La corporación religiosa denominada iglesia católica es conducida desde el 13 de marzo pasado por un nuevo líder cuya designación ha sido toda una novedad, entre otras cosas, por ser latinoamericano.
La institución concluyó el 2012 inmersa en una crisis terminal producto de la corrupción interna de la oligarquía de gerontes que la gobierna, la plaga de abusos sexuales del clero, falta de transparencia financiera del llamado vulgarmente Banco Vaticano (IOR), y una ideología clerical – con pretensiones de verdad absoluta – marcadamente desactualizada debido a los cambios sociales, por nombrar algunos ejemplos.
En apariencia, la designación del papa argentino estaría mostrando un cambio en los factores y circunstancias que conforman la coyuntura institucional. Sin embargo, si nos atenemos a las declaraciones y actos del pontífice, directamente relacionados con los problemas que desataron la crisis, claramente surge un continuismo con la política de los dos papas integristas que le precedieron.
Detrás de la máscara, los gravísimos problemas mencionados siguen visibles, aunque el papa argentino aplique la teoría del tero, pájaro que pone los huevos en un lugar, pero grita en otro.
1. Demagogia y sensiblería
Desde la elección de Bergoglio la nueva coyuntura no es otra cosa que un maquillaje compuesto de innumerables gestos demagógicos y culto al líder, todo canalizado por un aceitado aparato propagandístico.
Los innumerables gestos del pontífice están destinados, como es lógico, a “ganarse” a la opinión pública, y en segundo lugar, a producir en los creyentes una respuesta emocional que es característica de la religiosidad de nuestra época donde predominan las “sensaciones” como experiencia religiosa.
Si como sostiene el diccionario RAE por demagogia se entiende una “práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular”, la retahíla de gestos del papa Bergoglio confirma lo que sostenemos.
Besar niños, sentarse en el último asiento en una capilla durante una misa, solicitar que un famoso cardenal encubridor de pederastas no “pisara” más una iglesia, acercarle una silla y un sándwich a un guardia suizo, pagar de su bolsillo la cuenta del hotel, solicitar al pueblo que lo bendiga, antes de bendecir él, recibir la camiseta del club San Lorenzo, burlarse de un hincha del club Boca Juniors por los tres goles que le propinó aquél, son gestos que sirven para mostrar a la opinión pública el costado “humano” del pontífice, y que se multiplicarán con el tiempo por la profunda crisis de credibilidad que debe revertir la institución.
Aquellos gestos son un disparador perfecto para el sentimentalismo y la respuesta emocional, corazón de la experiencia religiosa en estos tiempos.
Fue José María Mardones quien analizó la “espiritualidad de la degustación”, que también se observa en el catolicismo romano. Se caracteriza por el predominio de las sensaciones, “centradas en la experiencia emocional, interior”, donde “todo está al servicio de la tranquilidad del creyente y de sus desbloqueos”, una fe a “medio camino entre el sentirse bien y los buenos sentimientos”. Mucho llanto, alta carga emocional, mucho abrazo, verdades de Perogrullo en el discurso papal, y en el caso de los argentinos, mucho sentimiento “patriótico” y chauvinismo. Para el sociólogo “una religiosidad ajustada al mercado”, que no extraña que se comercialice.
Una fe que, paradójicamente, necesita certezas frente a la pluralidad de culturas. Por ello, el autor destaca que nuestras épocas de pluralismo y relativismo numerosos creyentes “buscan refugios, protecciones, líderes, doctrinas seguras, grupos y grupúsculos donde se les asegure la ración de verdad y de certeza que necesita el espíritu humano para su equilibrio”. “Nuestro tiempo plural y relativista es, por eso mismo, tiempo de fundamentalismos… aunque sea al precio de la libertad y de la reflexión crítica” (1)
No extraña, entonces, que aquellas manifestaciones sean manipuladas por una cadena de gestos papales dirigidos a ganarse el favor popular; halagos clericales hacia un rebaño incapaz de criticar al ahora admirado papa argentino.
2. Culto al líder, marketing, y propaganda
Y acá entra a tallar el marketing que poco a poco va transformando lo que hace seis meses atrás era una crisis terminal, en una “esperanzadora” política de reformas asentada en el nuevo líder al cual se lo idolatra como a cualquier dirigente.
El culto al líder se observa, en nuestro país, en una invasión de “bautismos” de calles, paseos, plazas, monumentos, avenidas, y homenajes varios. También en las “visitas” al Vaticano que dirigentes y referentes políticos llevan a cabo, preocupados por aparecer junto al papa argentino en un año electoral.
La operación “marketinera” es clara y lleva su lógica, si se tiene en cuenta que, hasta diciembre de 2012, la corporación religiosa tenía ínfimos niveles de transparencia internacional y de credibilidad.
Viene a cuento un relato que Isaac Rosa hizo en su blog referido a la crisis de los abusos sexuales del clero católico, donde un bróker le daba consejos a un cardenal para salir del atolladero: “¿Crisis?”, responde el ejecutivo, sonriendo. “De eso yo sé mucho. ¡Crisis! Hace un año estaba yo como usted, hundido y pensando que era el final. Y míreme ahora. Tan tranquilo. Si quiere, puedo darle algunos consejillos”. El cardenal se gira y lo toma por los hombros: “Por favor, hijo, cuéntame cómo lo hicisteis.”
El bróker le da un primer consejo relativo a los abusos, y agrega un segundo: “… propósito de enmienda. Ya me entiende. Prometan algo grande, generen expectativas: digan que van a refundar la Iglesia, que han aprendido la lección, que no volverá a pasar.” (2)
El consejo de prometer “algo grande” y “generar expectativas” para revertir la crisis es el clima instalado por la propaganda vaticana, acompañada por una gran dosis de ingenuidad de no pocos sectores y comunicadores sociales.
Si bien es muy pronto para precisar que Bergoglio ha caído en el gatopardismo, los cambios son exiguos: sólo nombró una comisión de ocho cardenales para que lo asesoren en la reforma de la Curia cuya primera reunión será recién en octubre.
Y en el caso del Banco Vaticano (IOR), que administra fondos por 7.000 millones de euros, el “cambio” pasa por haber contratado una consultora que determinará “las transacciones y clientes sospechosos”, con promesa de publicar un informe para el 1° de octubre.
3. Continuismo a la criolla
Lo que sí puede observarse son notas continuistas a través de indicadores “sensibles”. Pueden mencionarse los siguientes:
a) No publicidad del informe secreto de 300 fojas que el papa renunciante le habría entregado en mano a Bergoglio. Tiene su lógica, por cuanto en la iglesia no hay plena vigencia del principio de publicidad; tampoco existen poderes separados que se controlen mutuamente. Mucho menos, los laicos tienen facultad de contralor. Como sostuvo alguien, en la última monarquía absoluta del planeta todo lo que no es sagrado, es secreto.
b) La cuestión de los abusos sexuales del clero. La orden es continuar con la política de “tolerancia cero” de Benedicto XVI. Cabe recordar que dicho papa, cuando fue cardenal y responsable de la moderna inquisición vaticana conocida como Congregación para la Doctrina de la Fe, fue uno de los responsables de los miles de encubrimientos de abusos sexuales contra niños/as, que de no haber sido por la acción de los medios de comunicación social y la valentía de las víctimas, la situación seguiría exactamente igual: encubierta y oculta.
La “tolerancia cero” no es otra cosa que la reacción a un problema descomunal que le “explotó” a Ratzinger. También es una respuesta falsa desde el momento en que siguen existiendo procesos judiciales y administrativos canónicos donde la garantía de defensa en juicio para las víctimas no rige en plenitud, donde se mantiene el secreto pontificio, y no existe orden de apertura de los archivos secretos que asegure transparencia y credibilidad. La “tolerancia cero” no pasa de ser el blanqueo de un sepulcro bastante podrido, no destapado en su totalidad.
Las nuevas normas dictadas por Benedicto XVI, el Congreso que se convocó al efecto, el encuentro con las víctimas “cuidadosamente seleccionadas”, y los pedidos de perdón, son otro maquillaje que ya fue advertido por las organizaciones que defienden a las víctimas del clero delincuente, que también alzaron su voz por la presencia de una decena de cardenales encubridores en el cónclave que designó a Bergoglio.
c) Censura y persecución contra la liga de religiosas estadounidenses. A poco de asumir, Francisco ratificó la “evaluación doctrinal” que la inquisición vaticana llevara a cabo contra la Conferencia de Liderazgo de Mujeres Religiosas (Leadership Conference of Women Religious, LCWR), la principal organización de religiosas de Estados Unidos que representan a más de 57.000 monjas.
La gerontocracia vaticana decidió una reforma integral de aquella agrupación, acusándola de “graves desviaciones doctrinales” violando, una vez más, la libertad de pensamiento y conciencia de los miembros de la institución, y reforzando la perspectiva patriarcal.
Como era de esperar el comunicado emitido por el Vaticano fue en un “tono amable”, “poniendo luz” al trabajo positivo de las monjas.
d) Falacia voluntad de Dios/visión clerical: en el mensaje que les dio a las integrantes de Unión Internacional de Superioras Generales (UISG), se refirió a la obediencia, la pobreza y la castidad, los tres votos de las religiosas, y afirmó que la obediencia es escuchar la voluntad de Dios, léase, lo que dice el clero.
Dejemos que hable Nietzsche para rebatir la idea del papa argentino: “… el grado de obediencia a la voluntad de Dios determina el valor de los individuos y los pueblos; que en los destinos de los individuos y los pueblos manda la voluntad de Dios, castigando y premiando, según el grado de obediencia”… “… al estado de cosas donde él, el sacerdote, fija el valor de las cosas le llama “el reino de Dios”, y a los medios por los cuales se logra y mantiene tal estado de cosas, “la voluntad de Dios”; con frío cinismo juzga a los pueblos, tiempos e individuos por la utilidad que reportaron al imperio de los sacerdotes o la resistencia que le opusieron” (3)
e) Visión sexista de Francisco: al mismo grupo de monjas les sugirió ser “madres espirituales, y no solteronas” ratificando, nuevamente, la visión machista y maniquea que cierto tipo de clero (y no pocos sectores de laicos), tienen de las mujeres. Utilizó la palabra “solterona” con toda la connotación disfórica que el término tiene. La perimida visión de la mujer, elaborada por varones célibes, sigue vigente.
f) Ideología integrista: las uñas integristas las mostró al recibir a los grupos autodenominados – eufemísticamente – “pro vida”. Segmento católico que lucha para que las leyes laicas se funden en sus principios confesionales. Tiene su lógica y es coherente: Bergoglio proviene de ese sector del catolicismo, aunque sea jesuita.
g) Comisión “reformadora” con miembros cuestionados: la comisión de ocho prelados encargados de asesorar la reforma de la Curia tiene un “vicio” respecto a dos de sus miembros. Hablamos del cardenal golpista Rodríguez Madariaga, principal garante espiritual del golpe de estado en Honduras en 2012; y el encubridor de curas abusadores, el australiano George Pell. Ambos prelados no son precisamente una garantía de progresismo.
Los breves indicadores mencionados, sólo a título indicativo, dejan ver por ahora que el continuismo con la política interna de los dos papas que lo precedieron prevalecería sobre el gatopardismo, aunque se publiciten “cambios” relativos al estilo o forma de ejercer el rol de papa.
Al continuismo, se le agregan problemas anexos, aunque no menores, para solucionar: ¿qué modelo de institución impondrá? ¿Seguirá con el modelo clerical/jerárquico, marcadamente obsoleto, y principal causa de la debacle institucional? ¿U optará por un modelo profético/apocalíptico, siguiendo el pensamiento de Rubén Dri? ¿Militará por una iglesia separada del Estado, o continuará con una política parasitaria que necesita de aquel para satisfacer sus intereses políticos y económicos? ¿Podrán los sectores laicos generar pensamiento autónomo, o seguirá siendo el rebaño que obedece al clero? ¿Propondrá la “obediencia del cadáver” sostenida por San Francisco de Asís, o permitirá la creciente “protestantización” de los sectores católicos? ¿Se abrirá a la plena vigencia de los derechos humanos en el seno de la institución, o mantendrá ese esperpento jurídico llamado “Código de Derecho Canónico”, claramente violatorio de derechos humanos básicos? ¿Qué imagen de Cristo propondrá? ¿La del laico, no sacerdote, no católico, y que defendía la autonomía de varones y mujeres? ¿O la del autoritario que impone el infierno a quien “no cree” en él?
Las expectativas que el papa argentino ha despertado en numerosos sectores se transformaron rápidamente en reclamos concretos: fin del celibato sacerdotal, sacerdocio femenino, plena igualdad de varones y mujeres en su capacidad jurídica intraeclesial, colegiación y cogobierno con los obispos, mayor participación de sectores laicos en la dirección de organismos internos, por citar algunos.
La clave para determinar si el clero – y el propio Francisco – estarán dispuestos a reformar la institución pasará por compatibilizar creencias, doctrinas y dogmas con los derechos de los creyentes, eliminando sus permanentes conflictos. Lo contrario serán “migajas” clericales a favor del laicado.
Un ejemplo: ¿Alguien piensa que los obispos permitirán que laicos elaboren políticas familiares por fuera de la ideología clerical? ¿No fue Francisco quien “tiró las orejas” a las parejas católicas que deciden tener sólo un hijo, invadiendo su intimidad y conciencia?
4. Efectos en la sociedad laica
Plantear si el papa Francisco, a tres meses de gobernar, promete cambios para no cambiar nada, o si es una continuación del integrismo de Juan Pablo II y Benedito XVI, tiene que ver con problemas internos de la institución, de su organización, funcionamiento, normas, y prácticas.
El problema se presentará nuevamente si aquel continuismo integrista pretende expandirse a la sociedad laica para “recristianizarla”, utilizando al Estado como es su costumbre.
Ha sido Coral Bravo, refiriéndose a la realidad española, quien sostuvo que “A día de hoy en España la Iglesia católica sigue infiltrada en los asuntos de Estado. Interviene en las decisiones políticas, mediatiza la conciencia ciudadana con tendencias de pensamiento que frenan la evolución ética y el progreso de la sociedad, y mantiene buena parte de los anacrónicos y abusivos privilegios que están vigentes desde el Concordato que firmó Franco con el Vaticano, en 1953, y que se renovaron en los mismos términos en 1979. La religión, en España, no está en las iglesias, sino que está muy presente en todos los ámbitos de la vida ciudadana; en la política, en la educación, en la sanidad, en la asistencia social; manteniendo una presencia caduca y obsoleta que no le corresponde a ninguna confesión en ningún sistema democrático” (4)
En este escenario será importante evaluar la política de Francisco. Si continúa con la abusiva intromisión de sus predecesores en las políticas de los Estados, exigiendo y presionando para que se gobierne y legisle conforme la ley natural católica, sólo obligatoria para esa religión, o si respeta las libertades laicas.
¿Gatopardismo, o continuismo? Si prevalece el primero, será un problema interno de la institución, y una profundización de su crisis. Si es lo segundo lo que se ratifica, la sombra integrista y totalitaria del pensamiento de Wojty?a y Ratzinger se proyectará nuevamente hacia todos.
En definitiva, el mundo que lucha por buscar libremente el sentido de la vida, sin coacciones ni férulas religiosas, deberá tener en claro que – en línea con el pensamiento de Vattimo -, los integrismos religiosos siguen siendo un obstáculo para la civilización y la autonomía de los pueblos.
Notas
(1) Mardones, José María, Neoliberalismo y religión, 1998, Navarra, Editorial Verbo Divino, p. 73.
(2) Rosa, Isaac, Qué le dice un ‘bróker’ a un cardenal, en blogs.publico.es/
(3) Nietzsche, Friedrich, El Anticristo, 2005, Edaf, Madrid, p. 49.
(4) BRAVO, Coral, Dimisión Papal y Laicismo, en www.redescristianas.net/…/