6 de Enero

El gran misterio del cristianismo no es exactamente la aparición sino la transparencia de Dios en el universo.

Oh, sí Señor, no sólo el rayo que aflora, sino el rayo que penetra. No tu epi-fanía Jesús, sino tu dia-fanía.

Teilhard de Chardin

reyes-magos

Indignados. Por Daniel Goldman y Eduardo de la Serna

La Argentina reiteradamente se ve prostituida por falta de justicia.

El paradigmático “caso de Marita Verón” resulta el nuevo puñetazo en la herida de los más vulnerables. De manera contundente repudiamos el fallo judicial y esperamos que la Justicia abandone actitudes corporativas y “lave sus trapos en público”, como deben ser públicos los juicios y las sentencias. Abogamos porque los jueces de la vergüenza sean separados de sus cargos que ensucian y nos ensucian.JUSTICIA-NO-IMPUNIDAD

Sabemos fehacientemente que hay cosas que no pueden existir sin apoyos múltiples. Las redes de trata son un ejemplo de ello:

No podrían existir sin apoyo policial que les dé protección o avisos.

No podrían existir sin apoyo de “machos” que se desinteresan de la persona que tienen delante y a la que usan.

No podrían existir sin apoyo político que acelere “trámites” y “legalice” presencias.

No podrían existir sin apoyo económico que financie, traslade y esconda.

No podrían existir sin apoyo judicial, como ayer quedó comprobado.

Cuando la Justicia se compromete con las mafias poderosas nos preguntamos ¿qué beneficios reciben los jueces para no juzgar? ¿Cuántas veces más será secuestrada Marita Verón, ahora también por las redes de trata de la Justicia?

Soñamos otra Argentina.

Soñamos que el fallo de ayer sea una bisagra para la Justicia, la cual demasiadas veces ha demostrado ser vergonzosa, cómplice, mentirosa y corrupta.

Soñamos, sencillamente, que la Justicia sea justa.

¡Ay, los campeones en beber vino, los valientes para escanciar licor, los que absuelven al malo por soborno y quitan al justo su derecho! (Isaías 5:22-23.)

“Justicia, justicia perseguirás” (Deut. 16:20).

* Presbítero del Movimiento de Sacerdotes en Opción por los Pobres.

** Rabino de la Comunidad Bet El.

Carpe Diem. Por Walt Whitman

…Carpe Diem! Aprovecha el día
no dejes que termine si haber crecido un poco,
sin haber sido un poco más feliz,
sin haber alimentado tus sueños.

No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie
te quite el derecho de
expresarte que es casi un deber.

No abandones las ansias de hacer de tu vida
algo extraordinario…

No dejes de creer que las palabras, la risa y la poesía
sí pueden cambiar el mundo…

Somos seres, humanos, llenos de pasión.
La vida es desierto y también es oasis.
Nos derriba, nos lastima, nos convierte en
protagonistas de nuestra propia historia…
Pero no dejes nunca de soñar,
porque sólo a través de los sueños
puede ser libre el hombre.

No caigas en el peor error, el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.

No te resignes…
No abandones tus creencias. Todos necesitamos
aceptación, pero no podemos remar en
contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en infierno.

Disfruta el pánico que provoca tener
la vida por delante…
Vívela intensamente, sin mediocridades.
Piensa que en ti está el futuro y en
enfrentar tu tarea con orgullo, impulso
y sin miedo.

Aprende de quienes pueden enseñarte…
No permitas que la vida
te pase por encima
sin que la vivas…

El DOCUMENTAZO (de los obispos argentinos) Por Guillermo “Quito” Mariani

Después de varias postergaciones “tácticas” apareció finalmente el documento de la CEA abrazando con el mismo amor e interés las expresiones (populares) del 8N y el 20N. Los obispos, esa multitud de cráneos ornamentados con crestas rojas, entregaron gozosos la profundidad de sus reflexiones, al pueblo fiel, con motivo de la proximidad de la celebración navideña.

La primera preocupación que aparece, copiando a Benedicto XVI, es la conversión a Dios por la observancia del mandamiento del amor. Es legítimo entonces y respetuoso preguntar: ¿están ellos decididos a convertirse? Si lo están y quieren ser súbditos de la verdad (como lo afirman más adelante) lo primero que tendrían que hacer es cambiar el título del documento de marras. En lugar de “Creemos en Jesucristo, Señor de la historia” debieran hacer su verdadera profesión de fe  afirmando “Creemos en Clarín señor de la historia” Porque, sencillamente, sus reclamos se identifican con los grandes títulos de la prensa monopólica y hasta decidieron esperar para la publicación del documento, porque la información de esa prensa confidenciaba un levantamiento popular, apoyado por el Campo exportador y las fuerzas armadas, con definitivo resultado destituyente.

La segunda preocupación marca, como es normal en su marketing político habitual,  la situación de pobreza. Y, rechazando toda intervención que no sea directamente educación (escuela) y trabajo (empleo), deja a un buen sector de los más pobres, absolutamente desamparado. ¡Qué los vagos se las arreglen solos! parece el mensaje sublimizar.  Cuando (agosto de 2010) la CEA, publicó su compromiso de crear una institución que, recibiendo colaboraciones de los empresarios católicos, se hiciera cargo de facilitar a las familias pobres el acceso de sus hijos a la escuela, apareció anticipándose, el decreto de la Asignación universal por hijo. Ellos no tuvieron empacho en criticar esa decisión como electoralista y deficiente.

El tercer lugar lo ocupa la “crisis moral y cultural que nos angustia” y, dicen, sólo se remedia con la vuelta a Jesucristo. Excelente propuesta. Y ¿la crisis moral (negociados y rivalidades de poder, autoritarismo y exclusión de los pensadores más honorables de nuestro tiempo, junto con los escándalos sexuales cuidadosamente ocultados hasta ahora) que vive la Iglesia ¿no es lamentable? ¿cómo se remedia? Lo tienen a Jesucristo, Señor de la historia.¿Y…?

Seis puntos son enumerados posteriormente: la obsesión por la defensa de lo que llaman la vida no nacida, excluyendo todo razonamiento científico; la indiscriminación sexual que señalan como ataque a la familia; la responsabilidad educativa de los padres basada exclusivamente en los postulados morales del catolicismo conservador; el rechazo del voto juvenil y la politización que llaman temprana, a pesar de ideologización  más temprana aun, con que la iglesia ha adoctrinado en base a temores y engaños a tantos infantes y adolescentes; la culpa oficial de que los jóvenes no tengan trabajos dignos, olvidando que la multinacionales protegidas y protectoras de la iglesia son culpables de las mayores explotaciones; las drogas, el narcotráfico y las complicidades que las sustentan, que se mencionan sin ningún aporte de soluciones y con el tiro indirecto de la complicidad oficial;

Y finalmente, la inquietante división en bandos irreconciliables. Esto último constituiría la preocupación central, justificante de todo lo señalado anteriormente. Y es cierto que los bandos se van volviendo irreconciliables. Pero los señores Obispos no se atreven a señalar los puntos de la disputa. Primero, porque tendrían que admitir (y lo practican muy sagazmente), que hay cuestiones en las que no se puede ceder ya que ellos pusieron en “pie de guerra” a los ultracatólicos convocados por el propio  cardenal primado que no vaciló en designar la resistencia a la ley de “matrimonio igualitario” como “guerra de Dios” y, segundo porque ellos se han adherido a un bando, sin reservas, de modo que su discurso es igual al de la “oposición” aunque ésta no existe como propuesta de principios sino como defensora de los más variados intereses.

Hay dos silencios que gritan desde el “documentazo”:  “NO QUEREMOS LA LEY DE MEDIOS” (que perjudica a las empresas que nos favorecen) y “SOLO NOSOTROS TENEMOS DERECHO A ESTABLECER LO BUENO Y LO MALO Y APOYAR Y SER COMPLICES DE CUALQUIER GENOCIDIO PURIFICADOR!”

Afortunadamente ya no es mucha la gente que da importancia a estas declaraciones.

 

 

Reflexiones sobre el Sínodo de Obispos. Entrevista a Adolfo Nicolás

El Padre General de los Jesuitas, P. Adolfo Nicolás, ha participado en el reciente Sínodo de Obispos sobre “La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana”. A las preguntas que le hemos hecho ha respondido así.

Confieso haber tenido ciertas dudas acerca del Sínodo antes de que comenzara. Me preguntaba: ¿vamos a movernos en la acostumbrada dirección de “más de lo mismo”, o estamos dispuestos a mirar hacia adelante con valentía y creatividad?

La realidad del Sínodo ha sido compleja. Puedo indicar algunos puntos positivos, inspiradores y estimulantes (1), y otros que apuntan a ciertas áreas a las que la Iglesia, o al menos los Obispos y Padre Sinodales, incluyéndome a mí, no hemos llegado todavía (2).

1. Podemos integrar los puntos positivos en tres categorías:

a) Aportación geográfica. A esta categoría pertenecen las presentaciones que nos proporcionaron una buena información de la situación, los problemas y, con frecuencia, los sufrimientos de algunos países -especialmente del Medio Oriente, África y Asia. El hecho de que Obispos de muchos países tengan la oportunidad de comunicar y cambiar impresiones, con entera libertad, acerca de sus experiencias y opiniones, es una de las características más atractivas del Sínodo.

b) Iniciativas interesantes en curso, especialmente las que se basan en proyectos de cooperación, redes o intercambios internacionales en los que toman parte laicos y movimientos laicales comprometidos. Esto se lleva a cabo no sólo en las sesiones plenarias sino, con más frecuencia, fuera de las sesiones en conversaciones informales que tocan esos puntos.

c) Reflexiones sobre los Fundamentos. El Significado y las Dimensiones de la Nueva Evangelización. En este punto hemos sido testigos de una gran unanimidad acerca de, entre otras, las siguientes cuestiones:

  • la importancia y necesidad de la experiencia religiosa (encuentro con Cristo);
  • la urgencia de una buena formación espiritual e intelectual de los Nuevos Evangelizadores;
  • la centralidad de la familia (la iglesia doméstica) como sitio privilegiado para el crecimiento en la Fe;
  • la importancia de la parroquia y sus estructuras que necesitan ser renovadas y abrirse más y más a una mayor participación del laicado y su ministerio;
  • la prioridad de la evangelización más bien que la expresión sacramental, como san Pablo decía de sí mismo: “enviado a evangelizar más que a bautizar”.
  • etc.

2. En cuanto a puntos “insuficientes” podría indicar los siguientes:

a) La voz del Pueblo de Dios no tiene ocasión de expresarse. Es un Sínodo de Obispos y, por eso, no se cuenta con la participación activa del Laicado aun cuando un número de expertos y “observadores” (auditores) asisten como invitados. Me hizo recordar lo que dijo Steve Job: que él estaba más interesado en escuchar las voces de los clientes que las de los productores. Y en el Sínodo todos éramos “productores”.
b) Por eso era difícil evitar el sentimiento de que se trataba de una reunión de “Hombres de Iglesia afirmando la Iglesia”, lo cual es ciertamente bueno pero no precisamente lo que necesitamos cuando estamos a la búsqueda de una Nueva Evangelización. Podemos caer en el peligro de buscar “más de lo mismo”.

c) Falta de reflexión sobre la Primera Evangelización y por eso sabemos muy poco acerca de si y qué hemos aprendido de su larga historia y sus mejores momentos, y de lo que nos han enseñado nuestras propias equivocaciones. Esta omisión podría tener consecuencias muy negativas.

d) La deficiente consciencia y conocimiento de la Historia de la Evangelización y el papel que los Religiosos, hombres y mujeres, han desempeñado en ella. En algunos momentos la Vida Religiosa fue ignorada; en otros momentos recibió una mención casual y perentoria. No es que nosotros, los Religiosos, necesitemos ulterior confirmación: pero querría expresar mi preocupación acerca de que la Iglesia se exponga a perder su propia memoria.

e) Quizás el punto más débil fue la metodología que determinó la marcha del Sínodo, similar al viejo modo de organizar nuestras Congregaciones Generales. Espero, sin embargo, que la complejidad de la realidad y las necesidades del futuro ayudarán a la Iglesia en la tarea de ajustar sus procesos para conseguir mayores frutos apostólicos.

Obviamente fue un tiempo de mucha reflexión, aprendizaje y desafíos. La invitación a profundizar en nuestra fe, propuesta por el Santo Padre, puede ayudarnos a la hora de confrontarnos con las más profundas dimensiones de la Nueva Evangelización. La realidad que nos rodea se hahecho mucho más compleja de lo que nosotros podemos controlar individualmente, mientras que el reto original de nuestra Misión para servir a las almas y a la Iglesia, continúa y crece.

Tengo la esperanza que los jesuitas responderán a los nuevos retos con la profundidad que viene de nuestra apropiación de la espiritualidad ignaciana y de uno estudio serio de nuestro tiempo.

Rezo para que las reflexiones en nuestras comunidades y apostolados en el Año de la fe nos ayudará a renovar nuestro espíritu y nuestra misión.

P. Su intervención en el Sínodo versó sobre los “Signos Europeos de Santidad”. ¿Qué significa eso? ¿No son universales los signos de santidad?

R. Naturalmente. Los signos que buscamos en un santo tienen valor universal y son expresiones de diferentes dimensiones de la vida de Dios tal como se hacen visibles entre nosotros. Hablamos aquí de caridad, compasión, servicio a los que sufren, a los que están en necesidad, solos y afligidos. Lo que yo quería decir es que nos hemos acostumbrado a estos signos sin pensar que podría haber otros signos. Si este fuera el caso, ¿no aparecería un Dios muy limitado, previsible, e incluso reducido a la capacidad europea de “ver” signos conocidos de su presencia y acción? Sin la menor sombra de duda, reconozco esos signos como buenos, creíbles y sólidos. Mi pregunta apuntaba a lo que podemos haber perdido por no descubrir otros signos; por no ser capaces de sorprendernos y asombrarnos delante de la acción creativa de Dios en “otros”; en personas que pertenecen a culturas, tradiciones y afinidades étnicas diferentes. Poco antes del Vaticano II, el P. Jean Danielou escribió un libro titulado “Santos Paganos”: un libro provocativo e inspirador al mismo tiempo. Pero quizás esos santos no fueron, después de todo, paganos.

P. ¿Puede Vd. ofrecernos algunos signos de lo que considera santidad “asiática”?

R. Con mucho gusto. De hecho, anticipando esta pregunta, he consultado a expertos en la materia. Me complace decir que ha sido una consulta muy fructuosa. Déjeme darle algunos ejemplos de esos signos: piedad filial que en ocasiones alcanza niveles heroicos; la búsqueda totalmente absorbente del Absoluto, y el gran respeto que se tributa a los que se dedican a ella; la compasión como modo de vida que surge de una profunda conciencia de la fragilidad e impotencia humana; tolerancia, generosidad y aceptación de los otros; apertura de mente; reverencia, cortesía, atención a las necesidades de los otros…etc. Resumiendo: quizá pudiéramos decir que si nuestros ojos estuvieran abiertos a lo que Dios hace en las personas (¡y en los pueblos!) seríamos capaces de ver mucha más Santidad alrededor nuestro, y muchos de nosotros nos abriríamos al desafío de vivir la Vida de Dios de un modo nuevo que podría ser más adaptado a nuestro verdadero modo de ser…o al modo que Dios quiere que seamos.

P. ¿Cómo es posible que los misioneros, o la Iglesia, no hayan sido capaces de “ver” esos maravillosos signos como obra de Dios?

R. A veces es muy difícil interpretar por qué no ocurre algo. Uno tiene la tentación de acudir a explicaciones que podrían ser correctas pero también podrían ser teorías ajenas a la cuestión. Quizás no nos sentimos a gusto con un Dios de sorpresas; un Dios que no sigue necesariamente la lógica humana; un Dios que siempre saca lo mejor del corazón humano sin violentar las raíces culturales, o la religiosidad de la gente sencilla. ¿Quién sabe? Nosotros afirmamos con entusiasmo la libertad de Dios, pero no le damos ocasión de influir en nuestras vidas…O quizás hemos “visto” esos signos con respeto e incluso con asombro, pero no estamos seguros de lo que significan…o quizás somos incapaces de desarrollar una razonable teoría acerca de ellos.

P. Lo que está Vd. diciendo es que hay “santidad” fuera de la Iglesia. Pero si hay “santidad” ¿no deberíamos decir también que hay salvación?

R. ¡Por supuesto! Eso lo sabemos desde siempre. Es parte de la libertad de Dios. Dios es libre para hacer lo que Dios quiere con su pueblo (hombres y mujeres) en cualquier situación y cualquier contexto. Jesús nunca tuvo dificultad en reconocer en un soldado pagano de Roma o en una mujer extranjera, una profundidad de fe que faltaba entre sus propios discípulos. ¡Pero yo no tengo una teoría propia de salvación! ¡Así le ahorro su siguiente pregunta! Mi preocupación más profunda es encontrar cómo Dios actúa en la gente, y así cooperar con el trabajo de Dios. De este modo no me puedo equivocar: si construyo una teoría ciertamente podría equivocarme.

P. A la luz de la Nueva Evangelización, ¿cómo cree Vd. que debería presentarse la responsabilidad de la Iglesia en sus esfuerzos por llevar paz y armonía al violento mundo en que vivimos?

R. Estoy convencido de que todo lo que hacemos nace en lo más profundo de nuestro “yo”, de lo interior. Es el fruto de nuestra fe, de nuestras relaciones (incluida la relación con Dios), nuestros amores y nuestras esperanzas. Si lo más profundo del “yo” está en comunión con el Dios de la Paz, Justicia y Compasión que creemos forma parte de nuestra fe, entonces viviremos, actuaremos y hablaremos Paz, Justicia y Compasión. Aunque el mundo a nuestro alrededor se haga más violento, eso no quiere decir que también nosotros nos hagamos violentos; al contrario, nuestro compromiso -nacido del corazón- con la paz y el diálogo se hace mucho más relevante y se convierte en una mejor proclamación del Evangelio en que creemos. Naturalmente esto toma diversas formas cuando pensamos en la Iglesia y muchas de las actividades e iniciativas que provienen de cristianos comprometidos.

 

Fuente: Lamiarrita

 

Harvard y La Matanza, el derecho a preguntar. Por Rafael Velasco

La frase de la Presidenta –muy desafortunada y penosamente clasista– respecto de las preguntas de los alumnos de la Universidad de Harvard, comparándolos con los alumnos de la Universidad de La Matanza, ha abierto una encendida polémica. Muchos atacan, y otros defienden.

Algunos sostienen que las preguntas eran poco académicas o que estaban “guionadas”; otros se congratulan. El tema tiene muchas aristas; sin embargo, me interesa detenerme en el derecho de los universitarios a preguntar.

La universidad –se sabe– es el lugar del pensamiento crítico; por eso es el lugar de las preguntas. No debería, entonces, sorprender que un grupo de universitarios pregunte sin restricciones ni condicionamientos. Después de todo, el interlocutor es libre o no de someterse a las preguntas. Pero si decide someterse, no puede enojarse y descalificar al interrogador.

 

¿Tenían derecho los estudiantes a preguntar lo que preguntaron? Por cierto. Y la Presidenta tenía el deber de responder sin “sobrar” ni destratar a los que preguntaban.

Todos debemos responder.

Pero así como la universidad es el lugar de la pregunta y los universitarios tenemos derecho a interrogar, también las universidades y los universitarios tenemos el deber de dar respuestas. Y respuestas claras.

El poeta Paul Claudel preguntaba a los intelectuales de su tiempo: “Ustedes, que han recibido la luz, ¿qué han hecho con la luz que recibieron?”. Esa pregunta es, también –particularmente–, para los universitarios: de Harvard, de La Matanza, de Córdoba, de todo el mundo.

Tal vez los alumnos de Harvard (y sus docentes y directivos) debieran responder, por ejemplo, no sólo acerca de la calidad de sus profesores y de sus investigadores, sino también acerca de la conciencia social que se genera en esa casa de estudios, acerca del compromiso con la justicia social y con la equidad en el mundo de parte de sus graduados.

Los alumnos de La Matanza (y sus docentes y directivos) quizá deben también responder –por ejemplo– por el presupuesto que reciben del Estado. ¿Qué se devuelve a la sociedad que ha aportado con sus impuestos para que los estudiantes ingresen al grupo privilegiado de los que acceden a las universidades?

Los universitarios –todos, los de acá de Córdoba también–tenemos que responder por la realidad social que nos toca: ¿qué estamos haciendo desde nuestras aulas y laboratorios para transformar la realidad en algo más justo y equitativo?

Tenemos una gran responsabilidad. Como decía Ignacio Ellacuría, “la universidad debe encarnarse con los pobres”. “Debe ser ciencia de los que no tienen voz, el respaldo intelectual de los que en su realidad misma tienen la verdad y la razón, aunque sea a veces a modo de despojo, pero que no cuentan con las razones académicas que justifiquen su verdad y su razón”.

Ante tamaña responsabilidad, creo que, más allá de los avances en la materia –en el sistema universitario en general–, aún tenemos mucho que responder y bastante que autocriticarnos.

Los universitarios –de Harvard, La Matanza, Córdoba y del mundo entero– tienen derecho de preguntar sin restricciones. Sólo así avanza el conocimiento; sólo así es posible criticar el actual estado de cosas para encontrar nuevos caminos; sólo así es posible desenmascarar lo inauténtico y se puede avanzar en la búsqueda de algo de verdad.

Pero también tiene –tenemos– el deber irrenunciable de dar respuestas. Debemos responder ante los millones que aún no pueden acceder a la universidad y esperan de ella pensamiento comprometido, profesionales con sensibilidad y compromiso social, casas de estudios de verdad plurales y abiertas a sus problemas.

Celebremos la pregunta, sin olvidar que para nosotros, también, sigue pendiente el reclamo de Claudel: universitarios, ustedes que han recibido la luz, ¿qué han hecho con la luz que recibieron?

 

Lic. Rafael Velasco es Rector de la Universidad Católica de Córdoba

Fuente: La Voz del Interior