaraciones sinodales,
etc. ), y que admito, para ser justo en las valoraciones, que en algunos casos,
representan un aplaudido progreso del pensamiento teológico y pastoral y una
firme contribución al compromiso cristiano de cara a los gravísimos problemas
que enfrrenta la humanidad, como la pobreza, la desigualdad social, la
injusticia social, etc. Condenando abiertamente los efectos devastadores del
neoliberalismo y del capitalismo salvaje que arrasa el planeta por estos dias.
Sin embargo, raramente se encuentra en dichos documentos, la mención explícita
de los responsables ( particulares e institucionales ) de aquellos “pecados”
sociales, políticos o económicos que han causado y siguen causando tanto mal y
tanto padecer en los pueblos. Y sin embargo, con suma facilidad son señalados
los que provocan una ola de escándalos sexuales que ofenden las conciencias
escrupulosas y la pulcra moralidad de quienes se erigen como modelos de conducta
y de vida para los demás.
Se escandaliza la iglesia por comportamientos sexuales típicos de la condición
humana, que muy lejos de ser perfecta, se dibuja como un camino de continua y
ardua búsqueda y construción de un estado de bienestar o de felicidad,
intentando llevar a la práctica los saludables y legítimos placeres y
satisfacciones que proporciona la vida, no sin atravesar por grandes luchas.
Se ofenden los portadores de verdades supremas y de normas perfectas, cuando se
muestran, sin tapujos, las imperfecciones o debilidades lógicas de nuestra
naturaleza de sujetos deseantes y caminantes en un mundo sembrado ya de
suficientes obstáculos como para cargar encima con la cruz de obediencias
insensatas o de cumplimientos sumisos y envilecedores.
Por eso, repudio las declaraciones del arzobispo de Córdoba Ñañez, desaprobando
lo escrito y lo dicho por el cura Mariani y llegando incluso a esbozar amenazas
“ administrativas” o “judiciales”, advirtiendo posibles sanciones o castigos por
tamaña impertinencia a la moral y las buenas costumbres de una recta e impoluta
sociedad. Expresa el jefe de la Iglesia local el profundo ¨desasosiego y
perplejidad¨ causada por la irresponsabilidad de este cura párroco. Pero,
curiosamente, es este mismo servidor de dios y de la iglesia, Carlos Ñañez
quien, lejos de sentir desasosiego y perplejidad en ocasión de su tarea como
sacerdote formador de los seminaristas, y junto a un importante número de
miembros de la jerarquía o del clero de los años de la dictadura militar en la
Argentina, permanecieron en un inaudito silencio cómplice ( cuando no en
colaboración directa ) ante el horror y el genocidio que se estaba perpretando,
sellando, de este modo, una de las páginas más nefastas y oscuras en la historia
de la Iglesia Católica Argentina. Así como queda, crudamente atestiguado, por el
testimonio reciente del ex represor Guillermo Bruno Laborda, quien declaró con
lujo de detalle, el horror de los asesinatos cometidos en la órbita del Tercer
Cuerpo de Ejército. Quien relata, con lujo de detalle en una parte de su
declaración, que, ante la intranquilidad de su conciencia y recurriendo a un
sacerdote, éste lo calmó diciéndole que era loable abatir a un enemigo de Cristo
y que sería por eso recompensado en el más allá.
Precisamente en esos años es cuando conducía la iglesia local de Córdoba el
controvertido y cuestionado Arzobispo Raul F.Primatesta y cuando, también el
entonces padre Ñañez se desempeñaba como uno de los curas del equipo de
formadores en el Seminario Mayor de Córdoba, Nuestra Señora de Loreto.
La iglesia ocultaba, miserablemente, la verdad de los terribles hechos de
entonces; pero esto, al parecer, no escandaliza tanto como las aventuras
amorosas de un cura que sólo quiso ser fiel al amor en todas sus formas,
cumpliendo así lo que Jesús le decía a sus discípulos cuando afirmaba que no hay
mandamiento más importante que el amor.
La iglesia que necesita la Argentina de hoy no es esa iglesia amordazada y
cómplice del genocidio militante y del genocidio social y económico de los años
setenta, ni tampoco la iglesia alejada de los problemas y angustias cotidianas
de su feligresía, que sostiene todavía un discurso absurdo e irrisorio en los
asuntos tanto de la vida sexual de sus ministros como del conjunto de los
creyentes.
Es hora que la iglesia católica asuma, al respecto, una posición más madura,
sensata y humanizadora, y que abandone definitivamente su integrismo moralizador
y su prédica basada en el miedo, las amenazas de castigo eterno, la acentuación
de la culpa, el desprestigio de lo mundano y la ignorancia.
Lo que para algunos resulta en extremo escandaloso e inaceptable, para mi y,
creo, sin temor a equivocarme que también para muchas conciencias evolucionadas
o simplemente despojadas de prejuicios absurdos y temores paralizantes, los
dichos de Mariani y más aun, su testimonio de vida, representan un inconfundible
acto de valentía insobornable, de sinceramiento largamente esperado, de
inoportuno y delicado servicio a la humanidad, de sabia transmisión de vida y de
un estímulo saludable para continuar con la ardua pero apasionante, urgente y
digna tarea de liberar las mentes y los corazones de las ataduras impuestas en
nombre de una ética inmoral, de una fe irracional, de un discurso incoherente,
de una prédica irreverente, de pulcritudes contaminadas, de testimonios carentes
de credibilidad y de oscuras complicidades.
Esto es lo que viene a ocasionar apenas la publicacion de un libro, que no es
otra cosa más que la difusión a mayor escala de la prédica valiente y osada y la
enseñanza semanal que el padre Mariani viene sosteniendo desde largo tiempo
desde su amada Parroquia Nuestra Señora del Valle de Villa Belgrano.
En esta oportunidad, a través de conmovedores relatos de episodios vivenciados
por él mismo. Una pedagogía sacerdotal y, al mismo tiempo, profundamente humana,
que de una manera bellamente descarada irrumpe provocativamente en los espíritus
deseosos de claridades, de amores, de sensateces, de franquezas, de utopías y de
sueños de justicia y humanidad. Y lo hace, verdaderamente, sin tapujos, es
decir, sin prejuicios ni disfraz alguno, exponiendo con el corazón en una mano y
su pasión educadora en la otra, lo que ha caracterizado y ya hecho famoso en
nuestra ciudad, su aguzado análisis, su cautivante personalidad y su
inquebrantable dignidad de hombre de dios y de hombre de pueblo, en consonancia
con las palabras de aquél mártir asesinado en tierras riojanas, Enrique
Angelelli, que expresaba: “Con un oído puesto en el evangelio y el otro puesto
en el pueblo “.
Hasta aquí mi contribución. Si alguien está de acuerdo con lo vertido en esta
opinión autorizo su difusión, y finalizo citando a nuestro Martin Fierro, que en
uno de sus tantos versos recita:
¨ Mas nadie se sienta ofendido, porque a ninguno incomodo,
y si canto de este modo, por encontrarlo oportuno,
no es para mal de ninguno, sino para bien de todos ¨
José Hernandez
Lic. Mario Alessio
DNI 13.152.632 |