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Nuestro País. Reflexiones Para La Homilía Del 2°Domingo De Pascua. Por Víctor Saulo Acha, pbro.

En la semana santa he hablado de Jesús crucificado y de los crucificados de la historia; he hablado de la resurrección de Jesús y de la esperanza de resurrección de todas nuestras muertes; y  justamente este año la Pascua ha coincidido con la víspera de la memoria del 24 de marzo de 1976 y ha coincidido con la semana de la protesta del agro ante las retenciones del Estado.

¿Cómo se vincula hoy la Pascua, la muerte y resurrección, con estos hechos que de distinta manera están vigentes en nuestra realidad actual?

Se vinculan porque son hechos de muerte-vida ó vida-muerte;

Se vinculan porque la mayoría de los protagonistas de estos hechos de uno u otro lado, de uno u otro signo, de una u otra ideología, se reconocen creyentes y especialmente cristianos;

Se vinculan porque la fe en Jesucristo es una fe que compromete con la historia y que se afirma o se niega con los actos que en la historia personal o colectiva producimos;

Por eso este fin de semana, al culminar la que se llama “Semana Pascual”, he pensado que es oportuna una reflexión sobre esos dos acontecimientos, que uno ya es y el otro ha de serlo sin duda hitos significativos en nuestra historia argentina. Mencionándolos, reflexionándolos, podemos iluminarlos desde la Pascua del Señor Jesús.

En los dos temas que voy a reflexionar, para muchos habrá parcialidad. Asumo dicha visión parcial, que sin duda es la de todos. Solo el diálogo desde las diferencias, y respetando el pluralismo, nos permitirá superar las parcialidades honestas y crecer en visiones compartidas y esperanzadoras.

Respecto a la memoria del golpe del 76, necesitamos un sano ejercicio de memoria colectiva

Estamos a 32 años del golpe del 76, un drama que no terminamos de identificar, de reconocer como tal y de elaborar para superar los traumas.

No hubo una guerra:

Sucia le llamaron algunos para justificar su existencia, o para disimular sus atrocidades, o para sentirse menos culpables;

Hubo una guerrilla y hubo un terrorismo de estado

No hubo caídos en combate:

Hubo secuestrados y muertos por la guerrilla y hubo detenidos-desaparecidos-muertos por el estado nacional

No se justifican las muertes violentas de ningún signo

Qué sucedió con la guerrilla: Es oportuno considerar que la guerrilla que surge en los 60 (paradigma el Mayo francés), al menos en una enorme porción de sus implicados, surge en ese contexto sesentista y como la concreción de un ideal: el de una sociedad nueva.

Afirmaron los que optaron por la guerrilla, que a la violencia institucional de la injusticia social había que oponerle la violencia de las armas, para instaurar el nuevo orden. Esto no justifica, pero explica la adhesión de tan gran número de jóvenes a esta causa.

Es otro tema si después, o durante las acciones, los jefes de la guerrilla defeccionaron y traicionaron los ideales, y esa traición no es menos grave que otros delitos de entonces y tampoco puede quedar impune. Pero la mayoría de los detenidos-desaparecidos-muertos por el Estado represor, adhería al ideal. Y muchos murieron no por una causa probada, sino por sospechas, o por amistad con algún sospechoso, o por simple vecindad, o por error de información. 

Que sucedió de la otra parte: Imaginemos por un momento que el país es una gran familia y que el rol parental lo ejercen los poderes del Estado en cuanto que están para conducir, para ordenar, para orientar, para proyectar, y también para corregir y castigar.

Pues bien, y aunque la comparación sea simplista, lo que sucedió es que estos “padres” que eran el Estado (Estado que surge de un golpe y se arroga un poder que no le ha conferido el pueblo en democracia), estos padres, digo, en lugar de corregir, de castigar y de reencauzar a los hijos equivocados los mataron. Reitero, perdón por el simplismo, pero es un padre que mata al hijo porque equivocó su camino y sus opciones. Y ni siquiera mataron con un juicio sumario como se puede dar en una guerra, los mataron secuestrándolos, robándoles sus hijos, torturándolos, despojándolos de su identidad y de las lágrimas de luto de sus seres queridos. Y para completar la acción, mentían, ocultando haber sido autores de tales crímenes aberrantes y de lesa humanidad.

Hoy a 32 años del aquel golpe militar, no podemos continuar con el manto de olvido y la impunidad que las leyes de punto final, de obediencia debida y los indultos pretendieron.

Y esto no es un pronunciamiento a favor de la tardía acción del último gobierno al respecto. Es la afirmación de que sólo con la verdad y el ejercicio de la justicia de manera clara y sin subterfugios ni epiqueyas, podremos restaurar heridas, corregir errores, comprender nuestros traumas colectivos, nuestras omisiones y aún la tan mentada corrupción que nos abarca masivamente.

Mas allá de las decisiones gubernamentales de continuar con los juicios, de arbitrar el encarcelamiento debido, de decretar lugares de “la memoria” a los centros de tortura y exterminio, mas allá de estos gestos oficiales y comunitarios, es preciso una toma de conciencia general en la sociedad, de la verdad histórica y de las responsabilidades históricas de cualquier signo que obraron aquellos acontecimientos.

Solo así podremos entablar un diálogo intergeneracional que nos estamos debiendo para que la historia tenga continuidad y en la continuidad nos permita consolidarnos como país. La ignorancia del pasado por parte de nuestros jóvenes les priva de sus raíces históricas, nos hace miopes ante la realidad y nos cercena la conciencia de nación que solo se tiene cuando se reconocen las luces y sombras del pasado, para buscar mayor claridad y lucidez en las acciones y los postulados sociales del presente.

En cuanto al conflicto agrario, necesitamos conocer y esclarecer lo que hay en escena y también lo que hoy detrás del escenario

Sabiendo que las coincidencias no solo se dan en nuestro país, sino que abarcan a la totalidad de Estados y pueblos de todo el Continente, hay una coincidencia innegable: aquel golpe militar en nuestro país, fue paralelo a otros similares en diversos lugares de América latina. Y esos golpes coincidieron, también en nuestro caso, con la implantación del modelo neoliberal desde la década del 70 y en nuestro caso concretamente desde 1976.

Ya entonces se atentó contra los medianos y pequeños productores agropecuarios, y los tradicionales sectores latifundistas de la oligarquía nacional, se unieron a las transnacionales, aumentando su poderío en tierras y apuntaron sin demoras a la exportación. Así se da un vuelco en la modalidad de la economía agraria, sin enmarcarse todo esto en un proyecto nacional para el campo. La despoblación del campo continuó, no ya por la atracción de la industria urbana, que también se raquitizó, sino por la tecnificación imposible de evitar, pero que fue tan solo patrimonio de los que mas pudieron y no de todos los que mantenían su vocación agraria.

Sucesivos gobiernos, hasta el presente, han ignorado los reclamos de los pequeños productores. En ocasiones porque han estado de la mano de terratenientes y grandes productores y exportadores, en ocasiones porque sus propios intereses les han volcado a otras prioridades.

Yo no quiero ni puedo opinar en esta ocasión sobre, aspectos más técnicos en materia de producción y economía rural, pero es innegable y por todos conocido el daño actual y futuro de los monocultivos y de la soja transgénica, como la enorme depresión de la industria ganadera y todos sus derivados. En esto caben distintas responsabilidades a cada quien:

Responsabilidades del Estado (de hoy y de ayer) porque no hay políticas agropecuarias actualizadas; porque no hay regulación del equilibrio entre producción, consumo y exportación; porque hay complicidades con los que mas tienen y pueden; porque no hay políticas que alienten al pequeño y mediano productor a optar por la producción que mas y mejor aporte al bien común, con una adecuada tecnificación rural y la imprescindible diversificación de los cultivos; porque las disposiciones de carácter fiscal no son adecuadas y porque no se atina, o no se quiere solucionar el delito llamémosle “de lesa humanidad” de la evasión.

Los actuales gobernantes deben ser respetados en su función y son responsables de ejercer su autoridad, pero no solo ante la actual protesta del campo, o cualquier otra similar, sino también y especialmente ante quienes dominan desde el poder internacional neoliberal, que impone toda suerte de opciones y de acciones a países como el nuestro. El imperio del neoliberalismo es mundial, pero aún dentro de ese modelo hay que diseñar proyectos adecuados para el bienestar de las mayorías.

Responsabilidades de los grandes productores que son quienes en definitiva determinan (en lugar del Estado) las políticas agropecuarias, para la producción, el consumo y la exportación; porque mientras conservan enormes latifundios, talan bosques naturales donde más le conviene para obtener mayores ganancias; porque en definitiva son quienes primero se oponen a las retenciones (que bien aplicadas hacen al crecimiento del conjunto de la nación), porque se resisten a dejar de ganar (no a perder) un solo peso mas; porque actúan de cara a los intereses de los grandes aparatos financieros internacionales y no de cara al bien común del país.

También hay responsabilidades de los pequeños y medianos productores, que deberían admitir que  las retenciones, bien implementadas, contribuirían a desalentar los monocultivos –aunque no se esté de acuerdo en la modalidad y el monto de la medida que ha tomado el gobierno- y constituir, como he dicho, un aporte que debe redundar en beneficio del bien común; aceptar que el monocultivo atenta contra el equilibrio natural tan en riesgo actualmente y que la posesión de la tierra no da derecho a un uso indiscriminado de la misma sino que también es una responsabilidad social; porque deben cuidarse muy bien de que su meta sea solo el enriquecimiento individual a cualquier costo y sin medida ni escrúpulos; porque ciertamente debieran haber exigido desde hace tiempo que se den aquellas políticas crediticias y fiscales, que les faciliten el trabajo de la tierra en pequeña escala;

Además, tanto el Estado, como los grandes o los pequeños productores, aunque en distinta medida, son solidariamente responsables de que exista un millón de trabajadores rurales en negro, contribuyendo a agravar este cáncer nacional que se da en todos los ámbitos de empleo del país, aún en los organismos oficiales. 

Solo algunas reflexiones finales

Somos un país federal y por lo tanto hay que salvaguardar las autonomías regionales y provinciales y lo que todos conocemos me exime de abundar en el tema. No necesitamos gobernantes locales genuflexos para que consigan lo necesario para las economías y emprendimientos provinciales. El federalismo no es una negociación.

El paro del agro; los cacerolazos del 2001, anteriores manifestaciones masivas de población de distintas condiciones sociales, nos permiten ver que hemos crecido en la experiencia participativa y aunque esto es incipiente es ya expresión de un interés mayor por todo lo que hace al bien común, aunque surja en ocasión de intereses de sector. Y en esto tenemos mucho para crecer.

Pero cuidado, hay que ser muy lúcidos y astutos para saber a quien se apoya en las luchas populares, porque si estas llevan al caos, el caos puede terminar en golpe de estado y entonces retrocederemos, pues la peor de las democracias es mejor que cualquiera de los totalitarismos ensayados aquí y en otras partes a lo largo de la historia.

Es grave que no haya un proyecto para el campo, pero esto es tan solo expresión de que carecemos de un proyecto de país y que solo tenemos políticas neoliberales que responden a intereses eventuales y de sector. Solo un proyecto integral de país nos pude salvar del caos y es responsabilidad de todos buscarlo, discutirlo y exigirlo. Pero como las construcciones sociales “crecen desde el pié”, debemos buscar espacio de discusión de estas problemáticas en los pequeños espacios de barrios, pueblos, comunas, etc.

Y cualquier proyecto deberá tener como norma y criterio básico la inclusión. Esto exige abrir el diálogo, deponer pre-conceptos y pre-juicios, para mirarnos como humanos, única forma de llegar a integrarnos como hermanos que pisan y construyen en el mismo suelo.

Finalmente hay que aprender a pronunciar, a ejercer y a defender una palabra que está ausente en la mayoría de los labios argentinos de hoy. La palabra NOSOTROS.  Qué doloroso escuchar decir “porque en este país”. ¿De quién es “este país”? Es MI país, es TU país, es NUESTRO país. Si lo llamamos “este” no nos involucramos, ni sabemos a quien involucrar, cuando decimos es mío, es tuyo es nuestro, entonces incluimos, y nos incluimos. Y solo entonces podremos CONSTRUIR, el presente y el futuro.

Amigos:

Digo como al principio: todos estamos sujetos a la parcialidad de nuestras visiones, pero solo el diálogo y el pluralismo nos permitirán superar las parcialidades “honestas” y construir un pensamiento social que incida en un coherente proyecto de país.

Pascua es vida nueva, es resurrección. Hagamos pascua resucitando de tantas muertes que se expresan en lo que acabo de recordar. Pongámonos de pié, que nadie viva de rodillas, solo así escuchamos el llamado de la Escritura “levántense porque está cerca la liberación”


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Última modificación: 30 de July de 2010