Tema (Mc.14,12-26)
El primer día de los ázimos los discípulos preguntaron a Jesús dónde quería que le prepararan la cena pascual. El los mandó a la ciudad para que siguieran a un hombre que llevaba un cántaro de agua hasta la casa en que entra, y allí le dijeran al dueño que dónde podrían comer la Pascua. El , le dijo, les mostrará una sala grande amueblada y lista. Los discípulos fueron y encontraron todo tal cual.
Al atardecer mientras estaban a la mesa Jesús dijo que alguno lo iba a entregar de los que estaban compartiendo el pan. Ellos se entristecieron y se preguntaban cuál podría ser. Durante la comida Jesús tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: Tomen esto es mi cuerpo. Después tomó la copa, dio gracias y se la entregó para que todos bebieran diciéndoles: Esta es mi sangre, la sangre de la Alianzaderramada por la muchedumbre. Les digo que no volveré a gustar el fruto de la vid hasta que lo beba en el reino de Dios.
Síntesis de la homilía
Hay una semejanza entre los detalles de la entrada en Jerusalén y esta preparación de la pascua. En ambos casos los discípulos son los encargados, siguiendo las instrucciones de Jesús. En ambos casos se trata de órdenes extrañas en algún sentido Ir a buscar un burro ajeno, en el primer acontecimiento, y seguir a un hombre que lleva un cántaro (oficio que siempre cumplían las mujeres) en el segundo. En el primer caso la iniciativa parte de Jesús, en el segundo son los discípulos los que sugieren la celebración pascual y la búsqueda del lugar. Los discípulos corean el eufórico hosanna en la marcha hacia Jerusalén y al comienzo de la cena se entristecen con el anuncio de la traición. La entrada a Jerusalén concluye con el enfrentamiento de un Jesús indignado con las autoridades del Templo. Éste, el de la cena, concluye con un acto de amor, la entrega de su cuerpo y su sangre para salvación de la muchedumbre.
Todas las situaciones enunciadas están significando las diferencias entre el viejo y el nuevo orden. Entre el dominio de la Ley y el predominio del Amor. Los discípulos tironean hacia el cumplimiento de las tradiciones, Jesús empuja hacia la realización del novedoso reinado de Dios.
Las estructuras tradicionales siempre infunden seguridad y por eso habitualmente la resistencia para abandonarlas se torna agresiva y la reincidencia está siempre próxima como invitación seductora. Jesús afronta serenamente esto que, al final de su camino y sus enseñanzas, podía resultarle desilusionante. Pero trata de sacarlos de esas seguridades esclavizantes, para que resulte efectiva toda la preparación que han recibido en palabras y testimonio de vida para convertirlos en constructores del reinado del Padre.
El burro, (al margen del poder de los reyes), el hombre llevando el cántaro (cumpliendo
oficio de mujer), el signo de entrega de cuerpo y sangre (en la mesa de la traición) el triunfo de las exclamaciones de ramos(y la decepción del calvario) no son hechos casuales. Son la indicación de la profundidad del cambio propiciado por Jesús-
Un cambio ignorado por la iglesia en tantas oportunidades históricas que se le brindaron para instaurarlo. Un cambio que todavía está pendiente para nosotros que seguimos tironeando para quedar instalados, en el poder, en las desigualdades irritantes, en la mezquindad de nuestro compromiso por la justicia y la felicidad para todos, en la falta de coraje para denunciar la opresión y jugarse por el emprendimiento de iniciativas en pos de un mundo mejor.