Aborto y teología: no hay ningún mandamiento que diga “no abortarás”. Por María de los Ángeles Roberto*

Agradezco esta oportunidad para expresar consideraciones sobre la despenalización del aborto como biblista feminista. Soy Magister en Sagradas Escrituras, me dedico a estudiar la Biblia en sus idiomas originales, el hebreo bíblico y el griego koiné. En esta carpeta dejo a disposición de las señoras y señores diputados la lista de textos a los que haré referencia en mi exposición por si quieren consultarlos con más tiempo.

En la Biblia no se trata el problema del aborto ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento. En el Pentateuco, los infantes menores de un mes no eran considerados personas, por eso no ingresaban al registro de los censos. Hay solo dos textos que mencionan sucesos en los que podría producirse un aborto. En Éxodo 21: 22-23 se determina que, si una mujer como consecuencia de estar en medio de una pelea entre su marido y otro hombre y ella resultare herida y perdiere el embarazo; el agresor debería pagar una multa al esposo. El feto no se consideraba un ser vivo por eso no se castigaba al culpable con la muerte. Recordemos que eran épocas de la ley de Talión, de ojo por ojo, diente por diente. En Números 5; 11-34 se menciona un aborto ritual practicado por el sacerdote. Si el esposo tenía celos de su esposa y no podía comprobar la infidelidad de ella a través de testigos, se practicaba el ritual de la ordalía que consistía en obligar a la embarazada a tomar aguas amargas. Forzaban a la mujer a ingerir lo que actualmente se denomina “cadaverina”, elemento que se encuentra en la materia orgánica muerta. En el santuario del Templo se realizaban sacrificios de animales a diario, estas aguas amargas estaban mezcladas con ese polvo del santuario. Si ella abortaba después de ingerirla, consideraban que le había sido infiel a su marido y se la castigaba por ese adulterio. Señoras y señores diputados, recordemos este detalle: el agente que inducía al aborto era el sacerdote. En el Nuevo Testamento hay solo una mención a la palabra “aborto” en 1 Corintios 15, 8 en la que San Pablo se atribuye, de manera metafórica, el último lugar entre los apóstoles. La primera conclusión es que en ninguna página de la Biblia hay condena para el aborto porque el aborto no era considerado ni pecado ni crimen dentro de la ley mosaica ni en el período neotestamentario.

Tampoco hay un momento determinado para indicar el comienzo de la vida humana en la Biblia. El único texto del Antiguo Testamento que hace una referencia a lo que hoy entendemos como “embrión” es el versículo 16 del Salmo 139. La palabra hebrea que se utiliza allí es “gelem”. Es un hápax legomenon, o sea una palabra que solo aparece una vez dentro de un texto. Se refiere a una sustancia incompleta, imperfecta, que se traduce actualmente como feto o embrión. Hay solo una decena de versículos, en Salmos, Job e Isaías, que aluden al conocimiento de Dios sobre el ser humano desde el vientre materno. Pero ninguno refiere al momento específico de la hominización. No podemos hacerle decir a la Biblia aquello que no dice.

El argumento más importante que despliegan los fundamentalistas religiosos contra la despenalización del aborto es el del quinto mandamiento, “no matarás”. Como consideran que la vida humana se inicia en el momento de la concepción, en el caso del aborto, se estaría cometiendo un asesinato, lo que sería contrario al quinto mandamiento. Voy a recordarles a las señoras y a los señores diputados que tienen estas creencias y que no votarían a favor de la despenalización del aborto por este motivo, que ese quinto mandamiento no era de aplicación universal. Se podía matar a los extranjeros, a los que eran considerados enemigos del pueblo de Israel, a las mujeres adúlteras. De ninguna manera el mandamiento se refiere a los embriones, al “gelem”. Hay 108 textos en el Antiguo Testamento en el que Dios manda a matar a mujeres, a niñas, a niños, o a varones adultos. En el Nuevo Testamento hay 3 citas bíblicas en las que Dios, de manera directa castiga con la muerte a inocentes. El ejemplo más contundente es el de Jesús, su propio hijo.

La segunda conclusión es, entonces, que la vinculación entre el quinto mandamiento y el aborto es una evidente y flagrante manipulación del texto bíblico. El patriarcado eclesiástico es el que, a lo largo de los siglos, quiere hacer creer a las mujeres que hay un mandamiento que las convierte en asesinas si desean abortar. No es así. No hay ningún mandamiento que diga: “No abortarás”.

En todo el proceso de recopilación, redacción y canonización de los textos bíblicos que fue obra de varones, realizada desde la perspectiva masculina y dirigida a lectores masculinos, hay claros testimonios en los evangelios de la participación y presencia de las mujeres en el movimiento de Jesús. En los relatos de la pasión, muerte y resurrección, que constituyen el eje hermenéutico de los evangelios, las mujeres tienen un papel destacado: ellas son testigos de la crucifixión de Jesús cuando todos los hombres han huido (Mc 15,47); María Magdalena es citada en los evangelios como la primera testigo de la resurrección (Mt 28,1; Mc 16,1; Lc 24,10). En el libro de los Hechos y en las cartas de los apóstoles hay mención de discípulas que dirigían iglesias.

En ese protagonismo de las mujeres del Nuevo Testamento, que las interpretaciones posteriores pretendieron ocultar y que las teólogas y biblistas feministas de todo el mundo, desde hace mucho tiempo, estamos tratando de sacar a la luz, es muy posible imaginar a Jesús, en la calle, con el pañuelo verde al cuello, agitando junto con todas nosotras en las veredas del Congreso, cada martes y cada jueves, preguntándoles a ustedes, señoras y señores diputados, parafraseando a Juan 8: “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Yo tampoco te condeno.”

*María de los Ángeles Roberto fue una de las expositoras que hoy (18 de abril 2018) habló en la Cámara de Diputados a favor de la despenalización y legalización del aborto. Y lo hizo desde su especialidad, la teología, y desde su condición de feminista. Ella es profesora en Letras, magister en Sagradas Escrituras (ISEDET), con una Diplomatura en Prevención de la Trata de Personas (UCA). Es miembro de la Iglesia Evangélica Metodista, integrante del Paro Internacional de Mujeres 8M y del equipo de Comunicación de Madres Víctimas de Trata.

Fuente: http://elvespertino.medios.com.ar