Resistencia y paso atrás. Por Guillermo “Quito” Mariani

Creo que las dos realidades enunciadas en este título son ejemplarizadoras. La resistencia de los pueblos indígenas amazónicos, en una  caminata comenzada en Trinidad el 15 de Agosto incluyendo familias completas, con el objetivo que el gobierno de Evo Morales volviera atrás con el proyecto de construcción de una carretera atravesando el TIPNIS. La sigla significa territorio indígena parque nacional Isíboro- Sícore, nombre de dos ríos que atraviesan la región.

Sesenta y seis días de caminata ininterrumpida para llegar a La Paz, sede del palacio del Quemado y residencia presidencial. El primer intento fue apersonarse allí antes de las elecciones judiciales. En ellas los votos favorables fueron de un 40% y los en  blanco o inexistentes llegaron al 60%. Primera disminución notable eleccionaria para Evo Morales. Postergaron la llegada, por dos motivos: para que no fuera utilizada políticamente, desvirtuando el objetivo principal que era detener la construcción de la carretera; y a causa de haber sufrido una violenta represión policial en el paraje de Yucumbo el 25 de setiembre para detenerlos. Como resultado de ese ataque, perpetrado en el momento en que todos estaban iniciando la frugal cena  con sus comidas típicas y de camino, resultó muerto un niño, más de 30 indígenas desaparecidos en la selva y 150 heridos.

Aunque Morales negó haber ordenado la acción policial, oficiales de alto rango fueron dados de baja por este proceder, que indignó a los aguerridos caminantes, que retrasaron pero no desistieron de su marcha hacia La Paz, atravesando alturas de hasta 4.000 metros. Finalmente el Jueves 20 llegaron y fueron recibidos y aclamados por millares  de personas que  colapsaron el centro de la ciudad hasta impedir que se realizara la programada ceremonia religiosa de recepción.

Habían recorrido  650 kilómetros, llevando a los heridos y ancianos en ambulancias. Su declaración a los medios fue que estaban decididos a no abandonar la ciudad, hasta que no se satisficieran sus pedidos de audiencia con el presidente para obtener la supresión definitiva del proyecto de la carretera que atravesaría  su territorio con la consiguiente contaminación ambiental y la incidencia en su estilo de vida. Y, al mismo tiempo, exigir severa investigación de los que ordenaron la violenta represión de Yucumbo.

La aceptación de Evo Morales y su Legislatura de la construcción de la carretera que uniera el altiplano y oriente  por  contrato con la Empresa brasilera OAS, no era novedad en la historia boliviana. Ya desde 1914, uno de los barones del estaño, llamado Patiño había proyectado un ferrocarril que atravesara desde Cochabamba hasta el TIPNIS. Circunstancias políticas de aquel momento impidieron que los planes pasaran de los papeles a la obra, que iba a ser realizada por una empresa alemana. La facilitación del pase de la producción cocalera y  cerealera en general uniendo esas distancias que prácticamente dividen a Bolivia en dos partes, no sólo geográfica sino también ideológicamente, constituía un recurso progresista para ese país, siempre cercado por la pobreza gracias a su aislamiento portuario y las dificultades de transporte provocadas por lo accidentado del terreno. La decisión gubernamental se apoyaba en razones valederas económicamente. Pero la tierra empujó a sus “dueños”, los nativos indígenas , a defender su selva, su salud y su estilo de vida, arriesgándose a una caminata heroica que logró finalmente de la sabiduría y sensibilidad de Morales la ley que ordena suspender la construcción  de la carretera prefiriendo una vez más al hombre por sobre el capital. Y al reclamo indígena por encima de las dificultades económicas.

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