Vergüenza ajena. Por Guillermo “Quito” Mariani
Se trata de un obispo integrado al episcopado nacional.
Pretendiendo representarlo, ha creído poner “una pica en Flandes” y acceder al clima mediático, con unas declaraciones en que juzga “políticos” e “ilegítimos” los juicios a los represores realizados y en marcha actualmente.
Entre ellos, por supuesto, los que culminaron con la sentencia DE LOS TRIBUNALES FEDERALES RIOJANOS condenando de modo terminante a L.B.Menéndez y L.F.Estrella como autores mediatos responsables del asesinato del obispo Angelelli en agosto de 1976.
Esas declaraciones, repudiadas por las organizaciones de derechos humanos, el grupo de “Cristianos para el tercer milenio”, la CELS, y diversas personalidades, revelan una cantidad de importantes detalles que constituyen todavía, a mi entender, una parte importante de la opinión oficial de la Iglesia Argentina.
Samuel Jofré Giraudo asumió como obispo de Villa María en Mayo de 2013. Apareció entonces como un nombramiento realizado al comienzo del pontificado del papa Francisco, como un regalo para Argentina. Es posible, aunque supondría un proceso difícil de entender, que haya sido una decisión de Benedicto XVI, respetada por Bergoglio. Esto haría el hecho de semejante elección, más comprensible.
Jofré, además de ser exalumno del Liceo Militar Gral. Paz, es integrante de una familia tradicional y encumbrada de Córdoba, ligada estrechamente a la Justicia y a la Iglesia. En su desempeño como Párroco, y luego asesor canónico del arzobispado de Córdoba durante la permanencia de Raúl Primatesta y Carlos Ñáñez, sus opiniones y acción han estado permanentemente atadas a una derecha católica cerrada e intolerante.
Su designación para una sede episcopal tan importante como Villa María, así como la de Pedro Torres Aliaga para auxiliar del Arzobispo Ñáñez, ha seguido la línea de los obispos conservadores que, durante el pontificado de Juan Pablo II y Benedicto XVI fueron nombrados en remplazo de los que por edad o muerte iban renunciando o abandonando sus cargos. Todo lo cual se ha interpretado como una táctica para que, en un posible futuro concilio Ecuménico, hace tiempo solicitado por muchos, las conclusiones resulten más cercanas a la espiritualidad y teología del Opus Dei que a las conclusiones el Vaticano II, cuyas novedades y espíritu de renovación están frenadas desde la mitad del pontificado de Juan Pablo II. Diversas voces, y muy autorizadas, se han levantado para exigir que el episcopado nacional se pronuncie al respecto, rectificando o ratificando estas declaraciones del obispo Jofré, y defina así su actitud frente a la ex dictadura militar y a los juicios de los represores.
Hasta ahora ¡SILENCIO! Posiblemente, como es casi habitual, se esperen instrucciones de Roma para proceder.
Y ESTO ES UNA VERGUENZA QUE NOS SONROJA, A TODOS LOS QUE SEGUIMOS CREYENDO QUE ,EN ALGUN RINCONCITO DE LA GEOGRAFIA, DE LA HISTORIA Y DE LOS CORAZONES HUMANOS, VIVE LA IGLESIA DE JESUS DE NAZARET COMPROMETIDA Y ARRIESGADA, EN LA DEFENSA DE LA DIGNIDAD Y LOS DERECHOS DE TODOS LOS SERES HUMANOS.
José Guillermo Mariani (pbro)
“Se creó la cultura de la pastilla: ya nadie pregunta qué hago, sino qué tomo” Entrevista a Mónica Müller
Su suave andar, su cálida mirada y su voz tenue no anticipan, menos sugieren, la preocupante realidad que minutos después saldrá de su boca. Tampoco, el peso de los argumentos, las críticas o las metáforas que empleará a la hora de transparentar una cruda industria que conoce a fondo y de la que -afirma- nadie está exento.
Desde su experiencia, primero como publicista durante más de 30 años y ahora como médica homeópata, Mónica Müller denuncia, sin tapujos y con el respaldo de una trayectoria difícil de encontrar, el negocio de los laboratorios y sus profesionales especializados: “inventar enfermedades con el objeto de ampliar el mercado hasta que todos se vuelvan enfermos”. Además, advierte sobre la urgencia extrema de tomar conciencia acerca de “esta situación alarmante”, para luego poder tomar decisiones en torno al propio cuerpo sin caer ciegamente en el paternalismo médico que sobrevuela hoy al sistema, en plena crisis.
En una entrevista con LA NACION, a propósito de su nuevo libro Sana Sana, la industria de la enfermedad, Müller convoca a “desaprender lo aprendido” durante la infancia para escapar del “Gran Mandato”, ese que lleva a “aparentar salud” o a “reprimir los síntomas” al costo de producir y consumir; e invita a retomar la confianza de que el poder de curarse reside, muchas veces, en las buenas prácticas y la vida sana,sin remedios de por medio.
Pese a su afinidad con el gobierno actual, del que destaca, por ejemplo, la implementación de la Asignación Universal por Hijo y de los programas materno-infantil, responsabiliza al Estado (una tendencia que se replica también en otros lugares del mundo) por la ausencia de límites estrictos frente a los abusos de la actividad de las empresas farmacéuticas, y la dinámica en la que incurren la automedicación o el uso irracional de antibióticos.
“La sinergia entre la exigencia del paciente, el cansancio del médico y la presión del laboratorio termina por hacer de cualquier persona sana un enfermo y de cualquier enfermo, un enfermo grave”, destaca convencida al abrazar la hipótesis que recorre su investigación.
– De los casos de intoxicación aguda atendidos en las guardias de los hospitales públicos del país, la segunda causa después del alcohol son los medicamentos. ¿A qué atribuye ese uso irracional que se le brinda a las drogas?
– Siempre tiendo a desculpabilizar al paciente porque hace lo que puede y lo que le enseñan que haga. La publicidad de medicamentos es lo primero a lo que yo responsabilizo por esta situación, que tiene una acción tremenda sobre la gente. Lleva a que si alguien está cansado, automáticamente piense en una aspirina. La segunda causa es la venta libre: es parte de lo mismo, esta transformación de los medicamentos en un producto de consumo, que se asimila a un cosmético o a una golosina. Eso es una barbaridad y nos parece natural. Para mí los responsables están ahí y no en el público.
– Siguiendo con el tema, usted afirma que “sería un milagro que la gente no consumiera por su cuenta”… ¿En qué medida la difusión de remedios, a gran escala y a toda hora, alimenta esta práctica? ¿Es imparable este fenómeno?
– Creo que va a tener que ser parable en algún momento porque la cantidad de muertes producida por este fenómeno es enorme. En la Argentina no está contabilizado, pero en los Estados Unidos, donde existe toda una disciplina dedicada a la estadística, se sabe que mueren más personas por la ingesta de medicamentos que por enfermedades pulmonares, HIV, e incluso accidentes automovilísticos. Es la cuarta causa de muerte. Es un tema gravísimo. Supongo que, en algún momento, hay que parar esto. Ahora, cómo se para, no tengo la menor idea. En realidad, estamos tratando con lo que, hasta el año pasado, era el segundo negocio en volumen, después de las armas. Se ha llegado a un punto de descontrol tan enorme que no sé cómo se puede detener. Por lo pronto, me parece que se pueden tomar medidas paliativas, como ser no más publicidad de medicamentos o prohibir la venta libre de antibióticos. Es un problema mundial descontrolado, como si no hubiera conciencia de eso.
– Esto trae a colación la alerta impulsada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) acerca del uso abusivo de antibióticos, que lleva a que algunas enfermedades se conviertan en intratables…
– Es lo que está ocurriendo. Hace tiempo que la OMS está advirtiendo y que los médicos lo están notando en los hospitales. Esto de que una infección banal en una rodilla se transforma en algo imparable, casi nos pone en la situación de la era pre-antibiótica. “Es muy fácil crear bacterias resistentes a todo. Los antibióticos son geniales, pero mal usados son terribles”, dijo Fleming en su discurso de aceptación del Premio Nobel al descubrir los primeros antibióticos, y, a los pocos meses, muchas bacterias eran resistentes. Hoy, cada vez más, se acelera eso, porque las bacterias están programadas para mutar. Cuando la persona toma un antibiótico indebido o por el tiempo incorrecto,se convierte en un laboratorio en el que se producen gérmenes resistentes a todo. Y ya hay dos que lo son, pero por suerte están aislados. Si se diseminaran, se acabó la humanidad.
– Otra cara de la misma moneda son los hipocondríacos… ¿La retórica de la industria conduce a un aumento de este sector de la población?
– Sí. También ahí hay dos factores: uno, todo esto que venimos diciendo, y el otro es Internet. Es inevitable, y, al mismo tiempo, está buenísimo que no haya más ese misterio y paternalismo médico que lo sabe todo. Pero es cierto también que se alimenta la paranoia. Lo bueno es que el paciente averigua y consulta. Sin embargo, hubo gente que se ha sentido pésimo y se ha quedado en la cama dispuesta a morir porque leyó algo en Internet que no comprendió del todo.
– En ese contexto, ¿por dónde pasa el poder persuasivo de los psicofármacos, cuyo uso se ha extendido a cifras impensadas en la Argentina y en el mundo?
– Es tremendo lo que sucede con ellos. La gente hasta se aconseja y convida para no estar triste, enfrentar entrevistas laborales o rendir con éxito un examen. Hay 100 millones de personas tomando ansiolíticos en el mundo y el 10% de la población de Estados Unidos lo hace sólo con antidepresivos. Viven empastillados. Se ha naturalizado también eso.
– No se buscan alternativas para estar mejor…
– Claro, nadie prueba. Se creó esa cultura de la pastilla. A mí me llaman los pacientes y no me dicen qué hago, sino que me preguntan qué tomó. Enseguida se piensa en eso. Me parece que la función del médico debería pasar por ver la totalidad y ayudar a la persona a salir de una situación enferma como ésta que describo. Pero hoy, en muchos casos, la respuesta convencional recae en recetar varias drogas. Esto no implica que los médicos sean malos, locos o criminales, asociados con los laboratorios. Ocurre que están quemados, pasados de actividad, porque trabajan miles de horas por día, y las prepagas o las obras sociales suelen darles no más de diez minutos por cada paciente.
– ¿Entonces es obsoleto pensar en la actualidad en el modelo del médico que dispone de tiempo y puede dedicarse de lleno a sus pacientes?
– Totalmente obsoleto. Es un personaje raro ese médico y va a seguir siéndolo. Desde que las prepagas desembarcaron en el sistema de salud, la salud es un producto de consumo, con la lógica del mercado. El médico tiene que atender a 50 pacientes por día porque sino no acumula los honorarios necesarios para pagar el alquiler.
– En distintos fragmentos del libro usted plantea que en la sociedad en la que vivimos está mal visto estar enfermo y esboza la idea del “Gran Mandato” (aquel que lleva a la persona a producir y consumir, sin descansar y curarse del todo). ¿Considera que es posible evadirse de él, aunque sea gradualmente?
– Pienso que sí, porque hay una movida de la gente, a pesar de toda esta presión. Sólo falta incorporar a la conciencia de la vida sana y la actividad física la idea de que uno puede curarse de otra forma, sin tomar remedios. La premisa circula, pero no se le tiene confianza por culpa de la publicidad, que te dice: “Estás cansado, tomate eso”.
– ¿Qué papel cumple en ese proceso de “desaprender lo aprendido” tener acceso a información rigurosa y poder decidir sobre el propio cuerpo?
– Me parece que es fundamental porque la información que tenemos está sesgada y limitada a la publicidad y a lo que hacen los laboratorios como publicidad indirecta. Eso depende realmente del Estado, acá y en todo el mundo, es algo universal. Los Estados son los responsables de educar a la gente. Los problemas graves de salud derivan de la pobreza y de la ignorancia. Si uno pudiera terminar con ambas, la mortalidad general de las poblaciones disminuiría notablemente.
LA CRISIS DEL SISTEMA DE SALUD
– ¿Qué opinión le merece el gobierno de Cristina Kirchner en esa materia? ¿Está de acuerdo con las políticas de salud impulsadas bajo su ala?
– Bueno, ha hecho cosas muy interesantes, como los programas materno-infantil, los controles de embarazo y las investigaciones médicas sobre el uso irracional de medicamentos en todo el país. También destaco la Asignación Universal por Hijo, que es fundamental porque se trata de lo mínimo que una persona necesita para cuidar a su familia. De todas formas, hay miles de cosas que restan hacer, por supuesto, y pienso que más que pensar en qué habría que invertir, hay que pensar dónde hay que hacerlo. Por ejemplo, hay que hacer más cloacas, agua corriente. Sólo el 20% de la población de Misiones las tiene, lo que significa diarrea y mortalidad infantil. Invertiría en eso, no enla vacuna de Rotavirus. Ahora, si no van a hacerlas, que den la vacuna, esa es la realidad. Tampoco uno puede ser elitista y decir: “No den la vacuna, igual a mi nene no le pasa nada”. Porque a los chicos de Misiones sí les pasa, como a los de Chaco y Santiago del Estero.
-¿Cómo evalúa el calendario de vacunación vigente en el país? ¿Considera que sería viable aplicar eventualmente el modelo japonés (que ajusta los planes de inmunización con un criterio médico dinámico, es decir, adaptado al momento)?
– Considero que siempre es posible. Ahora, no sé cuáles son las razones que llevan a que los diversos ministerios del mundo tomen esas decisiones, no tengo la menor idea. Es muy diferente, en Europa, en Estados Unidos, acá, en Japón, en Africa. Son modelos de relaciones con la inmunización muy distintos. No hay un único modelo. Esta cosa masiva de rebaño, de darle a todos lo mismo..no sé…es probable que en la Argentina sea así por el mismo federalismo.
– La aplicación de la ley que prohíbe la venta libre de medicamentos fuera de las farmacias causó polémica años atrás. ¿Por qué motivos cree que no prosperó o no logró el impacto que se esperaba?
– Fue un cambio cosmético para beneficiar a las farmacias, al público no lo benefició para nada. Da igual ir a un kiosco y pedir una aspirina, que ir a una farmacia y hacerlo. Meten todo en la bolsa y te lo dan. ¿Qué diferencia hay para la gente comprarlo en la farmacia que en una estación de servicio o en un hotel alojamiento? Es igual. Así que no entiendo cuál fue el objetivo de esa ley.
– Volviendo al sistema y a la crisis que atraviesa, ¿es posible hablar de profesionales de la salud que no sean “concesionarios de la industria farmacéutica”?
– Los homeópatas somos independientes absolutamente, por eso yo pude escribir el libro. No existo para los laboratorios ni para los visitadores médicos. Algo similar sucede con los médicos naturistas. Los otros, en mayor o menor medida, dependen de las obras sociales y de las prepagas. Si trabajan en un hospital, no pueden decirle al paciente que no tome nada. No hay que olvidarse de los controles de los laboratorios, que se fijan en las recetas que cada profesional hace y, sino, los llaman para preguntarles qué pasó o por qué motivos no recetó tal droga. La industria farmacéutica premia con dinero y estatus. Esto ha sido siempre así. Te presionan, te controlan, es imposible ser neutral. Los médicos no pueden independizarse de los laboratorios.
Fuente: La Nación
La receta perfecta. Por Viviana Liptzis
2 Tazas de doble standard
1 Taza de antisemitismo disfrazado de antisionismo
4 Cucharadas de “onda fashion” pseudo progre
1 Pizca de condimento políticamente correcto
Cantidad necesaria de ignorancia
Mezclar todo y publicar especialmente en las redes sociales
Dia del Amig@. Por Guillermo “Quito” Mariani
Homilías Dominicales. Domingo 13 de Julio de 2014 – 15 durante el año litúrgico (ciclo “A”) Por Guillermo “Quito” Mariani
Tema (Mt.13,1-9)
Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,1-23):
Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla.
Les habló mucho rato en parábolas: «Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga.»
Síntesis de la homilía
La semilla de la palabra orientadora de la vida que es la expresión de la voluntad de Dios necesita de la acción humana para dar sus frutos y por eso, de la decisión de volverla fructífera. Hasta tanto llega el respeto del Dios presentado por Jesús, frente a la libertad concedida como característica específica al ser humano. Es evidente que esa Palabra contiene la riqueza de la fecundidad, pero necesita ser complementada por el rendimiento de la tierra
La descripción de mateo corresponde plenamente a los conocimientos de un pueblo de cultura agrícola. Hay caminos que con su dureza no dejan penetrar la semilla.
Son decisiones humanas que se colocan al margen del respeto a la dignidad y derechos de la persona humana. Para ellos es como si ese mensaje no existiera. Las preocupaciones temporales acaban pronto, con avidez de pájaros hambrientos con la semilla desparramada. El terreno pedregoso ofrece espacios de tierra que reciben la semilla que se aloja entre las piedras esperando la fecundidad de la lluvia y así sus brotes aparecen esperanzadores. Pero el calor ardiente del sol las seca porque no tienen raíz. Son las apariencias de religiosidad que adquieren tantas veces formas distintas, sin otro compromiso con el reinado de Dios que el provecho que se puede sacar de los beneficios que se esperan de las ayudas que fomenten sus intereses. Hay también semillas desparramadas entre las plantas espinosas que crecen más rápido y agresivamente que las semillas fructíferas y acaban con su fecundidad. Es el clima cultural, social, o familiar, ensombrecido por discordias, incomprensiones, egoísmos y descalificación de los más débiles, que pisotea y anula toda posibilidad de rendimiento.
Sólo cuando hay buena voluntad a pesar de tener conciencia de las propias debilidades, y decisión generosa de realizarse y lograr felicidad acompañando y respetando la dignidad y derechos de los demás, los frutos varían del 30 al 100 por ciento en la parábola de Jesús y también en nuestra realidad cotidiana.
No siempre nuestros oídos están dispuestos para escuchar el mensaje. Dice el refrán que no hay peor sordo que el que no quiere oír y por eso la advertencia final de la parábola. El que tenga oídos para oír, que se aproveche de esta lección.
Ortodoxia. Por José Luis Cortés
Fuente: Blog del Autor.
Sic transit. El ocaso de los cardenales. Por Celso Alcaína
En la segunda planta – la noble – del Palacio del Santo Oficio se ubican las oficinas de la Sagrada Congregación. En las plantas primera, tercera y cuarta hay viviendas que constituyen domicilio de algunos cardenales o curiales diversos. Yo residía en la primera planta, exactamente encima de la conserjería y portón de entrada.
En mis primeros años de actividad curial, en la segunda planta del Palazzo, una vivienda interrumpía el paso entre despachos y obligaba a salir a la loggia. Se trataba del apartamento de las dos hermanas Perosi. Durante mis primeros tres años las veía, las saludaba, me paraba a charlar. Se sentían halagadas recordándoles a su padre,Giuseppe Perosi, excelente músico, maestro de capilla en Tortona, su ciudad natal, inspirador y formador de su genial hijo Lorenzo Perosi, el “cecilianista” universal, el renovador de la música religiosa. Giuseppe había inoculado el virus musical también a otros hijos e hijas. Su hijo Marziano Perosi llegó a ser maestro de capilla en la catedral de Milán. Y Carlo Perosi, también con formación musical, optó, comoLorenzo, por el sacerdocio. Carlo llegaría a ser cardenal.
Ancianas y consumidas, las hermanas Perosi habían heredado de su hermanoLorenzo el uso de la vivienda. Un caso excepcional que conocí el primer día que me las encontré. Sabido es que el maestro Perosi fue compañero y amigo de EugenioPacelli en sus años jóvenes. Por sugerencia del cardenal Sarto, entonces arzobispo de Venecia, León XIII lo nombró “maestro perpetuo de la Capilla Sixtina”. Con algunos intervalos a causa de recurrentes ataques neuróticos, desempeñó ese cometido hasta su muerte en 1956. Por el afecto que le profesaba, acaso porque se lo había pedido el propio compositor, Pio XII decidió que las dos hermanas que lo acompañaban, “vita naturali durante“, pudieran permanecer en la que había sido la vivienda de Lorenzo Perosi. En 1970, muertas las dos hermanas casi simultáneamente, el apartamento fue reconvertido en despachos. A ellos se trasladó la Sección Criminal.
No eran sólo esas ancianas las que se cruzaban conmigo en la loggia y en el claustro. Varios cardenales habían envejecido dentro del Palazzo y allí esperaban su tránsito.
El cardenal Francesco Morano tenía su vivienda en la planta tercera. De baja estatura, fuerte, cuadrado, tortugueaba por la loggia esperando que alguien se parara a conversar. Era ameno, cachondo. Bromeaba sobre los eclesiásticos y sobre algunas enseñanzas de la Iglesia, particularmente en materia matrimonial en la que era especialista. Había dedicado su vida al estudio del Derecho Canónico. Llegó a presidir, como decano, la Rota Romana. Cientos de sentencias llevaban su firma. Seguía siendo miembro del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica. Tenía 96 años. Se admiraba de que pudieran contar con él en una parcela del gobierno de la Iglesia. Para las sesiones de la Signatura, cada sábado, venían a recogerlo. En volandas lo metían en un coche que lo depositaba en el Palacio Apostólico. Las oficinas de la Signatura estaban en la Piazza della Cancelleria. Sin embargo, las sesiones semanales de los cardenales miembros tenían lugar dentro de la Ciudad del Vaticano. Pienso que ello era debido a que los cardenales miembros eran, en su mayoría, octogenarios. Incluso, como el cardenal Morano, casi centenarios. Los 16 miembros de la Signatura elencados en el Annuario Pontificio superaban con creces los 75, edad establecida por Pablo VI para la dimisión de altos cargos
Otro de los cardenales que se dejaba ver dentro del Palazzo era Giuseppe Pizzardo, 93 años, diminuto, con cara de pocos amigos. Un espléndido curriculum. Diplomático de carrera, había sido secretario en la Nunciatura Apostólica de Baviera, subsecretario de la Congregación para Asuntos Extraordinarios, sostituto y luego secretario (2º de abordo en el Vaticano) de la Secretaría de Estado. Creado cardenal por Pío XI, durante 29 años rigió la Congregación para los Seminarios y Universidades. Excepcionalmente, simultaneó durante 9 años la Prefectura (entonces llamada Secretaría porque el Papa era el Prefecto)) de la Congregación del Santo Oficio. Dicen que Giovanni Montini, antiguo subordinado de Pizzardo, le dio el voto en el Cónclave de 1963. Aún siendo nonagenario, ostentaba cargos muy importantes en el Vaticano. Presidía la Comisión de Vigilancia para el “Istituto per le opere delle Religioni” (Banco del Vaticano) y la Academia de las Ciencias. Formaba parte de la Comisión para la Revisión del Codex, así como de la Comisión Bíblica. Era miembro de varias Congregaciones: Educación Católica, Religiosos, Obispos, y Consejo para Asuntos Públicos
Paradójicamente, lo que yo podía escuchar en la Curia sobre Pizzardo distaba mucho del elogio. Más que conservador, era tildado de ultramontano. Se había opuesto al movimiento sacerdotal obrero francés de mediados del siglo. También, a la participación de los católicos en el llamado “rearme moral”, de inspiración protestante, liderado por Frank Buchman. Y sus instrucciones a seminarios y centros de educación católica fueron muy discutibles, cuando no contraproducentes.
Mis casuales encuentros con el cardenal Pizzardo fueron menos frecuentes y menos interesantes que con Morano. Mi impresión era que no se sentía satisfecho con su pasado ni con su presente. Ante ambos, yo sentía una mezcla de pena, ternura y aversión. No precisamente respeto y admiración. Vidas dedicadas a una labor dudosamente útil. Humana y socialmente.
En mis años dentro del Palazzo, tuve encuentros similares con los cardenales MichaelBrowne, Antonio Bacci, Giuseppe Ferretto, Fernando Cento y William Heard. Arrastraban su cuerpo y sus recuerdos en la sede de los horrores inquisitoriales. Murieron allí durante mi permanencia en el Vaticano. Cada vez que acaecía uno de esos decesos, me repetía interiormente “sic transit gloria mundi”.
Digo “gloria” porque todavía hoy los cardenales son “príncipes”, visten de púrpura, se dejan llamar “eminencia”, son decisivos en la marcha de la institución católica, rectores en las principales sedes episcopales, electores y elegibles en el Papado. Son herederos y parcialmente detentores del boato de los cardenales renacentistas. Algunos – bastantes – fueron poderosos, dictadores, ricachones, viciosos, crueles. Otros – pocos – fueron hombres honestos, ejemplares. En virtud y en gobierno.
Su evolución fue paralela y es intrínseca al curso de la Iglesia, la que surgió de la memoria de Jesús, el Nazareno. Inicialmente, el Cristianismo se limitaba a comunidades pobres, diminutas, perseguidas. Evolucionó, por mor de valores y poderes espurios. Un cambio a más, a peor, hasta llegar a la actual Iglesia Católica, con influyente presencia en medio mundo.
Otrora, los cardenales (cardines) presidían las comunidades cristianas romanas. Algo así como nuestros párrocos. A partir del emperador Constantino, paulatinamente, se apropiaron de poder y de riqueza en diverso grado. A eso llegaron por las donaciones de los fieles, por los favores de los gobernantes, por la venta de indulgencias. Poder y riqueza se retroalimentan. A partir del siglo XI fueron ellos los electores exclusivos del Papa. Mediante luchas intestinas o confrontándose con clases y familias romanas, ellos mismos se convirtieron en poderosos hasta vencer y dominar.
Todos sabemos de los históricos excesos, desmanes o escándalos de muchos cardenales, algunos devenidos papas. En el Cardenalato y en el Papado entraron personas no recomendables, incluso niños y adolescentes procedentes de familias influyentes. El cenit de su prepotencia y degeneración ha de ponerse en los siglos XV – XVII. Lo cierto es que la reducción de su poder y de sus privilegios ha sido paulatina, demasiado lenta.Pio XII les “cortó” la cola de su capa. De 12 a 5 metros. Pablo VI suprimió el “capelo” de 30 borlas rojas. Ahora, en su “creación”, los cardenales reciben del Papa sólo la birreta. Las dos citadas modificaciones son una muestra del ridículo grado de velocidad e intensidad con la que la Curia absorbe la democratización en todos los aspectos, así como el suspirado retorno a sus auténticos orígenes.
La desaparición del Colegio Cardenalicio es deseable, seguro que no inminente. Aún conservando la actual estructura clerical – no precisamente apostólica – la Iglesia Católica podría y debería prescindir ya de los cardenales. El papa Francisco, cuyos humildes gestos suscitaron esperanzas renovadoras, ha decepcionado con la creación de cardenales.
He leído que cuando un cardenal moría, se colgaba su capelo sobre su tumba, donde permanecía hasta que quedara reducido a polvo, porque toda la gloria terrenal es pasajera. Sic transit.
Fuente: Blog del Autor.
Canonización de Juan Pablo II, o cómo el Vaticano escupe al cielo. Por Carlos Lombardi
“Nadie seguirá a un Mesías si éste no hace milagro alguno. Al menos, esto es así por principio, porque hay una alternativa: que al Mesías o a aquél que se tiene por Mesías se le atribuyan acciones milagrosas que él no ha realizado. Y de poco le sirve que él en persona arremeta contra el afán de milagros. En todo caso se le proveerá de acciones milagrosas” (1)
El tema de los milagros permite abordar no sólo la histórica manipulación que de ellos ha hecho la Iglesia Católica, sino que conecta con otras artimañas que la institución religiosa comete ante las consecuencias celestiales de aquellos: las canonizaciones.
Conforme la lúcida opinión de la teóloga citada, el Mesías cristiano rechazó los milagros “como acreditación de la verdad de su mensaje: “Si no veis señales y prodigios, no creéis” (Jn 4,48)”. Para él “la creencia en virtud de los milagros no es fe” (2).
La teología crítica es conteste en admitir que los milagros no pasan de ser fábulas o leyendas utilizadas por la religión – en nuestro caso, católica – para satisfacer sus intereses. Se basa en que ni las cartas de los Apóstoles, ni Pablo (fundador del catolicismo), hicieron referencia alguna a acciones milagrosas de Jesús.
Ni el milagro de la “boda de Caná” (que, para seguir su costumbre de adaptar sus fechas litúrgicas, la iglesia hizo “coincidir” el 6 de enero, fiesta del dios griego Dioniso); ni las curaciones milagrosas (con su “lógica” culpa causante/enfermedad causada, y la variante “no curación” por falta de fe de la gente); ni las expulsiones de demonios (que conforme el estado de los conocimientos médicos de la época hacían confundir a epilépticos, ciegos, mudos, o enfermos de gota con “endemoniados”), ni los milagros de la naturaleza (análogos a los que relataba Pitágoras); o el de la higuera (donde se castiga injustamente a ese pobre árbol por no dar frutos fuera de época); o la resurrección de muertos (sobre todo la de Lázaro, plagada de contradicciones entre los evangelistas), permiten sostener que haya “algo cristiano sobre lo que se deba teologizar”, en palabras de la alemana.
Si la Iglesia Católica, impune y cínicamente, ha manipulado los milagros, cabe el mismo criterio para su efecto institucional inmediato, las canonizaciones.
Históricamente, fueron utilizadas no sólo con fines religiosos, sino esencialmente políticos y económicos. Como sostiene José María Castillo “un santo “bien aprovechado” puede ser una mina: las peregrinaciones, las reliquias, los milagros, las indulgencias han sido siempre, y siguen siendo, una fuente importante de ingresos. Por eso ha pasado lo que ha pasado” (3). En pleno siglo XXI sigue siendo un negocio redondo administrado por el Vaticano S.A.
¿Y qué muerto será sujeto de la próxima canonización? Nada menos que el papa Juan Pablo II, cuyo procedimiento fue motorizado por los sectores fundamentalistas e integristas del catolicismo, haciendo apología de amnesia colectiva, si se tienen en cuenta las canalladas que hizo el pontífice durante todo su período de gobierno.
De la mano de la manipulación señalada, vienen dos artimañas y una confirmación. La primera, el propio Juan Pablo II fue quien dictó, el 25 de enero de 1983, la Constitución apostólica “Divinus perfectionis magister”, reformando los procesos de beatificación/canonización establecidos en el siglo XVII por Urbano VIII, y que lo iba a beneficiar de modo directo; segunda, su período de gobierno fue un cúmulo de violaciones a derechos humanos que invalidan su propia canonización. La confirmación: con la santificación efectuada, Francisco ratifica la continuidad del modelo institucional clerical, obsoleto, que poco y nada tiene que ver con el cristianismo.
1. La modificación de las reglas: prevaricar, esa es la cuestión
La constitución apostólica mencionada, contiene una serie de reformas en el procedimiento de canonización que, paradójicamente, lo convierte en “non sancto” ya que exponen decisiones injustas y premeditadas por parte de quien, a posteriori, iba a ser el principal beneficiado. Las reformas recayeron en los siguientes puntos:
a) Reducción de plazos: mientras históricamente el procedimiento de beatificación/canonización comenzaba 5 años después de la muerte del candidato, con la referida Constitución, el propio Juan Pablo II permitió que se diera una dispensa de ese plazo para iniciar algunos procesos, obviamente, digitados por el Vaticano conforme sus intereses. De esta modificación se valió Benedicto XVI para iniciar el proceso de Wojty?a, y que ahora culmina con la canonización.
b) Eliminación del “abogado del Diablo”: este personaje, tradicionalmente, era el encargado de poner trabas a los méritos del candidato. Su figura fue abolida por Juan Pablo II y suplantada por el “promotor de justicia”, un sujeto que en vez de exponer los hechos negativos probados se limita a reforzar los méritos del futuro santo.
c) Milagros oscuros: de los numerosos hechos atribuidos al papa, se eligió el de una monja que se curó del mal de Parkinson, al haberla encomendado sus compañeras de congregación al papa difunto. La cuestión es que un médico polaco consultado por el Vaticano sostuvo que tenía dudas acerca de la curación milagrosa, ya que los padecimientos de la monja podían deberse a otra enfermedad neurológica, no al Parkinson. Como es obvio, el Vaticano buscó otra opinión que finalmente permitió a la Comisión Médica de las Causas de los Santos sentenciar la curación “instantánea”. El segundo milagro, que permite la canonización, fue a favor de una costarricense curada de un aneurisma cerebral.
d) Reducción en los aranceles y tasas: con la excusa que acortando plazos también se reducen tasas y aranceles, se blanqueó el hecho que para llegar al cielo católico hay que pagar, ¡no faltaba más! En algunos casos se gastaron millones de dólares en la beatificación, por ejemplo, en el caso de José María Escrivá de Balaguer, fundador de la secta nacionalcatólica “Opus Dei”. El primer documento (la “positio”), a favor de un nuevo beato cuesta 6.000 euros más los honorarios de quien postula. En el caso de Juan Pablo II no se sabe cuánto se ha pagado.
e) Objeciones no incluidas en el procedimiento: numerosos informes, tanto de sectores del progresismo como del conservadurismo, que contenían no pocas objeciones a la beatificación/canonización no fueron agregados ni tenidos en cuenta durante todo el período en que duró el procedimiento.
Esos detalles “menores” le permitieron al pontífice ser beneficiario celestial. Demuestran también que un procedimiento justo es lo que menos importa a la hora de manipular masas y facturar.
2. Diabluras terrenales: por qué la canonización de Juan Pablo II es una desvergüenza
Lo expuesto respecto a la manipulación y relajación del proceso no deja de ser exponente de las prácticas caricaturescas de la jerarquía vaticana, necesitada imperiosamente de cielos, infiernos, figuras mitológicas, patrones y patronas, fábulas, supercherías e idolatrías varias para controlar conciencias y mantenerlas en un catecismo de primera comunión.
La realidad es bastante más implacable y demuestra el cúmulo de males que ocasionó Wojty?a, cuyos efectos atroces aún lo padecen los católicos y no pocas sociedades laicas. Hagamos un muy breve repaso de las diabluras del sujeto en cuestión.
a) Encubridor del clero abusador sexual: el período de gobierno de Juan Pablo II fue, por lejos, el peor en cuanto a la política de encubrimiento de curas abusadores sexuales. La valentía de las víctimas y la acción de los medios de comunicación social fueron determinantes para que se hiciera visible el fenómeno.
Normas jurídicas elaboradas premeditadamente para proteger a los abusadores, modus operandi de carácter universal para encubrir delincuentes, maniobras judiciales dilatorias, compra del silencio de las víctimas bajo el disfraz de “resarcimientos”, mantenimiento del secreto pontificio, “decálogo” para proteger a los violadores con sotana, son aberraciones que se fomentaron y ampliaron bajo el mandato de este papa, principal responsable de encubrir la plaga, cuyos efectos siguen intactos dentro de la institución.
En el “ranking” de delincuentes protegidos por Wojty?a hay para todos los gustos: desde el monstruo llamado Oliver O’Grady, quien abusó de un bebé de 9 meses; pasando por James Poole, a quien se le confió una adolescente muy pobre, la embarazó, y la convenció para que le dijera a la policía que había sido su padre quien lo había hecho, siendo este encarcelado; hasta el multimillonario y pedófilo Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, mecenas financiero del pontífice y del Vaticano. Cabe recordar que dicha congregación ha recibido el guiño de Francisco para seguir con sus actividades.
Por esta sola causa, todo el proceso de canonización es nulo de nulidad absoluta. Es un insulto a las víctimas y sus familias, y la prueba máxima que la Iglesia es una máquina picadora de seres humanos que están debajo, pero muy debajo, de la macabra institución.
b) Continuador de la corrupción financiera vaticana: fundamentalmente, porque no continuó la investigación iniciada por su predecesor Juan Pablo I sino que mantuvo en sus cargos a los principales responsables de la corrupción financiera, por ejemplo, el obispo Paul Marcinkus, durante 10 años. Luego, fue escondido en el Vaticano para evadir las citaciones de la justicia italiana.
Innumerables son los periodistas e investigadores que analizó minuciosamente el lavado de dinero vaticano durante el período de este papa, como el desvío de fondos para financiar al sindicato polaco “Solidaridad”. El capítulo financiero de la gestión del papa Wojty?a fue vergonzoso y es otro obstáculo insalvable que anula la canonización.
c) Avalista de dictadores latinoamericanos: el período de gobierno de Wojtila coincidió, dramáticamente, con las dictaduras militares latinoamericanas. En el caso de nuestro país, la colaboración de la mayoría de la Conferencia Episcopal Argentina y sus secuaces laicos con los genocidas es un hecho irrefutable.
La ideología católica fue el fundamento de las dictaduras con sus mitos de legitimación: hispanismo, civilización occidental y cristiana, identidad nacional católica, entre otros.
La histórica alianza Ejército-Iglesia en nuestro país, que llevó a esta última a apoyar todos los golpes de estado, tuvo un jugoso “premio” en la última dictadura: el conjunto de leyes que beneficiaron económicamente a la Iglesia, sobre todo, aquella por la que todavía hoy los obispos cobran un sueldo del estado nacional.
En el caso de Chile, la bendición católica a la sangrienta dictadura que sufrió ese país se reflejó en la cercanía a través del Nuncio y gestos políticos como la salida al balcón del Palacio de la Moneda del pontífice junto al dictador genocida Augusto Pinochet para quien, además, celebró una misa especial.
d) Abanderado del machismo clerical: fue este pontífice quien le cerró las puertas a las mujeres para acceder al sacerdocio, confirmando el carácter machista y discriminador del catolicismo romano.
Conforme la Carta Apostólica “Ordinatio sacerdotalis”, Juan Pablo II sostuvo que la Iglesia “no se considera autorizada a admitir a las mujeres a la ordenación sacerdotal”, fundamentalmente, porque Cristo no eligió mujeres.
Quiso congraciarse con el colectivo femenino a través de otra Carta Apostólica: “Mulieris Dignitatem”, pero le salió mal. Como sostiene Roser Puig Fernández, “según Juan Pablo II, el Maestro prescindió de las mujeres para su proyecto clerical porque le dio la gana y la Iglesia no podía hacer nada al respecto (tesis desmentida por la exégesis y la teología actualizadas e independientes) ¡Bonita manera de colgarle a Jesús de Nazaret la responsabilidad del escándalo de la discriminación de la mujer en la Iglesia Católica!” (4)
e) Defensor del genocidio español en Latinoamérica: fuecontinuador de la histórica apología de los papas respecto a la evangelización de las tierras americanas, que vino de la mano del genocidio y rapiña española, de los que la Iglesia Católica resultó beneficiaria privilegiada.
Relata Deschner que en uno de sus primeros viajes, efectuado a República Dominicana en 1979, el pontífice dio gracias a su dios porque le concedió poner pie en esa porción de tierra americana que se “abrió a Jesucristo”.
Como contrapunto a semejante acto de cinismo, citando a Bartolomé de las Casas, sostuvo el autor: “los cristianos… tomaban las criaturas de las tetas de las madres por las piernas y daban de cabeza con ellas en las peñas”. “Alabado sea Dios, que me condujo aquí” (5), dijo Juan Pablo II.
f) Impulsor del totalitarismo religioso: sabido es que la ideología católica se caracteriza por ser invasiva de las conciencias, intimidad y autonomía de las personas, sean creyentes o no. Bajo el disfraz de libertad religiosa se esconde una milimétrica política de “cristianizar” sociedades, utilizando parasitariamente a los estados.
Y si en el poder vaticano se encuentra un papa integrista, la nota totalitaria se acentúa más. Es lo que destacó el filósofo italiano Paolo Flores d’Arcais al analizar este aspecto del pontificado de Wojty?a cuyo pensamiento estuvo dirigido a anular la autonomía de las personas, la libertad de decidir, las singularidades y autodeterminación de la propia existencia. “El secreto más auténtico del totalitarismo no es el ateísmo, sino la voluntad de anular al individuo concreto, que es siempre y únicamente fragmento, en favor de la comunión despótica y la negación de las diferencias” (6). El nuevo santo fue un abanderado del totalitarismo en clave religiosa.
g) Enemigo de la libertad de expresión. Censura a teólogos: fueron cientos los teólogos y teólogas sancionados durante la gestión de Juan Pablo II. Todos por ejercer la libertad de investigación, pensamiento y expresión, derechos humanos inalienables aunque en la Iglesia Católica no se hayan percatado todavía. Ejemplo de ello fue Hans Küng a quien en 1979 le fue retirada la licencia para enseñar como teólogo católico.
El foco inquisidor de Juan Pablo II y su mejor discípulo censor (Ratzinger), fueron los teólogos especialistas en moral y los de la liberación. Con la Instrucción “Donum Veritatis”, sobre la vocación eclesial del teólogo, institucionalizó la violación a la libertad de investigación al sostener que “no se puede apelar a los derechos humanos para oponerse a las intervenciones del Magisterio” (7).
Se suma a semejante violación de derechos, el mantenimiento de la censura en el Código de Derecho Canónico, regulada en el Título IV, “De los instrumentos de comunicación social y especialmente de los libros”. Dichas normas son complementadas con el “Reglamento para el examen de doctrinas”, también conocido como “Ratio agendi”, que establece los dos procedimientos de censura que se aplican en la institución, todavía vigentes.
h) Negador de derechos humanos al interior de la iglesia: Código de Derecho Canónico y Catecismo
Lo dicho respecto a la violación legalizada de la libertad de expresión puede hacerse extensivo a otros derechos humanos que les son negados a los católicos. Entre ellos, la libertad de pensamiento y conciencia tipificados como “delito” de herejía (negación o duda pertinaz de una cuestión de fe); el cisma, negando el derecho a disentir con la autoridad; la negación del derecho de las sacerdotes a contraer matrimonio, lesionando su libertad de intimidad; el castigo a los apóstatas, personas que deciden irse de la Iglesia, o cambiar de religión, y que tienen regulada una “sanción” por el sólo hecho de retirarse, solución ridícula y absurda si las hay; negación a los laicos de ejercer derechos políticos para elegir a sus autoridades; negación a los laicos del derecho de gobernar la institución, justificada en la falacia que la Iglesia tiene una estructura “jerárquica”, querida por su agresivo dios; la elaboración de la “teología del cuerpo”, un auténtico compendio para mojigatos con pretensiones de ser impuesto a toda la sociedad mediante leyes laicas, anulando la autonomía de decisión de mujeres y varones sobre su propio cuerpo; las normativas sobre ética sexual. Y la lista puede engrosarse todavía más si se profundiza en el Código Canónico sancionado durante su pontificado.
Si el referido Código es un compendio de violaciones a derechos, algo similar puede decirse del Catecismo, también sancionado en el período de gobierno de Juan Pablo II. La legitimación de la pena de muerte (N° 2266), la exclusión de la mujer, las condenaciones “eternas” por actos inmorales nimios, y las ausencias del pluralismo y juicio críticos son puntos destacados.
3. Continuismo de Francisco: la turbiedad del modelo clerical
Ahora bien, ¿nada bueno hizo Juan Pablo II durante 27 años de monarquía? Sus apologistas destacan su gran carisma; sus dotes actorales frente a las cámaras (sobre todo en los viajes al exterior donde besaba el suelo de la nación que visitaba); el fomento de las Jornadas Mundiales de la Juventud; su cercanía a los enfermos, a los pobres, a los desvalidos; el asistencialismo; su firmeza para contribuir al derrocamiento del comunismo; su mediación para evitar la guerra entre Argentina y Chile; el pedido de perdón al iniciar el nuevo milenio. ¿Alcanza con estos supuestos méritos? Entendemos que no. Cada uno de ellos pueden ser rebatidos sin dificultad y ni siquiera atenúan mínimamente los terribles hechos que tuvieron al pontífice como autor material, brevemente comentados.
La descarada canonización del pontífice, plagada de manipulaciones, actos de prevaricación, y ocultamiento de la verdadera actuación del sujeto en cuestión, lleva la impronta clerical destacada por Deschner: “Son millones las víctimas que [el catolicismo] tiene sobre su conciencia, pero lo suyo es digerirlas sin que ello perturbe su digestión” (8).
El turbio modelo institucional de Francisco, continuismo del de sus predecesores, no tiene otro efecto que confirmar el histórico antagonismo con el primer cristianismo. De ahí que le asista razón a la referida teóloga alemana cuando sostiene que el fundador del movimiento “está enterrado no sólo en Jerusalén, sino también bajo una montaña de cursilería, fábulas y fraseología eclesiásticas” (9).
La canonización de Juan Pablo II, así lo confirma.
Notas
(1)Ranke-Heinemann, Uta, No y amén, invitación a la duda, Trotta, Madrid, 1998, p. 89
(2)Ibídem
(3)Castillo, José M., Cómo se hace un santo, en www.moceop.net/spip.php?article322?
(4)Puig Fernández, Roser, “A los veinte años de la “mulieris dignitatem”. Feminismo en la Iglesia Católica, en www.redescristianas.net/…/a-los-veinte-anos-de-la-mulieris-dignitatem-fe…?
(5)Deschner, Karlheinz, Opus Diaboli, Yalde, Zaragoza, 1987, p. 237.
(6)Flores d’Arcais, El Desafío oscurantista, Anagrama, Barcelona, 1994, p. 33.
(7)www.vatican.va/…/rc_con_cfaith_doc_19900524_theologian-vocation_s…
(8)Deschner, Karlheinz, El Anticatecismo, Yalde, Zaragoza, 1990, p. 2.
(9)Op. cit. p. 15.
La caricia esencial rescata nuestra humanidad. Por Leonardo Boff
La caricia es una de las expresiones supremas de la ternura sobre la cual hemos tratado en el artículo anterior. ¿Por qué decimos caricia esencial? Porque queremos distinguirla de la caricia como pura moción psicológica, en función de un querer fugaz y sin historia. La caricia-moción no envuelve a toda la persona. La caricia es esencial cuando se transforma en una actitud, en un modo-de-ser que califica a la persona en su totalidad, en su psique, en su pensamiento, en su voluntad, en la interioridad, en las relaciones.
El órgano de la caricia es, fundamentalmente, la mano: la mano que toca, la mano que acaricia, la mano que establece relación, la mano que da calor, la mano que trae quietud. Toda la persona a través de la mano y por la mano revela un modo de ser cariñoso. La caricia toca lo profundo del ser humano, allí donde se sitúa su Centro personal. Para que la caricia sea verdaderamente esencial necesitamos cultivar el Yo profundo, que busca lo más íntimo y verdadero en nosotros, y no solo el ego superficial de la conciencia, siempre llena de preocupaciones.
La caricia que emerge del Centro produce reposo, integración y confianza. De ahí su sentido. Al acariciar al niño, la madre le comunica la experiencia más orientadora que existe: la confianza fundamental en la bondad de la vida; la confianza de que, en el fondo, a pesar de tantas distorsiones, todo tiene sentido; la confianza de que la paz no es un sueño, es la realidad más verdadera; la confianza de la acogida en el gran Útero.
Al igual que la ternura, la caricia exige total altruismo, respeto del otro y renuncia a cualquier otra intención que no sea la de querer bien y amar. No es un roce de pieles, sino una entrega de cariño y de amor a través de la mano y de la piel, piel que es nuestro yo concreto.
El afecto no existe sin la caricia, la ternura y el cuidado. Así como la estrella tiene que tener un aura para brillar, de igual manera el afecto necesita la caricia para sobrevivir. La caricia de la piel, del pelo, de las manos, de la cara, de los hombros, de la intimidad sexual hace concreto el afecto y el amor. La calidad de la caricia impide que el afecto sea mentiroso, falso o dudoso. La caricia esencial es leve como el entreabrir suave de una puerta. Jamás hay caricia en la violencia de azotar puertas y ventanas, es decir, en la invasión de la intimidad de la persona.
El psiquiatra colombiano Luis Carlos Restrepo en su bello libro sobre El derecho a la ternura (Arango editores 2004) dice: «La mano, órgano humano por excelencia, sirve tanto para acariciar como para agarrar. La mano que agarra y la mano que acaricia son dos facetas extremas de las posibilidades de encuentro inter-humano».
En una reflexión cultural más amplia, la mano que agarra corporifica el modo-de-ser de los últimos cuatro siglos, de la llamada modernidad. El eje articulador del paradigma moderno es la voluntad de agarrar todo para poseer y dominar. Todo el Continente latinoamericano fue agarrado y prácticamente diezmado por la invasión militar y religiosa de los ibéricos. Y vino a África, a China, a todo el mundo que se puede agarrar, hasta a la Luna.
Los modernos agarraron la naturaleza dominándola, explotando sus bienes y servicios sin ninguna consideración ni respeto a sus límites y sin darle tiempo de reposo para que pudiera reproducirse. Hoy recogemos los frutos envenenados de esta práctica sin ningún tipo de cuidado y ausente de todo sentimiento de caricia hacia lo que vive y es vulnerable.
Agarrar es expresión de poder sobre, de manipulación, de encuadramiento del otro o de las cosas a mi modo de ser. Si miramos bien, no ha ocurrido una mundialización respetando las culturas en su rica diversidad. Lo que ha ocurrido ha sido la occidentalización del mundo. Y en su forma más pedestre: una hamburguerización del estilo de vida norteamericano impuesto en todos los rincones del planeta.
La mano que acaricia representa la alternativa necesaria: el modo-de-ser-cuidado, pues «la caricia es una mano revestida de paciencia que toca sin herir y suelta, para permitir la movilidad del ser con el que entramos en contacto» (Restrepo).
En los días actuales es urgente rescatar en los seres humanos la dimensión de la caricia esencial. Ella está dentro de todos nosotros, aunque encubierta por una gruesa capa de ceniza de materialismo, de consumismo y de futilidades. La caricia esencial nos devuelve nuestra humanidad perdida. En su mejor sentido refuerza también el precepto ético más universal: tratar humanamente a cada ser humano, es decir, con comprensión, con acogida, con cuidado y con la caricia esencial.
Leonardo Boff es autor de El cuidado necesario, 2012.
Fuente: Blog de Leonardo Boff