En vista de una respuesta a las exigencias de la postmodernidad
A modo de introducción general
Si la escuela tomista representa el primado de la racionalidad y de la verdad, la escuela franciscana representa el primado de la afectividad y de la bondad. Pero entiéndase bien: no se trata de la bondad sin o contra la verdad (sería romanticismo o sentimentalismo), sino la Bondad como el alma, el corazón de la Verdad.
1) Es un dato real por todos compartidos que la parábola del pensamiento y de la cultura occidental ha sido alimentada, promovida y sostenida gracias al primado de una Razón (primero filosófica y luego ideológica y científica) siempre más omniciente, más arrogante y soberbia que, privilegiando sus mezquinos intereses, no ha considerado o no ha escuchado otra voz que no haya sido la suya. Esta autoreferencialidad, siempre más arrogante, altanera, la ha hecho sorda para escuchar otras voces, voces que no siempre están en sintonía con las pretensiones de la lógica de la Razón que tiende a poseer y a dominar, a mercantilizar y a cuantificar. Es la lógica relacional que tiende a hacer de todo lo que encuentra – como ha hecho el protótipo de la cultura occidental, es decir Ulises, botín.
2) La Razón occidental, en función de acaparar y mercantilizar, ha desconocido el derecho de la diversidad a la existencia. Sobre todo aquello que no se deja matematizar o poseer, ejerce la violencia, enmascarada en mil modos sutiles y elegantes. Son las voces de las diferencias que no se dejan homologar o fagocitar por una lógica totalitaria y totalizante, por un pensamiento único que ignora, deja al márgen o condena como absurdo o sin sentido todo lo que no puedo disciplinar, manipular, achatar y colocar al interno de sus propios intereses – que son siempre autoreferenciales.
3) Pues bien, tal Razon – de la cual han provenido tantos beneficios – es también la que nos ha llevado a los holocaustos y los genocidios del siglo pasado y ha condenado al silencio y a la miseria extrema enteras poblaciones diversas, naciones “otras”, culturas “otras” que se negaban a dejarse encasillar o capturar por la racionalidad occidental, depredadora de toda diferencia. El hombre actual, cansado de la homologación, sea tal homologación de derecha o de izquierda, defiende hoy el derecho a la diversidad, el derecho a una individualidad o “yoidad” que rechaza – aunque no siempre sepa defender tal derecho con “razones razonables” – todo forma de uniformidad que no tenga en cuenta la unicidad que cada rostro humano, con titánica lucha costruye y representa.
4) En este espacio postmoderno, siempre más pluricultural, multiétnico, multireligioso y pluriético, espacio en el cual la convivencia con la “otreidad” del otro es un dato innegable aunque no siempre sea placentero ni tranquilo el encuentro, el paradigma franciscano de lectura de lo real, paradigma que privilegia la Bondad como alma de la Verdad, puede ser un punto de referencia relevante. Es una lógica que, sin tener la arrogante pretensión de iluminar el entero horizonte, puede ser un faro, una luz que ilumina el pensamiento y orienta o propone otras prácticas de encuentro con lo real. Se trata de otras lógicas relacionales más humanas, menos fagocitantes, mas respetuosas de la diferencia la cual, hoy, a nivel planetario, hemos descubierto como un valor irrepetible que ningún fundamentalismo, sea secular o religioso, tiene el derecho de cancelar o desdibujar.
5) La fecundidad teorética y práctica del paradigma franciscano – paradigma que de a poco iremos presentando – pero que ya decimos, es la lógica que da espacio a la oblatividad como razón de su leer y operar – nos induce a poner esta pregunta: ¿san Tomás o san Buenaventura (y la escuela franciscana) como la fuente inspiradora del pensar y el actuar? Lo que nos proponemos en esta serie de reflexiones, es llevar a sus extremas consecuencias o radicalizar la opción filosófica fundamental, de modo que podamos apreciar la capacidad interpretativa de instancias fundamentales y altamente problemáticas y conflictivas de la sociedad contemporánea, interrogándonos por la tarea o el trabajo que nos compete y nos espera. Me explico mejor: ¿la tarea que nos espera no es otra que permanecer en la lógica elaborada por el primado de la Racionalidad y la Verdad, lógica que en modo siempre más necróficlo ha alimentado la vida del Occidente, o intentar otros caminos, otras lógicas que sin rechazar totalmente la lógica precedente (sería absurdo hacerlo) abran senderos no simplemente marginales o de “segunda clase”. Entiéndase bien: no se trata de poner en cuestión a san Tomás de Aquino, sino de preguntarse por la fecundidad teorética de la lógica tomista, sea tanto en la individualización de la problemática de nuestro tiempo, siempre más pluralista en todos los aspectos, cuanto en la capacidad para responder a sus expectativas y esperanzas.
Evitaré las tediosas notas al pié de la página y sin hacer de estas reflexiones un trabajo académico, citaré sólo en el texto los autores que creo serán importantes para dar credibilidad a estos pensamientos. Son “migajas” de reflexiones, migajas franciscanas que provienen de la lógica de la gratuidad que alimenta el corazón del franciscanismo porque es la lógica relacional del Amante, de Aquel que, como dice el profeta Isaías, “rescata sin precio” y en Jesús de Nazaret, ama sin medida y sin discriminaciones.