Quito (1927 – 2021)

Muy querido Quito,

Pensando todo el día en tu pascua me acordé de una antigua historia franciscana.

Corría el año 1210, la Iglesia se encontraba, como de costumbre, en un estado de generalizada corrupción y grave crisis de credibilidad. Francisco de Asís decidió ir con sus compañeros a un pueblo vecino a predicar la buena noticia del evangelio. Cuando llegaron a la ciudad, se dirigieron a la plaza principal y comenzaron a cantar, a bailar y a reír. Pasaron el día compartiendo la comida y la bebida con aquellos que se acercaron. La gente sólo vio un grupo de tipos felices, celebrando y compartiendo.

Terminada la jornada y de camino a Asís, algunos frailes le recriminaron a Francisco por qué, si habían quedado en ir a predicar el evangelio a esas gentes, se habían dedicado exclusivamente a festejar, comer, cantar y reír. Francisco les respondió que cuando el pueblo los vio juntos, celebrando, felices y compartiendo, esa era la señal del Reino de Dios que debían anunciar.

Así también vos nos transmitiste el Evangelio y te doy gracias una vez más por ello.

Ahora que todos te despiden yo me quedé sin palabras, pero creo que sigue siendo válido lo que te dije hace 15 años cuando te jubilaste de La Cripta.

Voy a extrañar nuestro sacramento semanal de la cerveza compartida como lo extrañé durante este último tiempo.

Abrazo eterno,

Raul(ito)

A modo de no-despedida

Querido Quito:

El Consejo Pastoral me pidió que escribiera una despedida en nombre de la comunidad, pero como buen alumno tuyo decidí no hacerle caso a la autoridad.

Y es que no quiero hablar de despedidas. Esto que vivimos hoy no es más que un hasta luego. Como decimos los Scouts, no es más que un simple adiós.

Es cierto que a partir de hoy comienza una nueva etapa en tu vida y en la nuestra como comunidad, una comunidad que creció y maduró junto a vos. Pero no queremos vivir esto como una partida sino como un darte las gracias por el camino recorrido, con el deseo de seguir caminando juntos. Evidentemente que de otra forma, pero juntos.

Gracias Quito por tu libertad que nos empuja desde tu compromiso con la historia a ser cada día más auténticamente humanos y por lo tanto mejores cristianos.

Gracias por tu lucidez que nos acompaña en cada reflexión, en cada encuentro y en cada homilía y que nos invita siempre a madurar críticamente nuestra vida y nuestra fe.

Gracias por tu empuje y tu vitalidad que nos impulsan a salir del letargo y el conformismo para ir siempre más allá.

Gracias por tu buen humor que nos hace valorar las cosas por lo que son y no por lo que parecen ser.

Gracias por tu compasión tan auténticamente evangélica y tu mirada compinche que nos anima siempre con tu presencia cercana y tu palabra oportuna.

Gracias por ser un tipo íntegro que nos muestra que ser cristianos es una manera de ser y entender la vida desde una profunda comprensión de lo humano. Te admiramos por haber hecho del sentido común una práctica común.

No le tenés miedo al mundo ni a vos mismo, por eso podés hablar sin tapujos.

Te espantan los silencios cómplices por eso derribás todas las máscaras.

Te tomaste en serio al cristianismo por eso sos capaz de dar razón de la esperanza que hay en vos. (1Pe15)

Gracias también por tu rebeldía, esa que nos exhorta a seguir sacándole el jugo a la vida sin claudicar. En Rebelde Fidelidad pregonaba el profeta y vos lo hiciste praxis.

Así como nadie puede ser cabalmente humano si no se rebela contra la injusticia y la crueldad de este mundo, nadie en la Iglesia puede ser honestamente cristiano si no se rebela también contra todo lo que en ella falsea el Evangelio de Jesús. Para los creyentes, esa rebeldía es una condición de su fidelidad. Y esto también lo aprendimos de vos.

Finalmente gracias porque todas estas enseñanzas no surgieron solamente de tus prédicas inteligentes sino que nos las mostraste a través de tu comportamiento fraterno y amical.

Vos nos enseñaste que la conciencia crítica no puede conformarse con un mensaje que limite la esperanza humana a la salvación del alma, a las prácticas religiosas y al cielo. Tal mensaje no corresponde ni a la necesidad humana ni a la enseñanza bíblica. Por eso hoy somos conscientes de que nuestra tarea es buscar la manera de proclamar y construir una esperanza que celebre la vida, establezca comunidad y confronte, transcienda y transforme la opresión y la explotación de este mundo. Así nos enseñaste a leer la Biblia y ese es el cristianismo en el que creemos.

Aun recuerdo cuando al ingreso de La Cripta lo adornaban algunos posters con imágenes y frases de grandes protagonistas de nuestro tiempo. Recuerdo particularmente uno del gran Obispo Pedro Casaldáliga, que decía:

Donde tú dices ley,
yo digo Dios.

Donde tú dices paz, justicia, amor,
¡yo digo Dios!

Donde tú dices Dios,
¡yo digo libertad,
justicia,
amor!

Querido Quito tu vida es un ejemplo de este poema hecho realidad por eso queremos decirte de nuevo muchas gracias!

Raúl A. Perez Verzini
Junio 25 del 2006

Time

“The best time to plant a tree was 20 years ago. The second-best time is now.”

Chinese Proverb

Aborto y teología: no hay ningún mandamiento que diga “no abortarás”. Por María de los Ángeles Roberto*

Agradezco esta oportunidad para expresar consideraciones sobre la despenalización del aborto como biblista feminista. Soy Magister en Sagradas Escrituras, me dedico a estudiar la Biblia en sus idiomas originales, el hebreo bíblico y el griego koiné. En esta carpeta dejo a disposición de las señoras y señores diputados la lista de textos a los que haré referencia en mi exposición por si quieren consultarlos con más tiempo.

En la Biblia no se trata el problema del aborto ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento. En el Pentateuco, los infantes menores de un mes no eran considerados personas, por eso no ingresaban al registro de los censos. Hay solo dos textos que mencionan sucesos en los que podría producirse un aborto. En Éxodo 21: 22-23 se determina que, si una mujer como consecuencia de estar en medio de una pelea entre su marido y otro hombre y ella resultare herida y perdiere el embarazo; el agresor debería pagar una multa al esposo. El feto no se consideraba un ser vivo por eso no se castigaba al culpable con la muerte. Recordemos que eran épocas de la ley de Talión, de ojo por ojo, diente por diente. En Números 5; 11-34 se menciona un aborto ritual practicado por el sacerdote. Si el esposo tenía celos de su esposa y no podía comprobar la infidelidad de ella a través de testigos, se practicaba el ritual de la ordalía que consistía en obligar a la embarazada a tomar aguas amargas. Forzaban a la mujer a ingerir lo que actualmente se denomina “cadaverina”, elemento que se encuentra en la materia orgánica muerta. En el santuario del Templo se realizaban sacrificios de animales a diario, estas aguas amargas estaban mezcladas con ese polvo del santuario. Si ella abortaba después de ingerirla, consideraban que le había sido infiel a su marido y se la castigaba por ese adulterio. Señoras y señores diputados, recordemos este detalle: el agente que inducía al aborto era el sacerdote. En el Nuevo Testamento hay solo una mención a la palabra “aborto” en 1 Corintios 15, 8 en la que San Pablo se atribuye, de manera metafórica, el último lugar entre los apóstoles. La primera conclusión es que en ninguna página de la Biblia hay condena para el aborto porque el aborto no era considerado ni pecado ni crimen dentro de la ley mosaica ni en el período neotestamentario.

Tampoco hay un momento determinado para indicar el comienzo de la vida humana en la Biblia. El único texto del Antiguo Testamento que hace una referencia a lo que hoy entendemos como “embrión” es el versículo 16 del Salmo 139. La palabra hebrea que se utiliza allí es “gelem”. Es un hápax legomenon, o sea una palabra que solo aparece una vez dentro de un texto. Se refiere a una sustancia incompleta, imperfecta, que se traduce actualmente como feto o embrión. Hay solo una decena de versículos, en Salmos, Job e Isaías, que aluden al conocimiento de Dios sobre el ser humano desde el vientre materno. Pero ninguno refiere al momento específico de la hominización. No podemos hacerle decir a la Biblia aquello que no dice.

El argumento más importante que despliegan los fundamentalistas religiosos contra la despenalización del aborto es el del quinto mandamiento, “no matarás”. Como consideran que la vida humana se inicia en el momento de la concepción, en el caso del aborto, se estaría cometiendo un asesinato, lo que sería contrario al quinto mandamiento. Voy a recordarles a las señoras y a los señores diputados que tienen estas creencias y que no votarían a favor de la despenalización del aborto por este motivo, que ese quinto mandamiento no era de aplicación universal. Se podía matar a los extranjeros, a los que eran considerados enemigos del pueblo de Israel, a las mujeres adúlteras. De ninguna manera el mandamiento se refiere a los embriones, al “gelem”. Hay 108 textos en el Antiguo Testamento en el que Dios manda a matar a mujeres, a niñas, a niños, o a varones adultos. En el Nuevo Testamento hay 3 citas bíblicas en las que Dios, de manera directa castiga con la muerte a inocentes. El ejemplo más contundente es el de Jesús, su propio hijo.

La segunda conclusión es, entonces, que la vinculación entre el quinto mandamiento y el aborto es una evidente y flagrante manipulación del texto bíblico. El patriarcado eclesiástico es el que, a lo largo de los siglos, quiere hacer creer a las mujeres que hay un mandamiento que las convierte en asesinas si desean abortar. No es así. No hay ningún mandamiento que diga: “No abortarás”.

En todo el proceso de recopilación, redacción y canonización de los textos bíblicos que fue obra de varones, realizada desde la perspectiva masculina y dirigida a lectores masculinos, hay claros testimonios en los evangelios de la participación y presencia de las mujeres en el movimiento de Jesús. En los relatos de la pasión, muerte y resurrección, que constituyen el eje hermenéutico de los evangelios, las mujeres tienen un papel destacado: ellas son testigos de la crucifixión de Jesús cuando todos los hombres han huido (Mc 15,47); María Magdalena es citada en los evangelios como la primera testigo de la resurrección (Mt 28,1; Mc 16,1; Lc 24,10). En el libro de los Hechos y en las cartas de los apóstoles hay mención de discípulas que dirigían iglesias.

En ese protagonismo de las mujeres del Nuevo Testamento, que las interpretaciones posteriores pretendieron ocultar y que las teólogas y biblistas feministas de todo el mundo, desde hace mucho tiempo, estamos tratando de sacar a la luz, es muy posible imaginar a Jesús, en la calle, con el pañuelo verde al cuello, agitando junto con todas nosotras en las veredas del Congreso, cada martes y cada jueves, preguntándoles a ustedes, señoras y señores diputados, parafraseando a Juan 8: “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Yo tampoco te condeno.”

*María de los Ángeles Roberto fue una de las expositoras que hoy (18 de abril 2018) habló en la Cámara de Diputados a favor de la despenalización y legalización del aborto. Y lo hizo desde su especialidad, la teología, y desde su condición de feminista. Ella es profesora en Letras, magister en Sagradas Escrituras (ISEDET), con una Diplomatura en Prevención de la Trata de Personas (UCA). Es miembro de la Iglesia Evangélica Metodista, integrante del Paro Internacional de Mujeres 8M y del equipo de Comunicación de Madres Víctimas de Trata.

Fuente: http://elvespertino.medios.com.ar

El Amigo Esperanza. Por Guillermo “Quito” Mariani

Voy a utilizar una letra con sentido pascual de uno de los cantos de La Cripta que organicé como poema hace ya mucho tiempo. Su título es “El Amigo Esperanza”

Ayer murió un amigo de los que dan la vida por el otro

Jesús había dicho “no hay mayor amor que dar la vida por sus amigos”, y a través de la historia hubo hombres y mujeres que dieron este sentido a su vida: ofrecerla por sus amigos. O en sustitución de sus personas o en entrega generosa para salvar su dignidad y sus derechos.

De los que al irse quedan, como queda la brasa en el rescoldo

Un “quedarse espiritual, interior” tan fuerte e influyente como una presencia, con lo mejor de su vida. Como brasa encendida bajo las cenizas de la ausencia física, que con sólo acercarle un papelito vuelve a ser llama.

Manantial escondido, luz envuelta en la noche de la espera, semilla pisoteada, seno fecundo de inquietud materna

Como tantos manantiales perdidos en nuestras sierras, como el sol esperando librarse de la noche, como la semilla enterrada y sufriente, como el vientre en el tiempo de espera de la gestación. El sepulcro: manantial, noche, semilla enterrada, vientre en gestación.

Hoy, el agua ha saltado, la noche ha vuelto a hacerse madrugada, la semilla ya es brote, de las cenizas resurgió la llama

Un día el manantial rompe la tierra. La noche es vencida por el amanecer, la semilla se convierte en planta, la brasa vuelve a ser llama Sucede todos los días. Lo vemos suceder y no nos admiramos. Resurge con una realidad nueva lo que fue y pareció dejar de ser.

Cristo ha resucitado! Un sepulcro vacío es la sospecha de la incrédula historia

Un sepulcro vacío es un pobre e insuficiente argumento para hablar de resurrección. Y la historia con visión a la vez de sentido común y crítica, se niega a admitir la resurrección corporal. Ni es argumento suficiente la multiplicidad de visiones de los discípulos que con muchas diferencias en las descripciones tratan de asegurar una presencia física cargada de misterio.

Y un mundo lleno de él, es la evidencia!

Éste es el verdadero argumento. Su presencia, una nueva presencia, llena el mundo. Iluminándolo con una esperanza que da sentido y ponderación a la vida de cada ser humano con la evocación de la vigencia de los valores del amor y la fraternidad que abarcan plenamente su dimensión en la creación. Una presencia que inquieta, que exige, que alienta y has molesta hasta la indignación a quienes pisotean los valores humanos abarcados por el amor y la fraternidad.

El pan que se comparte, el amor que se da sin diferencias, el llanto y la pobreza, revelan en misterio su presencia

La inclusión social que rechaza las múltiples marginaciones, la igualización de derechos y oportunidades, que se encaminan constantemente a remediar el llanto y la pobreza son para quienes quieren ver, escuchar y mejorar la realidad, el modo de vivir el testimonio de esa presencia.

Su voz ya no se calla, mientras haya opresión y sufrimiento, aunque el poder y el miedo tramen conjuras por lograr silencio

Las voces que hacen escuchar los derechos de los que no tienen voz, la de los que denuncian las injusticias y opresiones y son por eso perseguidos y condenados, la de los que resisten desde la paz y la energía que destapa hipocresías. Son la voz resucitada del Jesús arrojando a los mercaderes, calificando a los fariseos como raza de víboras y sepulcros blanqueados, proclamando la dignidad de los que luchan por la justicia.

PASCUA ES UN GRITO INMENSO QUE TRASPASA LA HISTORIA DE ESPERANZA

EL HOMBRE NO ES SILENCIO! LA MUERTE HA SUCUMBIDO A LA PALABRA!

Éste es el sentido de la Pascua: un grito de esperanza traspasando la historia, al afirmar que el ser humano no es en definitiva el silencio de la muerte.

Que la palabra, la comunicación con la humanidad y el origen de todo sigue siendo la palabra triunfadora!

Pascua 2018 – Club Atalaya

PASCUA ES RENACER

JUNTEMONOS PARA AYUDARNOS A VIVIRLA!
Celebraremos Pascua el 31 de Marzo por la tarde a las 20hs, comenzando con el signo de la fogata símbolo de la vida sobre la muerte en la pascua de Jesús en el patio de Atalaya y la Misa pascual en el salón, como lo hemos hecho en los años anteriores.

FELICES PASCUAS PARA TODOS Y TODAS!!!

Con cariño y libertad
Quito

Libertad condicionada. Entrevista a Julián Cruzalta, Teólogo. Por Dolores Curia

De visita en nuestro país, invitado por Católicas por el Derecho a Decidir, el teólogo feminista y fraile mexicano Julián Cruzalta analiza el proyecto de ley de libertad religiosa que impulsa el Ejecutivo y explica por qué constituye un mecanismo para negar libertades y violar derechos. Comparte con Soy la experiencia mexicana donde una iniciativa similar no prosperó gracias a la resistencia colectiva y devela las estrategias globales de un poder eclesiástico que se actualiza con astucia. Por qué éste es un momento clave para plantear una separación de raíz entre Iglesia y Estado.

El Poder Ejecutivo impulsa desde junio un proyecto de ley que en nombre de palabras tan amables como “libertad” e “igualdad” (religiosas) propone que todos los credos pasen a gozar de varios de los privilegios de los que disfruta hoy la iglesia católica y a tener voz e injerencia en las políticas públicas. Es una apuesta por un Estado pluriconfesional que convalida la objeción de conciencia como contraseña para eludir el cumplimiento de derechos consagrados. El gran caballo de Troya es sobre todo que este proyecto promueve no sólo la objeción de conciencia individual sino la institucional, es decir, que da rienda suelta para que los funcionarios de, por ejemplo, el Registro Civil se puedan negar en masa a casar a dos personas del mismo sexo, a que todo un hospital pueda bloquear el acceso a un aborto legal o a que un colegio pueda rehusarse a admitir a una niña trans. Todo enmascarado detrás del concepto de libertad religiosa, que en Argentina no necesita de nuevas leyes ya que está perfectamente garantizada en la Constitución. El proyecto de ley de libertad religiosa fue velozmente presentado en la Comisión de Relaciones Exteriores y Culto de la Cámara Baja pero por ahora permanece frenado debido a que despertó un profundo rechazo de las organizaciones de mujeres, lgbti, ateos y DDHH, que en ningún momento fueron consultadas para su redacción.

Fray Julián Cruzalta, especialista mexicano en ética y teología feminista, especialista consultado por la Corte Suprema de su país a la hora de despenalizar el aborto en el DF y para la confección de las nuevas Constituciones en Bolivia y Ecuador, visitó estas tierras para participar del encuentro Diálogos sobre Libertad religiosa, organizado por Católicas por el Derecho a Decidir la semana pasada, en respuesta a este reaccionario proyecto de ley. Aterrizó en Buenos Aires, además, en un momento candente de la discusión sobre la laicidad del Estado argentino: en la Corte Suprema se debatía la ley provincial que en Salta vuelve obligatorio el adoctrinamiento católico en todas las escuelas (ver recuadro). Cruzalta define el uso del concepto de “libertad religiosa” como una jugada “global”: en muchos lugares del mundo, dice, “están reconfigurado ese concepto para avasallar libertades”.

¿En qué consiste este uso mundial de la idea de libertad religiosa?

–Primero aclaremos algunos puntos: el tema de las libertades nunca fue precisamente santo de devoción de la iglesia católica romana. El reclamo de libertades viene del liberalismo como ideología y la iglesia fue desde un inicio antiliberal y antimoderna, de modo que los Derechos Humanos tampoco fueron su tema. A los católicos conservadores nunca les gustó oír hablar de libertad religiosa porque implicaba abrir el juego a otros credos. Era un tema vetado porque credo sólo podía haber uno. Esto fue así hasta 1960. Hasta el Concilio Vaticano II. Allí una de las discusiones más fuertes fue la de la libertad religiosa. La Iglesia entonces toma el tema de los derechos y libertades, dice que la defensa de los credos es plural y que en el siglo veintiuno vamos a regresar al humanismo, a una nueva evangelización del mundo. Europa del Este se vuelve bandera para hablar de libertad religiosa. Benedicto XIV retomará esto, dice que el mundo secular ha perdido los valores, que Europa es cristiana. Esta nueva evangelización es la nueva cruzada de la agenda moral católica. A partir de los 90 la resignificación se hace más fuerte.

Es decir que un elemento extraño que era hostil -la libertad religiosa- se incorpora. 

–De pronto se resignifica el ser nacional: ser mexicano o ser argentino es ser católico. La moral católica como concepto había perdido prestigio mientras ganaban poder grupos no religiosos que reivindican derechos y libertades (las mujeres, la diversidad). La Iglesia cambia de estrategia: ya no va de frente contra estos grupos sino que busca alianzas con otros grupos religiosos para hablar de derechos y libertades en otros términos. Es un nuevo discurso global que se intensifica a partir de Juan Pablo II. Con cada Papa va cambiando el discurso.

¿Y con Francisco?

–Con él tenemos al tema social en primera línea más que la moral sexual. Claro que lo social también es tomado desde el punto de vista moral, no es que deja de haber moralismo, pero el énfasis no está en la moral sexual. Aunque Francisco pronuncie discursos sobre libertades y derechos, doctrinariamente no hay grandes cambios. Aquí es donde entra la iniciativa de libertad religiosa, que cuando uno la analiza no se trata de ampliar libertades, es engañoso un título como el del proyecto que están discutiendo aquí. Se trata de que en nombre de una religión se limiten libertades de quienes no son creyentes o son creyentes con otra mirada. Esto es lo peligroso: lo engañoso del lenguaje. Porque ¿quién podría oponerse en primera instancia a la libertad religiosa?

Plegarias entendidas

Cruzalta peregrina dando clases y charlas por Latinoamérica. En la mochila lleva una larga serie de distinciones como experto en teología, ética, feminismo: es fundador de Católicas por el Derecho a Decidir y del Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria, miembro de la Red de Profesores e Investigadores de DDHH de la Cátedra Unesco de la Universidad Autónoma de México, por nombrar algunos títulos. Pero si se lo googlea, también aparecen desconcertantes motes como el de “falso cura abortero”, como lo llaman en los sitios de la prensa católica.

Se ha pronunciado contra la obligatoriedad del celibato, a favor del matrimonio igualitario, de la despenalización del aborto. Como fraile dominico debe tener graves problemas con la cúpula…

–Soy una persona muy molesta para la institución. A la vez vengo de una orden en la que buscamos la verdad. Entonces lo personal, los problemas que pueda tener, pasan a segundo plano. Puede ser que me echen por estas posturas, sí. Tampoco me victimizo, me gustan las discusiones que llevo. Mucho de lo que soy me lo dio la institución. No estoy encerrado en la orden de los dominicos, soy profesor de teología para pastores hace mucho en muchas otras iglesias, en Universidades, me consultan de muchos espacios.

En México hubo un proyecto similar al que se discute ahora acá entorno a la libertad religiosa y lo frenarlo. ¿Cómo hicieron?

–Hace cinco años se intentó agregar en la Constitución a la libertad religiosa, querían incluirla en un artículo. El argumento era que en México había persecución religiosa porque no se permitía enseñar catolicismo en la escuela pública. En México las iglesias no pueden poseer medios de comunicación. Está prohibido por ley, son principios del Estado laico. Para evangelizar, las iglesias compran tiempo en los medios. Querían implantar por ley la educación religiosa en la escuela pública y crear medios para las iglesias subvencionados por el Estado.

¿Quiénes impulsaban allá esa reforma de la Constitución?

–Jerarquías católicas que hacen alianza con los gobernantes. El México los gobiernos actuales son muy ilegítimos. Este acuerdo lo hacen con Felipe Calderón. También juegan los poderes fácticos, los grandes empresarios, que ahora se presentan misteriosamente como defensores de libertades. Los gobernantes creen que como la gente es católica, las jerarquías de la iglesia los ayudarán en las campañas, pero lo cierto es que en México el Estado es fuertemente laico.

¿Cómo se logró esa separación entre Estado e iglesia?

–Por la historia del país. Hemos sufrido dos guerras religiosas. El pueblo mexicano es muy católico, muy guadalupano, pero defiende el Estado laico. Las iglesias podrán llenarse los domingos pero la gente no quiere a los obispos metidos en lo público. La última guerra religiosa que tuvimos fue en los 30. La Conferencia episcopal decreta cierre de cultos, se cierran los templos. Y se levanta una guerrilla religiosa en el país, poblaciones enteras se arman, se van a las montañas, contra el ejército mexicano. Los obispos salen del país. Se van a Estados Unidos. Después los obispos negocian con el Estado, vuelven, abren los templos, pero en la negociación se les olvida el pueblo, lo dejan armado en las montañas, sin ley de amnistía y pasan a ser criminales. El pueblo mexicano no olvida esa historia.

¿Cómo le iría a la Argentina en un test de laicidad?

–Bastante mal. Revisando sus leyes, como hice antes de venir aquí, se puede ver que hay un mito de que tienen un Estado laico, pero hay una gran cantidad de leyes vigentes que otorgan beneficios a la iglesia católica.

La jubilación de privilegio para los curas es un ejemplo de esas leyes. El proyecto de ley de libertad religiosa usa inteligentemente ese tema, dice que viene a hacer justicia con respecto a los privilegios de los católicos.

–Pero la alternativa que propone es dar privilegios a las distintas iglesias. Propone un Estado no laico sino pluri-religioso. Un Estado laico está basado no en la libertad religiosa sino en la libertad de conciencia. Y este proyecto no habla casi de libertad de conciencia.

¿Cuál es la diferencia?

–Dentro de la libertad de conciencia está la libertad de culto, la posibilidad de ejercer pública y privadamente mi religión. Derecho a creer y a no creer. Este proyecto no habla de no creer. Discrimina a quienes no son creyentes. La libertad de conciencia es más amplia porque aplica para los no creyentes.

¿Qué recomienda hacer para frenar este ataque contra el Estado laico?

–En México hicimos grandes campañas con el poder legislativo. Entre otros factores, ayudó que muchos grupos evangélicos protestaron porque lo que se pretendía era privilegiar a la iglesia católica. Acá son más hábiles y prometen beneficios para todas las iglesias. Allí, gente de diversos ámbitos, la Filosofía, el Derecho, organizamos foros alertamos sobre esto. Nos sumamos a la modificación de la Constitución con nuestras propias ideas. Hoy el artículo 24 habla de “libertad de concepciones éticas”, algo muy diferente de la iniciativa original. Los obispos quedaron muy enojados, porque querían la “libertad religiosa”. Dice en el artículo que Estado mexicano avala la libertad de culto, de concepciones éticas y religiosas. E incluimos la definición de México como Estado laico. Lo fuimos siempre pero la Constitución no lo decía. Es un triunfo parcial. En unos años volverán a insistir porque es parte de su agenda. Argentina está en un momento clave de definición del Estado laico.

¿Por qué?

–¿Qué argumentaban ellos? Que nosotros nos habíamos quedado con las definiciones del siglo XIX entre conservadores y liberales, y que Estado laico ya lo teníamos, que por qué insistíamos tanto. Pero las definiciones son dinámicas. Ellos mismos son dinámicos, han reconceptualizado la libertad religiosa. La iglesia no es un ente fácil de analizar. No se comporta como un partido político, o una ONG. Nuestras categorías de conservadores y progresistas no alcanzan. La iglesia lleva dos mil años negociando con todos los sistemas políticos y económicos. No sólo son los obispos: hay muchos movimientos desde la monjita parroquial a las páginas web religiosas. Acá hablarán de este proyecto tres obispos pero hay cientos de grupos dando argumentaciones. La iglesia actualiza su lenguaje. Nosotros también debemos ser dinámicos. Esto implica por ejemplo que no podemos seguir tomando como enemigo a la objeción de conciencia.

¿Por qué no sería enemiga?

–La objeción de conciencia nace como derecho de las minorías ante el Estado para no vivir como el Estado les manda. El problema no es la objeción de conciencia siempre y cuando sea individual. Este proyecto de ley la quiere volver institucional y está pervirtiendo su concepción porque se la quiere usar para violar los derechos de otros individuos. La libertad de conciencia es un derecho y la objeción de conciencia es su ejercicio. No es ella el problema. El Estado laico del siglo XIX no nos sirve ya como modelo para un Estado laico contemporáneo.

 

Fuente Página 12.

Homilías Dominicales. Domingo 11 de junio de 2017.- Santísima trinidad.- Por Guillermo “Quito” Mariani

 Tema (Juan 3,16-18)

Decía Jesús a Nicodemo: Dios amó tanto al mundo que le dio a su hijo único para que todo el que cree en él no muera sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a este hijo para condenar al mundo sino para que mundo se salvara por él, El que cree en él no será condenado, pero el que no cree ya está condenado porque no ha creído en la persona del hijo privilegiado de Dios.

Síntesis de la homilía

La fiesta de la Trinidad cierra el período pascual y es como si la comunidad eclesial comenzara a caminar sin la presencia de su fundador, guía y amigo Jesús de Nazaret.  Porque  esta consumación del amor del Padre aceptando la ofrenda de su hijo por la resurrección, visibilizada de manera misteriosa pero profundamente real en sus efectos, pone en juego todo el proyecto del Dios creador, testimoniado con la palabra y acción liberadora de Jesús cuyo espíritu se ha convertido en animador y fuerza para los primeros discípulos, la raíz del nuevo reinado de Dios proclamado por Jesús. La realidad del Padre, aparece tardíamente comoTrinidad, en un contagio con la cultura romana, que brinda la oportunidad de hacer penetrar el mensaje cristiano en lo más refinado de la cultura greco-romana, sus  filósofos y su prestigio científico. El resultado no tuvo la característica de universal que Jesús quiso darle siempre a su `propuesta liberadora. Satisfizo intelectualmente pero se convirtió en ininteligible para la mayoría del  pueblo que, en la alternativa de contrariar o someterse a esta explicación demasiado elevada especulativamente recurrió a la fe, como capacidad extraordinaria para aceptar lo ininteligible y hasta aparentemente contradictorio fuera del sistema filosófico aristotélico que, desde el siglo XIII comenzó a designarse como aristotélico-tomista por la magistral intervención de Tomás de Aquino para trasmitir al pueblo la sustancia de la teoría de Aristóteles. Nuestra catequesis, imposibilitada de llegar a explicaciones tan sofisticadas se resignó durante mucho tiempo a no mencionar la palabra Trinidad calificada como el  mayor misterio de la fe porque exigía aceptación en la oscuridad de lo incomprensible.  Hay que tener en cuenta que este proceso dañó la eficacia y los resultados de la predicación de la Iglesia, en muchos aspectos. Se había convertido la inmensurable realidad del amor divino en misterio incomprensible en contra de lo tremendamente comprensible de ese amor manifestado en la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús como hechos de nuestra historia terrenal.

A los constantes esfuerzos teológicos por actualizar las formulaciones dogmáticas y -entre ellas las de la Trinidad divina,- coronó la “teología de los pobres”, convertidos en centro de la atracción y preocupación universal,  de manera muy eficaz, el movimiento nacido en países del llamado tercer mundo, conocido como” teología de la liberación”  que la Iglesia católica no pudo, ni supo, ni quiso aceptar como la mejor traducción de la acción trinitaria y por tanto de la revelación de su sentido, en la historia de la humanidad.

 

 

 

Fátima nunca más. Por Mario de Oliveira, Teólogo

I. Dioses contra Dios

En Fátima, como en cualquier otro Santuario o templo, no basta con invocar a Dios, para concluir que estamos frente a una manifestación de fe. Por lo menos de fe cristiana. Cuando mucho, estamos ante una manifestación religiosa, lo que no es lo mismo. De hecho el cristianismo, en sus inicios, ni siquiera quiso aparecer como una religión. Los textos fundantes del Nuevo Testamento, no nos hablan de una nueva religión, sino de una vía o de un camino. Vía o camino que nos ha de llevar, más que a Dios, al encuentro del otro, de los otros, al encuentro de aquellos que no son de nuestra misma “carne y sangre”, y hasta al encuentro de aquellos a los cuales tenemos como enemigos. Para que entre nosotros y ellos, entre todos y entre todas, se establezca progresivamente, una relación de fraternidad. Pues solamente cuando esta relación de fraternidad es efectiva, es cuando Dios es honrado y venerado, y la fe cristiana se convierte en un acontecimiento verdadero. “No todo el que me diga ‘Señor, Señor’ entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial” (Mt, 7,21). El Evangelio es así. No admite fugas, que quizás se presenten como muy religiosas, pero que también son muy alienantes, muy deshumanizadoras y muy poco fraternas.

En Fátima, como en cualquier otro santuario o templo, es necesario interrogarnos con humildad pero sin descanso, si es Dios el que está siendo invocado y venerado. Cuál Dios es el que atrae y convoca a las personas allí reunidas. Porque, al contrario de lo que realmente se piensa, no hay un único Dios. Siempre hubo a través de los tiempos , muchos dioses. Y la dificultad en poder discernir, entre tantos dioses, cuál es el verdadero, cuál es aquel que progresivamente nos humaniza y nos fraterniza (aquel que es buena noticia para los seres humanos), siempre fue muy grande. Hoy parece que esta dificultad es aún mayor que en el pasado. Porque los dioses son muchos, y cada vez se presentan más atrayentes y seductores.

Sabemos que Caín, por ejemplo, en los albores de la humanidad -la primera carta de Juan lo recuerda en los albores del cristianismo- según reza el mito bíblico del Génesis 4, 1-16, también invocaba a Dios, cumplía con todos los ritos religiosos, practicaba regularmente la liturgia de su época. Pero sin embargo, todo esto no le impidió, con la mayor de las calmas y con la más tranquila conciencia, matar a su hermano Abel. El dios al cual él invocaba y veneraba y al que ofrecía generosamente las primicias de su cosecha, no era incompatible con el acto fratricida. Por el contrario, él mismo se lo habría sugerido e inspirado, en algún momento del culto.

Está narración no fue escrita con el fin de entretenernos, sino para edificarnos. Para que estemos alertas, para ayudarnos a discernir. Para revelarnos que no alcanza con admitir la existencia de Dios, ser deísta, ser religioso, frecuentar actos de culto a determinadas horas y en locales considerados sagrados, para que seamos automáticamente varones y mujeres humanos, humanizados, fraternos, en una palabra: cristianos. Podemos hacer todo eso y mucho más, como por ejemplo: contribuir con holgadas ofrendas para la construcción de templos y de santuarios, hacer difíciles y dolorosas promesas, y cumplirlas escrupulosamente, tener hasta una buena relación con los sacerdotes de las múltiples religiones que entre nosotros existen y, al mismo tiempo, alimentar sentimientos de odio y de venganza, de celos y de muerte contra el otro, y contra los otros. Y lo que es aún peor , podemos hasta pasar de los sentimientos a los hechos, y matar al otro, a “los enemigos”, a los que no piensan como nosotros, los que no son de nuestra religión, los que no aceptan “jugar nuestro juego”… Y todo esto, sin la necesidad de inquietar nuestra conciencia; al contrario, con todo el sentimiento del deber cumplido, con la calma de quien piensa que es así como se es verdaderamente una persona religiosa.

Escribir y decir estas cosas, puede ser eventualmente impactante para mucha personas, sean éstas creyentes en dios, o ateas. Pero no debería serlo, por lo menos, para los cristianos y las cristianas y sus respectivas iglesias. El cristianismo, que en sus inicios, nunca quiso ser una religión más, entre las múltiples existentes en el imperio romano, sino un camino hacia al encuentro del otro, de los otros, incluso de aquellos que una cierta educación cívica y religiosa los define como enemigos nuestros, para que con todos y con todas hagamos juntos el descubrimiento y la experiencia de la fraternidad y de la comunión cada vez mayor, el cristianismo nació, como se sabe, de la revelación definitiva y más radicalmente liberadora de la humanidad, y también de la revelación más humanizante y fraternizadora.

Jesús de Nazaret, reconocido y proclamado por los primeros adherentes y seguidores como el Cristo, lo fue por fuerza de la resurrección que inesperadamente para ellos sucedió. El había sido, hasta la resurrección, el más odiado de los hombres; condenado a muerte como blasfemo y subversivo y ejecutado en la cruz. Ahora bien, quien está por detrás del crimen mayor de la historia de la humanidad, quienes conducen el proceso hasta su consumación, son hombres religiosos, profundamente creyentes en Dios, puestos al frente de la institución religiosa más sagrada. Y cuando los príncipes de los sacerdotes y el sanedrín procedieron, junto a los teólogos del templo, lo hicieron con la convicción de que, de esa manera daban gloria a Dios, al Dios que rendían culto y adoraban en el grandioso templo de Jerusalén. Tal es así, que después de cometer tan horrendo crimen, continuaron, con sus conciencias tranquilas, frecuentando el templo y promoviendo el culto en honor a su Dios, en los días y a las horas exactas.

¿Pero que paso con Jesús de Nazaret, llamado el Cristo? Se convirtió, por lo menos para los cristianos y las cristianas, y para sus respectivas iglesias, en el acontecimiento más revelador de la Historia, la Luz que ilumina a todo ser humano que nace en este mundo. Es el nuevo y definitivo Big-Bang de la creación de la humanidad y del mundo nuevo. Lo nuevo y definitivo comenzó. En Él y con Él la Humanidad nació de nuevo, nació definitivamente fraterna y solidaria.

Sabemos por esto, y de manera definitiva a partir de Jesús crucificado a quien el Padre resucitó, que de hecho, Dios nunca fue una realidad unívoca. Hay muchos dioses. Está Dios y están los dioses. Y hay una lucha de los dioses contra Dios. Hay dioses altamente peligrosos, asesinos y opresores, que no se sienten bien sin víctimas inocentes, cuya sangre reclaman insaciablemente. Dioses sádicos que devoran a sus adoradores esclavizándolos y degradándolos. En una palabra dioses que hacen que las personas se deshumanicen y que lleguen incluso a matar. Así es como ellos son, y como hacen que sean sus adoradores, que suelen ser muy religiosos, como Caín, pero también asesinos como él. Suelen ser a imagen y semejanza de los dioses que invocan y rinden culto.

Y está el Dios de las víctimas, él mismo víctima de los dioses todo poderosos y asesinos, El que resucitó a Jesús de entre los muertos; éste es el Dios de Jesús y el Dios de los hombres y de las mujeres que prosiguen su Causa (cristianos, cristianas, y todas las personas de buena voluntad), el Dios vivo que vive y que hace vivir. El Dios que no quiere otro culto que no sea la promoción de la vida, y la vida en abundancia para todos, El Dios que no sólo no quiere víctimas ni genera víctimas, sino que además trabaja siempre para bajarlas de la cruz. El Dios que se manifiesta en el mirar y en el cuerpo de las víctimas de la historia, a partir de las cuales lanza la pregunta más perturbadora y desafiante, también la pregunta que potencialmente genera más fraternidad, dirigida a todos los que lo invocan como lo hizo Caín, pero que al mismo tiempo matan a sus hermanos: ¿Dónde está tu hermano?, ¿qué hiciste con tu hermano?, o esta actualización de la misma pregunta: ¿Por qué me persigues? (Hch 9,4).

II. Del Dios de Fátima, líbranos, Señor

Dos niños que mueren y una tercera que sobrevive pero es separada de su tierra e impedida para siempre de llevar una vida como las de otras personas (primero, la internaron, secretamente, en el Asilo de Vilar, en Oporto y, después, la mandaron a España y la convirtieron en una monja enclaustrada para el resto de su vida, situación que, luego de 76 años de los acontecimientos de 1917, ¡aún continúa!), he ahí el principal balance de las llamadas “apariciones de Fátima”. Probablemente, nunca nadie en la Iglesia Católica se atrevió a mirar las apariciones desde este ángulo.

Que no piense nadie que escribimos esto para unirnos a los llamados “enemigos” de Fátima. Lo que nos mueve es la fidelidad al Evangelio y al Dios de Jesús, a quien María de Nazaret, cantó mejor que nadie como libertador y salvador de la humanidad, particularmente, de los pobres y excluidos. La lectura que hicimos del libro más importante sobre Fátima, Memorias de la hermana Lucía, nos obliga a ello. Porque el Dios que allí se anuncia y revela no tiene nada que ver con el Dios revelado en Jesús de Nazaret. Se relaciona más bien con un Dios sanguinario, que se complace en el sufrimiento de inocentes, un Dios creador de infiernos para castigar a quienes dejan de ir a misa los domingos, o dicen palabras desagradables, un Dios incluso peor que algunas de sus criaturas.

A los lectores y lectoras les pedimos que, en vez de escandalizarse, traten de leer también el libro de la Hermana Lucía. Porque, si lo hacen, a la luz del Evangelio de Jesús, acabarán, probablemente, orando junto con nosotros: “Del Dios de Fátima, ¡líbranos, Señor!”.

El libro de Lucía nos hace retroceder en el tiempo y sumergirnos en el ambiente religioso y eclesiástico en que tuvieron que vivir los niños de Fátima, alrededor de 1917. Eran los tiempos de la Primera Guerra Mundial. Pero el terror que se respiraba, sobre todo en los medios populares y rurales, no venía de ahí. La catequesis familiar y parroquial, así como las predicaciones dominicales y otras, entonces muy recurrentes, constituían un género de terror no menos intenso y, también, no menos nefasto y criminal. Porque incidía sobre la conciencia de las personas, especialmente de los niños, pequeños seres indefensos y cargados de sensibilidad, dispuestos a creer en todo lo que les dicen los adultos, padres y madres, y también obispos y párrocos, cuya palabra era, míticamente, escuchada y atendida, como si fuese la voluntad de Dios presente en medio del pueblo. (El libro de Lucía muestra hasta la saciedad, que ella misma, incluso hoy, tantos años después, se mantiene en esta visión mítica de la realidad, también de la realidad eclesial, aunque tal visión sea totalmente ajena al mensaje liberador del Evangelio).

Jacinta y Francisco, además de Lucía, respiraron un ambiente así. El libro no deja dudas, para quien sepa leer entre líneas, críticamente, sin dejarse envolver por el misticismo religioso, casi patológico, en que está escrito.

Se percibe muy bien que el terror es una constante en las vidas de estos tres niños. Vivían atribulados por el pecado, con el infierno y con los pecadores que se van, por montones, al infierno. Todo era pecado para ellos. Hasta darle un beso a otro niño en el juego de las prendas. Dar un beso, para Jacinta, por ejemplo, sólo es posible a Nuestro Señor, en la imagen del Crucificado. Como si otro niño o niña, compañero de juegos, no fuese mucho más imagen de él, sino sólo ocasión de pecado. (¿Quién instigó una visión tan moralista en la pequeña y angelical Jacinta? ¿Qué satánica catequesis le distorsionó tan gravemente la mirada? ¿Quién le arrebató, tan tempranamente, la naturalidad?).

En ese contexto, todo puede llevar al infierno. Dios, a los ojos de estos niños, está tan cansado de los pecados de sus criaturas humanas, que su ira está a punto de rebasar los límites, lo cual no sucederá si ellas aceptan sufrir-sufrir-sufrir, hacer toda clase de sacrificios por amor a Él y por la conversión de los pecadores y, al mismo tiempo, rezar muchos rosarios.

Como no podía ser de otro modo, los niños que reciben toda esta información (sensibles e indefensos como sólo ellos son) sufren, lloran, tienen dolor por Nuestro Señor. Y comienzan a pensar en ofrecerse como víctimas, hasta la muerte, para desagraviar a Dios y, de alguna manera, forzarlo a perdonar a los pecadores. Quedan completamente poseídos por una mística de la muerte, una mística sacrificial, que habla más bien de un Dios que se alimenta de gente, en vez de una mística de vida, la única que el Dios de Jesús puede inspirar a sus hijos e hijas, ya que Él mismo es un Dios que trabaja continuamente para que todos tengamos vida y vida en abundancia. Verdadera tortura Vivir en un clima de una religiosidad así se volvió una verdadera tortura. Por lo menos, para estos niños aterrorizados, que siempre toman todo en serio. Se volvió también un riesgo terrible. El riesgo de llegar a ser condenados al infierno. Bastaba con cometer algún pecado. Y el pecado, para ellos era, por ejemplo, decir palabras feas o hacer pequeñas travesuras. Lo suficiente para ser condenados al infierno, descrito por ellos mismos con imágenes sumamente terroríficas. Nunca más, entonces, estos niños pudieron sentir la voluntad y la disposición de hacer sacrificios por los pecadores. El infierno era, finalmente, la gran amenaza para todos y lo que con mayor probabilidad podía sucederle a cualquiera. Y, para los pecadores, más que amenaza era ya una certeza. En un clima así, de religiosidad verdaderamente despojada de Evangelio, peor aún, contra el Evangelio, no es de extrañar que el deseo mayor de estos niños fuese el de ir al cielo porque ésa sería la única manera de no caer en el infierno, donde quien cae queda, para siempre, ardiendo en el inmenso horno de fuego en compañía de los animales más asquerosos y horrendos. Por lo que cuenta Lucía, en este libro, los dos hermanos, Jacinta y Francisco, vivían aterrorizados por el infierno. Era lo más natural. La madre, en las frecuentes catequesis familiares que les administraba, exageraba bien los colores del terror. Y los predicadores de las misiones parroquiales que seguían, con fidelidad, el libro Misión Abreviada, no se quedaban atrás. Por eso es que, en un ambiente así, de verdadero terror teológico, lo que más espanta y escandaliza a quien hoy busca ser discípulo de Jesús y dejarse conducir por los valores de su Evangelio liberador, es que aquella Señora la que los niños dicen que vieron y escucharon los días 13 de los meses de mayo octubre de 1917, a pesar de decir que venía del cielo, es decir, de Dios, no haya aparecido para liberarlos del miedo y convidarles la alegría de vivir. Por el contrario, comienza por anunciarles, a los dos más pequeños y también más aterrorizados, que en breve les llevaría al cielo, una manera eufemística de decirles que iban a morir antes de tiempo.

Catequesis terrorista

En lugar de la buena noticia liberadora de que Dios quiere que ellos vivan y vivan en abundancia, les anuncia que pronto van a morir. En el fondo, se limita a reproducir y legitimar la catequesis terrorista y negadora del Evangelio que los niños constantemente escuchaban en su casa y en la parroquia.

Pero lo más chocante todavía estaba por venir: la aparición en la que, en julio, durante el diálogo que mantiene con ellos, les muestra a los tres niños el infierno y la impresión que les causa es tal, sobre todo en Jacinta y Francisco, que bien podría decirse que los dos hermanitos, de tierna edad y de salud manifiestamente debilitada, nunca se repusieron de esta visión terrorífica y acabaron por morirse del susto, además de la fragilidad que, por otra parte, se apoderó irreversiblemente de sus cuerpos, una vez que tanto ella como él, desde entonces, nunca más consiguieron ser niños como los demás, ni lograron jugar relajadamente, ni encararon la vida como niños saludables (Francisco, por ejemplo, hasta dejó de ir a la escuela, y en vez de eso, prefería esconderse en la iglesia ¡a rezar por los pecadores!) y nunca más se alimentaron bien.

En todos los momentos, a partir de aquel día, la visión del infierno persiguió a los dos niños, aterrorizándolos, obligándolos a rezar por los pecadores, y forzándolos a hacer sacrificios por la conversión de los pecadores. El libro de las Memorias de Lucía da testimonio de que los dos hermanitos eran capaces de pasar días enteros sin comer, daban su merienda a las ovejas, no bebían ni gota de agua en pleno mes de agosto, andaban todo el día, e incluso durante la noche, con una cuerda amarrada permanentemente a la cintura, hasta sangrarse.

Masoquismo religioso

Con estas actitudes, cargadas de masoquismo religioso y sacrificial, pretendían -con una ingenuidad e inocencia sobrecogedoras y de las que personalmente no eran responsables sino víctimas- consolar a Nuestro Señor y al Papa (la preocupación por el Papa surgió después de que, en cierta ocasión, un sacerdote les habló de él y les informó que estaba siendo perseguido por los “enemigos” de la Iglesia).

Se llegó, así, a la inversión total de la Buena Noticia que es la revelación de Dios en la Historia de la Humanidad y que culminó en Jesús de Nazaret, la mayor y más liberadora Buena Noticia que los empobrecidos del mundo y todos los que, oficialmente, son tenidos como pecadores, alguna vez pudieron oír.

En este caso de Fátima, en vez de que Dios sea aquel que viene como compañero y padre con corazón de madre, a consolar a los niños y liberarlos del terror y del sufrimiento en que una catequesis sacrificial y sádica los había condenado a vivir, son los niños quienes lo consuelan y se autoinmolan para conseguir que Él, a la vista del sufrimiento de ellos, víctimas inocentes, contenga su ira y desista de llegar actuar contra las criaturas humanas y pecadoras. En otras palabras: ellos se reducen para que Él crezca, en una liturgia típicamente sacrificial, pero también verdaderamente repugnante, que, cuando sucede, es siempre un insulto al Dios de Jesús y, simultáneamente, una de las causas principales que explican el crecimiento del ateísmo en el mundo.

Urge evangelizar a Fátima

Puede, pues, decirse que el libro Las memorias de la Hermana Lucía -donde ella escribe todo lo que recuerda de sus tiempos infantiles, en Fátima, escrito por obediencia a algunos hombres de la Iglesia que, extrañamente, se atribuyen una tal autoridad sobre ella, porque incluso le dieron órdenes terminantes- contiene y vehicula una teología (reflexión sobre Dios) en las antípodas de la teología cristiana.

Se trata de una teología sobre un Dios que sigue siendo el Dios de mucha gente, pero que tiene que ver más bien con un ídolo devorador de pobres, bastante peor que algunas de sus criaturas, un Dios a imagen y semejanza de los verdugos que sólo calma su ira castigadora y destructiva con sangre, mucha sangre, de víctimas inocentes, un Dios justiciero, verdugo, sanguinario, un Dios contra el hombre y la mujer y sin entrañas de misericordia, tirano y déspota, un Dios intrínsecamente perverso, a quien es preciso apaciguar y cuyo brazo justiciero está presto a caer sobre la humanidad, cosa que no sucede aún porque, felizmente, tenemos junto a Él a una criatura, la más santa de todas y, por lo que parece, más misericordiosa que Él, la Señora del Rosario que ha conseguido calmarlo.

Pero ella misma está a punto de no poder soportar más la ira y el odio de Él contra la humanidad y, por eso, decidió bajar del cielo a la tierra, más concretamente a Portugal, donde algunos años antes, por coincidencia, se instauró una República masónica y atea, para pedir a tres niños inocentes que la ayuden en esta ingente tarea.

“¿Queréis (les dijo, en su primera aparición) ofreceros a Dios, para soportar todos los sufrimientos que Él quiera enviaros, en acto de reparación por los pecados con que Él es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores?” Los niños, educados en una catequesis sacrificial y terrorista, dijeron que sí. Y, como ellos, mucha gente aún hoy le sigue diciendo lo mismo a ese Dios. Sólo quien no quiera ver puede ignorar que, en Fátima, el Dios más buscado por las personas que sufren dolencias y aflicciones de todo tipo, es un Dios así. Un Dios que nos espanta, que inspira miedo, que nos castiga, nos da y quita la vida, según el humor del momento. Un Dios que exige sacrificios humanos, que se complace en ver autoflagelarse a los pobres, en una inmolación que puede llegar hasta el límite de las fuerzas y de la vida. Un Dios en rebeldía hacia el Evangelio, con más de demonio que de Dios, quien desde los albores de la humanidad ha vivido en nuestro inconsciente colectivo, en donde, manifiestamente, aún no ha llegado la buena nueva liberadora de todo miedo, que es el Evangelio de Jesús.

La Iglesia Católica, que desde el principio ha administrado a Fátima, no ha sido capaz aún de evangelizarla. ¡Y vaya que es necesario! Por el contrario, se ha mostrado más interesada en aprovecharse sacrílegamente del fenómeno. Tal vez porque él, como dice la publicidad de la lotería, es fácil, barato y da millones. Y garantiza elevadas estadísticas, a la hora de contabilizar a los católicos portugueses, lo que da mucho más poder reivindicativo a la respectiva jerarquía, frente al poder establecido.

Ha llegado la hora de cambiar. Desde la raíz. ¿Es arriesgado? Sin duda. Pero también es imperioso y urgente. Está en juego el Nombre de Dios, del Dios revelado en Jesús de Nazaret. Está en juego la fe cristiana. Y, sobre todo, está en juego la humanidad, particularmente, la mayoría empobrecida y oprimida, también en nombre de un cierto Dios que, en Fátima, continúa dictando, impunemente, su ley sacrificial.

Los teólogos cristianos tienen, pues, una palabra que decir. Con lucidez y valor. Con discernimiento. En la lucha de los dioses en que vive la humanidad, la palabra de los teólogos es insustituible. Puede ser, para algunos, martirial, como ha sido para otros compañeros nuestros en América Latina. Pero no pueden dejar de hablar los teólogos. Tampoco las comunidades cristianas donde ellos se encuentran. Pactar, aunque sea con el silencio, es un pecado contra los pobres y contra el Espíritu Santo.

Y es que Dios, el Dios de Jesús, en vez de crear infiernos para los pecadores (¿y quién no lo es?), los acoge y come con ellos. Por pura gracia. En vez de hacer víctimas, las baja de la cruz. Y está empeñado, como creador que es, en hacer de esta tierra, aún con mucho de infierno, una nueva tierra, donde Él viva con nosotros y entre nosotros, para siempre, como Emmanuel. Y María, la madre de Jesús, lejos de andar por ahí pidiendo sacrificios y el rezo de muchos rosarios por la conversión de los pecadores, es la mayor poeta de este Dios totalmente ocupado en la liberación y salvación de la humanidad y empeñado en llevar a su término la creación del mundo, iniciada hace muchos millones de años. Una creación demorada, porque Él no la quiere hacer sin nosotros, sino junto con nosotros. Y también porque respeta infinitamente nuestra libertad sin jamás perder la paciencia, a pesar de los innumerables disparates que cometemos contra nosotros mismos, contra los demás y contra la Naturaleza que nos sirve de cuna. Y es así porque nos ama infinitamente. Pues ni siquiera puede hacer otra cosa.

Fuente: Este texto es un extracto del libro del mismo título que fue publicado en Portugal en abril de 1999 por la Editora Campo das letras. Servicios Koinonia

Homilías Dominicales. Domingo 10 de Julio de 2016 – 15 durante el año (ciclo “C”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema  (Lucas 10,27-37)

Un doctor de la ley se acercó un día a pregunta a Jesús, con la intención de ponerlo a prueba: ”Maestro ¿ qué tengo que hacer para conseguir la vida eterna?” Jesús le preguntó ¿ qué está escrito en la Ley?¿qué lees en ella? El le respondió : “Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda tu alma, tus fuerzas y con todo tu espíritu y a tu prójimo como a ti mismo” Has respondido exactamente, le dijo Jesús. Obra así y alcanzarás la vida”

Pero el doctor de la ley para justificar su intervención, le hizo esta pregunta. ¿Y quién es mi prójimo? Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: Un hombre viajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de una banda de asaltantes que los despojaron de todo, lo hirieron y se fueron dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba o el mismo camino un sacerdote que lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita, lo vio y siguió de largo Pero un samaritano que pasaba por allí al llegar al herido lo vio y se conmovió. Se acercó, vendó sus heridas cubriéndolas con aceite y vino, después lo puso sobre su montura los llevó a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente sacó dos monedas de plata y se la dio al dueño del albergue diciéndoles: Cuídalo y lo que gastes de más te lo pagaré al volver. ¿Cuál de los tres te parece que se comportó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?.  El que tuvo compasión de él  Y Jesús le dijo. “Ve y procede  tú de la misma manera”

 

Síntesis de la homilía

No era fácil determinar cuál era el mandamiento más importante de la ley mosaica abarcando no sólo el decálogo de moisés sino también las disposiciones del Deuteronomio.. No era raro que esto sucediera. También nosotros los cristianos hemos complicado el  mensaje de Jesús, añadiéndole  una cantidad de disposiciones y preceptos, empezando con los del decálogo de Moisés, que a veces en lugar de ayudar, complican la relación honesta de la conciencia con la voluntad de  Dios.. En realidad, durante mucho tiempo si uno preguntaba a un católico cuál era el mandamiento más importante y por tanto el peor de los pecados no era raro encontrarse con una respuesta aludiendo a lo sexual Y esto se relacionaba directamente con el sentido de la confesión que mucha gente comenzaba diciendo “Y Padre a esta altura de mi vida qué pecados puedo tener….! sin tener en cuenta que en cualquier edad de la vida los peores pecados, el egoísmo.la deslealtad, el rechazo del hermano, la descalificación por el juicio condenatorio propagado sin medida…. Hacen un gran mal aunque haya una observancia perfecta del 6to y 9no. del decálogo Mosaico. Jesús pone las cosas en su lugar frente a la capciosa pregunta del Dr. De la Ley y frente a nosotros.. Y aún respetando la letra de la Ley que habla del mandamiento de un amor sin medida al único Dios, presenta la novedad del amor al prójimo como a sí mismo, que figura en el Deuteronomio y él absolutizará después como el único mandamiento, el mandamiento nuevo.. “Amense entre ustedes como yo los amé.        El recurso del perito en la ley para justificar su pregunta anterior es aprovechado por Jesùs para expresar claramente su pensamiento. Un sacerdote y un levita (servidores del templo en que los judíos concentraban todo el cumplimiento del primer mandamiento) dan más importancia a esa función que al samaritano herido y lo dejan abandonado. El samaritano, sin preocupaciones religiosas cultuales, extrema su atención para con el hombre víctima de salteadores y muestra el verdadero y a la vez sencillo porque al alcance de todos, para agradar a Dios y cumplir su voluntad. No es necesario que digamos que también para nosotros en nuestra catequesis tradicional siempre significó un pecado no ir a Misa porque se tuvo que atender a un enfermo o necesitado. La conclusión de Jesús es simple y concreta. Para aquel hombre y para nosotros que hoy tenemos tanta gente abandonada en los camimos de la pobreza y el sufrimiento  “Vete y haz tú lo mismo”