Homilías Dominicales – Domingo 27 de Octubre de 2013 – 30 durante el año litúrgico (ciclo “C”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Lc.18,9-14)

Refiriéndose Jesús a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo esta parábola.

Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo y el otro, recaudador de impuestos. El fariseo, de pie, oraba así “Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, y adúlteros, ni tampoco como ese recaudador. Ayuno dos veces a la semana, pago la décima parte de todas mis entradas.

En cambio el publicano, allá lejos, no se animaba siquiera a levantar los ojos del suelo y se golpeaba el pecho diciendo: Dios mío apiádate de mí porque soy un pecador.

Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no así el primero. Porque todo el que se ensalza acabará humillado y quien se humilla será levantado en alto.

Síntesis de la homilía

El templo era para los judíos, casi con exclusividad, el lugar del encuentro con Dios. Su seguridad, su majestad, su silencio, la estrictez de sus ritos y disposiciones hacían del espacio un lugar sagrado. Todavía algunos cristianos mantienen ese criterio. Por eso para excusarse de sus inasistencias al culto, comentan: me gusta ir a la iglesia cuando está sola. Allí me pongo en contacto con Dios. Posiblemente el silencio y, a lo mejor un delicado sonido de órgano hagan un clima propicio para la oración contribuyan a esa sensación de estar  frente a Dios. Pero, en realidad los templos no son construidos para practicar la oración solitaria sino para reunir multitudes en expresiones de búsqueda de la presencia y la bondad de Dios. De ese Dios que está presente en cada una de sus obras y que nos invita a entrar en comunicación con El respetando esas obras, admirándolas y gozándolas Y sobre todo, con el modo más auténtico de encontrarlo, que nos descubrió Jesús de Nazaret, y son, entre los seres humanos, los más pequeños y empobrecidos.

El fariseo pagaba sus impuestos religiosos ( el diezmo de sus entradas) para tener la seguridad de estar en comunicación con Dios. Por eso está de pie en el templo, como dueño de casa. Y su expresión de contacto con Dios es agradecer su diferencia con el resto de los hombres a los que condena simplemente con un juicio lapidario: ladrones, injustos y adúlteros, o como ese recaudador, viviendo a costas de los impuestos que pagan los demás. Este hombre busca en el templo hacer un monumento a su soberbia despreciando a los demás. También seguramente habrá detrás de esa suficiencia, pecados ocultos para sí mismo, que no entran en la enumeración.

Y allá está  el recaudador de impuestos, o mejor dicho el peón o empleado que ponía la cara por el contratado por Roma para exigir los impuestos, mereciendo el desprecio de quienes padecían la opresión imperial. La gente lo calificaba de “pecador” por traidor al pueblo y por vivir del dinero de otros. Y él aplastado por este menosprecio está en el templo sin atreverse siquiera a levantar los ojos. No hace por eso otra cosa que pedir al Dios justo que no lo castigue por esa situación.

Nos sucede con alguna frecuencia. Hay quienes descalifican públicamente y a veces desde los púlpitos a quienes viven situaciones calificadas tradicionalmente como “irregulares”. Divorciados, comerciantes del sexo, asaltantes o ladrones para comer,

faltos de higiene y educación…etc Muchas veces esas condenas son hipócrita justificación de transgresiones cometidas por ellos mismos, o incomprensión de situaciones extremas  que empujan a romper reglas, o simplemente un recurso para mantener un juicio elevado de sí mismos. La sentencia final de Jesús, es definitiva

Estos los últimos y no aquellos los primeros son los justificados ante Dios.

Homilías Dominicales Domingo 20 de Octubre de 2013 – 29 durante el año litúrgico (ciclo”C”) – Por Guillermo “Quito” Mariani

Domingo 20 de octubre de 2013 – 29 durante el año litúrgico (ciclo”C”) – Día de la madre

Tema (Lc. 18,1-8)

Jesús enseñó a sus discípulos, con una parábola, que para no desanimarse es necesario ser perseverante en la oración.

En una ciudad habían un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres, y en la misma ciudad había una viuda que iba a verlo diciéndole: Te ruego que hagas justicia con mi adversario. Durante mucho tiempo el juez se negó pero al fin dijo: No temo a Dios ni me importan los hombres pero como esta viuda me viene molestando  tanto, le haré justicia para que no siga viviendo a fastidiarme. Y concluyó Jesús:  Uds. han oìdo lo que hizo este juez injusto. ¿Y Dios no hará justicia con sus hijos queridos que claman a El de día y de noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia.

Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?

Síntesis de la homilía

Aunque la oración puede ser simplemente contemplación, detenimiento en analizar las maravillas de Dios en su relación con nosotros, esta comunicación es completa cuando resulta fortaleza para nuestra acción en la militancia por el reinado de Dios en la sociedad humana, no como autoridad soberana o dominante, sino como mantenedor de las relaciones fraternales entre los hijos. La importancia de la oración suele determinarse por la consecución de las cosas que pedimos en ella clamando desde nuestras necesidades. Interpretamos entonces que Dios interviene en nuestro favor para concedernos lo que hemos pedido. Aunque esa actitud de humildad y agradecimiento son loables porque aunque no supongan una intervención privilegista de Dios, las coincidencias que se dan para que se cumpla lo que pedimos o necesitamos son consecuencia de la combinación de causas naturales provenientes en último término de ese  Dios creador, que todo lo hizo bien. Sin embargo la verdadera naturaleza de la oración cristiana es la profundización de la fe, de la confianza en que, poniendo todo nuestro esfuerzo para buscar y realizar el reino de Dios, el resto vendrá como añadidura.

Es una renovada preparación para la acción capaz de fortalecerla a pesar de la tardanza de resultados.

La parábola de Jesús tiene un final feliz. La viuda, pidiendo mucho e insistentemente, obtiene justicia. No sucede lo mismo habitualmente en nuestra sociedad en que los más desprotegidos por la sociedad resultan también los menos atendidos por los jueces.

La figura aleccionadora es la de la viuda que a pesar de constantes defraudaciones por parte de ese juez sin temor de Dios ni valoración de lo humano, no pierde la esperanza de que algo suceda que lo mueva a ejercer su función de defensa de los humildes.

Ciertamente hay muchos y graves argumentos para argumentar en contra de la paternidad de Dios cuando la injusticia y el sufrimiento afectan a tantos inocentes y terminan con tantas vidas  e ideales que resultarían beneficiosos para la sociedad. La convicción de que es Dios quien debería intervenir para prevenir o remediar los abusos que se cometen en todos los niveles por parte de muchos que son como aquel juez, resulta a la vez que desesperante, alienante. Por que nos exime en muchas oportunidades de evaluar cada una de nuestras acciones, decisiones o proyectos como favorables o contrarios a la construcción del reinado de Dios en nuestra sociedad.

Apéndice para el Día de la madre

La evocación de la figura materna en este contexto evangélico que presenta a una mujer valiente y perseverante, resulta oportuna y conmocionante para nosotros. La relación tan profunda de la maternidad con la femineidad convierte en la situación más protegida y amparada en nuestra historia social, la de los hijos. Ser hijo es en realidad un privilegio porque la confianza en la protección y comprensión maternal no necesitan alimentarse en otra cosa que la realidad.

Decíamos que la bondad de Dios tiene en la práctica que es la vida rutinaria de los seres humanos, tantos argumentos en contra que como afirmaba Saramago, el más acusado en un juicio final que decidiera sobre los daños ocasionados a la humanidad, sería ese Dios señalado como autor todopoderoso que nunca detuvo las mayores tragedias de la humanidad.

Frente a la habitual actitud de las madres para con sus hijos, la preocupación y generosidad muchas veces teñida de valentía para defenderlos y protegerlos  es un hecho constatable casi diariamente.

Voy a pedirles realizar un signo de homenaje y cariño a las madres que, por otra parte, siempre se contentan con tan poco cuando viene de sus hijos. A quines están acompañados por su mamá les voy a pedir cuando yo lo indique (para hacerlo todos juntos) que abracen y beses con mucho cariño a la mamá y a los que no las tenemos presentes o en vida les voy a pedir apretando una mano con la otra como tantas veces desde bebés nos la apretó nuestra mamá, les demos a esas manos suyas y nuestras el beso de agradecimiento y cariño.

Homilías Dominicales – Domingo 6 de Octubre de 2013 – 27 del año litúrgico (ciclo”C”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Lc. 17,5-10)

En un momento los discípulos dijeron a Jesús “Señor, auméntanos la fe”. El les contestó: si uds. tuvieran fe como un granito de mostaza dirían a la morera que esta allí: arráncate y tírate al fondo del mar,  y ella obedecería.

Supongamos que alguien tiene un servidor para arar o cuidar el ganado: Cuando éste regresa del campo. ¿acaso le dirá: ven pronto a sentarte a la mesa? ¿o le dirá más bien: prepárame la cena y recógete la túnica hasta que yo haya comido y bebido y tú comerás y beberás después? ¿Deberá mostrarse  agradecido con el servidor porque hizo lo que le mandó? Así también ustedes cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber.

 

Síntesis de la homilía

Resulta laudable la humildad de los discípulos reconociendo la pequeñez de su fe. pero la fe no se aumenta desde el exterior de nosotros mismos.

Jesús va más allá, les descubre que en realidad no tienen fe. Si la tuvieran, con la proporción de un grano de mostaza (la cabeza de un alfiler) podrían arrancar la morera y arrojarla al fondo del mar.  ¿está hablando Jesús de eso a que nos había acostumbrado una propuesta con mucho aparato científico y difusión que se intitulaba “Control mental”? Pensando hasta el convencimiento sugestivo que una cosa va a suceder, ¿somos capaces de provocar el milagro de que se suspendan las leyes naturales y se produzca lo que nosotros deseamos?  Nada de esto.

El lenguaje de Jesús es evidentemente simbólico. En la conducta de los discípulos él está descubriendo la influencia de la mentalidad judía privilegista (como pueblo que se cree elegido por Dios) y los deseos de que restaure  todo el poder del reino de israel. Por eso jesús les indica que si tuviera confianza en él un poquitito más ya estarían trabajando en su interior el desprendimiento completo de la estructura social y religiosa judía para dar lugar a las ideas y programa del reino de los cielos anunciado por él. La morera y la higuera son símbolos bíblicos de la fecundidad de Israel como pueblo amado de Yahvé.

Arrojar la morera al mar significa la disolución de todos los elementos que en la conducta de los dirigentes judíos, se oponen al ideario de Jesús.

La parábola que sigue y refleja una realidad muy deficiente en el trato de patrones y peones para lo que es nuestra mentalidad actual, se aplica a la soberbia de los escribas y fariseos que, siendo nada más que servidores de la Ley y del culto del templo, se consideran más importantes que el mismo Dios en la conducta absolutamente autoritaria que observan para con el pueblo.

Arboles que dan frutos como la higuera y la morera pueden ser símbolos también de la Iglesia. Y la falta de fe de los discípulos puede ser referida a la falta de acción comprometida desde esta Iglesia, para desarmar las estructuras de poder opresor que tienen vigencia en tantos espacios sociales de nuestro tiempo. Poder ya no tanto atribuible a los poderes establecidos para el ordenamiento social sino al poder del dinero convertido a nivel internacional en el verdadero dueño del mundo.

 

Homilías Dominicales. Domingo 25 de agosto de 2013 – 21 durante el año litúrgico (ciclo”C”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Lc. 13,22-30)

Mientras se dirigía a Jerusalén Jesús enseñaba en ciudades  pueblos. Una persona se acercó a preguntarle: Señor ¿serán pocos los que se salvarán?

El contestó: Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán. En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, uds. desde fuera gritarán y golpearán diciendo : Señor ábrenos!. Y El les contestará: No sé de dónde son ustedes. Y comenzarán entonces a decir: hemos comido y bebido contigo y tú enseñaste en nuestras plazas. Pero él contestará: No sé de dónde son. Aléjense de mí todos lo que siguen los caminos del mal.

Habrá llanto y rechinar de dientes cuando uds. vean a Abraham , a  Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios y ustedes sean arrojados fuera. Y vendrán muchos de oriente y occidente, a ocupar su lugar en el banquete del reino de Dios. Algunos que son los últimos serán allí los primeros y otros que hoy son primeros serán entonces los últimos.

 

Síntesis de la homilía

El lenguaje simbólico muy natural en diversas etapas de la evolución humana es profusamente usado en la Biblia a través de los mil años de su elaboración como relato de la historia humana, enfocada desde el descubrimiento de esa presencia misteriosa pero real de un primer principio, un comienzo, una realidad originaria, sustraída como tal al conocimiento humano, aunque expresada con abundancia de signos accesibles sí, con diversos grados, a la inteligencia y sensibilidad humanas. Los símbolos con toda su riqueza constructiva, hay que tenerlo en cuenta, descubren realidades generalmente inaccesibles de otro modo, pero, al mismo tiempo, conservan el velo de su manifestación completa.

La salvación, entendida como realización no individual ni puntual, sino de toda la humanidad y de toda realidad oprimente, es simbolizada bíblicamente por un gran banquete al que son convocados para participar todos los buscadores y practicantes el bien en la medida de sus posibilidades. De ese símbolo se vale Jesús para responder a la pregunta aparentemente simple pero que responde a una incertidumbre que inquieta permanentemente  a una gran cantidad de seres humanos.

La descripción detallada de ese banquete simbólico que es la concreción de la voluntad de Dios con respecto a la historia de la humanidad, ofrece varios detalles que nos permiten analizar lo que ha de ser nuestro comportamiento en la búsqueda de la salvación, a propósito de lo que Jesús indica a los que, envueltos con una visión privilegista, se consideraban seguros partícipes de ese banquete final, como integrantes del pueblo elegido.

No hay condición exterior que sea suficiente para encaminarse a la salvación. Ni siquiera la proximidad al mismo salvador.(comimos contigo, predicaste en nuestras plazas) Seguir los caminos del bien es la condición indispensable. Abrirse a la participación de todos en igualdad de condiciones ( vendrán de oriente y occidente) es la caracteristica identificante. Contarse entre los últimos por el sufrimiento, las descalificaciones, las injusticias marginantes, es como una entrada de privilegio.

La salvación no es una irrupción repentina, es un camino que se va haciendo con otros y se va realizando acorde con el número de incluidos en ella. Porque es como un banquete que no se realiza si los  convocados no responden.

Homilias Dominicales. Domingo 18 de agosto de 2013 – 20 durante el año litúrgico (ciclo”C”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Lc.12,48-53)

Decía Jesús a sus discípulos: he venido a traer fuego a la tierra y ¡cómo desearía que ya estuviera ardiendo!  Tengo que recibir un bautismo ¿y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente! ¿Piensan ustedes que he venido a

traer paz sobre la tierra? No! Les digo que he venido a traer división: de ahora en adelante cinco miembros de una familia estarán divididos: tres contra dos y dos contra tres. Estarán el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la adre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.

 

Síntesis de la homilía

Las afirmaciones puestas en labios de Jesús por Lucas no pueden dejarnos  indiferentes.

En realidad, asustan. Porque son expresiones netamente revolucionarias, de cambio. En el lenguaje bíblico el fuego es habitualmente símbolo de indignación, de purificación, de castigo, de condena. También es, sin embargo, signo del espíritu, del entusiasmo, de la vida. En el pasaje de Lucas, incluído en los avisos a los discípulos en su marcha hacia Jerusalén, la segunda parece la interpretación correcta. El bautismo que Jesús espera con angustia, es el de sangre, el de su inmolación para mostrar los caminos de la voluntad divina. Su espíritu no puede estar sosegado ante los indicios de rechazo y persecución que viene experimentando. Ha tratado de convencer a sus discípulos que el camino hacia Jerusalén no es el triunfal que ellos esperan sino el del sufrimiento y la ofrenda de la vida. Ellos sin embargo, `prefieren escudarse en la visión de Pedro que manifiesta expresamente que Jesús se equivoca en esas previsiones negativas y está seguro de que eso no puede suceder. Así puede entenderse esta explosión entusiasta de Jesús deseando ver que su fuego, el de su vocación y su misión, no acaba de arder con fuerza definitiva.

El párrafo siguiente constituye un intento de explicación para convencer a los discípulos   que mantienen la esperanza de un final  favorable, de que el orden social establecido no puede admitir su proclama del reinado de Dios y los actos con que él lo ha ido sembrando. En lenguaje sencillo, todo lo que afirma de la división causada, hasta en el seno de las familias, por su mensaje, exigencia y testimonio de cambio, les está avisando: Se va a armar un gran lío! Tienen que prepararse con valentía para afrontarlo.

Todo lo que ustedes han vivido conmigo y mucha gente, es lo que tendría que llegar a ser. Pero todo lo que vamos a vivir es una confrontación, desde toda la fuerza de los poderes humanos (el Imperio y el Templo) con el designio del Padre del que él ha aceptado ser pregonero y realizador, con todas sus fuerzas.

Las referencias a las divisiones concretas, que muchas veces se dan en las familias no por adhesión o rechazo de las grandes causas favorables a la sociedad humana, sino por cuestiones absolutamente materiales generalmente ligadas al dinero(valor establecido por el capitalismo, como supremo), no son expresión de deseo de Jesús, sino previsión de la resistencia al cambio que por ser tan profundo no puede dejar a nadie indiferente, tranquilo o en paz.

Si buscamos un análisis objetivo de nuestra realidad, podemos descubrir, además de diversos motivos de divisiones que provocan rupturas de vínculos familiares y sociales, afirmaciones de valores evangélicos que condenan criterios y conductas discriminantes e injustas que también provocan esos resultados.

Homilías Dominicales. Domingo 11 de agosto de 2013 – 19 del año litúrgico (ciclo “C”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema: (Lc.12, 35-40)

Estén siempre preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor que fue a una  boda, para abrirle apenas llame   Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentara la mesa y se pondrá a servirlos. Felices ellos si el señor llega a medianoche o antes del alba y encuentra las cosas así! Entiéndanlo bien, si el dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa. Uds. también estén preparados porque el hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada.

Síntesis de la homilía

El sentido de esta parábola aparece muy ligado al clima escatológico que vivieron las primeras comunidades cristianas desde el convencimiento de que el señor Jesús iba a volver revestido de poder y gloria,  victorioso sobre sus enemigos y  convocante de los que lo habían acompañado y trabajado por su reino.

La esperanza de un retorno inmediato se fue alargando con una postergación que resultaba misteriosa y por eso seguía alimentándose. La vigilancia constituía entonces la actitud y conducta más importante en este espacio de tiempo. Todas las cosas perdían importancia ante la  posibilidad de la vuelta del Señor.

Lucas, como Pablo su maestro, considera fundamental mover a su comunidad hacia esa actitud de desprendimiento que es capaz de dejar muchas preocupaciones para resaltar la única importante que es la de cuándo va a llegar el Señor.

Hoy, esa segunda venida a la que seguimos aludiendo de manera simbólica, no coincide ni con lo imaginado ni con lo descrito por Pablo, con sonar de trompetas con el Hijo del hombre transportado por carruajes de nubes y convocando a elegidos de todas partes.

La “segunda venida”, se está dando desde la partida de Jesús. Desde que sus seguidores se han comprometido con los valores del reinado de su Padre sobre la tierra y han continuado la marcha  liberadora iniciada por Jesús. La intervención divina en la marcha de la creación y la humanidad se ha dado (para nosotros) en Jesús de Nazaret y su presencia histórica junto a nosotros. La entrega de su vida ha sido la culminación de su lucha y por eso, como lo es para el autor del 4to. evangelio,  discípulo de Juan, su exaltación definitiva ha sido la cruz, desde la que “lo atrajo todo hacia él”. Su presencia continúa en sus seguidores realmente comprometidos con la realización del reinado de Dios instaurado por su historia revolucionaria.

La venida en la hora menos pensada, no es una irrupción en el tiempo de la historia humana,  producida de un modo maravilloso digno del rey del universo. La hora menos pensada es la presencia inesperada, sorpresiva, conmocionante (muchas veces provocada) del pobre y el necesitado que lo hacen presente, de acuerdo al criterio del evangelio de Mateo (“tuve hambre…estuve preso…enfermo..”)

Hay que cambiar entonces de raíz, la interpretación de la segunda venida. En lugar de un temor ansioso de si estaremos o no para vivirla en un supuesto momento final, vivir la vigilancia de cada día para que no se nos pasen los momentos concretos del encuentro con Jesús en los hermanos y las circunstancias que nos rodean.

Homilías Dominicales. Domingo 4 de agosto de 2013 – 18 durante el año litúrgico (ciclo “C”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Lc. 12,13-21)

Uno de entre la gente se acercó a Jesús para decirle: maestro díle a mi hermano que comparta conmigo la herencia. Jesús le contestó: Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?   Después dijo a todos: Cuídense de toda avaricia porque aun en medio de la abundancia la vida del hombre no está asegurada por sus riquezas. Les dijo entonces una parábola: había un hombre rico cuyas tierras habían producido mucho y se preguntaba a sí mismo ¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha. Después pensó: voy a hacer esto: demoleré mis graneros y construiré unos más grandes y allí amontonaré todo mi trigo y mis bienes y diré a mi alma. “Alma mía tienes bienes almacenados para muchos años, descansa, come , bebe y date buena vida.

Pero Dios le dijo: Insensato, esta noche vas a morir  ¿y para quién será todo lo que has amontonado?

Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí y no es rico a los ojos de Dios.

 

Síntesis de la homilía

Jesús no esquiva la consulta, sólo marca los límites de su respuesta que no alcanza lo legal sino simplemente lo comunicacional como valor del reino. Por eso la clara advertencia de que el sentido auténtico de la vida y la felicidad no se obtienen por la avaricia y el acaparamiento. La parábola es muy  clara. En una cultura agrícola, tan ligada a la tierra que es en realidad la que hace fecundo el trabajo del hombre, muchas veces con rendimientos extraordinarios, pareciera que no puede tener cabida el acaparamiento. Sin embargo la realidad es muy distinta. La solución que encuentra ese hombre que ya era rico frente a una abundancia extraordinaria de la cosecha, parece muy acertada. Agrandar los depósitos para guardar y así vivir tranquilo. No ha mirado a su alrededor. No ha visto la pobreza de tantos pequeños campesinos apretados por los impuestos al imperio o desalojados de sus pequeñas propiedades para cederlas a los brandes propietarios, generalmente residentes en el extranjero. No tenía bancos de Suiza para guardar sus bienes seguros de todo riesgo. Debía construir depósitos gigantescos.

Las parábolas de jesús siempre son instantáneas de la realidad vivida por la gente. Eso sucedía y sucede.

Y no podría evitar que esos productores de desigualdades e injusticia se indignaran en su contra y combinaran el modo de hacerlo desaparecer de sus caminos y proyectos.

Jesús completa el sentido de la enseñanza de su parábola haciendo intervenir a Dios que avisa a aquel hombre envuelto en posesiones y seguridades, que su vida se acabará esa misma noche. Con ese final, trasmitido en la realidad no por una misteriosa voz sino por la naturaleza con sus limitaciones que provoca las enfermedades curables a veces pero otras, terminales, todo lo elaborado, trabajado y calculado queda sin sentido. Allí estuvieron olvidados el sufrimiento ajeno, el hambre de muchos privados del pan con el trigo acaparado en los graneros, la opresión del Imperio que favoreciendo a sus funcionarios y cómplices cargaba con obligaciones insoportables a los que no podían defenderse desde su pobreza. Allí estuvieron olvidados también, al parecer, los afectos familiares y los vínculos de amistad. En realidad es como si hubiera desaparecido toda sensibilidad social.  Es él, él solito, quien espera comer, beber y darse la buena vida.

Es una situación por la que pasamos muchas veces. Y cuando seguimos viviendo, en muchas oportunidades la escala de valores cambia y con muchos los que comienzan a darle a la vida un sentido definitivo de gozo compartido como ejercicio de la libertad en el amor.

Homilias Dominicales. Domingo 28 de julio de 2013 – 17 durante el año litúrgico (ciclo “C”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Lc. 11,1-13)

Jesús estaba orando y, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar así como Juan enseñó a sus discípulos. El les dijo: Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre. Que venga tu reino. Danos cada día nuestro pan. Perdona nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a los que nos ofrenden y no nos dejes caer en la tentación.

Y agregó: Supongamos que alguno de ustedes va a buscar a medianoche a un amigo para decirle:  “Amigo préstame tres panes porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle” y, desde adentro él le responde: “No me molestes ahora. Ya la puerta está cerrada y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos” Yo les aseguro que aunque no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario. Por eso les aseguro pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. ¿Hay entre ustedes alguien que pueda dar a su hijo una piedra cuando le pide un pan? ¿o si le pide un pescado le dará una serpiente? ¿o si le pide un huevo le dará un escorpión? Si uds. que son nmalos saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más el Padre del Cielo enviará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan?

 

Síntesis de la homilía

La actitud orante de Jesús llama la atención a los discípulos. Habían visto orar a los funcionarios del templo, a los discípulos de Juan el bautista entre los cuales algunos de ellos se contaron, pero les parecía que la oración de Jesús era distinta.  Habrían notado una concentración especial?  O será que, acostumbrados a ver posturas rituales  de oración,

a Jesús lo veían como un hombre común, pensando y reflexionando en soledad?

De todos modos, pensando seguramente en la eficacia de esa oración como petición, deciden pedir que les enseñe a orar “a su modo”.

La respuesta no es una fórmula para repetir, son las características de la oración cristiana. Dos deseos expresados en primer lugar, referidos al querer de Dios y a la novedad de su reino. Las dos expresiones tienen que marcar el sentido de la conversación, el diálogo interior con el Padre . La tercera frase es la única petición en sentido de satisfacer una necesidad: danos nuestro pan cotidiano. No es sólo pedir disponer del alimento necesario para vivir cada uno, sino el sentirse comprometido a que no haya hambre causado por la maldad del egoísmo acaparador y por el deterioro de los elementos naturales puestos a disposición de todos. Precisamente por eso se evoca el perdón. El perdón del Padre que rechaza los egoísmos marginantes y nuestro propio perdón para construir una realidad solidaria y fraternal. Y una síntesis final de ese pensamiento del egoísmo que produce la falta de bienes esenciales expresada en el propósito de no dejarse llevar como hijos por la tentación que lastima la fraternidad del reino.

Acto seguido la comparación con el amigo importuno que busca ayuda, para confirmar que la repetición de esos deseos autenticados con la reflexión ante el Padre, del que procede todo bien, como una práctica de la que no hay que desistir, como alimento de nuestro propio compromiso y como esperanza activa de la realización del reino que nos abre las puertas de la felicidad profunda y definitiva.

Homilías Dominicales – Domingo 21 de Julio de 2013 – 16to. del año litúrgico (ciclo “C”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Lc. 10,38-42)

Entró Jesús a un  pueblo y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María que sentada a los pies del señor, lo escuchaba. Marta, que estaba muy ocupada en los quehaceres domésticos, se acercó y dijo a Jesús “¿no te importa que mi hermana me deje con todo el trabajo? Dile que me ayude.” Pero Jesús le respondió: Te está preocupando por muchas cosas y, en realidad con una sola basta. María ha elegido la parte mejor y no seré yo quien se la quite.

 

Síntesis de la homilía

Como Jesús recomendaba a los discípulos al enviarlos a anunciar la buena nueva del reino que se hospedaran donde les ofrecían alojamiento y no anduvieran cambiando de casa, él mismo lo hace. La dueña de casa es seguramente una de sus discípulas con su hermana María. Ambas se distribuyen la función a cumplir para con el huésped. Una atendiéndolo en la conversación y la otra preparando la recepción en la mesa. Como suele suceder, la impaciencia de Marta viendo la tranquilidad de María comete la torpeza de recriminárselo, considerando su tarea más importante que la suya y pide a Jesús que la impulse a brindarle alguna ayuda. La respuesta de Jesús es valorativa. El afecto y el aprecio se muestra más auténticamente con  sentimientos y palabras que con objetos o regalos. Cosa que nosotros tenemos ya establecida, en nuestro clima consumista, con una opción distinta.  El regalo constituye la muestra del afecto y aprecio por una persona a la que no somos capaces de decirle con frecuencia y sinceridad “te quiero y agradezco lo que eres para mí.”

Pareciera que estos gestos tan humanos de Jesús no son importantes en sí. Y por eso tradicionalmente se ha interpretado este pasaje como una valoración inferior de los trabajos materiales frente a las tareas intelectuales o concretamente, para hacerlo religioso, a la oración. En realidad este criterio es el que ha alimentado a los monasterios y congregaciones contemplativas de varias comunidades religiosas a retirarse absolutamente del mundo para dedicarse a la oración, considerando esto lo más agradable a Dios.

Cuando se establece de antemano esta dualidad, como sucede habitualmente entre los católicos tradicionales, se encuentran diversos pasajes evangélicos para justificarla. Pero

en el fondo, la historia de Jesús que nos trasmiten los evangelios no es de un hombre orante  sino de un hombre actuante. Ora sí, cuando necesita tomar decisiones importantes.  Se coloca delante del Padre para ser absolutamente sincero en el análisis de las diversas situaciones que se le presentan. Pero no deja de vivir intensamente dando testimonio de servicio y liberación.

Pero el relato de Lucas ha de ser aprovechado con toda la riqueza humana que encierra.

Primero, la valoración de la hospitalidad tan profundamente arraigada en la tradición judía. Segundo la aceptación de necesitar hospedaje. Tercero la necesidad de ambos roles: no dejar solo al visitante y encargarse de preparar la mesa a compartir. Y entre las dos actividades, la segunda puede ser transitoria pero la primera la de brindar compañía y expresiones de valoración y afecto no debe cesar nunca.

Homilías Dominicales. Domingo 14 de Julio de 2013 – 15 del año litúrgico. Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema(Lc.10,25-37)

Un doctor de la ley preguntó a Jesús: Maestro ¿qué tengo que hacer para alcanzar la vida eterna? Jesús le preguntó ¿qué esta escrito en la Ley? ¿qué lees en ella? El respondió “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con todo tu espíritu y a tu prójimo como a ti mismo” has respondido exactamente,

le dijo Jesús.-Obra así y alcanzarás la vida.

Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención le hizo otra pregunta ¿y quién es mi prójimo^? Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en  manos de una banda de asaltantes que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita, lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él lo vio y se conmovió. Se acercó, vendó sus heridas cubriéndolas con aceite y vino. Después lo puso sobre su monta lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente sacó dos monedas de plata y se las dio al dueño del albergue diciéndole:”Cuídalo y lo que gastes de más yo te lo pagaré al volver”

¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por ladrones?

“El que tuvo compasión de él” respondió el escriba. “ve tu y procede de la misma manera” concluyó Jesús.

 

Síntesis de la homilía La pregunta del escriba pone en cuestión el sentido definitivo de la vida humana. Y él mismo encuentra la respuesta en la Ley de Moisés, en que se habla de un amor vivido con toda la riqueza  interior. Creo que es importante notarlo porque la acción del amor no siempre tiene las mismas exigencias y características. A veces debe ser expresión de energía, resistencia, reprensión, oposición, aunque lo que entendemos por amor sea a veces sólo la de de ternura. El amor siempre supone ponerse en lugar del otro y así se extiende también desde el amor a Dios al del prójimo.

La parábola, como todas las de Jesús, recoge trozos de la realidad de su tiempo. La inseguridad de los caminantes estaba siempre en vigencia por las distintas bandas de salteadores que aprovechaban la soledad de los caminos y la opresión y pobreza que vivía gran parte de la población durante la ocupación romana.

Y el relato tiene más que el hecho delictivo, el sentido de expandir la noción de prójimo por encima de la concepción religiosa que consideraba como tal, en la mentalidad judía al que pertenecía de hecho y derecho al pueblo escogido.

Que el hombre que bajaba a Jericó fuera judío, porque venía de Jerusalén hace más inadmisible la indiferencia del sacerdote y el levita que bajaban de ejercer sus funciones cultuales honrando a Yahvé. El samaritano llevaba seguramente otras preocupaciones, pero éstas no llegaron a obnubilar su sentido humano de compasión y solidaridad. Ni el sacerdote ni el levita descienden de su lugar de privilegio, el servicio del templo, para ayudar a la víctima. Sí lo hace el samaritano, de su cabalgadura. La noción de prójimo, además de ampliarse aquí hacia lo universal (todo hombre es mi prójimo) se especifica en el que necesita, aunque no esté comprendido entre los familiares, los amigos o los que piensan lo mismo y coinciden en sus intereses.

Esta ruptura con la noción descomprometida de “prójimo”, se torna característica del cristianismo y por eso no queda limitada a las intervenciones personales a favor de los necesitados de cualquier índole, sino que se extiende al universo social para interesarse y buscar las causas de toda pobreza y esmerarse por suprimirlas o colaborar con quienes emprenden esa costosa tarea.

La rivalidad tan fuerte, de origen netamente religioso y por eso tan intensa, que separaba a samaritanos de judíos, y se explica por circunstancias históricas concretas, da  más sentido revolucionario de cambio para el reino, en la parábola de Jesús.