¡Una buena para empezar el año!
El 31 de diciembre, fecha en que se vencía el plazo para que el Vaticano aceptara oficialmente reformar la legislación del IOR, a fin de evitar transferencias anónimas y blanqueo de dinero , quedó firmado el acuerdo. La Comisión especial creada por la Unión Europea para evitar esos trámites irregulares, había conminado al Vaticano a responder claramente sobre la procedencia de varias transferencias realizadas al IOR sin la debida especificación de origen. Con la excusa de dificultades comunicacionales se postergó hasta el útimo día del plazo otorgado por la asociación internacional el compromiso solicitado. Los millones de euros transferidos estaban incautados por la Banca italiana y es posible que éste haya sido un resorte importante para que Benedicto XVI aceptara los términos de la conminación, aunque fuera a último momento.
Como sea, lo cierto es que ya hay un compromiso escrito de que el famoso IOR, que es el banco hasta ahora autónomo e independiente del Estado Vaticano, jugará con las reglas de transparencia y legalidad exigidas internacionalmente. ¡Y esto es un gran alivio! Porque, a pesar del tiempo transcurrido, la gente con memoria no se olvida de los hechos tan oscuros como vergonzosos que salieron a la luz con el suicidio, todavía no aclarado, de Roberto Calvi director del banco Ambrosiano en el que el Vaticano era el principal accionista. Las sospechas de entonces se extendieron hasta el manejo de dinero de la mafia y de la P2.
De manera parecida al pronunciamiento reciente sobre la permisión de que los sacerdotes u obispos transgresores sexuales sean sometidos como cualquier ciudadano a las leyes y sanciones civiles, también ahora, desde el 2011, el Vaticano promete y se compromete a regularizar su conducta financiera. Hay que notar que el IOR (Instituto para obras religiosas) está bajo la responsabilidad directa de una comisión de cardenales.
¿Cómo se explica que,nada menos que la Iglesia católica cuyo signo máximo de representatividad es ese personaje de blancas vestiduras impecables que llamamos Sumo Pontífice o Santo Padre, esté penetrada por estas conductas deshonestas y sombrías? .No es difícil analizar con simplicidad el proceso, tanto en el micro ambiente de distintas instituciones eclesiásticas dedicadas a ayudar a los más cadenciados, cuanto en los niveles de las máximas jerarquías.
Lo que se dedica a los pobres, piensan muchos, no puede ser sometido a exigencias. Venga de donde venga el dinero hay que aceptarlo para hacer el bien. Era el principio de la “casi santa canonizada” Madre Teresa de Calcuta. Y eso, hasta parece razonable y justo. Es para los pobres y ¡basta!
No se piensa que de este modo, todas las rapiñas, las opresiones, y hasta los delitos de lesa humanidad quedan en algún sentido, justificados. Es un elegante y sagrado acto de lavado de manos y de dinero. Pero, además, cuando no hay control imparcial, por inspecciones periódicas, de los manejos financieros, en las instituciones exentas por su prestigio religioso, fácilmente comienzan a deslizarse conductas irregulares que favorecen intereses personales o corporativos. Y de aquí, no hay más que un paso a que se realicen transacciones absolutamente anónimas que arman una estructura perjudicial no sólo para el manejo económico, sino también para la dignidad y honestidad humanas.
El reciente pedido papal de que haya menos agresividad al juzgar a la Iglesia, supone al mismo tiempo un pedido no expresado, pero que ya es clamor, de que en la Iglesia se acaben estos escándalos públicos de orden sexual y financiero que son tradicionalmente condenados severamente y a la vez admitidos, por las mismas autoridades eclesiásticas. Y hay que pensar, además, cuánto daño se causa a la iglesia toda, cuando por necesidad de cubrir algunos de estos negocios turbios, hay que recurrir a instituciones tan poderosas como el Opus Dei que con la contribución económica de sus miembros de todos los niveles, esclaviza a las autoridades vaticanas e impone una conducta definitivamente contraria al Concilio Vaticano II con Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo I.
Volviendo al comienzo, hablábamos de una buena noticia para comenzar el 2011, y esperamos no quedar, con el paso del tiempo, defraudados.
José Guillermo Mariani (pbro)