Entrevista a Juan José Tamayo sobre el Congreso de Teología

 El Vaticano es una de las más patológicas encarnaciones del fundamentalismo católico. 

-Un año más, un Congreso más y van…

-Es el XXXI Congreso. Lo venimos celebrando ininterrumpidamente desde 1981 con una participación muy numerosa. El año pasado se inscribieron cerca de 950. En plena crisis religiosa, de avance del ateísmo y de rechazo de la religión, este Congreso es un ejemplo de vitalidad del cristianismo liberador.

-Este año sobre los fundamentalismos. ¿Por qué?

Porque los fundamentalismos, lejos de retroceder, avanzan, más aún, galopan en todos los terrenos y se apropian cada vez de más parcelas de la vida personal y social, religiosa y cultural, política y económica. No hay más que abrir los ojos y comprobar el avance de los partidos xenófobos e islamófobos en Europa, que han entrado en los parlamentos regionales, municipales y nacionales, e incluso en los gobiernos d distintos países, y el fanatismo de no pocos ideólogos y líderes religiosos, que queman libros sagrados de otras religiones, cometen atentados terroristas en nombre de Dios…Por ejemplo, la masacre de Oslo y a los atentados terroristas del 11-S, ambos llevados a cabo por motivaciones religiosas (”en nombre de Dios”).

El fundamentalismo es un fenómeno religioso en su origen, pero se está trasladando a otros ámbitos del quehacer humano. Hay un fundamentalismo político, que es la religión del Imperio; económico, que es la la religión del mercado; el patriarcal, que se traduce en el control del orden social por el varón y la imposición de los “supuestos” valores patriarcales en todos los órdenes de la vida; el cultural, que afirma la superioridad y absolutización de una cultura, en nuestro caso, de la cultura occidental; el científico, cuando la ciencia absolutiza su método de acercamiento de la verdad y lo impone al resto de los campos del saber.

Lo preocupante de los fundamentalismos hoy no es sólo el fenómeno en sí, sino que está instalado en las cúpulas de la mayoría de las religiones, de la política, de la economía e incluso de los Estados, etc. Es una de las más graves patologías de nuestro tiempo.

El papado es la institución fundamentalista por excelencia, que carece de fundamento bíblico y teológico y, por supuesto, no es de institución divina. El Vaticano es una de las más patológicas encarnaciones del fundamentalismo católico.

-Pagola denuncia hoy en RD a los “sectores que se dicen cristianos y se sirven de Internet para sembrar agresividad y odio”

-Pagola habla con fundamento porque es víctima, lo mismo que lo somos otros colegas, de las agresiones verbales de los fundamentalistas. Me parece un denuncia muy pertinente, ya que internet es uno de los cauces de expresión privilegiados de los fundamentalistas, no para debatir, contra-argumentar y dialogar civilizadamente entre posiciones ideológicas diferentes, sino insultar y desprestigiar con descalificaciones gruesas que llevan una fuerte carga agresiva, puede conducir a la violencia, tiene incubado el virus del odio, que extiende a otras personas y sectores. Y lo hacen, no con nocturnidad, sino a plena luz del día, con alevosía, bajo anonimato y la impunidad. Y lo más triste y preocupante es que se trata de correligionarios.

-¿La jerarquía católica alimenta esta dinámica de confrontación entre los diversos sectores eclesiales?

-En cierta medida sí, porque sus posiciones son muy afines con las de los integristas. No hay más que leer algunos documentos y algunas declaraciones papales y episcopales contra la teoría de género, contra el laicismo, contra determinadas leyes aprobadas por los Parlamentos. Me atrevo a hablar de una condescendencia y una complicidad con dichos sectores, a quienes los dirigentes eclesiásticos nunca corrigen, amonestan o condenan, y, frecuencia, amparan y legitiman. Existe una alianza entre la jerarquía católica, el integrismo católico y el integrismo político. En vez de posibilitar el diálogo entre los diferentes sectores católicos, la jerarquía toma partido abiertamente por los grupos citados, que se convierten en confidentes y colaboradores suyos.
Esto no hace fácil el diálogo con los colectivos de cristianos y cristianas, teólogas y teólogos crítico. Los cauces de comunicación de la jerarquía con los movimientos cristianas que defienden la reforma de la Iglesia conforme al concilio Vaticano II están cortados. Y no es sólo incomunicación, sino condenas, anatemas de los obispos y del propio papa a estos grupos. Se está produciendo una ruptura eclesial y una fractura teológica de difícil -por no decir, imposible- recomposición.

La experiencia de nuestros Congresos es emblemática al respecto. Al principio los celebrábamos en locales de instituciones religiosas (Fundación Pablo VI, Colegio Obispo Perelló, Colegio de los Escolapios). Desde hace quince años los celebramos en la Sede de Comisiones Obreras de la Región de Madrid, porque los obispos prohibieron a los directores de los colegios que nos autorizaran el uso de los locales. Durante varios años intervinieron algunos obispos en las conferencias y mesas redondas, donde podían expresar libremente sus opiniones, como el resto de los participantes. Incluso algunos asistieron a título personal. Después, no sólo prohibieron el uso de colegios religiosos, sino que algunos obispos escribieron cartas a los religiosos y religiosas para disuadirlos de asistir.

-¿Es posible que en la Iglesia puedan convivir las diferentes sensibilidades? ¿Cómo?

-Es necesario. ¿Por qué podemos convivir en la sociedad personas y colectivos de distintas tendencias ideológicas, políticas, éticas, etc., y no va a ser posible que esa convivencia se produzca en la Iglesia católica? ¿Cómo? Renunciando a actitudes condenatorias, intransigentes, excluyentes, fomentando el diálogo, la comunicación horizontal, respetando el pluralismo

-Una de las estrellas invitadas es el ex abad Franzoni…

-Franzoni es una de las personas más autorizadas para hablar de “El movimiento restauracionista en la Iglesia y la represión contra los teólogo de y las teólogas”. Fue abad de una de las principales basílicas de Roma, San pablo de Extramuros, y, como tal, con 36 años, participó en el Concilio Vaticano II. Hoy es uno de los pocos padres conciliares en activo. A sus 83 años tiene una lucidez envidiable y conserva el sentido crítico de la época del Concilio. Parece, por ello, la persona indicada para hablar de la involución eclesial, él que la ha seguido muy de cerca, pared con pared con el Vaticano, que la conoce muy bien, que la ha estudiado y sistematizado, que la ha vivido y padecido en su propia carne. ¡Y ha resistido! Nunca tiró la toalla. Todavía hoy sigue trabajando por la reforma de la Iglesia con el mismo empeño de hace cincuenta años, en el seno de las comunidades de base y en sintonía con los movimientos sociales. Es un honor que haya aceptado la invitación y será un privilegio escucharlo. Él sitúa el comienzo del movimiento restauracionista en la Iglesia católica no en los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, sino en el propio concilio Vaticano II y Pablo VI. Creo que lleva razón.

-¿Cuánta gente se espera?

El año pasado, como dije, llegamos aproximadamente a mil. Este año esperamos mantener el número de participantes, e incluso incrementarlo.

-Los sectores neoconservadores les acusan a ustedes de ser pocos y viejos y, por lo tanto, condenados a desaparecer…

-Pocos y viejos. Se ve que quienes nos acusan no se han mirado al espejo, ni van a las iglesias los domingos, ni son conocedores de las encuestas. Esa descripción es precisamente la perfecta radiografía del catolicismo institucional. ¿Somos pocos? Depende. Reunir cada comienzo de septiembre, a la vuelta de las vacaciones de verano, a cerca de mil persona desde hace 31 años ininterrumpidamente no parece dar la razón a los críticos. Hay que tener en cuenta que, además, a lo largo del año se celebran Congresos y Encuentros similares en casi todas las regiones españolas. En cualquier caso no se pretende reproducir un cristianismo triunfalista de masas, un cristianismo-espectáculo, sino generar dinámicas de participación y convivencia, crear círculos de diálogo y encuentro, fomentar espacios de reflexión y compromiso. ¿Condenados a desaparecer? Es una profecía que los agoreros vienen haciendo casi desde el principio de la celebración de los Congresos. Y hasta ahora no se ha cumplido. Que sigan haciéndola y sigan equivocándose. Si eso les hace felices… Cada uno se consuela como puede. Nosotros seguiremos a nuestro ritmo año tras año, mientras la gente responda a la convocatoria. Más bien, parece una signo de vitalidad y de resistencia. Ah, y por si alguien no lo sabe, los Congresos se autofinancian con las cuotas de los congresistas; no reciben subvención alguna.

-¿Habrá un recuerdo especial para Enrique Miret, Díez Alegría y Julio Lois?

-Por supuesto. Los tres participaron activamente en los Congresos, fueron miembros muy queridos de la Asociación Juan XXIII desde su fundación, a comienzos de los 80 del siglo pasado, ejercieron el cargo de presidentes, dejaron una huella indeleble en ella por su gran dedicación, su trabajo teológico riguroso, su compromiso cívico y su talante dialogante. Los tres han fallecido en poco menos de dos años: Enrique Miret, el 12 de octubre de 2009; José Mª Díez-Alegría, el 25 de junio de 2010, y Julio Lois, el pasado 22 de agosto. A Miret y Díez-Alegría les recordamos de manera especial el año pasado. Este año le haremos un homenaje a Diez-Alegría con motivo de su centenario (1911-2011). Para Lois tendremos un recuerdo emotivo y dedicaremos un espacio especial para hacer presente su ejemplaridad como cristiano, ciudadano y teólogo.

-¿Hay teólogos preparados y dispuestos a tomar su relevo en el anuncio y en al denuncian profética?

-Las vocaciones teológicas hoy escasean, al menos en el horizonte de la teología crítica, pero no han desaparecido. Todo lo contrario, está surgiendo una nueva generación de teólogos, teólogas y especialistas en ciencias de las religiones, que trabajan con gran rigor metodológico, en diálogo con otras disciplinas, con sentido profético, ubicados en los lugares de marginación y exclusión, y comprometidos con la liberación de los sectores marginados de nuestra. Hay, igualmente un amplio y plural movimiento cristiano de base que están en la base de las nuevas corrientes teológicas y que constituyen su fuente de inspiración. El futuro del cristianismo profético y de la teología liberadora es esperanzador. Es verdad que lo que vemos en el cristianismo institucional es una capa de hielo muy gruesa. Pero debajo del hielo hay agua, que cuando salga a la superficie puede convertirse en un verdadero torrente. Pero hay que ser cautos y no echar las campanas al vuelo. Vivimos tiempos de cambio de paradigma en todos los órdenes de la vida. ¡Quién sabe lo que será del cristianismo ¡y de la teología! Mientras tantos nosotros seguimos caminando a ritmo de utopía.

Fuente: Religion Digital.

 

Leave a Reply