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LA VERDAD, PILATO, ES… Por Pedro Casaldáliga - Circular 2007
¿Qué es la verdad? ¿Quién tiene la verdad? ¿Cuál es la política verdadera? ¿Cuál es la verdadera religión? Esas preguntas, con diverso tono y a veces provocando desconcierto e indignación, son preguntas universales y de cada día y no las podemos rehuir, ni en la política, ni en la religión. La globalización, si por un lado nos amarra al lucro desalmado, por otro lado nos proporciona espacios nuevos de diálogo y de convivencia, en la verdad compartida. Nuestra Agenda Latinoamericana Mundial, en estos años de 2007 y 2008, pregunta por la verdadera democracia y denuncia la falsa política. En 2007, “Exigimos y hacemos otra democracia”; y en 2008, “La política ha muerto, viva la política”. Aquí, en América, en medio de ambigüedades, crispaciones y desencantos, se está dando un viraje hacia la izquierda. Pero, en congresos y en publicaciones, se hacen las preguntas inevitables: ¿qué es la izquierda, qué es la democracia, cuál es la verdadera política, cuál es la verdadera religión, cuál es la verdadera iglesia? No hay duda de que caminamos, a pesar de las dramáticas estadísticas que el PNUD y otras instituciones de opinión nos dan. Son 834 millones de personas las que pasan hambre en el mundo y cada año son 4 millones más. Un 40% de la población mundial vive en la pobreza extrema. En América Latina son unos 205 millones de personas en la pobreza. En África Subsahariana son 47 millones. El economista Luís de Sebastián recuerda que “África es un pecado de Europa”, la mayor deuda actual de la Humanidad. El mundo emplea anualmente un billón de dólares en armas, cantidad 15 veces superior a la cantidad destinada a la ayuda internacional… La desigualdad en nuestra aldea global es una verdadera blasfemia contra la fraternidad universal. Un ejemplo: la media de la renta anual de las personas más ricas de EE UU es de 118.000 dólares; y la media de la renta anual de las personas más pobres de Sierra Leona es de 28 dólares. Camina el diálogo ecuménico e interreligioso, todavía en las márgenes, y minoritario aún. El fenómeno grave y mundial de la migración está exigiendo respuestas y decisiones que afectan ya a los diferentes pueblos y culturas y religiones. ¿De quién es la verdad?, ¿de quién no es? La Iglesia, la Iglesia católica, celebra, en Aparecida (Brasil), en este mes de mayo, la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y Caribeño. Y ya se han levantado voces, sinceras y dignas de toda participación, reclamando “lo que no puede faltar en Aparecida”: la opción por lo pobres, el ecumenismo y el macroecumenismo, la vinculación de fe y política, el cuidado de la naturaleza, la contestación profética al capitalismo neoliberal, el derecho de los pueblos indígenas y afroamericanos, el protagonismo del laicado, el reconocimiento efectivo de la participación de la mujer en todas las instancias eclesiales, la corresponsabilidad y la subsidiaridad de toda la Iglesia, el estímulo a las CEBs, la memoria comprometedora de nuestros mártires, la inculturación sincera del Evangelio en la teología, en la liturgia, en la pastoral, en el derecho canónico. En fin, la continuidad, actualizada, de nuestra “irrenunciable tradición latinoamericana” que arranca, sobre todo, de Medellín. El tema del V CELAM es: “Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que en Él nuestros pueblos tengan vida. Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Las discípulas y misioneras, ya que no entran en el enunciado, esperamos que entren en las decisiones de la Conferencia…). El discipulado y la misión son la vivencia concreta y apasionada del seguimiento de Jesús, “al acecho del Reino”. El teólogo A. Brighenti señala que el déficit eclesiológico del Documento de Participación se expresa, sobre todo, en el eclipse del Reino de Dios, citado sólo dos veces en todo el documento. ¿Por qué se le tiene tanto miedo al Reino de Dios, que fue la obsesión, la vida, la muerte y la resurrección de Jesús? No está todo tranquilo en esa Conferencia del CELAM. Con muy mala sombra, como dirían los castizos, ahora, en vísperas de la Conferencia, ha estallado el proceso de nuestro querido Jon Sobrino. Muy sintomático, porque un cardenal de la Curia romana ya ha declarado que antes de Aparecida estará liquidada la Teología de la Liberación. Ese ilustre purpurado habrá de aceptar, supongo, que después de Aparecida continuará vivo y activo el Dios de los pobres, y continuará subversivo el Evangelio de la liberación; y que desgraciadamente el hambre, la guerra, la injusticia, la marginación, la corrupción, la codicia, continuarán exigiendo de nuestra Iglesia el compromiso real al servicio de los pobres de Dios. Yo le he escrito a Jon Sobrino, recordándole que somos millones los que lo acompañamos y es, sobre todo, Jesús de Nazaret quien lo acompaña. Le recordaba a Jon aquella décima que escribí a raíz del martirio de sus compañeros de la UCA: “Ya sois la verdad en cruz / y la ciencia en profecía, / y es total la compañía, / compañeros de Jesús”. Por tu santa culpa, le decía a Jon, muchos estamos oyendo, traspasada de actualidad, la pregunta decisiva de Jesús: “Y vosotros ¿quién decís que soy?” Porque es al verdadero Jesús a quien queremos seguir. Despectivamente Pilato le pregunta a Jesús qué es la verdad y no se para a oír la respuesta y además lo entrega a la muerte y se lava las manos. Maxence van der Meersch le responde a Pilato y nos responde a todos: “La verdad, Pilato, es estar del lado de los pobres”. La religión y la política han de acoger esa respuesta hasta las últimas consecuencias. Toda la vida de Jesús, además, es esa misma respuesta. La opción por los pobres define toda política y toda religión. Antes era “fuera de la Iglesia no hay salvación”; después, “fuera del Mundo no hay salvación”. Jon Sobrino nos recuerda, una vez más, que “fuera de los pobres no hay salvación”. Juan XXIII abogaba por “una Iglesia de los pobres, para que fuese la Iglesia de todos”. Lo cierto es que los pobres definen, con su vida prohibida y con su muerte “antes de tiempo”, la verdad o la mentira de una Sociedad, de una Iglesia. Dice nuestro Jon Sobrino: “Quien no sepa explícitamente de Dios, lo ha encontrado si ha amado al pobre”; y el Evangelio lo dice repetidamente en la palabra y en la vida de Jesús, en su pesebre y en su calvario, en las bienaventuranzas, en las parábolas, en el juicio final… Hermanos, hermanas, gente querida y tan próxima en el mismo desvelo y en la misma esperanza, sigamos. Intentando “hacer la verdad en el amor”, como dice el Nuevo Testamento, en comunión fraterna y en la praxis liberadora. “Con los Pobres de la Tierra”. Siendo “vidas por el Reino de la Vida”, como pregonábamos en la Romería de los Mártires de la Caminada”. Sea esta pequeña circular un grande abrazo de compromiso, de gratitud, de esperanza invencible, Reino adentro. |
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