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Nota Introductoria: En el año 89 fue el
asesinato de los mártires jesuitas de El Salvador. Ese año aun cursaba
ingeniería en la católica y recuerdo el silencio cómplice con el que se trató de
tapar lo sucedido. Aun retengo en mi memoria el memo interno con el que se
comunicaba la trágica noticia colocado única y discretamente en el sector de
profesores. Ningún alumno que viviera al margen de la realidad de la iglesia
latinoamericana (es decir casi la totalidad) se enteró del martirio. Las
autoridades de entonces se ocuparon hábilmente de hacerlo pasar desapercibido.
Hace unos días, Rafael Velasco, actual rector de la UCC, junto a otros de sus
compañeros jesuitas publicaron una carta en
La Voz
que expresa lo que muchos sentimos: Hay dos Iglesias. La Iglesia de los
Ratzinger que se cierra cada vez más, incapaz de dialogar con el mundo y la
Iglesia que conforman tipos como Jon Sobrino y estos hermanos jesuitas que se
tomaron el evangelio en serio y llaman a las cosas por su nombre. Como ex alumno
de "la católica" sombría, me da una inmensa alegría presentar ahora en la página
de SinTapujos la carta de estos otros jesuitas que, desde su lugar hacer un
cristianismo creíble. Gracias Rafael! Paz y Bien!
¿Y la buena noticia? Por Leandro Calle, Gustavo
Morello, Víctor Pacharoni, Arturo Sandiano y Rafael Velasco, Jesuitas de la UCC
(Universidad Católica de Córdoba)
Es doloroso a veces hablar de la Iglesia, nuestra Iglesia
en particular en algunos momentos. Pero es necesario hablar, precisamente por
amor a la Iglesia.
El padre Jon Sobrino, jesuita, uno de los teólogos latinoamericanos más
reconocidos, ha sido “notificado” por la Sagrada Congregación de la Fe. Esto
significa que se le señalan errores doctrinales serios que –entre otras cosas–
hacen inconveniente sus textos (usados en muchas facultades de teología) y su
enseñanza en centros teológicos. Su “herejía”, según los funcionarios de la
citada congregación, consiste básicamente en afirmar “excesivamente” la
humanidad de Jesús en “detrimento” de su divinidad.
Si a esto se le suma la reciente carta apostólica firmada por Benedicto XVI
sobre la Eucaristía en la que se vuelve a insistir en que no pueden comulgar los
divorciados y vueltos a casar salvo que “vivan como hermanos” (con lo que se
confirma la sospecha de que “lo malo” es el sexo), y que se recomienda volver al
uso del latín en algunas oraciones de la misa, el panorama de retroceso es claro...
y lamentable.
El Concilio Vaticano II, dicen los que vivieron en esa época, significó una luz
de esperanza, una ventana abierta al mundo. La Iglesia abandonaba después de
mucho tiempo su ensimismamiento y se decidía a entrar en diálogo con el mundo
secular, se comenzó a hablar de inculturar el Evangelio, de diálogo
interreligioso y de diálogo incluso con los no creyentes. Pero parece que
entraba demasiado aire fresco y para que no se resfriaran algunos la ventana se
entornó cada vez más y ahora peligrosamente se está cerrando.
Malas noticias… Es dura la imagen de una Iglesia que sanciona a un
teólogo que justamente intentó inculturar el Evangelio en un lugar sangrante de
América latina, comprometiéndose él mismo (los compañeros de comunidad de
Sobrino fueron asesinados en El Salvador en el año 1989 por su compromiso con
los más pobres y él se salvó porque no estaba en casa esa noche, nada más).
El encomio del latín en las celebraciones litúrgicas y el canto gregoriano,
parece cuando menos un cultismo litúrgico de dudoso gusto, y escasísimo sentido
pastoral (son contadísimos los fieles que hablan latín, incluso entre los
sacerdotes).
La ratificación explícita de que se continúa excluyendo de la comunión a los
divorciados y vueltos a casar, es la confirmación de lo que ya se sabía, pero en
este contexto no deja de ser un nuevo cachetazo. Algo así como si la comunión
fuera un premio para “los buenos” (en particular para los que tienen conductas
sexuales adecuadas a lo que las encíclicas indican), y no fuera –lo que es– Pan
para el camino, alimento para los peregrinos que caminamos entre incertidumbres
y penumbras en un mundo que es demasiado duro como para vivirlo sin Dios.
Qué lástima. Y pensar que el Evangelio de Jesús es una Buena Noticia para los
que tienen el corazón destrozado.
Leandro Calle, Gustavo
Morello, Víctor Pacharoni, Arturo Sandiano, Rafael Velasco.
Jesuitas
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