El rescate de los mineros atrapados por un derrumbe en la Mina de Copiapó llenó los noticieros de radios y T.V., superó los ratings de todos los programas. Hasta el “13” se vio obligado a levantar el de Tinelli, que perseveró en la liviandad de los enfrentamientos y amoríos, por encima de la tragedia que se convertía en alegría con sentido plenamente humano, cuando el rating fue bajando significativamente.
Se llenaron los espacios del aire y las pantallas con las expectativas, las incertidumbres, los llantos, las explosiones de alegría, los abrazos interminables, los agradecimientos y felicitaciones. Pero también se llenaron los corazones de millones de escuchas y televidentes que siguieron cada paso del considerado “milagro” de Copiapó con emociones profundas y un sentido de solidaridad y admiración por todo el acontecimiento, que parecía de otro tiempo y otro lugar, el de los sueños.
El último rescatado de los 33 mineros, capitán lo apodan, Luis Urzúa, apenas salido de la cápsula se plantó ante el presidente Piñera para decirle: “Espero que esto no vuelva a ocurrir nunca más”. Lo dijo todo. Con la misma serenidad con que había mantenido el orden y la esperanza del grupo sepultado. Miraba hacia el pasado desde ese presente y, sin olvidar la tragedia, volaba hacia el futuro, afirmando su coraje y su optimismo “Estoy orgulloso de mi país”.
Buscarle la quinta pata al gato no correspondía en ese clima de emoción saludable y optimista. Señalar que la presencia y las palabras de Piñera eran simplemente políticas, que había fijado la agenda del rescate para que no se frustrara su viaje a Europa. Hacer notar que la Empresa San Esteban Primera, no estuvo representada por ninguno de sus integrantes. Jugar con la situación de Johnny Barrios y el enfrentamiento entre su exesposa y la actual. Todo eso fue entretenimiento liviano tendiente a opacar un momento de felicidad y optimismo como pocas veces se da.
Y , por otra parte, que deja ocultas, en medio de los intereses empresarios y el manejo del periodismo, las otras cien patas del gato que constituyen la historia completa de este suceso. Los reclamos presentados y conocidos oficialmente por el ministerio de Minería sobre la inseguridad de la Mina San José en que se había dejado de cumplir el compromiso de avanzar en profundidad construyendo taludes de roca entre las diversas secciones y acuñando con mallas y pernos, para evitar el aplanchonamiento del cerro sobre los túneles. La inversión en seguridad que en lugar de aumentar disminuyó, dada la baja del rendimiento de la extracción de cobre y oro, pero siguió siendo más que suficiente para la rentabilidad de la empresa y el cuidado de la seguridad. La desatención de las advertencias de trabajadores y técnicos que permitieron habilitar la mina en el 2008 a pesar de una clausura previa. Todo lo cual constituye un programa para realizar y exigir responsabilidades en el futuro.
Pero no podemos menospreciar todo lo que el suceso importa de alentador para entender la importancia de la tecnología comprometida con salvar la vida, todo el sentido de solidaridad que se recupera compartiendo el dolor ajeno, los afectos y el sentido de la vida renovados, el aprecio por el trabajo en clima de seguridad, la fuerza comunitaria de la amistad para contener las reacciones de desesperación pesimismo o derrotismo, el llamado de atención para recuperar los valores de la justicia social y la dignidad de cada ser humano. Y eso es motivo de fiesta. Y vale la pena vivirlo intensamente, sin buscarle cinco patas al gato.