Domingo 27 de Marzo de 2011 3ro. de Cuaresma (ciclo”A”). Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (4,5-42)

Jesús llega a Sicar y fatigado se sienta a orillas del Pozo de Jacob, a mediodía. Llega una mujer a cargar agua y Jesús le pide de beber. Los discípulos habían ido al pueblo a buscar alimentos.La mujer extrañada le preguntó ¿cómo siendo judío me pides de beber a mí samaritana? Jesús le respondió: Todo el que bebe de esta agua volverá a tener sed y en cambio el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed.

Ha llegado la hora en que los que dan culto verdadero adorarán a Dios en espíritu y en verdad. La mujer dijo: Sé que está por venir el mesías, el ungido. El nos explicará todas estas cosas. Jesús le dijo: Soy yo el que te está hablando. La mujer dejó el cántaro y fue al pueblo a decir a la gente: He estado con alguien que me ha dicho todo lo que hice y afirma  ser el mesías. Vengan a verlo. Y vino la gente. Los discípulos le insistían que comiera y él les dijo: yo tengo otro alimento que uds. no conocen y es cumplir la voluntad del Padre que me envió para realizar su obra. Los samaritanos que llegaron le pidieron que se quedara y estuvo con ellos dos días. Muchos creyeron en él y decían a la mujer que no era por lo que ella les había contado sino que lo habían experimentado por sí mismos y estaban convencidos de que se trataba del salvador del  mundo.

Síntesis de la homilía

El pozo de Jacob era uno de los tantos abiertos por la gente para proveerse de agua y abrevar al ganado en medio de la tierra desértica. Jesús fatigado del camino se sienta a descansar y,  coincide con la llega de una mujer del lugar. Una vez más rompe una regla severísima de los judíos “no hablar con extranjeros ni con mujeres”(dos categorías discrimantes) Pide agua mostrándose a su mismo nivel y abandonando la superioridad sostenida por los judíos de pura raza. Después de extrañarse, la mujer seguramente le acerca el cántaro y Jesús sacia su sed y en la conversación manifiesta conocer a fondo la vida sentimental frustrada tantas veces en su pareja. La habla también de un agua oculta que él posee, que quita la sed para siempre. El interés de la mujer va en aumento hasta que culmina con la afirmación de Jesús de que es el mesías. Entonces la mujer se olvida del agua, deja el cántaro y va corriendo a convocar a los vecinos.

Los discípulos que al llegar se habían escandalizado por verlo conversar solo con una mujer, se maravillan más, cuando delante de los samaritanos él rehúsa la comida y habla de un alimento superior que es cumplir con la voluntad del que lo ha enviado. En la alusión a la sed y el hambre de cumplir con la voluntad salvadora del Padre, los samaritanos descubren la importancia de ese predicador y lo invitan a quedarse con ellos que, finalmente, constituyen la primera comunidad de creyentes aceptándolo como salvador del mundo.

Quizás realmente los judíos y su templo eran la continuidad histórica del pueblo liberado por Moisés y sujeto a su Ley, pero la seguridad de ser superiores a todos, conspiró finalmente en su  contra. Ya que precisamente por su religiosidad, fueron precedidos por los samaritanos en constituir la primera comunidad de seguidores de Jesús liberador (no de los judíos sino del mundo).

Del pasaje de Juan se desprende muy inmediatamente una actitud de Jesús directamente revolucionaria contra la discriminación femenina, la racial, la religiosa y hasta con referencia a la sexualidad puesta en observación vigilada por la mentalidad entre los judíos puros, de no permitir la conversación en soledad con ella.

No se entiende cómo en el cristianismo de algunos grupos, entre otros el oficialismo católico, hayan prendido tan fuerte actitudes absolutamente contrapuestas con esta conducta de Jesús. Y no hace falta mirar muy lejos para constatarlo. Quizás con mirarnos nosotros mismos descubriremos raíces de crueles y permanentes discriminaciones.

 

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