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Domingo 27 de Junio - 13 durante el año litúrgico ciclo “C” Tema (Lc.9,51-62) Jesús toma la decisión de ir a Jerusalén y envía gente a preparar el camino. En Samaría son rechazados y los mensajeros propusieron a Jesús que se vengara haciendo caer fuego sobre ellos. Jesús se lo reprocha porque no se han dado cuenta de cual es espíritu de su mensaje. Continúan el camino y tres personas se acercan porque quieren ser discípulos. Al primero le advierte que vive a la intemperie. Al segundo le niega el permiso para ir al velorio de su padre. Al tercero le impide despedirse de los suyos indicando que el que pone la mano en el arado no puede volver la vista atrás. Síntesis de la homilía La decisión de Jesús es grave después de haber anunciado a sus discípulos que sería entregado en manos de los hombres. La adopta con firmeza. El “decididamente” de Lucas lo expresa así. La descripción de este viaje ocupa más la tercera parte del relato del tercer evangelio. Los mensajeros enviados para prepararle hospedaje se sienten superiores a los demás y acometen la misión con valentía. Cuando los samaritanos, dado el odio que tenían a los judíos, se niegan a recibirlos, proponen como solución un castigo que signifique fuego del cielo. No están protegiendo a Jesús. Están vengándose del fracaso de su misión. Muy posiblemente fueron a solicitar hospedaje con actitud prepotente. Ni siquiera indicaron que el viaje de Jesús tenía por objetivo enfrentar a los cultores del Templo y de la Ley. Y fracasaron. Nos pasa con frecuencia cuando no subordinamos nuestra valoración para atribuirla al mensaje que llevamos. Esta postergación de sí mismo es la exigida por Jesús en la condición de “renunciarse a sí mismo”, impuesta a quien quiera seguirlo. Jesús los reprocha indicándoles que no han comprendido de qué espíritu son. Una expresión clara contra el autoritarismo y las represiones que muchas veces se transforman en reacciones vengativas en las relaciones intraeclesiales. El comienzo del pasaje habla de la cercanía del tiempo de elevación a Cielo. Y este espíritu es el que Jesús quiere en su comunidad, el de ayudarse a caminar con el objetivo de cumplir la voluntad del Padre. Hay tres candidatos para discípulos, refiriéndose a los cuales Jesús instruye a sus discípulos. Al primero le advierte sobre la vida sacrificada que tendrá que afrontar viviendo a la intemperie física y psíquica que acompaña al encontrarse sin refugio. Al segundo le niega el permiso para asistir al entierro de su padre indicando que el suyo es se un mensaje portador y comprometido con la vida, de modo que hay que dejar que los muertos entierren a sus muertos. Al tercero que pide volverse para saludar a los suyos le recuerda que quien pone la mano en el arado no puede volver la vista atrás. Estas indicaciones no significan de ningún modo rechazo o menosprecio de las relaciones humanas o los derechos de las personas. Tener refugio material y psíquico, cultivar el afecto con los que la naturaleza ha puesto a nuestro lado como familia, en todas las eventualidades, no está mal. Sólo que simbólicamente significan la generosa decisión que es necesaria para el seguidor de Jesús renunciando a todo lo que huela a egoísmo o comodidad individualista. Buscando coincidencias entre las lecturas La sustitución del gran profeta Elías por Eliseo su discípulo indica la importancia de prolongar su misión. Y para Eliseo es todo una fiesta que comparte generosamente. El pasaje de la carta de Pablo a los Gálatas alude a la condición primaria de los seguidores de Cristo que es tener plena conciencia de la importancia de su propia libertad y la de los demás. La cualidades del discípulo exigidas por Jesús están ligadas a la plena libertad interior y exterior. Pbro Quito Mariani |
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