Tema (Jn 6, 51-58)
Yo soy pan vivo bajado del cielo. El que come este pan vivirá para siempre. Pero además el pan que yo daré es mi carne para que el mundo viva.
Discutían los judíos diciendo ¿cómo puede este hombre darnos a comer su carne? Jesús les dijo: les aseguro que si no comen la carne de este hijo de hombre y no beben su sangre, no tendrán vida en ustedes. Quien come mi cuerpo y bebe mi sangre tiene vida definitiva y yo lo resucitaré en el último día porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. Quien come mi carne y bebe mi sangre está conmigo y yo con él. Como a mí me envió el Padre y yo vivo por el Padre, también el que me come vivirá por mí. Este es pan bajado del cielo no como el que comieron sus padres y murieron. Quien come de este pan, vivirá para siempre.
Síntesis de la homilía
Introducción exegética: la aplicación de este pasaje a la comida eucarística y a la definición tridentina de la presencia real, alejan del significado primero y lógico de las afirmaciones de Jesús. Comer no significaba en ningún idioma religioso, solamente ingerir alimentos. Significaba identificarse con lo que se comía. Así los que se alimentaban de la sangre de las víctimas sagradas `para contagiarse con sus propiedades divinas. Así también los que comiendo alimentos impuros se contaminaban con impureza interior. La identificación de que habla Jesús es esa: comiéndolo, él está en nosotros y nosotros en él. No hay referencia a la última cena sino a toda la vida de Jesús. Cuerpo y sangre: todo el hombre.
Reflexión: Si tomamos a la letra las afirmaciones de Jesús y trasladamos su sentido a lo que hoy vivimos como comunión eucarística, contactándolo personalmente a través del pan y el vino, podríamos estar seguros de la salvación, no en esta vida, sino en la otra, la eterna. Caeríamos entonces en la misma afirmación objetada por los judíos.
La jerga popular tiene un dicho por demás elocuente. Cuando alguien ama mucho a otro (suele darse en las madres con respecto a sus hijos) le dicen “te comería”. Porque sería una repetición de esa simbiosis tan particular que se da entre ambos durante la gestación. En cuerpo y sangre. Y algo parecido es a lo que se refiere Jesús. La vida plena, el sentido más profundo de esta vida tan frágil, es comerlo, identificarnos en cuerpo y alma (la sangre era para la concepción judaica el alma, la vida) que quiere decir en lo que fue su testimonio de vida humana- Y por ese motivo la otra denominación de la comida eucarística, tan tradicional como la que encierra el sentido sacrificial, es comunión. Porque en el fondo esto es la vida que se prolonga, la vida definitiva, la unión con Jesús y con el espíritu y la voluntad del Padre. La comunión entre los hijos. No la ficticia construida en base a sujeciones y humillaciones, sino la real que se mantiene, como dice el Libro del los hechos(cap.2) con la unidad de corazón por debajo o por encima de todas las diferencias y discusiones.