Tema (Nc.12,28-34)
Un escriba se acerca a Jesús con una pregunta crucial: ¿Cuál es el primero de los mandamientos? Jesús responde “El primero es : escucha Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor y tú amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón y toda tu alma, con todo tu espíritu y todas tus fuerzas. El segundo es: amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento más grande que éste. El escriba dijo: Muy bien maestro, tiene razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que el y que amarlo con todo el corazón, la inteligencia y las fuerzas y amar al prójimo como a sí mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios. Jesús al ver que había interpretado tan acertadamente le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Síntesis de la homilía
El escriba que se acerca a Jesús ha quedado satisfecho con la respuesta dada a los saduceos acerca de la resurrección de los muertos y, por eso se atreve a preguntarle lo que es con frecuencia motivo de discusión entre ellos acerca de cuál es el mandamiento más importante. La discusión tenía normalmente como centro, la importancia del sábado que los funcionarios del templo habían aumentado con una cantidad de pequeños detalles a veces incumplibles. La respuesta de Jesús es textual mezclando dos orígenes distintos: el Deuteronomio y el Levítico. Este conocimiento de la Escritura impresiona muy bien al escriba que no duda en manifestárselo, añadiendo una referencia que contraría la costumbre de los servidores del templo. Estos mandamientos valen más que todos los holocaustos y sacrificios. Así merece la aprobación y reconocimiento de Jesús. Llama la atención este trato cordial entre un escriba y Jesús. Y establece como un puente en esa relación tan colmada de tensiones con los escribas y fariseos. Reconocer las razones invocadas por los demás en las discusiones constituye la esencia del verdadero diálogo. Y con mucha frecuencia las descartamos anticipadamente.
Jesús es un buen judío, conocedor y respetuoso de la ley, pero que no se contenta con la sumisión acrítica y literal. Lo fundamental para él es encontrar en toda esa construcción legal, el espíritu con que ha sido elaborada en diversas situaciones históricas, interpretadas por el pueblo judío como privilegio de sentido nacionalista. Ese espíritu que es el animador de la construcción del reino de Dios que universaliza el amor de un Padre de todos. Precisamente esa apertura desde lo nacional y sectorial a la universalidad del reino que Jesús anuncia es lo que lo indispondrá definitivamente con el templo y el imperio hasta llevarlo a la condena y la muerte. En el fondo se trata de una cuestión política, el sentido nacionalista cerrado, abierto por Jesús hacia la universalidad del amor a los hijos de Dios. Por eso precisamente, al unir mencionándolos juntos los dos preceptos los va a transformar en uno solo. Las diversas propuestas o ideas sobre Dios llevan al enfrentamiento religioso en base generalmente a propuestas y leyes establecidas por intereses humanos. En cambio el amor a todos los prójimos, que son todos, los hombres no admite diferencias y para Jesús constituye el único modo auténtico de propagar el reinado de Dios.
Y esta es en realidad la visión cristiana, un esfuerzo cotidiano y práctico en la búsqueda de la felicidad que tiene que ver con lo personal y comunitario como indicio de pertenencia al reino de Dios, del que afirma Jesús que el escriba interlocutor está cerca.
Vendar los ojos con la cinta de los intereses personales egoístas, no deja muchas veces ver lo que otros tienen de razón o de conducta acertada para remediar los males que se padecen individual o socialmente. Es cerrar los valores universales de la justicia, el amor, la paz y la felicidad en el pequeño corral del individualismo.