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Domingo 13 de Junio de 2010 - 11mo. del año litúrgico (ciclo “C”) Tema (Lc.7,36 a 8,3) Jesús acude a comer con un fariseo que lo invita. Una mujer pecadora se hace presente y de rodillas a sus pies llora y enjuga los pies con sus cabellos bañándolos también con perfume. El fariseo piensa “no sabe qué clase de mujer es la que lo está homenajeando. Jesús le hace una pregunta Un acreedor tenía dos deudores uno le debía un poco y otro el doble. A los dos les perdonó, ¿Cuál crees que lo amará más? Cuando el fariseo responde que aquel a quien más se le perdonó. Jesús le hace ver que esa mujer que suplió todas las delicadezas que él debió tener al recibirlo como invitado, lo ama más porque están perdonados muchos pecados. Le dijo a la mujer que sus pecados estaban perdonados. Tu fe te ha salvado, vete en paz. Los invitados pensaban ¿quién es éste que perdona los pecados? Jesús recorría ciudades y pueblos predicando y anunciando la buena noticia del reino de Dios acompañado por los Doce y algunas mujeres que habían sido curadas. María magdalena de la que habían salido 7 demonios, Juana esposa de Cusa intendente de Herodes, Susana y muchas otras que los ayudaban con sus bienes. Síntesis de la homilía Hay varias cosas que llaman la atención en el relato de Lucas. Lo primero, que recibe invitación de un fariseo y la acepta. Aquí hay algo raro porque la conducta del fariseo denota frialdad. Ausencia del beso de bienvenida, del lavatorio de pies, unción de cabeza. ¿Se sentiría presionado por algo para recibirlo con sus invitados habituales? ¿Quería justificar algo de su conducta? ¿habría recibido algún favor de Jesús? La mujer es identificada como pecadora pública, posiblemente el mismo fariseo estaría complicado, y Jesús no la detiene en esa cantidad de expresiones que significaban un cariño muy intenso y hasta una complicidad sensual. Se adelanta sin que medie pedido alguno de perdón, fuera de las lágrimas que podrían interpretarse como de arrepentimiento aunque también por la emoción del encuentro, y le asegura que sus pecados están perdonados. Esto causa sorpresa y escándalo en el resto de los invitados. Lucas enumera a muchas mujeres que seguían a Jesús y hasta cita a algunas por sus nombres. De María Magdalena, que algunos identifican con la pecadora postrada a sus pies, dice que había arrojado 7 demonios es decir que la había liberado de siete enfermedades. Pero cita sin ningún reparo a Cusa servidora de Herodes a quien había denunciado como opresor. El dato de que muchas seguían a Jesús, que las pone en el mismo nivel de los discípulos y acaba con el argumento de que Jesús eligió sólo varones para seguirlo, es disminuido en su importancia por la tradición ortodoxa, señalando, que simplemente lo seguían porque lo ayudaban con sus bienes. Se trataba entonces de mujeres adineradas. Todo esto traza un panorama muy aleccionador. La conducta de Jesús no es de ningún modo discriminante. Su testimonio de estar sentado a la mesa con un fariseo y admitir que una prostituya lo acaricie y bendiga es impactante. Además su actitud aparece como francamente permisiva. Ya están perdonados los pecados del que ama. Una frase que puede resultar ambigua como la afirmación de San Agustín “ama y haz lo que quieras”, que ha merecido tantas aclaraciones para explicar que se trata de un amor puro, celestial y sin mezcla de la carne o la sexualidad. La tendencia a condenar, además de estar profundamente grabada en cada uno de nosotros, supera habitualmente a la de comprender y por eso disculpar y valorizar en los demás el bien que hacen, la buena voluntad con que obran, los resultados positivos que se logran socialmente con su colaboración. La proximidad admitida con los ricos de quienes afirma en otro lugar que es muy difícil que entren en el reino, es decir en su construcción entre los hombres, no le hace claudicar de sus denuncias contra la opresión que muchas veces se deriva y es causa de sus riquezas, pero no deja de respetarlos como personas. Una cantidad de conductas y criterios que muchas veces están ausentes de nuestro proceder como seguidores de Jesús. José Guillermo Mariani (pbro) |
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