Homilías Dominicales. Domingo 16 de Marzo de 2014 – 2do domingo de Cuaresma (ciclo “A”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Mt.17,1-9)

Seis días después tomó Jesús a Pedro, Santiago y Juan y subió con ellos a un cerro alto y apartado. Allí se transfiguró delante de ellos. Su rostro brillaba como el sol y su vestidura se volvió   esplendente como la luz. De pronto se  le aparecieron Moisés y Elías conversando con él- Entonces intervino Pedro y dijo a Jesús. Señor es muy bueno estar aquí nosotros. Si quieres hago tres chozas, una para tí, otra para Moisés y otra para Elías.

Todavía estaba hablando Pedro cuando una nube los cubrió con su luz y se escuchó una voz que decía “Este es mi hijo amado y predilecto. Escúchenlo”.

Escuchando esto los discípulos cayeron espantados. Jesús se acercó y los tocó diciéndoles “levántense, no tengan miedo. Alzaron los ojos y sólo vieron al Jesús de antes, sin ninguna compañía.

Mientras bajaban del cerro Jesús les mandó que no contaran a nadie la visión que habían tenido hasta que él resucitara de la muerte.

Síntesis de la homilía

Ante la cantidad innumerable de visiones de toda índole, protagonizadas por personajes celestiales, que se han producido, especialmente en el seno de la iglesia católica para  dar diversos mensajes a los creyentes, el relato de la transfiguración no parece extraño.

Los discípulos y en especial los más cercanos están muy impresionados con los anuncios de Jesús con respecto a lo que va a suceder con él. Aunque la ascensión al monte solitario supuestamente el Tabor, escarpado y de unos 500 metros en la llanura de Jezrael, aparece  como un espacio de silencio absoluto en el relato, es de suponer que a pesar de la concentración silenciosa Jesús iría tratando de explicar a los íntimos que lo acompañaban, lo importante de su misión liberadora y descubriéndoles los caminos de Dios para salvar a su pueblo. La fatiga y el tema de conversación se habían combinado para un clima de proyección de sus propios deseos conformándose a las explicaciones del Maestro. Así es posible salvar la historicidad del relato que aparece como muy importante en la historia posterior de los tres discípulos. La condición imprescindible de mantener la unión con Moisés el caudillo liberador y legislador del pueblo liberado y con Elías el padre de los profetas tiene su expresión en la sorpresiva aparición de ambos conversando con Jesús que  había cambiado su figura y resplandecía con la  luz de Dios y la voz  salida de la nube.  Es lógico que Pedro señalara lo lindo que estar en ese clima de conciliación con la historia de Israel y de perspectiva del apoyo absoluto de Dios a ese hijo predilecto a quienes ellos estaban siguiendo. Ésta, como muchas visiones no son experiencia sensorial de ojos y oídos sino proyecciones internas que impresionan con tal fuerza que aparecen como reales y externas, con un modo parecido a lo que nos sucede en los sueños con caracterizados como  “pesadillas” por su realismo.

La experiencia no tuvo demasiado efecto en los tres discípulos inmediatamente y frente a lo ratificado por Jesús acerca de su muerte. Pero supone un fuerte testimonio de la iglesia primitiva y especialmente de Mateo, y sus comunidades, afirmando la continuidad de la  misión de Cristo con el judaísmo y la certeza de que eso formaba parte del plan de Dios.

También para nosotros es útil evocar estas escenas para afirmar la seguridad de la presencia divina en los acontecimientos importantes y a veces dolorosos de nuestras vidas, aumentando nuestra confianza en que, respondiendo a lo que creemos que es agradable a Dios, la vulgaridad de la vida cobra un sentido especial de transfiguración

Leave a Reply