Domingo 5 de Agosto de 2012 – 18 durante el año litúrgico (ciclo”B”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Jn.6,24-35)

Cuando la gente, al otro lado del lago, encontró de nuevo a Jesús le preguntaban ¿cómo viniste acá? Jesús les dijo: Estoy seguro de  que uds. me buscan porque han comido hasta llenarse y no porque hayan entendido las señales fuera de lo común-  No se afanen en trabajar por la comida que se acaba, sino por la que permanece, la que les da vida eterna. Esta es la comida que les dará este hijo d hombre porque el Padre ha puesto su sello en él. Le preguntaron: ¿Qué debemos hacer para saber cuáles son las obras que Dios quiere que hagamos? Respondió jesús: lo que Dios quiere que hagan es que crean en aquel qué él les ha enviado. ¡Qué señal nos das para que  te creamos? Cuáles son tus obras? Nuestros antepasados comieron el mana del desierto, como dice la Escritura “Dios les dio a comer pan del cielo” Jesús contestó: les aseguro que no fue Moisés quien les dio pan del cielo, sino que  mi Padre es quien les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan que Dios da es el que ha bajado del cielo y da vida al mundo. Y ellos dijeron “Señor danos siempre de ese pan!”

 

Síntesis de la homilía

El discurso de Jesús en este capítulo 6to de Juan es el más largo de sus enseñanzas. Y no resulta fácil de entender ni para los que lo rodeaban ni para nosotros. Hay algunas cosas claras que constituyen pistas para descifrar el sentido a la vez simbólico y realista del pan como alimento de vida, que es el tema central. Jesús habla de su carne es decir, su humanidad. Con referencia a la eucaristía los sinópticos hablan de cuerpo y sangre como entidades distintas. Para Juan “carne” abarca la humanidad de Jesús, todo lo que él es como personas y como enviado de Dios, reflejo de Dios, revelación del Padre. Su lenguaje resulta por eso duro para los judíos: ¿cómo el Dios espíritu va a estar identificado con un simple ser humano? ¿Y admitirlo a él así, como ser humano, puede resultar alimento para la vida duradera?  Esas dificultades son las que aparecen en el desafío ¿qué obras haces para que creamos esto y confiemos en ti? El ejemplo del maná en el desierto es contrapuesto por Jesús, alejándose de esa comida material a esta otra, que es él mismo para darle a la vida humana,sentido de permanencia y profundidad.

Las interpretaciones de estas afirmaciones del maestro, siembran dudas y objeciones que producen el efecto de alejamiento de muchos. Quedan los doce, los elegidos por él, los amigos que tampoco entienden pero que permanecen fieles a la persona por la que han abandonado todo.

Cuando se habla simplemente de comer el pan que produce la vida, todo aparece como una cuestión o invitación pasiva a recibir un favor. Sin embargo Jesús la pronuncia como un desafío. Si no comen no tendrán vida. Quiere decir entonces que comer no es sólo recibir sino asimilar e interiorizar lo que se recibe. La humanidad de Cristo que se nos entrega nos compromete a vivir, siguiendo los valores de esa humanidad. El seguimiento no es afectivo o basado en creencia voluntarista, sino actitud fundamentada en la confianza del proceder humano de Jesús para llegar a identificarse con él.

Por eso es más cristiano que el que abre la boca para recibir el pan el que es capaz de dar un abrazo al que está a su lado o el que arriesga ponerse en el lugar del otro para comprender y colaborar a su felicidad. La habitual característica mágica  con que se viven los sacramentos, no es sólo ingenuidad que falsea la realidad sino desfiguración alienante de un compromiso profundo con la realidad del hombre.

Domingo 12 de Agosto de 2012 – 19 durante el año litúrgico (ciclo”B”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Juan 6, 41-51)

Los judíos que lo escuchan, comienzan a murmurar sobre Jesús que ha afirmado que es el pan venido del cielo. Y   dicen: ¿Acaso no es éste el hijo de José?  Nosotros conocemos a su padre y su madre ¿cómo dice ahora que ha bajado del cielo? Jesús les dijo entonces: Dejen de murmurar. Nadie puede llegarse a mí si no lo trae el Padre que me ha enviado, y yo lo resucitaré el último día. En los libros de los profetas se dice “Dios instruirá a todos” Así que todos los que escuchan al Padre y aprenden de él, vienen a  mí. No es que alguien haya visto al Padre, el único que lo ha visto es el que ha venido de Dios. Les aseguro que quien tiene fe tiene la vida eterna.

Yo soy el pan de vida. Los antepasados de ustedes comieron el maná en el desierto y, a pesar de esto, murieron. Pero yo hablo del pan que baja del cielo y el que lo come no muere. Yo soy ese pan vivo que ha bajado del cielo. El que come de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi propio cuerpo y lo daré por la vida del mundo.

 

Síntesis de la homilía

El cielo interpretado como un lugar distinto de la tierra es lo que provoca la desorientación de los que escuchan a Jesús. Por eso la dificultad queda centrada en que ellos conocen a sus padres y entonces no puede haber venido del cielo o de otro planeta.

Esta confusión que implica la separación absoluta de lo que llamamos cielo, con respecto a la tierra en que vivimos y transcurre nuestra historia, es lo que Jesús trata de remediar. El cielo no es un lugar, un planeta distinto. El cielo es el Padre, Dios, expresado en toda la creación, pero de la manera más accesible a nosotros, en un ser humano, con padre y madre: Jesús de Nazaret. Un ser humano que transforma al Dios lejano, poderoso e inalcanzable, en accesible para el hombre porque se expresa en otros hombres y de manera particular en su enviado Jesús el hombre nuevo.

La imagen del pan, alimento tradicional cuya elaboración depende del conocimiento y trabajo del hombre sobre la naturaleza, aparece para dar idea de la compenetración de lo divino con lo humano en Jesús (pan del cielo) y de la profundidad con que la aceptación de su mensaje y su práctica de vida, pueden ser vividos por quienes confían en él para ponerse en contacto con la vida verdadera, con la vida en Dios, con la vida en el Amor.

Siempre se ha afirmado que este pasaje tan largo de Juan tiene fuerte tinte eucarístico. Juan es, efectivamente el único escritor de evangelio que no relata la institución de la eucaristía en la última cena, reduciéndose a trasmitir el signo de fraternidad del lavado de pies para dejar bien claro que el fruto de comer el pan que es él mismo, es la exigencia de la comunión que construye el reino de los cielos en la tierra.

La visión propagada abundantemente de que el comer el pan eucarístico (comulgar) contagia de inmortalidad, resurrección o vida eterna, constituye de alguna manera una desfiguración del auténtico sentido  eucarístico, ya que transforma en fruto individual lo que es de perspectiva comunitaria y universal, la comunión del reino.

La separación entre cielo y tierra, entre el hombre y Dios, entre lo sagrado y lo mundano que ha adquirido muchas veces una vigencia extraordinaria no es propia de lo cristiano.

Por eso mismo las constantes fricciones entre los que comprometidos fuertemente con el mundo en su realidad completa, es decir abarcando toda la actividad humana y por tanto  su aspecto más dificultoso que es el sociopolitico, y quienes quieren o acostumbran visualizar el cristianismo como una religión que nos une a Dios separándonos del mundo.

Homilías Dominicales – Domingo 29 de Julio de 2012 – 17 del año litúrgico (ciclo”B”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Juan 6, 1-15)

Pasó Jesús a la otra orilla del lago, seguido por mucha gente maravillada por los signos que hacía sanando a los enfermos. Se retiró a un monte y allí se sentó con sus discípulos. Se acercaba la pascua, fiesta de los judíos. Al levantar la vista Jesús vio la multitud que se acercaba a ellos y le dijo a Felipe ¿dónde compraremos pan para tanta gente? Felipe contestó : doscientas monedas de plata no bastarían para cada uno pudiera comer un pedacito. Jesús lo decía para ponerlo a prueba porque él bien sabía lo que iba a hacer. Andrés el hermano de Simón Pedro, dijo: aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces. Pero ¿qué es esto para tanta gente? Jesús les dijo: hagan que la gente se siente. Había hierba abundante en  el lugar. Se sentaron. Los varones eran unos cinco mil. Entonces jesús tomó los panes, dio gracias y los repartió  entre los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándole todo lo que quisieran. Cuando todos estaban satisfechos ordenó a los discípulos que recogieran las sobras para que no se desaprovechara nada, Los recogieron  y con los restos de los cinco panes de cebada llenaron doce canastas,

Cuando la gente vio esto dijeron “éste es el profeta que debía venir al mundo” jesús, conociendo que pensaban venir para llevárselo y proclamarlo rey, se retiró de nuevo al monte, solo.

 

Síntesis de la homilía

Se produce aquí una interrupción de la lectura de Marcos que venimos haciendo durante todo el ciclo litúrgico de este año. El  también relata la multiplicación de los panes, pero el capítulo 6 de Juan, el más largo en los relatos evangélicos, es también el más completo en su significado teológico con respecto a la eucaristía. Hay que leerlo y reflexionarlo no como hecho histórico que produce admiración sino como un manojo de símbolos muy importantes para los seguidores de Jesús.

Los signos o milagros que realiza Jesús llaman la atención de la gente que, con una difusión de boca en boca. se agolpa para ser testigos y resultar beneficiados en sus carencias y sobre todo sus enfermedades. La soledad circundante es violada entonces por una muchedumbre que avanza por el llano buscándolo. Se trata de un lugar desierto. El problema práctico aparece inmediatamente e ¿cómo darle de comer a esa gente?. Un signo muy fuerte de la preocupación de Jesús por la pobreza, que priva a tantos seres humanos hasta de los alimentos indispensables. Y una enseñanza fundamental para sus discípulos y seguidores (lo que llamaríamos su iglesia) Tomar en serio las necesidades humanas, indagar sus causas y buscarles remedio. La iglesia oficial en muchas oportunidades afirma que son los gobiernos los que deben afrontar el remedio de la pobreza y juzga cumplida su misión afirmando y a veces exagerando la pobreza con sentido de culpa ajena, sin que los grandes gestos que alguna vez caracterizaron a muchos de sus miembros, se continúen repitiendo. Ni soñar que Jesús dispusiera del dinero necesario para comprar una cantidad de pan suficiente para que a todos les tocara un pedacito. Ni imaginar tampoco que con una bendición, el pequeño aporte del muchacho que lo traía en su morral se convirtiera en una panadería de dimensiones extraordinarias. Pan para cinco mil varones.

Las legiones romanas que acampaban algunas veces en los descampados de Palestina estaban compuestas por cinco mil soldados. En la significación del reino de Dios que tiene el relato de Juan, se contrapone el sentido del dominio romano a la  vigencia de los valores del reino y especialmente del amor que inclina a compartir. Y eso es lo que sucede. El ofrecimiento del chico pobre, que llevaba en su morral su precario alimento, desata la generosidad de los que ceden también lo suyo y así se colma el hambre de todos. Es un hecho que  compartir en situaciones de carencia, sufrimiento o impotencia  aumenta con la solidaridad las posibilidades de remediarlas. La intención del relator, al añadir la orden de recoger las sobras en doce canastas, es aludir a la universalidad de la voluntad salvadora del Padre. Siempre hay para los que llegan  tarde. El desafío de la interpretación de este capítulo de Juan no consiste en el enfoque  teológico tradicional que  juzga escandalosa la afirmación de que su cuerpo sea comida y su sangre bebida. El escándalo real, que ahuyenta a muchos de sus seguidores, es que Jesús los quiere capaces de entregarse en cuerpo y sangre a la actitud de compartir la felicidad de sus posesiones y el remedio de sus carencias.

Homilías Dominicales – Domingo 15 de Julio de 2012 – 15 durante el año litúrgico (ciclo”B”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Mc.6, 7-13)

Llamó Jesús a los doce y los envió de dos en dos comunicándoles poder sobre los espíritus inmundos. Les encargó que no llevaran más que un bastón. Ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja. Quecalzaran con sandalias y no llevaran túnica de repuesto. Les decía también: cuando entren en una casa quédense allí hasta que se vayan del  lugar. Si en algún no los reciben ni quieren escuchar, váyanse de allí sacudiendo el polvo de sus pies en protesta contra ellos. Se fueron y proclamaban la conversión, expulsaban demonios y ungiendo con aceite a muchos enfermos, los aliviaban.

 

Síntesis de la homilía

La perspectiva de universalidad del mensaje está asociada con la compasión total del pueblo judío integrado por las doce tribus. Jesús es el indicador del pueblo nuevo que se va construyendo. Lo que después se llamará el reinado de Dios o el reino del Padre. Por eso la acción principal de los enviados es proclamar la conversión.  No se trata de predicadores que fustigan los males para que las personas se conviertan. No. Se trata de que el cambio ya está,  y hay que hacer conciencia del mismo. La austeridad de llevar el bastón para hacer posible el avance en los llanos y en los terrenos a accidentados y calzarse con el  calzado más simple y común, las sandalias, se completa con el aviso de no prever remedio para su hambre o su vestimenta, de modo que si se encontraran ante esa necesidad, dependieran de los demás para solucionarla.

Es cierto que hoy nos parecería descolocado observar a la letra estas prescripciones de Jesús que no solamente nos debilitarían físicamente sino que también acarrearían molestias a los demás. El mundo capitalista nos ha habituado a pensar que cada uno tiene que valérselas por sí mismo y arreglársela cuando  no ha sido previsor.

Pero el contenido más profundo puede extenderse a la iglesia de Jesús a la comunidad de sus seguidores, haciéndole ver la importancia del testimonio de la pobreza para favorecer la comunión y solidaridad entre los hombres. Ni nuestros templos sobrepasando hasta no hace mucho tiempo, la altura de los edificios más altos como signo de dominio; ni la fastuosidad de las ceremonias y ritos católicos, contribuyen como testimonios de conversión y cambio. Mas que a brindarse esa majestuosidad induce a pedir y no contribuye a la solidaridad evangélica,

Es significativo el detalle de quedarse en la casa que primero los aloje para provocar su adaptación a la gente,  sus costumbres, sus dificultades, sus proyectos. Variar de  casa y familia, no contribuye a adquirir una visión real del clima humano y social de una población. El polvo del calzado y los pies, es el resultado de caminar las calles de un lugar, como adhiriéndose a su historia y sus costumbre. Sacudir ese polvo significa el rechazo de esa cultura y esa gente.

Los discípulos acompañándose de dos en dos irán practicando la solidaridad de la convivencia. Su testimonio  será en primer lugar victoria sobre los espíritus inmundos del egoísmo y el aprovechamiento de los más débiles. Sin armas ni poder no podrán comportarse sino como iguales o necesitados de los demás y así irán aprendiendo a construir el reinado de Dios.

Homilías Dominicales – Domingo 8 de Julio de 2012 – 14 durante el año litúrgico (ciclo”B”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema(Mc. 6,1-6)

En una oportunidad Jesús se dirigió a su ciudad acompañado por sus discípulos. El sábado fue a la sinagoga y se puso a enseñar.  La gente lo escuchaba asombrada y entre ellos se preguntaban ¿de dónde saca todo esto? ¿qué clase de conocimientos ha recibido que hace tantos milagros con sus manos? No es acaso el carpintero hijo de María y hermano de José, Santiago, Judas y Simón? ¿No viven aquí entre nosotros sus hermanas? Y esto era para ellos una grave dificultad. Jesús entonces les decía: a un profeta lo desprecian solamente en su patria, entre sus parientes y en su propia casa. Y no pudo realizar allí ningún milagro reduciéndose a curar unos pocos enfermos imponiéndoles las manos. Y se asombraba de su incredulidad. Después continuó enseñando por las ciudades.

 

Síntesis de la homilía

Este episodio relatado por los tres sinópticos con distintas características, tiene sólo en Marcos una particularidad que no hay que pasar por alto. Es el único que dice que Jesús NO PUDO hacer allí ningún milagro por la falta de fe de sus conciudadanos.

Su visita a Nazaret acompañado por los discípulos constituía todo un desafío: el comienzo de una realidad nueva, anunciado por un profeta admirado, que contrariaba sus costumbres, sus tradiciones, su seguridad. La tradición establecía una cadena de oficios en la familia. De José carpintero no podía descender sino un hijo carpintero y nada más! De modo que las preguntas, seguramente inspiradas por los fariseos y doctores, tienentoda la malicia de la afirmación que un tiempo después brotará agresivamente: ¡está endemoniado!

No puede haber otro diagnóstico para quien pasa por encima de todo lo que se consideraba tradicional, normal y fuente de seguridad para los nazarenos. La falta de fe a que se refiere el evangelista no tiene nada que ver con que no descubran en Jesús al hijo o enviado de Dios, sino en que no quitan los obstáculos personales que les hagan admitir una mirada distinta de interpretación de la ley, que superando la letra revela su espíritu, y así presenta un orden nuevo, aunque preparado por la tradición, consistente en vivir y actuar de acuerdo a la voluntad del Padre. Esa actitud se convierte en obstáculo insalvable para que puedan producirse las maravillas o milagros de que tenían noticia en Nazaret.

Hay dos elementos para que se cumplan las maravillas queridas por el Dios AMOR, CREADOR Y LIBERADOR.  La disponibilidad de los actores directos que somos nosotros. No con actitud intelectual o sentimental muchas veces brotada de la agudeza de la necesidad que padecemos, sino con el análisis de los obstáculos y el esfuerzo de superación. Y la vigilancia siempre amorosa del Padre que conoce lo que necesitamos antes de que se las expresemos. Parientes y compañeros de Jesús desde la niñez, no logran superar esos obstáculos y frenan la llegada de los beneficios esperados.

En la sinceridad de Marcos que describe en una palabra “NO PUDO”, esta limitación humana de Jesús, encontramos la explicación de muchos bienes que no llegan a nosotros porque no hemos puesto las condiciones necesarias o personal o socialmente para que el amor del Padre se manifestara Y, además, comprobamos  con esa afirmación, la humanidad de Jesús compartiendo la nuestra en todo.

El maestro rodeado de sus discípulos, con todas sus limitaciones, es la propuesta de un orden nuevo, el del reinado de Dios, que irrumpe en el desgaste y limitación de la Ley vivida por los judíos de Nazaret.

Con el proyecto del amor de Dios.

Homilías Dominicales – Domingo 24 de Junio de 2012 – Nacimiento de Juan Bautista. Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Lc. 1,57-66)
Cuando le llegó a Isabel el tiempo, dio  a luz un hijo y los vecinos se alegraron por la misericordia tan grande que el Señor había tenido con ella. A los ocho días vinieron los encargados de la circuncisión y  querían llamarlo Zacarías como el padre. Pero la madre dijo que se iba a llamar Juan. La gente le decía que no había nadie en la familia con ese nombre. Le preguntaron por señas al padre cómo quería llamarlo y  escribió “ su nombre es Juan” por lo que todos quedaron extrañados. En ese mismo momento se soltó la lengua de Zacarías y comenzó a alabar a Dios.

Un santo temor se apoderó de todos, y estos acontecimientos se comentaban en toda la región montañosa de Judea, porque la gente pensaba ¿qué irá a ser de este  niño?, ya que comprendían que la mano del Señor estaba sobre él.

 

Síntesis de la homilía

hay bastantes coincidencias entre los nacimientos de Jesús y Juan que el mismo mensajero de Dios se encargó de señalar indicándoselas a María. Ambos nombres son dictados por un mensajero divino. Ambos nacen de manera maravillosa:Jesús de la virginidad joven, Juan de la esterilidad de una anciana. Ambos nacimientos provocan la seguridad de que está obrando Dios. En uno los comentarios de los vecinos y en el otro la eclosión de los ejércitos celestiales.

De acuerdo al Libro de los Hechos en el tiempo del relato lucano tenía vigencia la disputa de los discípulos de Jesús y de Juan sobre la superioridad de cada cual. No es que esa rivalidad existiera entre Jesús y su primo sino entre sus discípulos que, apoyando psicológicamente  su propia seguridad en la personalidad de cada uno de los dos maestros,  casi necesitaban disminuir la `personalidad del otro para mantenerse firmes. Es el evangelio de Juan, casi cuarenta años después, el que se encarga de fijar el papel del bautista como subordinado a la misión de Jesús. “El no era  la luz sino el que debía dar testimonio de la luz”

En realidad, el bautista es quien respondió exactamente a las expectativas del pueblo judío que vivía la opresión del Imperio y de la Ley. Por eso anunció una llegada “detrás de él” de la destrucción de los enemigos y los castigos del Dios poderoso. Jesús, en cambio, asumió el anuncio del reino como la llegada de la felicidad para todas las víctimas. A eso se deben las dudas que acometieron a Juan en la cárcel sobre si  Jesús era o no el mesías ya que no tenía ningún discurso de amenaza de destrucción y venganza de Dios.

En un mundo con multiplicidad extraordinaria de códigos y preceptos morales, en cada cultura el Decálogo de Moisés resultaba una elaboración admirable. Pero la observancia de todas las reglas se basaba en el temor a la descalificación social o los castigos. El cristianismo, después de los primeros siglos se fue contagiando con esos criterios, hasta convertirlos en pedagogía habitual con los excesos conocidos. Pero el mensaje de Jesús fue la revelación de un Dios amor convertido hacia el hombre para hacerle posible vivir ese fundamento de la felicidad. Si se puede afirmar que los mismos males y aun peores desgarran a la humanidad hoy, no es porque no sepamos el secreto de la conducta definitiva, sino porque los encargados de difundirlo y testimoniarlo (entre ellos la iglesia) no lo defienden sino con palabras y sin obras. “Amemos con obras y de verdad”

Homilias Dominicales – Domingo 17 de Junio de 2012 – 11 durante el año litúrgico (ciclo “B”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Mc.4 26-34)

Decía Jesús: escuchen esta comparación con el reino de Dios. Un hombre esparce la semilla en la tierra y ya duerma o esté despierto, sea de noche o de día, la semilla brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da fruto por sí misma: primero la hierba, luego la espiga, y por último  la espiga se llena de granos. Y cuando está maduro, llega el tiempo de la cosecha. Dijo también: ¿a qué se parece el reino de Dios? Es semejante a una semilla de mostaza. Al sembrarla es la más pequeña de todas pero después crece y se hace más grande que las plantas de huerto y los pájaros buscan su sombra. Jesús usaba muchas comparaciones como éstas para anunciar la palabra. Y a sus discípulos se las explicaba en privado.

 

Síntesis de la homilía

No se trata de un reino impuesto por tácticas o estrategias humanas de poder e imposición. Corre por cuenta del sembrador elegir y esparcir la semilla. Y por cuenta de la tierra, el recibirla y acogerla. Todo eso queda especificado en los versículos anteriores que contienen la parábola del sembrador. Pero aquí se especifica la característica que tiende a solucionar nuestra impaciencias y ansiedades que nos llevan a recurrir a la tác- ticas humanas  que ignoran la verdad y violan los derechos de los demás con el sólo objetivo de conseguir el resultado buscado. Así sucedió y sucede con el proselitismo eclesiástico.

La semilla sembrada con buena voluntad y constatación de que resulta para bien  y felicidad compartida, lleva en sí misma una fuerza, la fuerza creativa del amor de Dios injertado en su creación. Y aunque parezca que lo sembrado se perdió en las profundidades del corazón humano, seguramente seguirá su proceso de crecimiento.

Es la convicción de todos los educadores con visión de futuro. Es la visión esperanzada que alienta todos los compromisos y entregas.

La segunda comparación  que aparece como trabajosamente buscada en la imaginación de Jesús, tiene que ver con una semilla que es casi polvo y sin embargo crece hasta cobijar a los pájaros del cielo. ¿disponemos nosotros de esa semilla tan pequeñita que parece inasible? Sí! Es nuestra fe. Parecerá extraño porque muchas veces oímos hablar de una fe tan grande que pueda mover montañas. Y sin embargo la verdadera fe la que se afirma y compromete con la Palabra-vida que es Cristo, es pequeñísima. Porque está rodeada de dudas. Porque se reduce a una sola y definitiva propuesta que es el evangelio del reino. EL dios que es amor, nos ama, y retribuimos y hacemos eficaz su amor cuando nosotros amamos a nuestra alrededor. Todo lo demás, que hacemos motivo de creencia porque no entendemos, no es fe, sino sustitutivo de la fe. Así por ejemplo cuando en lugar de cultivar la seguridad de que Dios nos ama recurrimos a intercesores y promesas para lograr ese amor y repetimos cadenas de oraciones esperando que estas liberen la indiferencia de Dios frente a los acontecimientos humanos, estamos al mismo tiempo que desconfiando de Dios, apartándonos de ese punto pequeño como el grano de mostaza pero que contiene la fuerza del reino, el amor de Dios. Esa seguridad, la de un Dios Padre fue la que originó la valentía de jesús para jugarse del todo por la causa del hombre.

Homilias Dominicales – Domingo 10 de Junio de 2012 – Festividad de Corpus Christi. Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Mc.14,12-26)

El primer día de los ázimos los discípulos preguntaron a Jesús dónde quería que le prepararan la cena pascual. El los mandó a la ciudad para que siguieran a un hombre que llevaba un cántaro de agua hasta la casa en que entra, y allí le dijeran al dueño que dónde podrían comer la Pascua. El , le dijo, les mostrará una sala grande amueblada y lista. Los discípulos fueron y encontraron todo tal cual.

Al atardecer mientras estaban a la mesa Jesús dijo que alguno lo iba a entregar de los que estaban compartiendo el pan. Ellos se entristecieron y se preguntaban cuál podría ser. Durante la comida Jesús tomó pan, pronunció  la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: Tomen esto es mi cuerpo. Después tomó la copa, dio gracias y se la entregó para que todos bebieran diciéndoles: Esta es mi sangre, la sangre de la Alianzaderramada por la muchedumbre.  Les digo que no volveré a gustar el fruto de la vid hasta que lo beba en el reino de Dios.

 

Síntesis de la homilía

Hay una semejanza entre los detalles  de la entrada en Jerusalén y esta preparación de la pascua. En ambos casos los discípulos son los encargados, siguiendo las instrucciones de Jesús. En ambos casos  se trata de órdenes extrañas en algún sentido Ir a buscar un burro ajeno, en el primer acontecimiento, y seguir a un hombre que lleva un cántaro (oficio que siempre cumplían las mujeres) en el segundo. En el primer caso la iniciativa parte de Jesús, en el segundo son los discípulos los que sugieren  la celebración pascual y la búsqueda del lugar. Los discípulos corean el eufórico hosanna en la marcha hacia Jerusalén y al comienzo de la cena se entristecen con el anuncio de la traición. La entrada a Jerusalén concluye con el enfrentamiento de un Jesús indignado con las autoridades del Templo. Éste, el de la cena, concluye con un acto de amor, la entrega de su cuerpo y su sangre para salvación de la muchedumbre.

Todas las situaciones enunciadas están significando las diferencias entre el viejo y el  nuevo orden. Entre el dominio de la Ley y el predominio del Amor. Los discípulos tironean hacia el cumplimiento de las tradiciones, Jesús empuja hacia la realización del novedoso reinado de Dios.

Las estructuras tradicionales siempre infunden seguridad y por eso habitualmente la resistencia para abandonarlas se torna agresiva y la reincidencia está siempre próxima como invitación seductora. Jesús afronta serenamente esto que, al final de su camino y sus enseñanzas, podía resultarle desilusionante. Pero trata de sacarlos de esas seguridades esclavizantes, para que resulte efectiva toda la preparación que han recibido en palabras y testimonio de vida para convertirlos en constructores del reinado del Padre.

El burro, (al margen del poder de los reyes), el hombre llevando el cántaro (cumpliendo

oficio de mujer), el signo de entrega de cuerpo y sangre (en la mesa de la traición) el triunfo de las exclamaciones de ramos(y la decepción del calvario) no son hechos casuales. Son  la indicación de la profundidad del cambio propiciado por Jesús-

Un cambio ignorado por la iglesia en tantas oportunidades históricas que se le brindaron para instaurarlo. Un cambio que todavía está pendiente para nosotros que seguimos tironeando para quedar instalados, en el poder, en las desigualdades irritantes, en la mezquindad de nuestro compromiso por la justicia y la felicidad para todos, en la falta de coraje para denunciar la opresión y jugarse por el emprendimiento de iniciativas en pos de un mundo mejor.

Homilias Dominicales – Domingo 3 de junio de 2012 – Festividad de la Trinidad (ciclo “B”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Mt. 28,16-20)

Reunidos los once en el monte que Jesús les había indicado, cuando vieron a Jesús se postraron, pero algunos dudaban. Jesús se acercó y les habló: me ha sido dada toda autoridad sobre el cielo yla tierra Vayan y hagan discípulos en todos los pueblos, y bauticen consagrándolos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir lo que yo les he mandado. Yo estaré con ustedes hasta el fin.

 

Síntesis de la homilía

La trinidad evangélicamente no es una verdad frente a la que hay que romperse la cabeza sin lograr entenderla. La trinidad es simplemente la perspectiva más clara de la realidad de Dios. El Amor, su esencia relacional. Meterse en las definiciones aclaratorias intentadas en la catequesis tradicional, distinguiendo entre naturaleza y persona, entre igualdad y diferencia, es internarse y perderse en un laberinto filosófico aristotélico tomista que ya no tiene vigencia entre nosotros. Lo revelado, lo enseñado, lo vivido por Jesús de Nazaret, quie es para nosotros lo más completo de que disponemos con relación a Dios y su relación con el hombre, es nada más que un afán  relacional entre nosotros. Desde allí, los vuelos intelectuales más sofisticados, han afirmado lo que es el allá,  lo trascendente, lo impenetrable: un misterio de relaciones. La teología “descendente” que parte del supuesto conocimiento de qué y cómo es Dios, se preocupó de copiar el modelo y dedujo que así como en Dios hay una relación profunda e inmanente, tiene que haberla entre nosotros. Pero hay otra teología, ascendente que, en todo lo que afirmamos de Dios ha encontrado que el comienzo del camino se sitúa en lo más íntimo que requiere nuestra naturaleza humana.  Allí se asienta la originalidad del cristianismo: desde el hombre a Dios. Desde la excelencia de las relaciones humanas vislumbrada en el amor vivido y practicado, al descubrimiento del Dios relación, del dios comunicación, del Dios amor. Un análisis imparcial y crudo de la historia de la Iglesia permite descubrir los intereses sustentados por esa teología descendente que afirma al todopoderoso para saciar la ambición de poder. Y  no es extraño por eso que los primeros concilios ecuménicos, definitivos para la expansión de la Iglesia con definiciones dogmáticas y disciplinarias, fueran  convocados no por las autoridades de la comunidad eclesial sino por los Emperadores romanos.

Todo este razonamiento no es  un juego especulativo. Es necesario conocerlo para hacer posible la vuelta a la riqueza de la propuesta de Jesús considerándose hijo amado de Dios y trasmitiendo a sus seguidores ese mismo espíritu de amor para animar la construcción de un mundo relacional conforme a la voluntad del Padre. Un mundo sin opresiones, sin odios, sin descalificaciones, sin discriminaciones, sin exclusión de los más débiles, sin desigualdades.

Mirar hacia las relaciones del Padre con su hijo Jesús y de éste con sus discípulos llenándolos de su espíritu de amor, es convertir en absoluta y definitiva la valoración de la dignidad de cada persona, la afirmación de sus derechos, la legitimidad de la búsqueda de la felicidad y por tanto de la solidaridad para lograrla. Y eso es lo que da sentido a la vida, la lucha y el progreso de la humanidad en una marcha constante y esperanzada.

Homilías Dominicales – Domingo 27 de Mayo 2012 – Festividad de Pentecostés (ciclo “B”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Jn. 20,19-23)

Al atardecer del primer día de la semana los discípulos estaban reunidos a puertas cerradas y Jesús se presenta en medio de ellos los saluda “shalom!”

Tengan paz!. Al mismo tiempo les mostraba sus manos y su costado. Ellos se llenaron de alegría. Les dijo de nuevo ¡Shalom! Y añadió: Como me envió el Padre yo los envío a ustedes. Sopló sobre ellos y dijo “reciban el espíritu santo” A quienes ustedes perdonen los pecados les quedarán perdonados y en cambio quedarán retenidos a aquellos a quienes ustedes no perdonen”

 

Síntesis de la homilía

Lucas en el relato del Libro de los hechos, elabora una escenografía mucho más significativa que  un soplo, para entregar el espíritu de Dios a los discípulos reunidos en Pentecostés que no eran sólo los Once sino, como lo especifica Lucas en el capítulo precedente, se trataba de ciento veinte reunidos con el mismo objetivo de oración alrededor de los apóstoles nombrados expresamente en el capítulo primero, y con la compañía de María y los hermanos.  El hecho central en los dos relatos es la entrega del Espíritu. El fruto de la cosecha de la siembra de Jesús asociado con la fiesta de los

cincuenta días en que se recogían los frutos de la siembra pascual de acuerdo al calendario agrícola de los judíos.

Los  dos relatos se refieren también a la universalidad del mensaje cristiano, el de Juan con la misión de perdonar a todos, el de Lucas con la enumeración de los venidos de todas partes que se constituyen en oyentes de Pedro.

Los signos utilizados por ambos escritores evocan también el mismo sentido universal:  el soplo de la creación del ser humano u las lenguas remediando la confusión de Babel.

Y aquí podemos centrar el mensaje de Pentecostés. En esta proclamada universalidad del mensaje cristiano que resulta tan costoso aceptar y practicar.

No tendrían ambos relatos un sentido tan grande de universalidad si se tratara simplemente de un rito de perdón de los pecados reservado a Dios y supuestamente trasmitido a los ministros de la Iglesia católica como sus únicos representantes legítimos.

La denominación de pecado, bíblicamente no se corresponde exactamente con la que nosotros manejamos. Sólo para quienes creen en un  Dios temible y justiciero (no en el Padre que nos mostró Jesús) sería importante este perdón que dejara intactas todas las estructuras del espíritu del mal que acarrean injusticias, opresión, sufrimientos y humillación a gran parte de la humanidad. El espíritu que se trasmite a través del soplo o las lenguas de fuego es espíritu de amor que es el espíritu del Padre. La interpretación tradicional de estos textos como referidos a la confesión auricular tiene como objetivo asegurar el dominio de la sociedad religiosa sobre las personas. Por eso es interpretada como un poder. Cuando en realidad es una consigna de trabajo intenso para buscar la liberación de todo lo que hiere la dignidad de cada ser humano y le cierra el camino de la felicidad en la pequeña dosis a nuestro alcance.

El espíritu que nos debe animar, aún en las circunstancias más difíciles, a no dejar de interesarnos en intervenir a favor de la solución de todas las esclavitudes humanas.