Después de varias postergaciones “tácticas” apareció finalmente el documento de la CEA abrazando con el mismo amor e interés las expresiones (populares) del 8N y el 20N. Los obispos, esa multitud de cráneos ornamentados con crestas rojas, entregaron gozosos la profundidad de sus reflexiones, al pueblo fiel, con motivo de la proximidad de la celebración navideña.
La primera preocupación que aparece, copiando a Benedicto XVI, es la conversión a Dios por la observancia del mandamiento del amor. Es legítimo entonces y respetuoso preguntar: ¿están ellos decididos a convertirse? Si lo están y quieren ser súbditos de la verdad (como lo afirman más adelante) lo primero que tendrían que hacer es cambiar el título del documento de marras. En lugar de “Creemos en Jesucristo, Señor de la historia” debieran hacer su verdadera profesión de fe afirmando “Creemos en Clarín señor de la historia” Porque, sencillamente, sus reclamos se identifican con los grandes títulos de la prensa monopólica y hasta decidieron esperar para la publicación del documento, porque la información de esa prensa confidenciaba un levantamiento popular, apoyado por el Campo exportador y las fuerzas armadas, con definitivo resultado destituyente.
La segunda preocupación marca, como es normal en su marketing político habitual, la situación de pobreza. Y, rechazando toda intervención que no sea directamente educación (escuela) y trabajo (empleo), deja a un buen sector de los más pobres, absolutamente desamparado. ¡Qué los vagos se las arreglen solos! parece el mensaje sublimizar. Cuando (agosto de 2010) la CEA, publicó su compromiso de crear una institución que, recibiendo colaboraciones de los empresarios católicos, se hiciera cargo de facilitar a las familias pobres el acceso de sus hijos a la escuela, apareció anticipándose, el decreto de la Asignación universal por hijo. Ellos no tuvieron empacho en criticar esa decisión como electoralista y deficiente.
El tercer lugar lo ocupa la “crisis moral y cultural que nos angustia” y, dicen, sólo se remedia con la vuelta a Jesucristo. Excelente propuesta. Y ¿la crisis moral (negociados y rivalidades de poder, autoritarismo y exclusión de los pensadores más honorables de nuestro tiempo, junto con los escándalos sexuales cuidadosamente ocultados hasta ahora) que vive la Iglesia ¿no es lamentable? ¿cómo se remedia? Lo tienen a Jesucristo, Señor de la historia.¿Y…?
Seis puntos son enumerados posteriormente: la obsesión por la defensa de lo que llaman la vida no nacida, excluyendo todo razonamiento científico; la indiscriminación sexual que señalan como ataque a la familia; la responsabilidad educativa de los padres basada exclusivamente en los postulados morales del catolicismo conservador; el rechazo del voto juvenil y la politización que llaman temprana, a pesar de ideologización más temprana aun, con que la iglesia ha adoctrinado en base a temores y engaños a tantos infantes y adolescentes; la culpa oficial de que los jóvenes no tengan trabajos dignos, olvidando que la multinacionales protegidas y protectoras de la iglesia son culpables de las mayores explotaciones; las drogas, el narcotráfico y las complicidades que las sustentan, que se mencionan sin ningún aporte de soluciones y con el tiro indirecto de la complicidad oficial;
Y finalmente, la inquietante división en bandos irreconciliables. Esto último constituiría la preocupación central, justificante de todo lo señalado anteriormente. Y es cierto que los bandos se van volviendo irreconciliables. Pero los señores Obispos no se atreven a señalar los puntos de la disputa. Primero, porque tendrían que admitir (y lo practican muy sagazmente), que hay cuestiones en las que no se puede ceder ya que ellos pusieron en “pie de guerra” a los ultracatólicos convocados por el propio cardenal primado que no vaciló en designar la resistencia a la ley de “matrimonio igualitario” como “guerra de Dios” y, segundo porque ellos se han adherido a un bando, sin reservas, de modo que su discurso es igual al de la “oposición” aunque ésta no existe como propuesta de principios sino como defensora de los más variados intereses.
Hay dos silencios que gritan desde el “documentazo”: “NO QUEREMOS LA LEY DE MEDIOS” (que perjudica a las empresas que nos favorecen) y “SOLO NOSOTROS TENEMOS DERECHO A ESTABLECER LO BUENO Y LO MALO Y APOYAR Y SER COMPLICES DE CUALQUIER GENOCIDIO PURIFICADOR!”
Afortunadamente ya no es mucha la gente que da importancia a estas declaraciones.