Homilías Dominicales. Domingo 31 de julio de 2016 – 18 durante el año litúrgico (ciclo “C”) Por Guillermo “Mariani”

Tema

Uno de la multitud se acercó un día a Jesús para decirle ”Maestro, díle a mu hermano que comparta conmigo la herencia” Jesús le contestó “Amigo ¿Quién me  ha constituido a mí juez o árbitro entre ustedes?” Después siguió diciendo: “cuídense de toda avaricia porque aún en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas.”

Y continuó con una parábola: había un hombre rico cuyas tierras habían producido mucho y se preguntaba dónde podía guardar la cosecha. ¿qué voy a hacer? Voy a demoler mis graneros y construiré otros más grandes para amontonar allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía tiene bienes almacenados para muchos años. Descansa, come y bebe y date buena vida. Pero Dios le dujo: Insensato esta misma noche vas a morir. Y ¿para quién será todo lo que has amontonado?  Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí y no es rico a los ojos de Dios.

 

Síntesis de la homilía

La respuesta de Jesús al pedido de ayuda de aquella persona, parece desentenderse de un problema que afecta directamente a la justicia. No es así. Jesús dice claramente que él no tiene autoridad para decidir lo que ya está decidido por la Ley. Estaba realmente establecido que el primogénito era administrador absoluto de todos los bienes heredados del padre. Por eso Jesús se refiere sólo indirectamente a la injusticia y al sin sentido a que  da lugar la ambición del dinero.

Aunque se trata de una afirmación bastante escuchada la de que las riquezas constituyen el  objetivo y le felicidad del ser humano,- un postulado con gran incidencia en nuestro tiempo gracias al contagio capitalista de toda la sociedad-, vale la pena detenerse a pensar esa sabia afirmación, no precisamente para despreciar el dinero como fuente de satisfacción de las aspiraciones más legítimas del hombre, sino para cuidarse de que el aprecio a las posesiones materiales apague la verdadera fuente de felicidad que son las comunicaciones humanas y muy especialmente las afectivas que impulsan  la vigencia del valor central del reinado de Dios proclamado por Jesús:, EL AMOR.

La parábola escogida por Jesús para expresar todo eso a sus oyentes, testigo del desheredado por  su hermano, toca muy hondo la realidad de la fragilidad de la vida humana, que no tiene otro remedio valioso  que el sentido que le demos.

Cuando un médico pregunta a su paciente si prefiere una calidad de vida a una prolongación, la respuesta es casi siempre favorable para la calidad de vida. Y en esa línea está también lo que afirmamos como “vida definitiva que traspasa los límites del tiempo” y a veces concebimos como “vida eterna” o “vida en Dios”.

La concepción nacida de  una especie de necesidad humana de “perdurar” ha considerado  la vida eterna de que se habla en la biblia, como vida duradera sin fin, “otra vida”

En realidad eso sería perpetuo, infinito, inacabable, inmortal… Lo eterno es sin `principio ni final  y sólo sería aplicable a nuestra concepción del Dios autor de todo, causa no causada, principio y final, o mejor sin `principio ni final. Absolutamente trascendente de nuestra mediciones sujetas al tiempo.

Pero lo que sí concede un valor inacabable en su profundidad y autenticidad depende del sentido que se le da a la vida, a la propia y la ajena o extraña. Diríamos de modo sencillo “lo que hace que la vida  merezca ser vivida. Con todas sus luchas y dificultades como con sus gozos y conquistas.. Y esto constituye, en la visión de Jesús de NAZARET, la vida en Dios, en la eternidad del Dios. La historia de ese Jesús cuyos tres años de vida pública dieron sentido a sus aproximadamente treinta y seis de edad, está llena con el sentido que él le dio. Identificándola, en la posibilidad humana, con lo conocido por él como voluntad del PADRE.

Por eso el empeño por encontrarle significación a todos los detalles de la vida, y aceptar la responsabilidad de vivirlos positivamente, es sin duda la mejor experiencia de la trinidad: Amor, fuerza y acompañamiento-

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