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Un libro (sin tapujos) y un precepto (¡no hable!) (Por Quito Mariani)
Son dos cosas distintas. Ambas se mezclan cuando se hacen referencias a los problemas suscitados alrededor de “Sin tapujos, la vida de un cura” un relato autobiográfico que escribí y publiqué en el mes de Junio. Tratemos de poner las cosas en su lugar. El libro levantó gran polvareda, a propósito de que algunos medios de prensa centraron la publicidad en unos pocos pasajes relacionados con la sexualidad. Ya sabemos que el tema es de los que, entre muchos de nosotros, “no se habla” La polvareda acicateó las ventas hasta lo impredecible. Pero, mucha gente, entre ellos el Sr. Arzobispo, hicieron su juicio en base a la publicidad de esos medios. Y ni compraron ni leyeron el libro. Así hay gente que ya definió su posición, no por motivos racionales que exigen leer el libro, sino por banderías ideológicas o impulsos afectivos. Respetando las posturas ya tomadas de las que cada uno se hace responsable y que por no ser racionales son al mismo tiempo irrefutables, la defensa del Libro se hace por sí misma, leyéndolo. Otra cosa es el decreto eclesiástico que me impone silencio. Me prohibe hablar del Libro o su contenido en público y privado, en homilías, conferencias, meditaciones o cualquier clase de reuniones. Y prescribe también que no pueda hacer ninguna aparición en los medios visuales, orales, escritos o de cualquier otra índole para tratar cualquier materia o tema. Debiendo para publicar cualquier cosa requerir permiso expreso a la autoridad eclesiástica. Se entiende inmediatamente que esto es una exageración que viola una cantidad de derechos. Por ese motivo, con el debido asesoramiento jurídico, pedí la revocación del decreto. El Arzobispo en menos de una semana me llamó para comunicarme el rechazo absoluto del pedido, ratificando el decreto en todo su rigor. Esperé hasta el Domingo 25, y decidí aprovecharme de la circunstancia de la apelación presentada el Lunes 26, para comenzar a quitarme la mordaza. El pedido de nulidad del decreto, produce una suspensión de sus efectos, de manera que mi ruptura del silencio es solamente no someterme a algo que está oficialmente en discusión sobre si es o no justo. Mientras eso dure, mis asesores abogados, sostienen que están suspendidos todos los efectos del Decreto ya que no tengo por qué someterme a algo que no se sabe si es no de juticia. Por otra parte los “medios” se constituyen ahora en mis aliados para no dejar pasar inadvertidas las maniobras e intereses que se ocultan tras este intento de sancion Y, en realidad, consecuente con mi posición “sin tapujos” he ido revelando con toda objetividad los pasos del proceso y mi situación personal. Voceros del Arzobispado han afirmado la inminencia de la primera sanción que es “traslado de oficio”. Remoción de La Cripta sin que pierda mi título de párroco que, como concedido en el Viejo Código, me da inamovilidad. Ni a esta ni a cualquier otra disposición posterior me voy a someter con la falsa humildad que se me pide, ni por obediencia debida. Recurriré a todos los elementos de defensa canónica, civil y mediática. Sin afligirme por la “perplejidad” que pueda causar en mentes infantiles esta actitud mía de rebelarme ante una orden que considero injusta y represiva. Pbro José Guillermo Mariani |
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