Aborto y teología: no hay ningún mandamiento que diga “no abortarás”. Por María de los Ángeles Roberto*

Agradezco esta oportunidad para expresar consideraciones sobre la despenalización del aborto como biblista feminista. Soy Magister en Sagradas Escrituras, me dedico a estudiar la Biblia en sus idiomas originales, el hebreo bíblico y el griego koiné. En esta carpeta dejo a disposición de las señoras y señores diputados la lista de textos a los que haré referencia en mi exposición por si quieren consultarlos con más tiempo.

En la Biblia no se trata el problema del aborto ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento. En el Pentateuco, los infantes menores de un mes no eran considerados personas, por eso no ingresaban al registro de los censos. Hay solo dos textos que mencionan sucesos en los que podría producirse un aborto. En Éxodo 21: 22-23 se determina que, si una mujer como consecuencia de estar en medio de una pelea entre su marido y otro hombre y ella resultare herida y perdiere el embarazo; el agresor debería pagar una multa al esposo. El feto no se consideraba un ser vivo por eso no se castigaba al culpable con la muerte. Recordemos que eran épocas de la ley de Talión, de ojo por ojo, diente por diente. En Números 5; 11-34 se menciona un aborto ritual practicado por el sacerdote. Si el esposo tenía celos de su esposa y no podía comprobar la infidelidad de ella a través de testigos, se practicaba el ritual de la ordalía que consistía en obligar a la embarazada a tomar aguas amargas. Forzaban a la mujer a ingerir lo que actualmente se denomina “cadaverina”, elemento que se encuentra en la materia orgánica muerta. En el santuario del Templo se realizaban sacrificios de animales a diario, estas aguas amargas estaban mezcladas con ese polvo del santuario. Si ella abortaba después de ingerirla, consideraban que le había sido infiel a su marido y se la castigaba por ese adulterio. Señoras y señores diputados, recordemos este detalle: el agente que inducía al aborto era el sacerdote. En el Nuevo Testamento hay solo una mención a la palabra “aborto” en 1 Corintios 15, 8 en la que San Pablo se atribuye, de manera metafórica, el último lugar entre los apóstoles. La primera conclusión es que en ninguna página de la Biblia hay condena para el aborto porque el aborto no era considerado ni pecado ni crimen dentro de la ley mosaica ni en el período neotestamentario.

Tampoco hay un momento determinado para indicar el comienzo de la vida humana en la Biblia. El único texto del Antiguo Testamento que hace una referencia a lo que hoy entendemos como “embrión” es el versículo 16 del Salmo 139. La palabra hebrea que se utiliza allí es “gelem”. Es un hápax legomenon, o sea una palabra que solo aparece una vez dentro de un texto. Se refiere a una sustancia incompleta, imperfecta, que se traduce actualmente como feto o embrión. Hay solo una decena de versículos, en Salmos, Job e Isaías, que aluden al conocimiento de Dios sobre el ser humano desde el vientre materno. Pero ninguno refiere al momento específico de la hominización. No podemos hacerle decir a la Biblia aquello que no dice.

El argumento más importante que despliegan los fundamentalistas religiosos contra la despenalización del aborto es el del quinto mandamiento, “no matarás”. Como consideran que la vida humana se inicia en el momento de la concepción, en el caso del aborto, se estaría cometiendo un asesinato, lo que sería contrario al quinto mandamiento. Voy a recordarles a las señoras y a los señores diputados que tienen estas creencias y que no votarían a favor de la despenalización del aborto por este motivo, que ese quinto mandamiento no era de aplicación universal. Se podía matar a los extranjeros, a los que eran considerados enemigos del pueblo de Israel, a las mujeres adúlteras. De ninguna manera el mandamiento se refiere a los embriones, al “gelem”. Hay 108 textos en el Antiguo Testamento en el que Dios manda a matar a mujeres, a niñas, a niños, o a varones adultos. En el Nuevo Testamento hay 3 citas bíblicas en las que Dios, de manera directa castiga con la muerte a inocentes. El ejemplo más contundente es el de Jesús, su propio hijo.

La segunda conclusión es, entonces, que la vinculación entre el quinto mandamiento y el aborto es una evidente y flagrante manipulación del texto bíblico. El patriarcado eclesiástico es el que, a lo largo de los siglos, quiere hacer creer a las mujeres que hay un mandamiento que las convierte en asesinas si desean abortar. No es así. No hay ningún mandamiento que diga: “No abortarás”.

En todo el proceso de recopilación, redacción y canonización de los textos bíblicos que fue obra de varones, realizada desde la perspectiva masculina y dirigida a lectores masculinos, hay claros testimonios en los evangelios de la participación y presencia de las mujeres en el movimiento de Jesús. En los relatos de la pasión, muerte y resurrección, que constituyen el eje hermenéutico de los evangelios, las mujeres tienen un papel destacado: ellas son testigos de la crucifixión de Jesús cuando todos los hombres han huido (Mc 15,47); María Magdalena es citada en los evangelios como la primera testigo de la resurrección (Mt 28,1; Mc 16,1; Lc 24,10). En el libro de los Hechos y en las cartas de los apóstoles hay mención de discípulas que dirigían iglesias.

En ese protagonismo de las mujeres del Nuevo Testamento, que las interpretaciones posteriores pretendieron ocultar y que las teólogas y biblistas feministas de todo el mundo, desde hace mucho tiempo, estamos tratando de sacar a la luz, es muy posible imaginar a Jesús, en la calle, con el pañuelo verde al cuello, agitando junto con todas nosotras en las veredas del Congreso, cada martes y cada jueves, preguntándoles a ustedes, señoras y señores diputados, parafraseando a Juan 8: “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Yo tampoco te condeno.”

*María de los Ángeles Roberto fue una de las expositoras que hoy (18 de abril 2018) habló en la Cámara de Diputados a favor de la despenalización y legalización del aborto. Y lo hizo desde su especialidad, la teología, y desde su condición de feminista. Ella es profesora en Letras, magister en Sagradas Escrituras (ISEDET), con una Diplomatura en Prevención de la Trata de Personas (UCA). Es miembro de la Iglesia Evangélica Metodista, integrante del Paro Internacional de Mujeres 8M y del equipo de Comunicación de Madres Víctimas de Trata.

Fuente: http://elvespertino.medios.com.ar

Pronunciamiento a Propósito de la Declaración del Papa Francisco sobre la Protección Jurídica del Embrión. Por Católicas por el Derecho a Decidir

La Red  de Católicas por el Derecho a Decidir (Integrada por 12 países de América Latina, incluido España como país asociado) expresa su más sentida preocupación ante las afirmaciones del papa Francisco durante la marcha con organizaciones anti derechos autodenominadas Pro-Vida, el día 12 de mayo del presente año en Roma, planteando que se “garantice la protección jurídica del embrión”, de manera que se “proteja al ser humano desde el primer instante de su existencia”.logo_red_cddal

Junto con la gran mayoría de ciudadanas y ciudadanos católicos de nuestros países, así como de muchos otros países en todos los continentes, queremos dejar constancia de que el Papa Francisco no habla en nombre nuestro y que disentimos de sus posiciones y de las de sectores religiosos fundamentalistas frente a la cuestión de ampliar el estatus del embrión, violando el derecho legítimo a decidir de las mujeres y poniendo en peligro su salud y su vida.

Con esta declaración, se evidencia una violación del principio de la laicidad del Estado, en el que sin lugar a dudas, la jerarquía eclesial católica, al unísono con otras visiones conservadoras y fundamentalistas pretenden imponer en las diferentes Constituciones y normativas jurídicas nacionales, principios de moral religiosa para impedir el avance que se ha venido dando en materia de los derechos en salud sexual y reproductiva y en los derechos de las mujeres, especialmente frente a su legítimo derecho a decidir. .

La postura del Papa Francisco, instala y reafirma una visión que desprecia la vida y la salud de las mujeres, quienes ante embarazos de alto riesgo, terminan siendo cruelmente sacrificadas en aras de obligarlas a continuar con embarazos no viables y embarazos no deseados. Ante esta dolorosa realidad nos preguntamos, ¿por qué para aquellos patriarcas y jerarcas de la iglesia católica la vida de las mujeres no vale? Nos indigna la falta de sensibilidad del Papa Francisco para con la Vida concreta y real de tantas mujeres, en su mayoría en situación de pobreza y exclusión, que padecen enfermedades y en muchos casos mueren por causas que pueden ser evitadas. No se puede hablar de justicia social y opción por los pobres negando esta dramática realidad.

En este sentido, como Católicas por el Derecho a Decidir:

  • Afirmamos que la vida de las personas es mucho más que un código genético, es mucho más que respirar; la vida humana implica derechos, respeto, condiciones para una vida digna, con calidad y justicia social.
  • Afirmamos y defendemos la laicidad del Estado como garantía de protección de la democracia y los derechos humanos.
  • Afirmamos que la mayoría de las ciudadanas y ciudadanos católicas no nos identificamos con la declaración del Papa Francisco, ya que sus afirmaciones vulneran el derecho a decidir, la libertad, la salud y la vida de las mujeres.

Mayo, 2013

“Es un derecho pensar diferente”. Por Ivone Gebara

Excelente entrevista de Mariana Carbajal a Ivone Gebara

–¿Por qué quiso ser monja?

–Es una larga historia. Yo siempre había estudiado en escuela de monjas pero nunca había querido ser monja. Pero de repente, en los años ’60 entré en la universidad para estudiar Filosofía y me encontré con algunas monjas que estaban muy conectadas políticamente y trabajaban con las poblaciones pobres, y empezó a dibujarse para mí como una alternativa de vida. No lo tenía tan claro pero me parecía una vida más libre que la vida de familia y tener pareja.

–Suena raro que haya ido a un convento en busca de libertad…

–Es que nunca me he sentido encerrada. A veces iba a conferencias en la Universidad de San Pablo, que era un foco de lucha antidictadura, y tenía la llave de la casa de las monjas. Mi historia fue de búsqueda de libertad. No soporto que me impidan pensar. Es un derecho pensar diferente. Y ésa ha sido la clave de mi vida, con todos los tropiezos y las contradicciones, porque a veces una no ve claro, y va por un camino y después no es por ahí.

–Realmente suena contradictorio que una mujer busque libertad dentro de una estructura patriarcal, machista y conservadora como la Iglesia Católica. ¿Cómo se entiende?

–Sí, muy contradictorio. Cuando entré en la vida religiosa, fue en 1967, cuando tenía 22 años. Era el momento de los grandes cambios de la Iglesia Católica, justo después del Concilio Vaticano II. Las congregaciones religiosas eran invitadas a aggiornarse. Fue el tiempo en que dejamos las instituciones para vivir entre los pobres. Y ésa ha sido una característica de la vida de las mujeres: salir de las instituciones y vivir en las comunidades populares. Para mí era una vida llena de desafíos. Desde que era estudiante quería cambiar el mundo. Siempre me pareció una injusticia que hubiera gente tan tan rica y gente tan tan pobre. Pensaba que algo se podía hacer. La vida de las monjas me parecía “un” camino, no “el” camino, que se ajustaba un poco a mi tradición familiar, donde había sido muy protegida y resguardada.

–¿Su familia era muy religiosa?

–No. Vengo de una familia de inmigrantes siriolibaneses, con todos los miedos que los inmigrantes tienen sobre todo con las chicas, que los lleva a no permitirles que salgan solas. Soy hija de la primera generación en Brasil. Luché mucho por ir a la universidad. Mis padres no querían. No por el hecho de no querer que yo estudiara, pero sí porque pensaban que el mundo podía ser peligroso para mí. Esas cosas nunca me entraron. Siempre he sido una rebelde. Siempre he sido una peleona dentro de las estructuras familiares.

–¿No se sintió limitada en el convento con ese espíritu tan rebelde?

–No puedo decir que no hubo cosas que me limitaban. Claro, hubo, como en todas las formas de vida. Pero una característica de mi congregación es que hay que respetar la libertad de las personas. Eso es muy fuerte. Y llega a veces a ser bastante contradictorio.

–¿Cuál es su congregación?

–Hermanas de Nuestro Señor, una congregación de origen francés, sólo de mujeres. Estamos en muchos países, Francia, Bélgica, Holanda, Inglaterra, Vietnam, Hong Kong, y en Latinoamérica, en Brasil y México.

–¿Cómo es el vínculo de las congregaciones de mujeres con el Vaticano?

–Oficialmente hay un vínculo de dependencia en el sentido de que la organización de las congregaciones es aprobada por el Vaticano. Algunas mujeres se han sometido, pero nosotras hemos querido hacer lo que creíamos, que era nuestra interpretación del Evangelio. Siempre hemos peleado incluso con el Vaticano, discutiendo nuestros textos.

–¿La suya es una congregación feminista?

–No. Hay poquísimas monjas feministas en la congregación. No sé si puedo nombrar más de cuatro conmigo.

–¿Cómo empezó a incorporar la conciencia de género?

–Yo pertenecía a la Teología de la Liberación. Siempre trabajé desde la perspectiva de la liberación de los pobres, de los movimientos sociales y políticos. El foco era cambiar el mundo desde los pobres. Yo sabía que existía el feminismo, conocía algo del feminismo norteamericano, brasileño y argentino. Pero en la Teología de la Liberación, sobre todo los varones más eminentes, nos decían que el feminismo era cosa de América del Norte, que el feminismo en Latinoamérica era importado. En tanto militante de la Teología de la Liberación trabajaba en el Instituto de Teología de Recife dando charlas. Siempre, siempre había una sospecha en relación al feminismo. Hasta que mi camino y el del feminismo se cruzaron de muchas maneras. Una primera manera fue con una mujer de un barrio popular, adonde yo iba a dar clases para los obreros varones sobre la Biblia. Iba una vez por mes a la casa de uno de ellos, donde se reunían ocho a diez obreros. Estudiábamos la Biblia desde una perspectiva social, para fundamentar las huelgas, las reivindicaciones laborales. Yo tenía siempre la lectura de la Biblia que confirmaba los derechos de los trabajadores. La esposa del dueño de casa nunca participaba de las charlas, se quedaba en la cocina, o nos traía café. Hasta que un día fui a visitarla sólo a ella y le pregunté por qué no iba a nuestras charlas. Me dijo que tenía que cuidar a sus niñas, que tenía que hacer café. Discutimos. Hasta que me dijo, casi enojada: “¿Quieres saber por qué no voy? Porque tú hablas como un hombre”. Yo intenté defenderme. Ella me preguntó: “¿Tú conoces los problemas económicos que nosotras, mujeres de obreros, tenemos?” No. “¿Tú sabes que el viernes es el peor día para nosotros porque el sueldo del obrero sale el sábado y el viernes casi no hay comida?” No, yo le decía. “¿Tú sabes el tipo de trabajo que hacemos para aprovechar el sueldo del esposo?” No. “¿Tú sabes las dificultades sexuales que tenemos con nuestros esposos?” No. “Entiendes por qué no quiero ir a tus charlas, porque no hablas desde nosotras”, me dijo. Esa mujer me abrió los ojos. No me daba cuenta de que abría los ojos para mi condición de mujer en la Iglesia.

–¿Y cómo llegó al feminismo?

–Empecé a leer a las teólogas feministas norteamericanas como Mary Daly. Leí su obra Más allá de Dios Padre. Casi me morí porque ella criticaba casi todo lo que yo creía. Me tomaba las entrañas, empecé a pensar… Leí a Dorote Solle, una alemana, que hablaba de la complicidad de las iglesias cristianas con el nazismo y hacía una relación entre la figura del Dios padre y el general. Cuando recién había entrado al convento yo había vivido de cerca la represión. Enseñaba Filosofía en una escuela pública y eran tiempos de la dictadura militar. Con una de mis amigas que era profesora de Química fuimos detenidas juntas, pero la policía a las dos de la mañana me dejó salir a mí y ella quedó detenida. Mi amiga pertenecía a un grupo político. La torturaron y finalmente cuando salió, al ver a los torturadores en la calle, terminó enfermándose y murió. Ese artículo sobre el nazismo me abrió las puertas para pensar la dictadura de Brasil y cómo también la religión se mezclaba en todo eso. Las manifestaciones en plazas públicas de Tradición, Familia y Propiedad con rosarios en la mano –no sé si aquí también se hicieron– para defender a la gente del comunismo y apoyar a los militares. También leía a muchas norteamericanas. Eso empezó a iluminarme. La clave fue que un día me encontré con dos feministas en San Pablo, una de ellas me dijo: “Ustedes trabajan teología, ¿pero cuáles son los contenidos?”. Sobre Jesucristo y otras cosas, le dije. Y me preguntó qué cambio tenía eso en la vida de las mujeres, si yo trabajaba la cuestión de la sexualidad, si había enfrentado el tema del aborto. No, le dije. Y me di cuenta de que no conocía nada de las mujeres. Ese fue el comienzo. Me acerqué a grupos feministas de Recife como SOS cuerpo, democracia y ciudadanía. Decidimos programar tres encuentros entre feministas liberales y teólogas en Recife, San Pablo y Río. Desde ese momento, hice mi opción por el feminismo, alrededor de 1992.

–¿Qué la movilizó a involucrarse con la defensa de la despenalización del aborto, uno de los pecados más graves para la Iglesia Católica?

–Fueron muchas casualidades. Los grandes cambios en mi vida vinieron por azar. Yo apoyaba la causa por saber de mujeres que se habían hecho abortos en mi barrio y también entre las feministas. Las apoyaba como persona pero no tenía muy claras las cosas. Hasta que un día una de las feministas de San Pablo me llama por teléfono a Recife y me dice si podría dar una entrevista a la revista Veja sobre la Iglesia Católica y la formación de curas, y acepté. Hice la entrevista. Al final, el periodista me pregunta en off the record si yo conocía casos de mujeres que se habían hecho abortos. En ese momento justo había ocurrido que una chica que yo conocía del barrio, que tenía ya cinco hijos y se había enamorado de un hombre que trabajaba en una estación de servicio, después de una noche juntos había vuelto a quedar embarazada. Ella tenía problemas mentales y se había hecho el aborto con misoprostol. Se lo comento. El periodista me dice que en ese caso el aborto no es un pecado. Yo digo: “Claro, no es un pecado”. Entonces, rompiendo el off the record, el periodista publica en la revista la entrevista diciendo que una monja católica está en contra de la hipocresía de la Iglesia y a favor del aborto. Me molestó que lo pusiera.

–¿Era la primera vez que usted se manifestaba públicamente a favor del aborto?

–Sí. Fue un lío total. El tema repercutió en la prensa nacional e internacional. Publicaron una foto mía con un crucifijo y la Virgen para hacer sensacionalismo con el tema. Eso fue en el ’94 o ’95. El obispo de mi diócesis me pidió una retractación pública. Yo no acepté. Le dije que sabía de los dolores de las mujeres. De pronto me vino un gran coraje. Pero me llegó una segunda carta pidiendo otra vez una retractación pública, querían que acusara al periodista de mentiroso. Me negué. En la tercera carta me avisan que iban a enviar un dictamen al Vaticano para abrir un proceso en mi contra. El Vaticano reaccionó y tuve que hacer muchas cosas.

–¿Cuál fue el castigo?

–Primero quisieron sacarme de mi congregación. Pero no lo consiguieron porque las autoridades de mi congregación no apoyaban el aborto, pero me apoyaban a mí. Me propusieron otra alternativa: salir de Brasil y volver a hacer estudios de Teología. Yo ya tenía una licenciatura y un doctorado en Filosofía. Me obligaron a estudiar de nuevo. En la carta del Vaticano decían que yo era una persona muy ingenua, que no había razonado desde las claves que la Iglesia negaba, y por mi ingenuidad me mandaban a estudiar para aprender de nuevo la doctrina católica. Querían que fuera a Europa. Como ya había estudiado en Bélgica, decidimos que fuera allí. La gente ha sido muy buena conmigo. No tuve ningún problema. Hice otro doctorado allá. La contradicción es ésa: te condenan y después hasta se olvidan que te condenaron y te dan un doctorado en nombre del papa Juan Pablo II. Es casi chistoso.

–¿Con qué argumentos defiende la despenalización del aborto en una estructura como la de la Iglesia Católica, que condena tan duramente esa práctica incluso cuando se trata de un embarazo producto de una violación o corre riesgo la vida de la mujer?

–Ni en caso de fetos anencefálicos lo permite la Iglesia. Es algo espantoso. Hay una forma de hacer teología metafísica que naturaliza la maternidad, que te hace dependiente de un ser suprahistórico. Yo hago la deconstrucción de ese tipo de pensamiento. En mi militancia por la causa de las mujeres, no sólo del aborto, trabajo en la teología feminista. Y ellos no lo aceptan. He tenido un segundo proceso por mi pensamiento también. Tuve que contestar tres páginas de preguntas. Si creo en la Trinidad, si creo que el Papa es infalible, cosas de ese tipo. Lo que hago es la deconstrucción del discurso religioso justificador de la superioridad masculina. Justificador también de que hay una suprahistoria que nos conduce, deconstruyo qué es la naturaleza. Un obispo incluso justifica que se lleva a término un embarazo de un feto anencefálico porque Dios lo quiere, es de un primitivismo hasta chocante. Una persona más sencilla no dice una tontería como ésa. Mi trabajo es deconstruir eso y también la Biblia como la palabra de Dios. Yo digo: no es la palabra, es una palabra humana, donde se pone una persona a la cual se le atribuye, dependiendo de los textos, una característica. A veces Dios es vengador, a veces bueno, a veces manda matar profetas. Intento entrar por la línea del humanismo, donde el dolor del otro me toca, me provoca. Dios es más un verbo. Quiero diosar, quiero sentir tu dolor y quiero que sientas mi dolor. No hay una ley de arriba que dice “no hagas abortos” o “no mates”. El hecho es que de muchas maneras nos matamos, incluso afirmando que no mates. La vida social es una vida de vida y muerte. Mi trabajo principal es la deconstrucción del pensamiento, de la filosofía, de la teología que mantiene estas posiciones en contra de las elecciones de las mujeres, en contra de los cuerpos femeninos, en contra de los dolores femeninos. Y esto les molesta mucho, porque dicen que, según Santo Tomas, el alma masculina viene primero, para de nuevo demostrar la superioridad masculina, o sostienen que desde el principio de la unión del óvulo y el espermatozoide está el alma creada por Dios. Y ahora toman la ciencia del ADN para justificar sus posiciones.

–¿Qué contesta a esas argumentaciones?

–Digo cosas muy sencillas: el óvulo es una posibilidad de ser un ser humano, pero para poder ser un ser humano necesitas de sociabilidad, de vida. La Iglesia valora mucho más la vida del feto que la de las mujeres, y entonces mi pregunta es por qué la vida de las mujeres tiene menos valor. Hablan de la inocencia. Y yo digo: ¿Qué es la inocencia? ¿Por qué se habla de la inocencia del feto y no de la inocencia de la mujer que fue violada? No son argumentos que convencen a todas las mujeres católicas, pero si puedo hacer un proceso de formación hay luces que se encienden. A veces me dicen: “El de arriba quiere esto”. Y yo le digo. “El de aquí, tú, tienes que decidir”. Lo que hago es siempre volver la responsabilidad no para el sacerdote, el obispo, a Dios, a la Virgen. El que decides, digo, eres tú. También hago la reconstrucción de algunas cosas del cristianismo. El cristianismo habla de la reencarnación. Ellos creen que sólo Jesús encarna. No es así. Hay muchas corrientes. Lo divino está en carne humana. También ahí argumento. Y digo a las mujeres que hay que cambiar esa creencia. El divino habita en cada una. Es un poco por ahí que hago la reconstrucción de la teología y las filosofías que mantienen esta postura.

–¿Y en su congregación la apoyan?

–Me apoyan como persona. Hacemos una distinción. Yo estoy muy presente cuando me necesitan, si alguien está enferma, si me piden un texto para un retiro, para unas ancianas, también en mi barrio en Recife, con la gente sencilla, que me viene a decir que hizo una promesa. Yo escucho. Pero también tengo el otro lado, la cara de la intelectual, de de-constructora de las teorías dominadoras de la gente, no sólo de las mujeres: dominan también a los pobres. Me da pena ver la cantidad de iglesias neopentecostales en la televisión que toman la plata de la gente para hacer milagros y sacar el diablo de la gente: eso no es religión, es mercado, negocio.

–¿Por qué voces como la suya son tan aisladas dentro de la Iglesia Católica?

–Es que no nos dan ningún espacio. El Vaticano cerró el Instituto de Teología de Recife, donde yo trabajaba, porque nos decían que éramos comunistas, y no era una institución seria para la formación del clero. Después del cierre y por defender la legalización del aborto no tengo lugar en la institución como maestra con dos títulos doctorales, con más de 30 libros publicados y tantísimos artículos, porque les molesto. Y también hay otro problema que es muy serio: tampoco tenemos lugar en las parroquias, en los lugares donde está la gente. Hay un convento de monjas de clausura cerca de mi casa, donde me invitaban a que fuera a darles charlas para que les contara cómo estaban las cosas afuera, y el obispo –no el actual, el anterior– las llamó por teléfono y les dijo que yo era una mujer muy peligrosa, que no me invitaran más. Los espacios de reproducción de este pensamiento son absolutamente escasos.

–¿Ha pensado en irse de la Iglesia?

–No, por coherencia con cierto feminismo y con el cristianismo. Porque irse significa también desconectarse de las mujeres, las que más sufren, todas son creyentes. Creo que las feministas no han trabajado suficientemente las cadenas religiosas de los medios populares, que son cadenas que consuelan y oprimen al mismo tiempo. No puedes ser feminista ignorando la pertenencia religiosa de las mujeres; si no son católicas, son de la Asamblea de Dios, o de la Iglesia Universal, o del candomblé o del espiritismo. Y en cada lugar de éstos hay una dominación de los cuerpos femeninos. La religión es un componente importantísimo en la construcción de la cultura latinoamericana y, a tal punto, que aquí en la Argentina la conexión entre Iglesia y Estado es tan fuerte. En Brasil tenemos oficialmente la separación, pero en la cultura no. A la presidenta Dilma la han presionado, en la cultura, tanto que ya no habla más de su posición a favor de la despenalización del aborto. Se retractó. Hay que cambiar la Iglesia desde adentro.

 

Para conocer a Ivone Gebara

Una militante católica y de las mujeres. Por Mariana Carbajal

Su apellido suena a revolución en Latinoamérica. Y ella es revolucionaria. Ivone Gebara es brasileña, monja y feminista. Pertenece a la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora – Cônegas de San Agustín y ha vivido durante décadas en el nordeste de Brasil una vida de “inclusión” en el medio popular, ahora reside en Camaragibe, en la periferia de Recife. Y desde adentro de la Iglesia busca cambiarla. Fundamentalmente se dedica a deconstruir desde una teología feminista el derecho natural, patriarcal y machista que pretende imponer la jerarquía católica. Por sus posiciones, especialmente a favor de la despenalización y legalización del aborto, ha recibido severos castigos impuestos por el Vaticano. Pero Ivone no se calla. Nació en 1944. Es doctora en Filosofía por la Universidad Católica de Sao Paulo y en Ciencias Religiosas en la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica). Enseñó durante 17 años en el Instituto de Teología de Recife, hasta su disolución ordenada por el Vaticano en 1999, como forma de silenciarla. Desde entonces dedica su tiempo principalmente a escribir, dictar cursos y conferencias sobre la hermenéutica feminista, nuevas referencias antropológicas y la ética y los fundamentos filosóficos y teológicos del discurso religioso. Es autora de más de 30 libros y decenas de artículos y ensayos, entre otros, Trinidad: la palabra en las cosas viejas y nuevas. Una perspectiva ecofeminista (1994), La teología ecofeminista. Ensayo para repensar el conocimiento y la Religión (1997), Rompiendo el silencio. Una fenomenología feminista del Mal (2000), Mujeres de movilidad esclavas. Las mujeres del nordeste, una vida mejor y feminismo (2000), Las aguas de mi pozo. Reflexiones sobre experiencias de la libertad (2005); ¿Qué es la teología? (2006), ¿Qué es la teología feminista? (2007), ¿Qué es el cristianismo? (2008) y Compartir los panes y los peces. El cristianismo, la teología y la teología feminista (2008).

 

Fuente Página 12

PENSALO antes de aprobar o rechazar – Decálogo de razones PRO-LEY. Por Guillermo “Quito” Mariani

Oponerse a la despenalización del aborto no es DECIRLE SÍ A LA VIDA, sino DECIRLE SÍ A LA MUERTE, porque hasta ahora la penalización sólo ha logrado aumentar las consecuencias fatales de los abortos; porque el desconocimiento por parte de los más pobres hace que, atemorizados por las sanciones, los practiquen en secreto sin ningún asesoramiento ni cuidado, y se sigan por tanto, consecuencias fatales.

La verdadera raíz de la postura “antiabortista” es la ilegitimación del placer sexual, demonizado con objetivos de dominio por la iglesia católica y otras religiones. Todo placer corporal debe traer aparejada una obligación o un castigo, o un hijo o un sufrimiento. La verdadera raíz está en el dominio del cuerpo de la mujer. Mujer útero. Mujer incubadora. Por sobre todo madre. Antes que mujer.

Decirle SI A LA VIDA NO NACIDA es nada más que una hipocresía cuando no se ha sabido ni querido decir NO al exterminio de  vidas en plenitud, ni a los genocidios, ni a la violaciones de los derechos humanos fundamentales.

No se puede clamar NO AL ABORTO, con la vista levantada, si se ha sostenido sistemáticamente la negativa a la educación sexual y hasta hoy se condena la transmisión de   conocimientos elementales y la facilitación del uso de los métodos anticonceptivos.

Negar la posibilidad de aborto en cualquiera de las etapas que siguen a la fecundación, significa ignorar que la vida humana no se constituye sólo por los elementos biológicos indispensables para que haya vida, sino que también importa otros que son base de su identidad y desarrollo

La vida humana es, también en el seno materno, un proceso que va cumpliendo etapas. La rapidez en proceder frente a la posibilidad de un hijo no deseado, por diferentes y a veces muy serios motivos, evita que lo expulsado sea una vida humana, ya que recién ha comenzado el proceso sin los elementos para considerar presencia de vida humana (con unanimidad científica las dos primeras semanas y con probabilidad hasta la duodécima) Se trata entonces, no de interrumpir una vida humana sino un proceso “hacia”. Y para justificar esta acción puede haber motivos muy serios.

No es válido el argumento de “vida humana en potencia” que algunos esgrimen afirmando que se da desde la fecundación, (unión de espermatozoide y óvulo). Porque están desconociendo que se trata de un proceso. Y esto lleva a la afirmación exagerada de que también cada esperma (como se argumentó alguna vez en contra de la masturbación) es un ser humano en potencia y desperdiciarlo constituye una especie de aborto.

Los documentos eclesiásticos vaticanos, utilizados con fanatismo conservador, no  definen, como  sostiene esa postura, el momento exacto en que se da la vida humana, aunque ante las argumentaciones científicas diferentes, hacen opción por la probabilidad y así extienden el concepto de aborto a la expulsión en cualquier etapa del proceso.

Finalmente, cuando se tienen motivos serios, más allá de esos períodos establecidos científicamente,  para desembarazarse de un feto concebido, la decisión y el juicio no pueden prescindir de la mujer madre y si cumple su propósito la responsabilidad profesional exige atenderla adecuadamente para cuidar su vida y su salud.

Educación sexual para decidir. Anticonceptivos para no abortar. Aborto legal, seguro y gratuito para no morir, es la propuesta sostenida hace ya casi diez años por las distintas agrupaciones defensoras de los derechos de la mujer y muchos profesionales dedicados al servicio de la vida humana.

 

“Me hice monja para buscar mi libertad”. Entrevista de Ana Ma Viera a Ivone Gebara.

La brasileña Ivone Gebara es una feminista declarada. Cree firmemente que los gobiernos deben despenalizar el aborto porque “el dolor de los principios es abstracto pero el dolor de la mujer que no quiere y no puede dejar que se desarrolle su embarazo es un dolor concreto, es un dolor que se siente en la piel”. El pensamiento no resultaría extraño en una feminista, si no fuera porque Ivone Gebara también es monja. Religiosa de la congregación Hermanas de Nuestra Señora y doctora en Filosofía y Ciencias Religiosas, sus pensamientos escandalizaron en 1994 a las jerarquías del Vaticano, que le exigieron un silencio de dos años y la trasladaron a Bruselas (Bélgica) con la esperanza de acallar su rebeldía. Gebara acató la orden y aprovechó el tiempo para trabajar sobre nuevos libros que posteriormente le permitieron continuar esparciendo sus ideas nacidas, según narró a La República de las Mujeres, del conocimiento de las mujeres pobres de su pueblo.

Escrito por: ANA MARIA VIERA

Hablas como un hombre ­le dijo a Ivone Gebara hace algunos años una mujer pobre de la vecindad.­ Hablas sobre política y economí­a y no tomas en cuenta nuestros problemas, lo difí­cil que es llegar con la comida hasta el viernes porque nuestros compañeros cobran los sábados y a veces no hay para comer”.

Fue entonces cuando Gebara resolvió³ “hablar como mujer” y a partir de la­ publicación de obras como “Teología a ritmo de mujer”, “Intuiciones ecofeministas”, “Ecofeminismo y liberación”, “Rompiendo el silencio”, “Mujeres en la experiencia de muerte y salvación” y “Las aguas de mi pozo. Reflexiones sobre experiencias de libertad”, ensayo que acaba de ser editado en Uruguay.

Aunque las crí­ticas desde su iglesia continúan, ella se niega a renunciar a su carácter de religiosa porque “ellos no tienen derecho a mi elección. Yo elegí entrar en una congregación religiosa y ellos no tienen derecho a sacarme”.

– “Las aguas de mi pozo” refiere concretamente a la libertad. ¿Qué es para usted la libertad?

– Generalmente, cuando se habla de libertad se limita el tema a una experiencia social, pero cuando se pregunta a la gente directamente por sus propias experiencias no saben qué responder. La libertad aparece como un valor grandioso, público pero alejado de lo cotidiano.

En mi caso, para ser libre yo tuve que comenzar por negar el sueño que mi mamá tuvo para mi­, que era casarme con un hombre de origen sirio libanés, preferentemente de primera generación, igual que yo. Mi libertad comienza en forma fundamental con el conflicto con la figura materna y después con la paterna. También influyeron en mí­ las historias contadas por una empleada que habí­a en mi casa paterna desde que nací­. Ella era nieta de esclavos y fue en sus labios donde escuché por primera vez la palabra libertad.

Años después, ya joven profesora de Filosofí­a, inicié una amistad con una profesora de Quí­mica que luchaba contra la dictadura militar y me enseñó otra cara de la libertad. Ella fue presa y murió luchando por esa libertad.

 

– ¿No hay una contradicción entre la búsqueda de la libertad y la decisión de ingresar en una institución religiosa, con todas las limitaciones que ello supone?

– Cuando me preguntan por qué me hice monja, respondo que fue para buscar mi libertad aunque parezca contradictorio. Yo terminé la Universidad en diciembre de 1966, plena dictadura militar en Brasil, y en febrero de 1967 entré en mi congregación.

Ya cuando decidí estudiar Filosofí­a fui transgresora, porque mi familia no querí­a que estudiara. No habí­a dinero para pagar la Universidad y yo decidí­ trabajar para poder estudiar. Mis padres decí­an que si trabajaba, los muchachos ricos no iban a acercarse y perdería mi oportunidad de casarme “bien”; creían que me convení­a estudiar decoración.

Elegí­ trabajar y estudiando me convertí en lí­der estudiantil. Era presidenta del Centro de Filosofí­a y así tomé contacto con las religiosas de la Universidad, que iban a los barrios a trabajar con los pobres. Así me fui sintiendo atraí­da por un modelo de mujer intelectual, comprometida con los pobres y opuesta a la dictadura militar.

Yo no pensaba en los lí­mites de la institución religiosa ni en los curas. Lo único que pensaba era que querí­a vivir como estas mujeres, en forma muy distinta a lo que parecí­a ser mi destino.

– ¿Qué ocurrió cuando se encontró con esa otra Iglesia, la de los lí­mites y el patriarcado?

– Con esa Iglesia no me encontré hasta los años ochenta, cuando hice mis primeras incursiones en el feminismo. Yo viví­ feliz durante todos esos años, contenta porque tení­a un espacio pequeñito entre una elite de varones de la Iglesia.

 

– ¿Cómo se da ese pasaje al feminismo sin abandonar la religión?

– En 1979 empecé a leer cosas de las feministas y me caí­ del caballo. Esto me abrió los ojos y comencé a ver a las mujeres pobres con quienes trabajaba, su sumisión y su desprecio por su propio cuerpo, siempre relegadas para el final, después del marido y los hijos y la casa. Y junto con eso me di cuenta que yo hací­a lo mismo, poniendo en primer lugar la congregación, la Iglesia, los padres.

Ahí­ empecé a hablar de otros problemas, introduciendo los temas de las mujeres cada vez que se hablaba de determinadas luchas, de la búsqueda de justicia. El mí­o comienza siendo un feminismo medio tí­mido, limitado a cuestiones religiosas, pero dentro de la Iglesia no creen que sea tí­mida.

– Al volcarse al feminismo, ¿no pensó en dejar la Iglesia?

– No, porque para mí­ ser feminista significa plantear una lucha social para ser reconocida dentro de la Iglesia como ciudadana. Yo nunca busqué conciliar ambas cosas, sino que dentro de la Iglesia se abriera un espacio de igualdad de derechos.

Cuando decidí­ no ser una teóloga de conciliación, la Iglesia Católica me castigó enviándome a Bélgica. Yo lo acepté, pero lo interpreté no como una obediencia sino al contrario. Ellos no tienen derecho a mi elección. Yo elegí entrar en una congregación religiosa y ellos no tienen derecho a sacarme.

De terca, me quedé. Hice lo que quisieron en forma aparente, pero en realidad hice lo que yo quise. En ese tiempo publiqué un libro, mi tesis sobre ciencias religiosas. Y obtuve el tí­tulo de Doctora en Ciencias Religiosas con la máxima calificación, otorgado por la misma institución que me condenó. Esto muestra la contradicción interna de la institución.

 

– Luego de los dos años en Europa, usted siguió manteniendo sus opiniones. ¿Cómo sigue ese conflicto con la Iglesia?

– Ahora el conflicto ya no es abierto, pero intentan ignorarme o decir que lo que yo hago no es teología católica sino filosofí­a de la religión. Esto me hace reí­r porque me parecen estúpidos. Su manera de decir las cosas es tan sin fundamento, tan distante de las preocupaciones reales de los cuerpos masculinos y femeninos, que me hacen reí­r.

– ¿A qué atribuye este distanciamiento de la Iglesia Católica de las “preocupaciones reales”? ¿Es esa la razón de la pérdida de seguidores que viene padeciendo?

– El catolicismo actual en América Latina no es más el de los contenidos dogmáticos. Ni siquiera quienes se dicen católicos están de acuerdo con los dogmas. La gente se inclina más hacia ese catolicismo de religión, más festivo y de cantos. La Iglesia Católica va dando paso a un catolicismo más pentecostal, que brinda a la gente una seguridad más sicológica. En esto influye también la globalización, que lleva a un catolicismo más mediático, que no invita a la gente a pensar.

Yo represento a un cristianismo absolutamente minoritario, que no tiene nada que ver con ese catolicismo de espectáculo que desgraciadamente se está imponiendo. Entonces los obispos y sacerdotes pueden seguir hablando y enseñar los mismos dogmas de siempre pero la verdad es que termina siendo una acción periférica, porque la gran masa popular ni siquiera entiende de qué se habla y solo lee la Biblia para sacar alguna orientación moral pero nada más.

 

-¿Cómo ha influido su relación con las mujeres pobres en su cambio de visión respecto ala Iglesia y el feminismo?

– Yo vivo en un barrio popular fuera de Recife y las mujeres de estos barrios han sido decisivas para mí­. Mi primera caí­da del caballo fue cuando una mujer pobre me dijo que usaba un lenguaje masculino. Eso me dejó enferma, porque yo me creí­a muy femenina.

Me reuní­a con un grupo de obreros en su casa, para tratar la problemática de los pobres y creía que abarcaba a todos, pero ella me dijo que yo nunca hablaba de la lucha de las mujeres para garantizar la comida. “Tu nunca dices que el viernes es el peor día de la semana para nosotras porque nuestros maridos cobran el sábado y el viernes no hay para comer. Nunca hablas de la problemática sexual ni de lo que sufrimos nosotras”, me dijo. Hasta ese momento yo nunca me habí­a preocupado por la problemática sexual y por la realidad de las dificultades que implica la falta de control reproductivo. Hasta ese momento mi sexualidad estaba en una nube, sabí­a que existí­a pero nunca se me habrí­a ocurrido leer la realidad económica, social y polí­tica desde la clave de la sexualidad de las mujeres pobres. Ellas me despertaron.

Fue entonces cuando descubrí­ que las mujeres no tienen elección en los procesos demográficos. Tienen que sufrir la manipulación de las polí­ticas poblacionales desde la esclavitud, con el rol reproductor de las esclavas, que debían dar placer y mano de obra a los amos. Se puede hacer la historia de un paí­s desde la vida sexual de las mujeres.

 

DE PRINCIPIOS ABSTRACTOS Y DOLORES CONCRETOS

– El aborto, ¿debe ser una decisión de la mujer o deben pesar más los principios planteados por la Iglesia Católica?

– El aborto no puede ser analizado en forma aislada, como un hecho abstracto y separado de las circunstancias que llevan al mismo.

No se puede ignorar que la sociedad globalizadora actual crece en exclusión y cada dí­a hay más pobres. Es verdad que el aborto es un problema. Como principio, yo estoy en contra de que se mate la vida pero también se está matando la vida con estos sistemas excluyentes. Por eso no se puede hablar del aborto en forma aislada, solo desde el punto de vista religioso o económico. Hay que ver el contexto, porque es una decisión muy personal.

La mujer no está obligada a abortar o no, pero debe tener derecho a decidir. La sociedad excluyente niega ese derecho a las mujeres pobres, desde el momento que les niega el derecho a una educación sexual. Entonces, si no hay condiciones de vida digna para la población, no se pueden criticar las actitudes como si fueran hechos aislados.

Si una niña de quince años dice que no puede tener a su hijo, la sociedad no tiene derecho a señalarla como culpable porque antes del embarazo la responsabilidad social no fue cumplida.

Por eso estoy a favor de la descriminalización del aborto pero acompañada por una educación sexual. Yo creo que los Estados deben descriminalizarlo y dar condiciones a las mujeres que necesitan abortar por su propia elección, para que puedan hacerlo en el menor tiempo posible.

Es muy fea la actitud de algunos movimientos que se autodenominan “Por la Vida” y toman el tema desde un principio abstracto, sin tener en cuenta el dolor concreto. Yo los principios los respeto, pero cuando el hecho ya está cometido, ¿qué hay que hacer? En mi opinión, hay que salvar la vida que ya está constituida, que es la de esta mujer en problemas. El dolor de los principios es abstracto pero el dolor de la mujer que no quiere y no puede dejar que se desarrolle su embarazo es un dolor concreto, es un dolor que se siente en la piel. Entonces, hay un proceso amplio de educación que hay que atender, pero también hay problemas inmediatos que deben ser contemplados con la justicia del corazón.

 

Fuente: Liberación de la Teología

 

¿Pero qué vida defienden? Por Antonio Fenoy, Rafael Villegas y Adriana Fernández

“Una sociedad que no puede garantizar el derecho al trabajo, a la alimentación, a la educación, es una sociedad abortiva. La Iglesia esto no lo denuncia, y las muertes por causa de la pobreza son infinitamente mayores que las producidas por abortar.”1

Como colectivo conformado por compañeros que militamos en espacios populares desde un cristianismo de base, acompañando la vida de los más pobres, queremos aportar nuestra mirada desde nuestra construcción y compromiso al debate sobre la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo. El histórico fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación pone una vez más en el tapete esta cuestión.

No se puede más ocultar que el aborto es una realidad con la cual convivimos diariamente. Negarlo es una manera encubridora de sostener una desigualdad estructural que, a la sombra de la ilegalidad, sigue arrebatando anónimamente la vida de miles de mujeres, fundamentalmente las más pobres, ante la impávida mirada de los sectores más dogmáticos y conservadores de la sociedad que utilizan el discurso de la “defensa de la vida” de manera hipócrita, sesgada, negándolo cuando se trata de los pibes y pibas de nuestros barrios, avalando el discurso de los pibes chorros o la baja de edad de imputabilidad. Es evidente que “la consigna de la ‘defensa de la vida amenazada’ o el estar ‘a favor de la vida’ pueden tener significaciones bien distintas según quién sea el enunciador. Si el enunciador es de aquellos que han ‘optado por los embriones’ el significado de ‘vida’ tendrá contornos precisos. Si, en cambio, el enunciador es de aquellos que se esfuerzan por evocar la ‘memoria peligrosa y subversiva’ del Vaticano II, de Jesús de Nazaret, ‘vida’ deberá interpretarse centralmente a la luz de la realización de la justicia, de la inclusión social, de la participación política, del disfrute de los derechos humanos. Será preciso leer la ‘vida a la luz de la realización histórica del reino de Dios”.2

Siguiendo esta “Memoria peligrosa y subversiva” de Jesús de Nazareth, que está en el corazón de lo que llamamos “Reino de Dios” (el socialismo) creemos que la cuestión del aborto posee aristas sociales y económicas que es necesario puntualizar:

1. Es un tema de salud pública: no se trata de proponer un método de planificación familiar sino una ley de despenalización que iguale las oportunidades –para todas las mujeres, cualquiera sea su condición social– de poder acceder a una intervención en las condiciones necesarias de seguridad y salubridad, ya que toda mujer tiene derecho a decidir sobre su cuerpo sin influencias ni imposiciones de ningún tipo. Algunos sectores parecen ignorar o no querer ver las numerosas muertes que suceden día a día por prácticas de abortos clandestinos en condiciones totalmente precarias que conllevan trágicamente consecuencias físicas y psicológicas de por vida en aquellas que sobreviven.3

No ocurre lo mismo con los sectores sociales más altos que cuentan con los recursos económicos para pagar la intervención y la discreción del profesional que las atiende en una clínica privada, sin riesgos para su salud y protegidos de la presión social y psicológica que sí padecen quienes tienen que acudir de urgencia y al borde de la muerte a un hospital público.

2. Es un tema de autonomía del Estado: el Estado debe legislar para todos y todas, sin ajustarse a principios teológicos o filosóficos que limiten su capacidad de acción. El hecho de la identificación del Estado argentino con la Iglesia Católica no debe ser una presión en éste, ni en ningún otro tema, cuestión que quedó demostrada durante el debate y la sanción de la ley del matrimonio igualitario. Aprobar la despenalización del aborto no implica estar de acuerdo con éste ni que todas las mujeres vayan a abortar, sino que es un ejercicio de igualdad de oportunidades y acceso a la salud pública para todas.

3. Es un tema de libertades individuales: es fundamental que el Estado garantice la libertad de elección de la mujer o de la pareja en este tema. Pareciera que sobre la cuestión del aborto, la mujer es un ser sin capacidad de decisión, en donde “otros” deben elegir por ella. También se debe garantizar el acompañamiento médico y psicológico antes, durante y después de la interrupción del embarazo, imprescindible en este tipo de decisiones.

Por tanto, se hace imperiosa no sólo la sanción de una legislación a favor de la despenalización del aborto, sino también la aplicación de políticas públicas sobre educación sexual para brindar a la población las herramientas necesarias en la prevención de enfermedades de transmisión sexual, mediante métodos anticonceptivos, de embarazos no deseados y, por ende, la reducción de prácticas abortivas. Muchos de los que levantan la voz en contra del aborto son los que también, desde criterios moralistas y seudo-religiosos, impiden la educación sexual en las escuelas y la vigencia de la Ley Nacional de Salud Reproductiva, en otra muestra patética de hipocresía y falsedad. En este sentido, Ivone Gebara (teóloga feminista) observa: “Me pregunto: ¿pero qué vida defienden? ¿Por qué no defienden la vida de los niños de la calle que son abortados por la sociedad? ¿Y por qué no defienden la vida de la gente que no tiene tierra, que no tiene comida, que no tiene viviendas, que no tiene futuro? ¿Por qué sólo de los embriones se habla en nombre de Dios y por qué no se habla de otras vidas en nombre de Dios?”.4

En síntesis, creemos que en tanto no se sancione una ley a favor de la despenalización, el aborto seguirá siendo una fuente ilícita de enriquecimiento para muchos médicos y clínicas privadas que se oponen a este tema, enriqueciéndose en el ejercicio de estas prácticas. Por eso, acompañando a nuestro pueblo en la construcción de la justicia y la dignidad, procurando una vida plena para todos y todas, creemos que esta ley representa un avance en los derechos humanos.

1. Vuola, Elina y Solá de Guerrero Janeth (2000). Teología feminista: teología de la liberación: (la praxis como método de la teología latinoamericana de la liberación y de la teología feminista), Iepala Editorial, p. 214

2. Silva, Ezequiel (2011). “De pobres y embriones”, revista Vida Pastoral.

3. Anualmente se producen en Argentina de 460 mil a 500 mil abortos.

4. Gebara, Ivone, reportaje realizado por Edwin Sánchez.

 

*  Los autores pertenecen al  Colectivo Teología de la Liberación Pichi Meisegeier.

 Fuente: Página 12

Un cristianismo no religioso. Entrevista a José Ma Castillo

José María Castillo (Puebla de Don Fadrique, Granada, 1928) fue expulsado de la cátedra de Teología de la universidad de Granada por el entonces cardenal Ratzinger, “y todavía espero una explicación”. El teólogo abandonó la Compañía de Jesús tras medio siglo largo como jesuita. El próximo miércoles pronuncia una conferencia en el Club de este diario. Lo entrevista Matías Vallés en La Opinión de Mallorca.

-Para que se haga cargo del tipo de entrevista: “¿Dios grabará esta entrevista?”

-No. Dios no es una representación que hacemos a nuestra imagen y semejanza, es una realidad que no conocemos ni podemos conocer. Está fuera de nuestro alcance porque es trascendente.

-Se es jesuita o no se es jesuita, pero no se deja de ser jesuita.

-Es muy difícil dejar de serlo, porque marca a las personas. Yo no tengo palabras para agradecer lo que debo a los jesuitas, tanto lo que soy como lo que sé. Mi problema es con la realidad envolvente por encima de ellos.

-Un enemigo suyo dice que “José María Castillo no es católico, pero tiene razón”.

-Si por católico se entiende a una persona que se identifica incondicional y acríticamente con la Iglesia, no lo soy. Si se entiende a alguien que comulga con la fe fundamental, sí lo soy. No puedo aprobar una institución que habla de derechos humanos pero no los practica.

-El Vaticano cede su fascinación a la Casa Blanca.

-El Vaticano es la última monarquía absoluta de Europa, no entiendo que la Unión Europea lo permita. El Papa procura mantener excelentes relaciones con los poderes fácticos, también con la Casa Blanca. Reagan pactó con Juan Pablo II el pago de millones al sindicato polaco Solidaridad, a cambio de información a la CIA sobre los movimientos de base más activos en el Caribe.

-Lo suyo con Ratzinger era algo personal.

-No soy tan importante, pero me informaron de que el entonces cardenal ­y secretario del antiguo Santo Oficio, junto al cardenal Suquía, citaron al general de los jesuitas y me prohibieron la enseñanza. Tengo la profunda herida de la calumnia que me dirigió el cardenal Cañizares con la mejor voluntad del mundo, al decir que yo era “un peligro para la Iglesia”.

-Dios es una posibilidad, la Santísima Trinidad es un invento.

-Tal como se explica, la Santísima Trinidad es efectivamente un invento. No aparece en el Nuevo Testamento. En la tradición se habla de Dios Padre, de Jesús y del Espíritu. Más allá de eso, las “personas” son una invención.

-Las cifras de abortos sugieren que miles de católicas se someten a la interrupción del embarazo.

-Sí. Es más, en Granada podría dar el nombre de alguna persona que llevaba la pancarta en una manifestación contra el aborto, y a la que poco antes casi se le muere una hija que traía de abortar en Londres. Son cosas que uno no entiende.

-¿El hundimiento de la economía salvará a la religión?

-Puede influir, porque sigue siendo verdad el dicho, “En las trincheras no hay ateos”. Al verse amenazada, la gente tiene una tendencia espontánea a acudir a algo superior, la Virgen o los santos. Además, la austeridad impuesta por la crisis obliga a llevar una vida menos condicionada por el consumo, y enfocada hacia valores más importantes.

-Stalin se inspira en la Compañía de Jesús.

-Stalin fue seminarista, y he oído que sentía una gran atracción por las Constituciones de la Compañía de Jesús. ¿En qué sentido me resulta comprensible? Los jesuitas no son dictadores, muestran una gran tolerancia y respeto hasta el punto de que en ningún partido político me hubieran aguantado lo que ellos. Sin embargo, también hacen hincapié en la obediencia y la fidelidad.

-¿Qué sabe Hawking de Dios?

-Sabe lo que puedo saber yo y cualquiera. O sea, nada. Los físicos que se meten a teólogos van tan errados como los teólogos que condenan a Galileo.

-Vayamos con el título de una de sus conferencias: “¿Es posible un cristianismo no religioso?”

-No solamente posible, sino necesario, en cuanto que las religiones son un conjunto de prácticas y observancias con el propósito de atrapar a la gente. Jesús fue un laico, no fue un religioso. Estuvo en conflicto con la religión, y por eso lo matan los sumos sacerdotes.

-¿Peca la jerarquía eclesiástica de adicción al sexo?

-Tienen una obsesión excesiva, ridícula y extraña con ese tema. Se entiende por su apetencia de conquistar el poder y de mantenerlo. Cuando controlas el sexo de una persona, la dominas. Los Evangelios no hablan jamás directamente de la sexualidad.

-Zapatero pagó todas las facturas de la Iglesia.

-Zapatero se equivocó con la Iglesia, que siempre saca todo lo que puede. No sé por qué el expresidente del Gobierno le concedió tantos privilegios, pensaba seguramente en una contrapartida.

-¿Puede sintetizar a Dios en tres líneas?

-A mí me recuerda a Jesús de Nazaret. No a Jesucristo, que ya incorpora al Cristo o Mesías. Un sencillo trabajador que no expresa la divinidad, sino el anhelo de ser profundamente humano.

 

Fuente Religión Digital.

El efecto matrioshka. Por Fernanda Sandez

Una muñeca que lleva en su interior a otra y ésta a otra, y otra más. 

Les dicen matrioshkas y el resultado puede ser encantador o pavoroso. La maternidad forzada opera igual; convierte a mujeres y niñas en juguetes huecos y hace de todas (sin importar su edad ni su deseo, ni nada que no sea su capacidad reproductora) matrioshkas de carne y hueso.

Uteros ambulantes, contenedores humanos recargables. Descartables, llegado el caso. ¿Que el efecto matrioshka afecta desigualmente a ricas y pobres? Sin dudas. “Las madres adolescentes se reclutan desproporcionadamente entre las más pobres y menos educadas”, se lee en La fecundidad adolescente en la Argentina al comienzo del siglo XXI , un trabajo de las sociólogas Alejandra Pantelides y Georgina Binstock que pone cifras al fenómeno. Anotan también las autoras que “una preocupación especial merecen las adolescentes que son madres antes de los 15 años, ya que existe mayor probabilidad de complicaciones físicas debido al tamaño pelviano y porque [?] es alta la posibilidad de que los embarazos provengan de relaciones sexuales no consentidas”. Así, año tras año, provincia a provincia, el efecto matrioshka reaparece. Y la trama y sus protagonistas, también: una nena, un abuso, un embarazo y un desesperante juego de El Gran Bonete para desconocer las excepciones que prevé el artículo 86 del Código Penal. Porque a los once años toda relación sexual es forzada. Pero, y más allá de eso, porque hay un cuerpo que falta. Un cuerpo ausente de sí mismo, un cuerpo niño. Sin curvas ni placer ni pelo ni la más mínima idea de lo que le sucede. Hay embarazo, sí, pero ¿quién se atrevería a hablar aquí de “madre” cuando hasta sus propios huesos dicen otra cosa? A la nena entrerriana por quien hoy todos se desvelan nadie la protegió. Nadie. Y si hoy estamos hablando de ella no es exactamente por lo que le pasó sino porque su familia se vio obligada a recurrir a un hospital público. Desde entonces, arden las voces en torno de la Niña Utero y se oyen cantos a la biología como destino.”La naturaleza es sabia”, sentenció el cirujano Hugo Cettour, ministro de Salud de Entre Ríos. “Una vez que tuvo su primera menstruación, su cuerpo está preparado. Quizá habrá que tener cuidado al momento del parto”, agregó. Pero un cuerpo “preparado” para llevar otro dentro habla de una matrioshka, no de otra cosa. Y nada dice de una mente preparada (o no) para el prodigioso esfuerzo que implica la maternidad. Especialmente, cuando la protagonista (cuerpo de nena, sueños de nena, miedos de nena) sólo dice que quiere “volver a ser como antes”. No muy atrás, no; apenas a cuando todavía no era un envase sino algo más. Una niña. Obviamente, nada podrá librarla de lo que ya sufrió por el triple crimen de ser mujer, ser menor y ser pobre. Pero tal vez sea ésta la hora de decirle que lo que rodea a su matriz también cuenta. Que ella es (además de naturaleza y ovarios), cultura, derechos y futuro. Que hay una ley. Que puede seguir jugando, como antes. Que nos perdone a todos.

 

Fuente: SerMujerHoy.com

Feminismo y liberación. Por Teresa Forcades

La productora venezolana Guarátaro Films ha realizado una  entrevista a la religiosa catalana Teresa Forcades, donde habla sobre feminismo, planificación familiar y aborto en el contexto venezolano. El vídeo se ha realizado en la comunidad de Carapita, Caracas, Venezuela, durante una visita de la monja benedictina, durante la que afirmó que “ante todo, hay que evitar que haya mujeres que se vean a sí mismas como ‘¡qué lástima ser mujer!’, sino al revés ‘¡qué gozo ser mujer!’”.