| |
El “santo exterminio”. Por Washington Uranga
Las revelaciones de dirigentes palestinos a la BBC acerca de los delirios
místicos de George W. Bush y sus “diálogos” directos con Dios –ahora desmentidos
oficialmente por la Casa Blanca, tal como se requiere para que algo quede
finalmente confirmado– forman parte inseparable del pensamiento único dominante.
No basta con el dominio económico, financiero, tecnológico, comunicacional. El
pensamiento totalitario, como ha quedado largamente demostrado a través de la
historia de la humanidad, aun contando con la suma del poder, necesita del
“mandato divino” para su legitimidad y autosatisfacción.
Sentir “el envío” de Dios para avanzar en la tarea exterminadora es una forma
discursiva, simbólica, en definitiva ideológica de convertir al débil, al pobre,
al desvalido, en enemigo, en amenaza, en la encarnación del mal. Y por esta
misma vía se justifica toda acción exterminadora y esta tiene que ser de tal
grado y dimensión que garantice la victoria total. Esta lógica mesiánica sirve
además para justificar los medios. No importan los métodos a los que se recurra.
El fin justifica los medios, porque se trata de la batalla de los buenos (y del
“líder de los buenos”) contra los malos, contra quienes atentan contra la
civilización perfecta.
Es la ideología que hoy controla al mundo y de la que George W. Bush no es sino
su expresión más grotesca. De la misma manera los pobres negros y latinos
víctimas del Katrina en el propio territorio de Estados Unidos se “enteraron” de
que según Bush, Dios no sólo no los eligió a ellos, sino que serían castigados
hasta con la muerte por “delitos” tales como la desazón, el hambre y la
desesperación y por desobedecer las órdenes del ejército imperial, el mismo que
los abandonó a su suerte en medio de un desastre natural anunciado y previsible.
Después de tantos congresos, discursos y declaraciones sobre derechos humanos,
después de la fugaz “primavera” de la caída del Muro de Berlín (1989), la lógica
política del mundo del pensamiento único y del poder concentrado sigue
construyendo mecanismos siniestros de exterminación de aquellos que “sobran” del
sistema. Así Bush no duda en sentirse el enviado de Dios a modo de “ángel
exterminador” para asesinar en Irak y Afganistán de manera flagrante o de manera
encubierta o menos evidente en cualquier otra parte del mundo, cuando manda
aniquilar a presuntos enemigos calificados de terroristas o narcotraficantes.
Pero esa lógica no dista de la que usa la policía de Tony Blair para asesinar
bajo la “acusación” de “sospechoso” o por “portación de rostro” a un inocente
inmigrante brasileño en el metro de Londres. Es falaz cualquier explicación
sobre el presunto “error” en el hecho. Simplemente porque tal error no existe.
Antes hubo una orden, pensada, meditada, fríamente analizada de tirar a matar a
cualquier persona que por el solo hecho de ser distinta, no mereciera estar
dentro del mundo de los elegidos.
La misma lógica con la que el Norte rico y poderoso construye muros, alambrados
de púa, barreras y guardias fronterizas en México, en el Caribe o en el norte de
Africa, para defenderse del malón pobre del Sur que lucha desesperadamente por
su sobrevivencia. Los ricos consideran que tienen derecho a defender “sus
derechos”. Seguramente porque, como Bush se sienten los elegidos de Dios. La
ideología del discurso único lleva a la absoluta justificación de todo. Si se
trata de detener al malón de los hambrientos para preservar “el derecho de los
elegidos”, se justifica hasta el asesinato. Pero no es necesario ir tan lejos
para ver ese mecanismo en acción. ¿O acaso es muy distinto el razonamiento de
quienes en Argentina apoyados en sus privilegios, sólo reclaman seguridad y
construyen barrios cerrados que se parecen más y más a fortalezas medievales con
todos los servicios incluidos? Incluidos por cierto los muros, los alambres de
púa y los guardias armados. Estos también invocan a menudo a Dios y a sus
derechos.
Esta es la realidad y es incuestionable, pero quienes seguimos creyendo que
existe un Dios justo, cualquiera sea su advocación, confiamos esperanzados en
que la justicia divina prevalecerá contra estos “ángeles exterminadores” porque
sólo los pobres son “bienaventurados” y a ellos Dios les ha dado su promesa y
garantía de victoria final. Todo esto más allá de quienes en medio de la
soberbia del poder pretendan atribuirse mandatos divinos.
Fuente: Página 12
|