En nosotros están todas las memorias del universo. Por Leonardo Boff

El ser humano es el último ser de gran porte que ha entrado en el proceso de la evolución por nosotros conocido. Como no existe solamente materia y energía sino también información, ésta viene almacenada en forma de memoria en todos los seres y en nosotros a lo largo de todas las fases del proceso cosmogénico. En nuestra memoria resuenan las últimas reminiscencias del big bang que dio origen a nuestro cosmos. En los archivos de nuestra memoria se guardan las vibraciones energéticas oriundas de las inimaginables explosiones de las grandes estrellas rojas, de las cuales vinieron las supernovas y los conglomerados de galaxias, cada cual con sus miles de millones de estrellas y de planetas y asteroides. En ella se encuentran también resonancias del calor generado por la destrucción de galaxias devorándose unas a otras, del fuego originario de las estrellas y de los planetas a su alrededor, de la incandescencia de la Tierra, del fragor de los líquidos que cayeron durante 100 millones de años sobre nuestro planeta hasta enfriarlo (era hadeana), de la exuberancia de las selvas ancestrales, reminiscencias de la voracidad de los dinosaurios que reinaron, soberanos, durante 135 millones de años, de la agresividad de nuestros antepasados en su afán por sobrevivir, del entusiasmo por el fuego que ilumina y cocina, de la alegría por el primer símbolo creado y por la primera palabra pronunciada, reminiscencias de la suavidad de las brisas leves, de las mañanas diáfanas, del precipicio de las montañas cubiertas de nieve, y por fin, recuerdos de las interdependencias entre todos los seres, creando la comunidad de los vivientes, del encuentro con el otro, capaz de ternura, entrega y amor y, finalmente, del éxtasis del descubrimiento del misterio del mundo que todos llaman por mil nombres y nosotros llamamos Dios. Todo eso está sepultado en algún rincón de nuestra psique y en el código genético de cada célula de nuestro cuerpo, porque somos tan antiguos como el universo.leonardo-boff-2013

No vivimos en este universo ni sobre nuestra Tierra como seres erráticos. Venimos del útero común de donde vienen todas las cosas, de la Energía de Fondo o Abismo Alimentador de todos los seres, del hadrón primordial, del top-quark, uno de los ladrillitos más ancestrales del edificio cósmico, hasta el computador actual. Y somos hijos e hijas de la Tierra. Más aún, somos aquella parte de la Tierra que anda y danza, que tiembla de emoción y piensa, que quiere y ama, que se extasía y venera el Misterio. Todas estas cosas estuvieron virtualmente en el universo, se condensaron en nuestro sistema solar y sólo después irrumpieron concretas en nuestra Tierra. Porque todo eso estaba virtualmente allí, ahora puede estar aquí en nuestras vidas.

El principio cosmogénico, es decir, aquellas energías directoras que comandan, llenas de propósito, todo el proceso evolutivo obedecen a la lógica siguiente, tan bien expuesta por E. Morin: orden, desorden, interacción, nuevo orden, nuevo desorden, nuevamente interacción y así siempre. Con esa lógica se crean siempre más complejidades y diferenciaciones; y en la misma proporción se van creando interioridad y subjetividad hasta su expresión lúcida y consciente que es la mente humana. Y simultáneamente y también en la misma proporción se va gestando la capacidad de reciprocidad de todos con todos, en todos los momentos y en todas las situaciones. Diferenciación /interioridad/ comunión: la trinidad cósmica que preside el organismo del universo.

Todo va sucediendo procesualmente y evolutivamente sometido al no-equilibrio dinámico (caos) que busca siempre un nuevo equilibrio, a través de adaptaciones e interdependencias.

La existencia humana no está fuera de esta dinámica. Tiene dentro de sí estas constantes cósmicas de caos y de cosmos, de no-equilibrio en busca de un nuevo equilibrio. Mientras estamos vivos nos encontramos siempre enredados en esta condición. Cuanto más próximos al equilibrio total más próximos a la muerte. La muerte es la fijación del equilibrio y del proceso cosmogénico. O su paso a un nivel que demanda otra forma de acceso y de conocimiento.

¿Cómo se da esta estructura concretamente en nosotros? En primer lugar por la cotidianeidad. Cada cual vive su cotidiano que comienza con el aseo personal, la manera como vive, lo que come, el trabajo, las relaciones familiares, los amigos, el amor. Lo cotidiano es prosaico y frecuentemente cargado de desencanto. La mayoría de la humanidad vive restringida a lo cotidiano con el anonimato que él implica. Es una parte del orden universal que emerge en la vida de las personas.

Pero los seres humanos también estamos habitados por la imaginación. Esta rompe las barreras de lo cotidiano y busca lo nuevo. La imaginación es, por esencia, fecunda; es el reino de lo poético, de las probabilidades de sí infinitas (de naturaleza cuántica). Imaginamos nueva vida, nueva casa, nuevo trabajo, nuevos placeres, nuevas relaciones, nuevo amor. La imaginación produce la crisis existencial y el caos en el orden cotidiano.

Pertenece a la sabiduría de cada uno articular lo cotidiano con lo imaginario, lo prosaico con lo poético y retrabajar el desorden y el orden. Si alguien se entrega sólo a lo imaginario, puede estar haciendo un viaje, vuela por las nubes olvidado de la Tierra y puede acabar en una clínica psiquiátrica. Puede también negar la fuerza seductora del imaginario, sacralizar lo cotidiano y sepultarse vivo dentro de él. Entonces se muestra pesado, poco interesante y frustrado. Rompe con la lógica del movimiento universal.

Sin embargo, cuando una persona asume su cotidiano y lo vivifica con inyecciones de creación, entonces comienza a irradiar una rara energía percibida por quienes conviven con ella.

 

 

Fuente: Leonardo Boff. Teólogo Franciscano. Escribió, entre tantas bellas obras, El despertar del águila: lo sim-bólico y lo dia-bólico como construcción de la realidad, 2002.

Traducción de Mª José Gavito Milano

La caricia esencial rescata nuestra humanidad. Por Leonardo Boff

La caricia es una de las expresiones supremas de la ternura sobre la cual hemos tratado en el artículo anterior. ¿Por qué decimos caricia esencial? Porque queremos distinguirla de la caricia como pura moción psicológica, en función de un querer fugaz y sin historia. La caricia-moción no envuelve a toda la persona. La caricia es esencial cuando se transforma en una actitud, en un modo-de-ser que califica a la persona en su totalidad, en su psique, en su pensamiento, en su voluntad, en la interioridad, en las relaciones.

El órgano de la caricia es, fundamentalmente, la mano: la mano que toca, la mano que acaricia, la mano que establece relación, la mano que da calor, la mano que trae quietud. Toda la persona a través de la mano y por la mano revela un modo de ser cariñoso. La caricia toca lo profundo del ser humano, allí donde se sitúa su Centro personal. Para que la caricia sea verdaderamente esencial necesitamos cultivar el Yo profundo, que busca lo más íntimo y verdadero en nosotros, y no solo el ego superficial de la conciencia, siempre llena de preocupaciones.

La caricia que emerge del Centro produce reposo, integración y confianza. De ahí su sentido. Al acariciar al niño, la madre le comunica la experiencia más orientadora que existe: la confianza fundamental en la bondad de la vida; la confianza de que, en el fondo, a pesar de tantas distorsiones, todo tiene sentido; la confianza de que la paz no es un sueño, es la realidad más verdadera; la confianza de la acogida en el gran Útero.
Al igual que la ternura, la caricia exige total altruismo, respeto del otro y renuncia a cualquier otra intención que no sea la de querer bien y amar. No es un roce de pieles, sino una entrega de cariño y de amor a través de la mano y de la piel, piel que es nuestro yo concreto.

El afecto no existe sin la caricia, la ternura y el cuidado. Así como la estrella tiene que tener un aura para brillar, de igual manera el afecto necesita la caricia para sobrevivir. La caricia de la piel, del pelo, de las manos, de la cara, de los hombros, de la intimidad sexual hace concreto el afecto y el amor. La calidad de la caricia impide que el afecto sea mentiroso, falso o dudoso. La caricia esencial es leve como el entreabrir suave de una puerta. Jamás hay caricia en la violencia de azotar puertas y ventanas, es decir, en la invasión de la intimidad de la persona.

El psiquiatra colombiano Luis Carlos Restrepo en su bello libro sobre El derecho a la ternura (Arango editores 2004) dice: «La mano, órgano humano por excelencia, sirve tanto para acariciar como para agarrar. La mano que agarra y la mano que acaricia son dos facetas extremas de las posibilidades de encuentro inter-humano».
En una reflexión cultural más amplia, la mano que agarra corporifica el modo-de-ser de los últimos cuatro siglos, de la llamada modernidad. El eje articulador del paradigma moderno es la voluntad de agarrar todo para poseer y dominar. Todo el Continente latinoamericano fue agarrado y prácticamente diezmado por la invasión militar y religiosa de los ibéricos. Y vino a África, a China, a todo el mundo que se puede agarrar, hasta a la Luna.

Los modernos agarraron la naturaleza dominándola, explotando sus bienes y servicios sin ninguna consideración ni respeto a sus límites y sin darle tiempo de reposo para que pudiera reproducirse. Hoy recogemos los frutos envenenados de esta práctica sin ningún tipo de cuidado y ausente de todo sentimiento de caricia hacia lo que vive y es vulnerable.
Agarrar es expresión de poder sobre, de manipulación, de encuadramiento del otro o de las cosas a mi modo de ser. Si miramos bien, no ha ocurrido una mundialización respetando las culturas en su rica diversidad. Lo que ha ocurrido ha sido la occidentalización del mundo. Y en su forma más pedestre: una hamburguerización del estilo de vida norteamericano impuesto en todos los rincones del planeta.

La mano que acaricia representa la alternativa necesaria: el modo-de-ser-cuidado, pues «la caricia es una mano revestida de paciencia que toca sin herir y suelta, para permitir la movilidad del ser con el que entramos en contacto» (Restrepo).

En los días actuales es urgente rescatar en los seres humanos la dimensión de la caricia esencial. Ella está dentro de todos nosotros, aunque encubierta por una gruesa capa de ceniza de materialismo, de consumismo y de futilidades. La caricia esencial nos devuelve nuestra humanidad perdida. En su mejor sentido refuerza también el precepto ético más universal: tratar humanamente a cada ser humano, es decir, con comprensión, con acogida, con cuidado y con la caricia esencial.

 

Leonardo Boff es autor de El cuidado necesario, 2012.

Fuente: Blog de Leonardo Boff

Los “rolezinhos” nos acusan: somos una sociedad injusta y segregacionista. Por Leonardo Boff

El fenómeno de centenares de jóvenes que van juntos a dar una vuelta por los shoppings centers de Río y São Paulo ha suscitado las más disparatadas interpretaciones. Algunas, de los acólitos de la sociedad neoliberal de consumo, que identifican ciudadanía con capacidad de consumir, generalmente en los grandes periódicos de los medios comerciales, no merecen consideración. Son de una indigencia analítica que da vergüenza.

Pero hay otros análisis que han ido al centro de la cuestión, como el del periodista Mauro Santayana del JB on-line y los de tres especialistas, que han evaluado la irrupción de estos jóvenes en la visibilidad pública y el elemento explosivo que contienen. Me refiero a Valquíria Padilha, profesora de sociología en la USP de Ribeirão Preto: “Shopping Center: la catedral de las mercancías” (Boitempo 2006), al sociólogo de la Universidad Federal de Juiz de Fora, Jessé Souza, “Ralea brasilera: quién es y cómo vive” (UFMG 2009), y a Rosa Pinheiro Machado, científica social con un artículo “Etnografía del rolezinho” en Zero Hora de 18/1/2014. Los tres dieron entrevistas esclarecedoras.

Por mi parte interpreto de la siguiente forma tal irrupción:

En primer lugar, son jóvenes pobres, de las grandes periferias, sin espacios de ocio y de cultura, penalizados por servicios públicos ausentes o muy malos, como salud, educación, infraestructura sanitaria, transporte, ocio y seguridad. Ven televisión cuyas propagandas los seducen para un consumo que nunca van poder realizar. Saben manejar computadores y entrar en las redes sociales para articular encuentros. Sería ridículo pedirles que analicen teóricamente su insatisfacción. Pero sienten en la piel cuan malvada es nuestra sociedad porque excluye, desprecia y mantiene a los hijos e hijas de la pobreza en una invisibilidad forzada.

¿Qué se esconde detrás de su irrupción? El hecho de no ser incluidos en el contrato social. De poco vale que tengamos una constitución ciudadana, que en este aspecto es solamente retórica, pues ha implementado muy poco de lo que prometió con vistas a la inclusión social. Ellos están fuera, no cuentan, ni siquiera sirven de carbón para el consumo de nuestra fábrica social (Darcy Ribeiro). Estar incluido en el contrato social significa tener garantizados los servicios básicos: salud, educación, vivienda, transporte, cultura, ocio y seguridad. Casi nada de esto funciona en las periferias. Lo que están diciendo con su penetración en los bunkers del consumo es: “míranos de cerca”, “no estamos parados” “estamos aquí para incomodar”. Con su comportamiento están rompiendo las barreras del apartheid social. Es una denuncia de un país altamente injusto (éticamente), de los más desiguales del mundo (socialmente), organizado sobre un grave pecado social pues contradice el proyecto de Dios (teológicamente). Nuestra sociedad es conservadora y nuestras élites extremadamente insensibles a la pasión de sus semejantes y por eso cínicas. Continuamos siendo Brasilindia: una Bélgica rica dentro de una India pobre. Todo eso denuncian los rolezinhos, más con actos que con palabras.

En segundo lugar, ellos denuncian nuestra mayor llaga: la desigualdad social cuyo verdadero nombre es injusticia histórica y social. Es relevante constatar que con las políticas sociales del gobierno del PT la desigualdad disminuyó, pues según el IPEA el 10% más pobre tuvo entre 2001-2011 un crecimiento de renta acumulado de 91,2% mientras que la parte más rica creció un 16,6%. Pero esta diferencia no atacó la raíz del problema, pues lo que supera la desigualdad es una infraestructura social de salud, escuela, transporte, cultura y ocio que funcione accesible a todos. No es suficiente transferir renta; hay que crear oportunidades y ofrecer servicios, cosa que no ha sido el objetivo principal del Ministerio de Desarrollo Social. El “Atlas de la Exclusión Social” de Márcio Poschmann (Cortez 2004) nos muestra que hay cerca de 60 millones de familias, de las cuales cinco mil familias extensas detentan el 45% de la riqueza nacional. Democracia sin igualdad, que es su presupuesto, es farsa y retórica. Los rolezinhos denuncian esa contradicción. Ellos entran en el “paraíso de las mercancías” vistas virtualmente en la TV para verlas realmente y sentirlas en las manos. Este es el sacrilegio insoportable para los dueños de los shoppings. Estos no saben dialogar, llaman a la policía para que los reprima y cierran las puertas a esos bárbaros. Sí, bien lo vio T. Todorov en su libro “Los nuevos bárbaros”: los marginalizados del mundo entero están saliendo del margen y yendo hacia el centro para suscitar la mala conciencia de los “consumidores felices” y decirles: este orden es orden en el desorden. Los hace frustrados e infelices, llenos de miedo, miedo de sus semejantes que somos nosotros.

Fuente: Leonardo Boff Blog

Cristianismo. Lo mínimo de lo mínimo. Por Leonardo Boff

No son pocos, cristianos o no, los que se preguntan: ¿qué quiere en definitiva el cristianismo? Cristo, de donde viene «cristianismo», ¿qué pretendió cuando pasó entre nosotros, hace ya más de dos mil años?

La respuesta debe, por un momento, olvidar todo el aparato doctrinario creado a lo largo de la historia e ir directamente a lo esencial. Y esto esencial debe poder expresarse de forma que el hombre de la calle pueda entenderlo.

Jesús no comenzó anunciándose a sí mismo o a la Iglesia. Anunció el Reino de Dios, que significa el sueño de una revolución absoluta que se propone transformar todas las relaciones que se encuentran deturpadas, en lo personal, en lo social, en lo cósmico y especialmente con referencia a Dios. Este Reino empieza cuando las personas se adhieren a este anuncio esperanzador y asumen la ética del Reino: el amor incondicional, la misericordia, la fraternidad sin fronteras, la aceptación humilde de Dios vivido como Padre de infinita bondad.

Además de proclamar el Reino de Dios, ¿cuál es la intención original de Jesús? Los apóstoles hicieron esta pregunta directamente a Jesús usando un rodeo lingüístico típico de aquel tiempo: «Señor, enséñanos a orar» (Lucas 11,1). Esto es lo mismo que pedir: «Danos un resumen de tu mensaje, ¿cuál es tu propuesta?». Jesús contesta con el Padrenuestro. Es la ipsissima vox Jesu: la palabra que salió indudablemente de la boca del Jesús histórico.

En esta oración está lo mínimo de lo mínimo del mensaje de Jesús: Dios-Abba y su Reino, el ser humano y sus necesidades. Más resumidamente: se trata del Padre nuestro y del pan nuestro en el arco del sueño del Reino de Dios. Aquí se encuentran los dos movimientos: uno hacia al cielo, y ahí encuentra a Dios comoAbba, Padre nuestro querido y su proyecto de rescate de toda la creación (el Reino); otro hacia la tierra, y ahí encuentra el pan nuestro sin el cual no podemos vivir. Obsérvese que no se dice «mi Padre» sino «Padre nuestro»; ni «mi pan» sino «nuestro pan de cada día».

Solamente podemos decir amén si unimos los dos polos: el Padre con el pan. El cristianismo se realiza en esta dialéctica: anunciar a un Dios bueno porque es Padre querido que tiene un proyecto de total liberación y, al mismo tiempo, y a la luz de esta experiencia, construir colectivamente el pan como medio de vida para todos.

Sabemos de la tragedia ocurrida con Jesús. El Reino fue rechazado y su anunciador ejecutado en la cruz. Pero Dios tomó partido por Jesús: lo resucitó. La resurrección no es la reanimación de un cadáver sino la emergencia del «nuevo Adán» (l Corintios 15,45). La resurrección es la realización del sueño del Reino en la persona de Jesús como anticipación de lo que va a ocurrir con todos y con el universo entero.

La ejecución de Jesús y su resurrección abrieron un espacio para que surgiesen el movimiento de Jesús, las primeras comunidades a nivel familiar y local y, por fin, la Iglesia como comunidad de fieles y comunidad de comunidades.

Cristianismo. Lo mínimo de lo mínimo (nuevo libro de Leonardo Boff) hace un recorrido de lo que significó el cristianismo en la historia, en sus momentos de sombras y de luces, hasta llegar al día de hoy con el desafío de encontrar su lugar en el proceso de mundialización de la humanidad. Esta se descubre viviendo en una única Casa Común, el planeta Tierra, ahora gravemente amenazado por una crisis ecológica generalizada que puede poner en riesgo el futuro de nuestra civilización, hasta la supervivencia de la especie humana.

El cristianismo puede aportar elementos salvadores porque Dios, según las Escrituras judeocristianas, es «el soberano amante de la vida» (Sabiduría 11,24) y no va a permitir que la vida y el mundo, asumidos por el Verbo, desaparezcan de la historia.

 

Fuente: Leonardo Boff

El ser humano como nudo de relaciones totales. Por Leonardo Boff

En 1845, Karl Marx escribió sus famosas 11 tesis sobre Feuerbach, publicadas solamente en 1888 por Engels. En la sexta tesis Marx dice algo cierto, pero reduccionista: «La esencia humana es el conjunto de las relaciones sociales». Efectivamente no se puede pensar la esencia humana fuera de las relaciones sociales, pero es mucho más que eso, pues resulta del conjunto de sus relaciones totales.

Descriptivamente, sin querer definir la esencia humana, ésta surge como un nudo de relaciones vueltas hacia todas las direcciones: hacia arriba, hacia abajo, hacia dentro y hacia fuera. Es como un rizoma, un bulbo con raíces en todas las direcciones. El ser humano se define en la medida en que activa este conjunto de relaciones, no solo las sociales.

En otras palabras, el ser humano se caracteriza por surgir como una apertura ilimitada: hacia si, hacia el mundo, hacia el otro y hacia la totalidad. Siente dentro de si una pulsión infinita, pero solo encuentra objetos finitos. De ahí su permanente incomplección e insatisfacción. Esto no es un problema psicológico que un psicoanalista o un psiquiatra puedan curar. Es su marca distintiva, ontológica, y no un defecto.

Pero, aceptando la afirmación de Marx, buena parte de la construcción de lo humano se realiza efectivamente en la sociedad. De ahí la importancia de considerar cuál sea la formación social que crea las mejores condiciones para que él se abra plenamente en las más variadas relaciones.

Sin ofrecer las debidas mediaciones, dicen que la mejor formación social es la socialdemocracia: comunitaria, social, representativa, participativa, de abajo hacia arriba y que incluya a todos sin excepción. En palabras de Boaventura de Souza Santos, la democracia debe ser sin fin. Tenemos que ver con un proyecto abierto, siempre en construcción, que comienza en las relaciones dentro de la familia, de la escuela, de la comunidad, las asociaciones, los movimientos, las iglesias y culmina en la organización del Estado.

Como en una mesa, veo que una democracia mínima y verdadera se sostiene sobre cuatro patas, como subrayaba tanto durante su vida Herbert de Souza (Betinho) , idea que, juntos en conferencias y debates, tratábamos de difundir entre los alcaldes y dirigentes populares.

La primera pata consiste en la participación: el ser humano, inteligente y libre, no quiere ser solo el beneficiario de un proceso, sino actor y participante. Sólo entonces se hace sujeto y ciudadano. Esta participación debe venir desde abajo para no excluir a nadie.

La segunda pata consiste en la igualdad. Vivimos en un mundo de desigualdades de todo tipo. Cada uno es único y diferente. Pero la participación creciente en todo impide que la diferencia se vuelva desigualdad y permite que crezca la igualdad. La igualdad en el reconocimiento de la dignidad de cada persona y el respeto de sus derechos sostiene la justicia social. Junto con la igualdad viene la equidad: la proporción adecuada que cada cual recibe por su colaboración en la construcción del todo social.

La tercera pata es la diferencia. Viene dada por la naturaleza. Cada ser, sobre todo el ser humano, hombre y mujer, es diferente. Esto debe ser aceptado y respetado como una manifestación de las potencialidades propias de las personas, los grupos y las culturas. Las diferencias nos revelan que los humanos podemos ser de muchas formas, todos ellas humanas, y por ello merecedoras de respeto y de acogida.

La cuarta pata se realiza en la comunión: el ser humano posee subjetividad, capacidad de comunicación con su interioridad y con la subjetividad de los otros; es portador de valores como solidaridad, compasión, protección de los más vulnerables y diálogo con la naturaleza y con la divinidad. Aquí aparece la espiritualidad como una dimensión de la conciencia que nos hace sentirnos parte de un Todo, y como ese conjunto de valores intangibles que dan sentido a nuestra vida personal y social, y también a todo el universo.

Estas cuatro patas siempre van juntan y equilibran la mesa, es decir, sostienen una democracia real. Ella nos enseña a ser coautores en la construcción del bien común y en su nombre aprendemos a limitar nuestros deseos por amor a la satisfacción de los deseos colectivos.

Esta mesa de cuatro patas no existiría si no se apoyara en el suelo y en la tierra. Así, la democracia no estaría completa si no incluyera a la naturaleza que hace posible todo. Proporciona la base físico-química-ecológica que sostiene la vida y a cada uno de nosotros. Debido a que tienen valor por sí mismos, independientemente del uso que hagamos de ellos, todos los seres son portadores de derechos. Merecen seguir existiendo y debemos respetarlos y entenderlos como ciudadanos. Estarán incluidos en una democracia sin fin socio-cósmica. Desplegado en todas estas dimensiones se realiza el ser humano en la historia, en un proceso sin límites y sin fin.

 

Fuente: Servicios Koinonia

Francisco de Asís y Francisco de Roma. Por Leonardo Boff

Desde que el obispo de Roma electo, y por eso Papa, asumió el nombre de Francisco, se hace inevitable la comparación entre los dos Franciscos, el de Asís y el de Roma. Además, el Francisco de Roma se remitió explícitamente a Francisco de Asís. Evidentemente no se trata de mimetismo, sino de constatar puntos de inspiración que nos indiquen el estilo que el Francisco de Roma quiere conferir a la dirección de la Iglesia universal.leonardo-boff-2013

Hay un punto común innegable: la crisis de la institución eclesiástica. El joven Francisco dice haber oído una voz venida del Crucifijo de San Damián que le decía: “Francisco repara mi Iglesia porque está en ruinas”. Giotto lo representó bien, mostrando a Francisco soportando sobre sus hombros el pesado edificio de la Iglesia.

Nosotros vivimos también una grave crisis por causa de los escándalos internos de la propia institución eclesiástica. Se ha oído el clamor universal («la voz del pueblo es la voz de Dios»): «reparen la Iglesia que se encuentra en ruinas en su moralidad y su credibilidad». Y se ha confiado a un cardenal de la periferia del mundo, a Bergoglio, de Buenos Aires, la misión de restaurar, como Papa, la Iglesia a la luz de Francisco de Asís.

En el tiempo de san Francisco de Asís triunfaba el Papa Inocencio III (1198-1216) que se presentaba como «representante de Cristo». Con él se alcanzó el supremo grado de secularización de la institución eclesiástica con intereses explícitos de «dominium mundi», de dominación del mundo. Efectivamente, por un momento, prácticamente toda Europa hasta Rusia estaba sometida al Papa. Se vivía en la mayor pompa y gloria. En 1210, con muchas dudas, Inocencio III reconoció el camino de pobreza de Francisco de Asís. La crisis era teológica: una Iglesia-imperio temporal y sacral contradecía todo lo que Jesús quería.

Francisco vivió la antítesis del proyecto imperial de Iglesia. Al evangelio del poder, presentó el poder del evangelio: en el despojamiento total, en la pobreza radical y en la extrema sencillez. No se situó en el marco clerical ni monacal, sino que como laico se orientó por el evangelio vivido al pie de la letra en las periferias de las ciudades, donde están los pobres y los leprosos, y en medio de la naturaleza, viviendo una hermandad cósmica con todos los seres. Desde la periferia habló al centro, pidiendo conversión. Sin hacer una crítica explícita, inició una gran reforma a partir de abajo pero sin romper con Roma. Nos encontramos ante un genio cristiano de seductora humanidad y de fascinante ternura y cuidado que puso al descubierto lo mejor de nuestra humanidad.

Estimo que esta estrategia debe haber impresionado a Francisco de Roma. Hay que reformar la Curia y los hábitos clericales ypalacianos de toda la Iglesia. Pero no hay que crear una ruptura que desgarraría el cuerpo de la cristiandad.

Otro punto que seguramente habrá inspirado a Francisco de Roma: la centralidad que Francisco de Asís otorgó a los pobres. No organizó ninguna obra para los pobres, pero vivió con los pobres y como los pobres. Francisco de Roma, desde que lo conocemos, vive repitiendo que el problema de los pobres no se resuelve sin la participación de los pobres, no por la filantropía sino por la justicia social. Ésta disminuye las desigualdades que castigan a América Latina y, en general, al mundo entero.

El tercer punto de inspiración es de gran actualidad: cómo relacionarnos con la Madre Tierra y con sus bienes y servicios escasos. En la alocución inaugural de su entronización, Francisco de Roma usó más de 8 veces la palabra cuidado. Es la ética del cuidado, como yo mismo he insistido fuertemente en varios de mis textos, la que va a salvar la vida humana y garantizar la vitalidad de los ecosistemas. Francisco de Asís, patrono de la ecología, será el paradigma de una relación respetuosa y fraterna hacia todos los seres, no encima sino al pie de la naturaleza.

Francisco de Asís mantuvo con Clara una relación de gran amistad y de verdadero amor. Exaltó a la mujer y a las virtudes considerándolas «damas». Ojalá inspire a Francisco de Roma una relación con las mujeres, que son la mayoría de la Iglesia, no sólo de respeto, sino también dándoles protagonismo en la toma de decisiones sobre los caminos de la fe y de la espiritualidad en el nuevo milenio. És una cuestión de justicia.

Por último, Francisco de Asís es, según el filósofo Max Scheler, el prototipo occidental de la razón cordial y emocional. Ella nos hace sensibles a la pasión de los que sufren y a los gritos de la Tierra. Francisco de Roma, a diferencia de Benedicto XVI, expresión de la razón intelectual, es un claro ejemplo de la inteligencia cordial que ama al pueblo, abraza a las personas, besa a los niños y mira amorosamente a las multitudes. Si la razón moderna se amalgama con la sensibilidad del corazón, no será tan difícil cuidar la Casa Común y a los hijos e hijas desheredados, y alimentaremos la convicción muy franciscana de que abrazando cariñosamente al mundo, estamos abrazando a Dios.

Leonardo Boff es autor de Francisco de Asís: ternura y vigor, Sal Terrae

Fuente: Leonardo Boff Blog

Cómo se formó el poder monárquico-absolutista de los papas. Por Leonardo Boff

Escribíamos anteriormente en estas páginas que la crisis de la Iglesia-institución-jerarquía radica en la absoluta concentración de poder en la persona del papa, poder ejercido de forma absolutista, distanciado de cualquier participación de los cristianos y creando obstáculos prácticamente insuperables para el diálogo ecuménico con las otras Iglesias.
No fue así al principio. La Iglesia era una comunidad fraternal. No existía todavía la figura del papa. Quien dirigía la Iglesia era el emperador pues él era el Sumo Pontífice (Pontifex Maximus) y no el obispo de Roma ni el de Constantinopla, las dos capitales del Imperio. Así el emperador Constantino convocó el primer concilio ecuménico de Nicea (325) para decidir la cuestión de la divinidad de Cristo. Todavía en el siglo VI el emperador Justiniano, que rehízo la unión de las dos partes del Imperio, la de Occidente y la de Oriente, reclamó para sí el primado de derecho y no el de obispo de Roma. Sin embargo, por el hecho de estar en Roma las sepulturas de Pedro y de Pablo, la Iglesia romana gozaba de especial prestigio, así como su obispo, que ante los otros tenía la “presidencia en el amor” y “ejercía el servicio de Pedro”, el de “confirmar en la fe”, no la supremacía de Pedro en el mando.

Todo cambió con el papa León I (440-461), gran jurista y hombre de Estado. Él copió la forma romana de poder que es el absolutismo y el autoritarismo del emperador. Comenzó a interpretar en términos estrictamente jurídicos los tres textos del Nuevo Testamento referentes a Pedro: Pedro como piedra sobre la cual se construiría la Iglesia (Mt 16,18), Pedro, el confirmador en la fe (Lc 22,32) y Pedro como Pastor que debe cuidar de sus ovejas (Jn 21,15). El sentido bíblico y jesuánico va en una línea totalmente contraria: la del amor, el servicio y la renuncia a cualquier honor. Pero predominó la lectura del derecho romano absolutista. Consecuentemente León I asumió el título de Sumo Pontífice y de Papa en sentido propio. Después, los demás papas empezaron a usar las insignias y la indumentaria imperial, la púrpura, la mitra, el trono dorado, el báculo, las estolas, el palio, la muceta, se establecieron los palacios con su corte y se introdujeron hábitos palaciegos que perduran hasta los días actuales en los cardenales y en los obispos, cosa que escandaliza a no pocos cristianos que leen en los evangelios que Jesús era un obrero pobre y sin galas. Entonces empezó a quedar claro que los jerarcas están más próximos al palacio de Herodes que a la gruta de Belén.

Pero hay un fenómeno de difícil comprensión para nosotros: en el afán por legitimar esta transformación y garantizar el poder absoluto del papa, se forjaron una serie de documentos falsos. Primero, una pretendida carta del papa Clemente (+96), sucesor de Pedro en Roma, dirigida a Santiago, hermano del Señor, el gran pastor de Jerusalén, en la cual decía que Pedro antes de morir había determinado que él, Clemente, sería el único y legítimo sucesor. Y evidentemente los demás que vendrían después. Falsificación todavía mayor fue la famosa Donación de Constantino, un documento forjado en la época de León I según el cual Constantino habría hecho al papa de Roma la donación de todo el Imperio Romano. Más tarde, en las disputas con los reyes francos, se creó otra gran falsificación, las Pseudodecretales de Isidoro que reunían falsos documentos y cartas como si proviniesen de los primeros siglos, que reforzaban el primado jurídico del papa de Roma. Y todo culminó con el Código de Graciano en el siglo XIII, tenido como base del derecho canónico, pero que se basaba en falsificaciones y normas que reforzaban el poder central de Roma además de en otros cánones verdaderos que circulaban por las iglesias. Lógicamente, todo esto fue desenmascarado más tarde pero sin producir modificación alguna en el absolutismo de los papas. Pero es lamentable y un cristiano adulto debe conocer los ardides usados y concebidos para gestar un poder que está a contracorriente de los ideales de Jesús y que oscurece el fascinante mensaje cristiano, portador de un nuevo tipo de ejercicio del poder, servicial y participativo.

Posteriormente se produjo un crescendo del poder de los papas: Gregorio VII (+1085) en su Dictatus Papae (la dictadura del papa) se autoproclamó señor absoluto de la Iglesia y del mundo; Inocencio III (+1216) se anunció como vicario-representante de Cristo y por fin, Inocencio IV (+1254) se alzó como representante de Dios. Como tal, bajo Pío IX en 1870, el papa fue proclamado infalible en el campo de doctrina y moral. Curiosamente, todos estos excesos nunca han sido denunciados ni corregidos por la Iglesia jerárquica porque la benefician. Siguen sirviendo de escándalo para los que todavía creen en el Nazareno pobre, humilde artesano y campesino mediterráneo, perseguido, ejecutado en la cruz y resucitado para levantarse contra toda búsqueda de poder y más poder aun dentro de la Iglesia. Ese modo de entender comete un olvido imperdonable: los verdaderos vicarios-representantes de Cristo, según el evangelio de Jesús (Mt 25,45) son los pobres, los sedientos y los hambrientos. Y la jerarquía existe para servirlos, no para sustituirlos

Cuidar el Luto y las Pérdidas. Por Leonardo Boff

Las pérdidas y el luto pertenecen inexorablemente a la condición humana. Todos estamos sometidos a la férrea ley de la entropía: todo se va desgastando lentamente; el cuerpo se debilita, los años dejan marcas, las enfermedades nos van quitando irrefrenablemente nuestro capital vital. Esa es la ley de la vida que incluye la muerte.

Pero hay también rupturas que quiebran ese fluir natural. Son las pérdidas producidas por eventos traumáticos como la traición del amigo, la pérdida del empleo, la pérdida de la persona amada por el divorcio o por la muerte repentina. La tragedia también es parte de la vida.

Representa un gran desafío personal hacer frente a las pérdidas y alimentar la resiliencia, es decir, el aprendizaje de las crisis. Especialmente dolorosa es la vivencia del luto, pues muestra todo el peso de lo Negativo. El luto posee una exigencia intrínseca: exige ser sufrido, atravesado, y superado positivamente.

Hay muchos estudios especializados sobre el luto. Según la psiquiatra suiza Elisabeth Kübler-Ross, su vivencia y superación consta de varios pasos.

El primero es el rechazo: ante el hecho paralizante, la persona de un modo natural exclama: «no puede ser», «es mentira». Irrumpe el lloro desconsolado que ninguna palabra puede contener.

El segundo paso es la rabia que se expresa: « ¿por qué justamente conmigo? No es justo lo que ha pasado». Es el momento en que la persona percibe los límites incontrolables de la vida y no quiere reconocerlos. No es raro que se culpe por la pérdida, por no haber hecho o por haber dejado de hacer lo que debía.

El tercer paso se caracteriza por la depresión y el vacío existencial. Nos cerramos en nuestra propia cápsula y nos apiadamos de nosotros mismos. Nos resistimos a rehacernos. Aquí todo cálido abrazo y toda palabra de consuelo, aunque suene convencional, ganan un sentido insospechado. Es el anhelo del alma de oír que hay un sentido y que las estrellas-guía se oscurecieron solamente pero no han desparecido.

El cuarto es el autofortalecimiento mediante una especie de negociación con el dolor de la pérdida: «no puedo sucumbir ni hundirme totalmente; tengo que aguantar este desgarro hasta criar a mi familia o hasta licenciarme». En medio de la noche oscura se anuncia un punto de luz.

El quinto se presenta como la aceptación resignada y serena del hecho insoslayable. Acabamos incorporando en nuestra trayectoria existencial esa herida que deja cicatrices. Nadie sale del luto igual que entró. La persona madura forzosamente y experimenta que la pérdida no es necesariamente total, sino que trae siempre alguna ganancia existencial.

El luto es una travesía dolorosa, por eso tiene que ser cuidado. Me permito un ejemplo autobiográfico que aclara mejor la necesidad de cuidar el luto. En 1981 perdí a una hermana con la que tenía una afinidad especial. Era la última de las hermanas de los 11 hermanos. Como profesora, una mañana hacia las 10, estando delante de los alumnos, dio un inmenso grito y cayó muerta. Misteriosamente, a los 33 años, la aorta se había roto.

Todos los de la familia, venidos de varias partes del país, quedamos desorientados por el choque fatal. Lloramos copiosas lágrimas. Pasamos dos días viendo fotos y recordando, entristecidos, hechos de la vida de la hermanita querida. Los demás pudieron cuidar del luto y de la pérdida. Yo tuve que partir poco después hacia Chile, donde tenía que dar conferencias a todos los frailes del Cono Sur. Fui con el corazón partido. Cada charla era un ejercicio de autosuperación. De Chile seguí para Italia donde tenía charlas de renovación de la vida religiosa para toda una congregación.

La pérdida de mi querida hermana me atormentaba como un absurdo insoportable. Comencé a desmayarme dos, tres veces por día sin una razón física manifiesta. Me tuvieron que llevar al médico. Le conté el drama que estaba pasando. Él intuyó todo y me dijo: «tú todavía no has enterrado a tu hermana ni has guardado el luto necesario; mientras no cuides tu luto y no la sepultes, no vas a mejorar; algo de ti murió con ella y necesita ser resucitado».

Cancelé todos los demás programas. En el silencio y la oración cuidé el luto. A la vuelta, en un restaurante, mientras recordábamos a nuestra hermana querida, mi hermano teólogo Clodovis y yo escribimos en una servilleta de papel lo que luego pusimos en su recordatorio:

«Fueron treinta y tres años, como los de Jesús/Años de mucho trabajo y sufrimiento/pero también de mucho fruto/Claudia cargaba con el dolor de los otros/En su propio corazón, como rescate/Era límpida como la fuente de la montaña/Amable y tierna como la flor del campo/Tejió, punto por punto, y en silencio/Un brocado precioso/Dejó dos pequeños, fuertes y hermosos/Y un marido, orgulloso de ella/Feliz tú, Claudia, pues el Señor al volver /Te encontró de pie, trabajando/Lámpara encendida/Y tú caíste en su regazo/Para el abrazo infinito de la Paz».

Entre sus papeles encontramos esta frase: «Hay siempre un sentido de Dios en todos los eventos humanos: es importante descubrirlo». Hasta hoy seguimos buscando ese sentido que solamente en la fe podemos sospechar.

Leonardo Boff es auctor de Vida más allá de la muerte y de Nuestra resurrección en la muerte.

Fuente: LeonardoBoff.com

STRAUSS-KAHN: una metáfora de la prácticas del FMI. Por Leonardo Boff

El lector o la lectora pensará que es una tragedia que el Director-gerente del FMI, Strauss-Kahn, diera alas a su vicio, la obsesiva búsqueda de sexo perverso, corriendo desnudo detrás de una camarera negra en la suite 2806 del hotel Sofitel de Nueva York, hasta sujetarla y forzarla a practicar sexo, con detalles que la Fiscalía de Nueva York describe minuciosamente y que, por decencia, no voy a decir. Para él no era una tragedia, sino una víctima más entre otras que ha hecho en este mundo. Se vistió y se fue directo al aeropuerto. Lo cómico fue que olvidó el móvil en la suite y así pudo ser detenido por la policía cuando estaba dentro del avión.

La tragedia no ha sido lo que le pasó a él, sino a la víctima, que a nadie le interesa conocer. Su nombre es Nifissatou Diallo, de Guinea, africana, musulmana, viuda y madre de una hija de 15 años. La policía la encontró escondida detrás de un armario, llorando y vomitando, traumatizada a causa de la violencia sufrida por parte del huésped de la suite, cuyo nombre ni siquiera conocía.

La mayor parte de la prensa francesa, con cinismo e indisimulable machismo, trató de esconder el hecho, alegando hasta una posible trampa contra el futuro candidato socialista a la Presidencia de la República. El ex-ministro de cultura y educación, Jacques Lang, de quien se podría esperar algún esprit de finesse, afirmó con desprecio: «a fin de cuentas no murió nadie». Que una mujer quede psicológicamente destruida por la brutalidad de Mr. Strauss-Kahn no importa mucho. Para esa gente se trata solamente de una mujer y africana. ¿Es que en esa mentalidad atrasada la mujer cuenta para algo salvo para ser mero «objeto de cama y mesa»?

Para ser justos, tenemos que ver el hecho desde la mirada de la víctima. Ahí podemos captar la dimensión de su sufrimiento y la humillación de tantas mujeres en el mundo que son secuestradas, violadas y vendidas como esclavas del sexo. Sólo una sociedad que ha perdido todo sentido de la dignidad y se ha brutalizado por el predominio de una concepción materialista de la vida, que hace de objeto y mercancía de todo, pudo hacer posible esta práctica.

Hoy todo se ha vuelto mercancía y ocasión de ganancia, desde los bienes comunes de la humanidad, privatizados (commonscomo el agua, los suelos, las semillas), hasta órganos humanos en comercio, niños y mujeres prostituidas. Si Marx viese esta situación seguramente se escandalizaría, pues para él el capital vive de la explotación de la fuerza de trabajo pero no de la venta de vidas. Sin embargo, ya en 1847 en la Miseria de Filosofía intuía: «Ha llegado, por último, un tiempo en que todo lo que los hombres habían considerado inalienable se ha vuelto objeto de cambio, de tráfico, y podría alienarse. El tiempo en que las cosas que hasta entonces eran comunicadas, pero jamás intercambiadas; dadas, pero nunca vendidas; adquiridas pero jamás compradas, como la virtud, el amor, la opinión, la ciencia y la conciencia, han pasado a ser comercio. Reina el tiempo de la corrupción general y de la venalidad universal… en el que todo se lleva al mercado».

Strauss-Kahn es una metáfora del actual sistema neoliberal. Chupa la sangre de los países en crisis como Islandia, Irlanda, Grecia, Portugal, y ahora España, como antes lo hiciera con Brasil y con los países de América Latina y de Asia. Para salvar a los bancos y obligar a saldar las deudas, arrasan la sociedad, desemplean, privatizan bienes públicos, disminuyen los salarios, retrasan la edad de jubilación, hacen trabajar más horas. Sólo por causa del capital. El articulador de estas políticas mundiales es, entre otros, el FMI, del cual Strauss-Kahn era la figura central.

Lo que él hizo con Nafissatou Diallo es una metáfora de lo que estaba haciendo con los países con dificultades financieras. Merecería la cárcel no sólo por la violencia sexual contra la camarera sino mucho más por el estupro económico al pueblo, que él articulaba a partir del FMI. Estamos desolados.

 

Los peligros de la arrogancia del imperio. Por Leonardo Boff

Me cuento entre los que se entusiasmaron con la elección de Barack Obama para presidente de Estados Unidos, especialmente viniendo después de G. Bush Jr,  presidente belicoso, fundamentalista y de poquísimas luces. Creía éste en la inminencia del Armagedón bíblico y seguía al pie de la letra la ideología del Destino Manifiesto, un texto inventado por la voluntad imperial norteamericana para justificar la guerra contra México, según el cual Estados Unidos sería el pueblo escogido por Dios para llevar al mundo los derechos humanos, la libertad  y la democracia. Esta excepción se tradujo en una arrogancia histórica que hacía que Estados Unidos se arrogase el derecho de imponer al mundo entero, por la política o por las armas, su estilo de vida y su visión del mundo.

Esperaba que el nuevo presidente no ya fuera rehén de esta nefasta y forjada elección divina, pues anunciaba en su programa el multilateralismo y no la hegemonía, pero tenía mis dudas, pues por detrás del Yes, we can (sí, nosotros podemos) podía esconderse la vieja arrogancia. Ante la crisis económico-financiera pregonaba que Estados Unidos había demostrado en su historia que podía todo, y que iba a superar la actual situación. Ahora, con ocasión del asesinato de Osama bin Laden ordenado por él (en un estado de derecho, que separa los poderes, ¿tiene el ejecutivo el poder de matar o eso es competencia del judicial que manda prender, juzgar y castigar?) cayó la máscara. No ha podido esconder la arrogancia atávica.

El presidente, de extracción humilde, afrodescendiente, nacido fuera del continente, primero musulmán y después evangélico convertido, dijo claramente: «Lo que sucedió el domingo es un mensaje para todo el mundo: cuando decimos que nunca vamos a olvidar, estamos hablando en serio», que es como decir «terroristas del mundo entero, vamos a asesinarlos».

Aquí se revela, sin medias palabras, toda la arrogancia y la actitud imperial de ponerse por encima de  toda ética.

Esto me hace recordar la frase de un teólogo que sirvió doce años como asesor de la ex-Inquisición en Roma y que vino a solidarizarse conmigo cuando sufrí el proceso doctrinario. Me confesó: «Aprenda de mi experiencia: la ex-Inquisición no olvida nada, no perdona nada y cobra todo; prepárese». Efectivamente, así fue lo que sentí. Peor le ocurrió a un teólogo moralista, queridísimo en toda la cristiandad, el alemán Bernhard Häring. Con un cáncer de garganta que casi no le permitía hablar fue sometido a un riguroso interrogatorio en la sala oscura de aquella instancia de terror psicológico por causa de algunas afirmaciones sobre la sexualidad. Al salir confesó: «este interrogatorio fue peor que el sufrí con la SS nazi durante la guerra», lo cual significa: poco importa la etiqueta, católico o nazi, todo sistema autoritario y totalitario obedece a la misma lógica: cobra todo, no olvida y no perdona.

Así lo prometió Barack Obama y se propone llevar adelante el estado terrorista creado por su antecesor, manteniendo la Ley Patriótica que autoriza la suspensión de ciertos derechos y la prisión preventiva de sospechosos sin avisar siquiera a sus familiares, lo que se convierte en secuestro.

No sin razón escribió el noruego Johan Galtung, el hombre de la cultura de la paz, creador de dos instituciones de investigación sobre la paz e inventor del método Transcend en la mediación de los conflictos (una especie de política del gana-gana): tales actos aproximan a Estados Unidos a un estado fascista.

La verdad es que estamos ante un imperio. Es la consecuencia lógica y necesaria del presunto excepcionalismo. Es un imperio singular, basado no en una ocupación territorial o en colonias, sino en 800 bases militares distribuidas por todo el mundo, la mayoría innecesarias para la seguridad estadounidense. Pero están ahí para meter miedo y garantizar su hegemonía en el mundo. Nada de eso ha sido desmontado por el nuevo emperador, que no cerró Guantánamo como había prometido y todavía envió treinta mil soldados a Afganistán para una guerra perdida de antemano.

Podemos estar en desacuerdo con la tesis básica de Abraham P. Huntington en su discutido libro El choque de civilizaciones, pero hay en él observaciones dignas de atención, como esta: «la creencia en la superioridad de la cultura occidental es falsa, inmoral y peligrosa» (p.395). Mas aún: «la intervención occidental probablemente constituye la fuente más peligrosa de inestabilidad y de un posible conflicto global en un mundo multicivilizacional» (p.397). Pues bien, las condiciones para semejante tragedia están siendo creadas por Estados Unidos y sus aliados europeos.

Una cosa es el pueblo estadounidense, bueno, trabajador, y algo ingénuo, que admiramos, y otra el gobierno imperial, que no respeta tratados internacionales que van contra sus intereses y es capaz de todo tipo de violencia. Pero no hay imperios eternos. Llegará el momento en que será un número más en el cementerio de los imperios muertos.