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Nos comprometemos a trabajar por la esperanza. Por Marta Alanís Católicas por el Derecho a Decidir Córdoba-ArgentinaEn este momento tan especial donde acaba de nombrarse el nuevo Papa, como mujeres de fe, expresamos que no constituye para nosotras un motivo de esperanza la elección de Ratsinger como máxima autoridad de la Iglesia Católica. Todo inidica que habrá continuidad, que el Opus Dei saldrá beneficiado con esta elección y los pobres y postegados del planeta tendrán que esperar por lo menos un milagro para ver realizados los sueños de una Iglesia inclusiva y tolerante. Aunque algunas personas tan prestiguiosas como Hans Küng pretendieron darle 100 días de confianza como al presidente de EEUU, ya mostró sus garras el otrora joven hitleriano anunciando su próxima misa en latín. Este hecho no es algo menor, es identificarse con Lefebre que fue expulsado justamente por no respetar el Concilio Vaticano II. Este nuevo Papa, Benedicto XVI, no habilita la esperanza con su primera decisión, en cambio genera temor por su audacia e intolerancia. En un momento histórico donde Jorge W. Bush está al mando de la potencia más grande y beligerante del mundo, contar con el acompañamiento de un nuevo Papa que agudiza la intolerancia y la vuelta al medioevo en forma más acelerada que su antecesor hace pensar en el peligro de más guerras, de más discriminación, de más fundamentalismo. No hay razón para esperar sus primeros cien días, sólo alcanzó unas pocas horas para perder la confianza del humanismo y el progresismo a nivel mundial. En encuestas que se están realizando en este momento el 55 % de los argentinos/as que se expresan lamentan el resultado de la elección de este nuevo Papa. Por lo menos nos queda la esperanza en la conciencia de la gente para apoyarnos en la construcción de la esperanza. De todos modos queremos que se conozcan nuestros deseos de cambio especialmente en lo que se refiere a la transformación de la pirámide jerárquica en un abanico multicolor donde todas y todos tengan lugar y sean respetados y respetadas en su dignidad. Aspiramos a que las relaciones humanas al interior de la Iglesia tal como muestran las enseñanzas de Jesús sean como entre hermanos y hermanas -hijos e hijas de un Dios (Diosa)- donde la autoridad sea concebida como servicio. Queremos una Iglesia donde desaparezca la discriminación de género y las mujeres puedan ser sacerdotizas, participando en las celebraciones litúrgicas y en todos los espacios de construcción de enseñanzas y de decisión. Así como pedimos la radicalización de la democracia en la sociedad queremos lo mismo en nuestra Iglesia, que las obispos y obispas sean elegidos/as por las y los fieles y que tengan un mandato con un tiempo determinado. Si esta democracia tuviera lugar quedaría atrás el pontificado tal como lo hemos conocido hasta el presente y asistiríamos a una asamblea donde exista una representación con criterios justos para todas las regiones donde existe población católica, contribuyendo así a la unidad de la Iglesia -que no es sinónimo de uniformidad- dejando atrás la pretendida autoridad infalible que en muchos casos, como en los temas de moral sexual, se ha dedicado a vigilar, excluir y castigar. Queremos una Iglesia que escuche y esté atenta a los signos de los tiempos y respete los derechos de humanas y humanos y asuma que los derechos sexuales y los derechos reproductivos son derechos humanos básicos de todas las personas sin discriminación por opción o preferencia sexual y que contribuya con grandeza y respeto a combatir la pandemia del VIH-sida. Una Iglesia que se inspire en el Evangelio y denuncie las estructuras de poder que oprimen y generan miseria para la mayoría de los habitantes del planeta y que opte de manera excluyente por los/las más pobres y discriminados/as. Que Nunca Más apoye dictaduras militares y que se atreva a excomulgar a los genocidas. Queremos una Iglesia pobre y sencilla, austera, que se despoje de sus bienes para contribuir a la redistribución de las riquezas y que queden atrás y para siempre los atuendos lujosos propios de las monarquias, que reconozcan las propias debilidades y errores, desde la conquista, la complicidad con el fascismo, la misoginia, hasta las violaciones a monjas y abuso a menores en todo el mundo. Una Iglesia inspirada en lo mejor de sus tradiciones y valores capaz de reconocer las nuevas teologías que han surgido en el mundo desde los diferentes lugares de opresión, que no se aferre a dogmas y reconozca al amor como mandato excluyente y vaya al encuentro de otras creencias para entablar un diálogo ecuménico que contribuya a la Paz convocando a un nuevo Concilio como expresión de consulta y renovación. Una Iglesia que respete la libertad religiosa y la libertad de conciencia, que asuma su separación del Estado como fiel expresión del respeto a la pluralidad de creencias y valores que existen en cada país y que reconozca humildemente que para lograr esto los estados deben ser Soberanos y Laicos. Queremos una Iglesia constructora de sentido y de esperanza, que irradie alegría, que la liturgia esté signada por la creatividad, la diversidad y la fiesta, donde cada día se celebre la resurrección y se sanen las heridas de la cruz. Por todo esto seguiremos trabajando porque otra Iglesia es posible.... aunque tengamos que seguir esperando y difundiendo otro modo de ser Iglesia. |
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