Conferencia Biblia y Evolución. Por Ariel Alvarez Valdés
Conferencia del Dr. Ariel Alvarez Valdés sobre las relaciones entre la Biblia y el origen del ser humano.
Más info Fundación Diálogo
Curso bíblico: “Cómo es Jesús en el Evangelio de San Mateo” Por Ariel Alvarez Valdés
LA FUNDACIÓN “DIÁLOGO” y Charlas de la Cripta
Te invitan al curso bíblico:
“Cómo es Jesús en el Evangelio de San Mateo”
A cargo del teólogo y biblista:
ARIEL ALVAREZ VALDÉS
Fecha: jueves 30 y viernes 31 de agosto de 2012
Hora: de 19 a 22
Lugar: CPC ARGUELLO: Av. Rafael Núñez esq. Ricardo Rojas – Argüello – Córdoba. Colectivos: Líneas N y T – Empresas: Fono Bus, Intercórdoba y Sarmiento.
Costo: $20 por noche
Informes: charlasenlacripta@gmail.com
TEMARIO
Jueves 30: “¿Cómo nació el Evangelio de Mateo?”
Viernes 31: “¿Cómo presenta Mateo a Jesús?”
Sumario
El libro de San Mateo es el Evangelio más conocido por los lectores cristianos. El hecho de ser uno de los textos más completos, puesto que narra la vida de Jesús desde su infancia hasta su ascensión, ha hecho que la Iglesia lo priorice en su liturgia, y lo proponga siempre como material de lectura. Sin embargo, muchos ignoran que el Jesús que presenta Mateo es muy diferente al de Marcos, y también al de Lucas y Juan.
A lo largo de este curso, se intentará ver porqué Mateo escribió su Evangelio, dónde lo escribió, y para quiénes compuso su libro. Asimismo, se intentará analizar la imagen de Jesús propia que presenta este evangelista, tan distinta a la de los otros escritos autores bíblicos. Finalmente se buscará abordar cuáles son las características teológicas de Mateo, para aprender a identificarlo como autor del Nuevo Testamento.
“Enigmas de la vida de Juan el Bautista” Nuevo Libro de Ariel Álvarez Valdés
La editorial San Pablo, de Buenos Aires, acaba de publicar una nueva obra del teólogo y biblista Ariel Álvarez Valdés, titulada “Enigmas de la vida de Juan el Bautista”. Se trata de un texto original, ya que los Evangelios hablan muy poco de este personaje, considerado el precursor de Jesús.
A lo largo de los 13 capítulos del libro, el autor va describiendo de manera simple y sencilla, las novedades que sobre Juan el Bautista han ido ofreciendo los nuevos estudios bíblicos. En efecto, junto con los recientes estudios sobre el Jesús histórico, ha salido a la luz una nueva figura de Juan el Bautista. Este extraordinario profeta, considerado por el mismo Jesús como el hombre “más grande nacido de mujer”, siempre permaneció ensombrecido por la vida y la actuación del maestro galileo, de quien los Evangelios dicen que simplemente fue su “precursor”. Sin embargo, poco a poco ha ido asomándose ante las nuevas investigaciones como mucho más que eso: un imponente predicador, un formidable guía espiritual, un maestro de oración y un genial catequista, responsable incluso de haber despertado la vocación religiosa de Jesús.
Los Evangelios presentan varios detalles curiosos, relacionados con su figura, que no siempre han sido debidamente expuestas, como la vestimenta que usaba, el rito del bautismo que impartía, su alimentación, o el mensaje que predicaba. El presente libro procura aclarar algunos de estos interrogantes, como por ejemplo: ¿Por qué predicó en el desierto? ¿Cómo fue su infancia? ¿Anunció la llegada del fin del mundo? ¿Bautizó realmente a Jesús? ¿Dónde fue decapitado y por quién?
El presente texto, escrito en estilo de divulgación, constituye el libro número 30 de Ariel Álvarez Valdes, y es una breve y apasionante obra que procura acercar los estudios especializados a quienes no son especialistas.
Datos sobre el autor:
Ariel Álvarez Valdés es licenciado en Teología Bíblica por la Facultad Bíblica Franciscana de Jerusalén (Israel) y doctor en Teología Bíblica por la Universidad Pontificia de Salamanca (España). Desde hace varios años, se dedica a la divulgación popular de la investigación científica de la Biblia, a través de escritos y conferencias en la Argentina y en el extranjero. Entre sus obras publicadas se encuentran: “Enigmas de la Biblia”, “¿Puede aparecerse la Virgen María”?, “¿Prueba Dios con el sufrimiento?”, “¿La Biblia dice siempre la verdad?”, “Enigmas de la vida de san Pablo” y “Enigmas de la pasión de Jesús”.
Cuando uno quiere ayudar, los panes se multiplican. Por Rosana Guerra
Mientras muchos cristianos anclados en su fe infantil siguen pensando que los milagros vienen del cielo, esta mujer entendió perfectamente que los milagros se construyen día a día cuando alguien como ella se hacen cargo y se ponen a trabajar. La mejor exégesis del relato evangélico: “Cuando uno quiere ayudar, los panes se multiplican.” Felicitaciones Adela!
Sin Tapujos
Hace 16 años que Adelina “Adela” Milla, más conocida en barrio El Quebracho –ubicado en el sur de la ciudad de Córdoba– como Adela, prepara la merienda y la cena para 130 niños que viven en situación de extrema pobreza.
Apenas se mudó con su familia a este barrio en 1987, los chicos le tocaban la puerta para pedirle un pedacito de pan o un poco de leche. Sin dudarlo habló con su esposo y le planteó la idea de abrir un comedor. “Le dije que me gustaría tener uno en casa. El me dijo que era mucho trabajo. Y yo le respondí: lo quiero hacer”, relata.
Y lo hizo. El comedor Pancitas Tristes comenzó funcionando en el living de su casa. Y su marido viendo a su esposa tan decidida no solo accedió a su pedido sino que se comprometió en la tarea solidaria.
“Acepté y el comedor se abrió en el living. Hasta que un día le dije, Adela tengo que hacer malabares para ver televisión con todos los chicos aquí adentro”, relata divertido Miguel. Fue ahí donde le propuso construir con sus propias manos un salón en la parte posterior de la casa. Y con la ayuda de un hermano levantó una habitación con un baño y una cocina.
El trabajo silencioso de Adela siempre estuvo acompañado de una actitud perseverante y amorosa. “Hasta hace unos quince días cocinaba con una cocina común. Así que empezaba a preparar la merienda y la cena a las tres de la tarde”, dice con sencillez.
Después de 16 años llegó la cocina industrial y junto a Teresa Moreno, otra voluntaria, empiezan a preparar la cena un poco más tarde, a eso de las cinco para que esté todo listo a las siete cuando llegan los chicos.
Quizás por saber lo que es atravesar por una situación de necesidad extrema con sus hijos Adela se resiste a que otros niños pasen por lo mismo. “Nunca me voy a olvidar cuando una vecina que recién conocía de barrio Cárcano, Yolanda Colazo, “La Gorda Pepa”, me abrió la puerta de su casa y cuando le pedí algo para comer me dio dos bolsas de consorcio con alimentos y unas monedas para que comprar carne para mis hijos”, agradece emocionada.
Pidiendo. Cuando abrió el comedor en 1995 habló con un grupo de mamás y salieron a pedir casa por casa y a los comercios de barrios como Pilar, Jardín, José Ignacio Díaz, Corral de Palos y Nueva Córdoba. “Aunque recibimos muchos portazos tuvimos suerte. Los vecinos nos daban fideos, arroz, polenta, aceite y pan. Y cocinábamos con leña porque no había gas en aquella época”, recuerda.
A los tres años de abierto el comedor recién recibió ayuda del Gobierno provincial en la época en la que distribuían las cajas pan. “Después nos dieron una ayuda económica pero en el mes de mayo de este año no recibimos nada”, advierte.
Cuando se terminó la ayuda estatal su esposo comenzó a ayudarla a preparar pan casero para vender y así comprar la carne para el comedor. “El problema es que los voluntarios que teníamos eran del plan Jefes y cuando se cortó se fueron. La única que quedó fui yo y Tere Moreno que me ayuda mucho”, señala Adela.
Ella sabe que la cena que brinda para algunos niños es la única comida que recibirán hasta el otro día. Adela es una convencida que cuando quiere servir aunque haya poco los panes milagrosamente se multiplican. “Le doy gracias a Dios porque cada día tengo más ayuda y no sólo de alimentos. Me donaron las mesas y los bancos nuevos de madera y hasta el arbolito de Navidad”, agrega, con una fe inquebrantable.
La familia. Adela (56) es ama de casa y tiene dos hijos Elizabeth (22) y Daniel (21). Su esposo es albañil y coloca membranas para techos. Y su hija Eli, también la ayuda en el comedor.
Ana María, una de sus sobrinas está orgullosa de su trabajo. “Es una alegría que ella pueda ayudar a los chicos que lo ?necesitan. Sé que algún día cuando sean grandes se van a acordar de mi tía y del comedor”, advierte.
“Me hace feliz cuando los chicos me agradecen con un beso o simplemente te saludan. Y algunos no te dicen gracias pero no es porque no valoran sino porque nadie les enseñó a agradecer”, advierte la voluntaria.
En los años de andar la calle descubrió que los que más dan son los que menos tienen. “Las que veía con la boca pintada son las que me cerraban la puerta en la cara. Hemos recibido muchos portazos pero también mucha ayuda, más de la gente pobre que de la gente de buena posición. Si pudiera abrir los fines de semana, lo haría. Aunque creo que si hubiera trabajo para todos, los comedores no deberían existir”, finaliza.
Para colaborar
Pancitas Tristes. Es un comedor que está ubicado en barrio El Quebracho. Funciona de lunes a viernes.
Horarios. A las 16 se da la copa de leche y a las 19, la cena para niños de 1 a 14 años. Atiende a 130 niños, aunque en esta época asisten unos 70.
Lo que necesitan. Pan dulce para Navidad; alimentos no perecederos como fideos, arroz, aceite, azúcar, chocolate, flan, gelatina, y zapatillas para los niños.
Más información. Comunicarse con el teléfono (0351) 497-5868 de 12 a 19.
Fuente La Voz del Interior
Para Leer. Las Mujeres y la Biblia. Colección Coordinada Por Mercedes Navarro Puerto
La genial experta en Biblia Mercedes Navarro Puerto es entrevistada por Jesús Bastante.
La profesora Mercedes Navarro coordina la colección “La Biblia y las Mujeres“, un completo compendio editado por Verbo Divino y que será presentado este jueves en el Colegio Mayor Chaminade de Madrid. Un proyecto “ecuménico, en cierto modo inter-religioso (judaísmo) y con una clara perspectiva crítica de género (feminista, en realidad, si se entiende correctamente el término)”.
¿Qué supone esta colección?
Para describir este proyecto, suelo comenzar diciendo lo que no es, pues ayuda a entender mejor su peculiaridad. No es, por ejemplo, un diccionario sobre mujeres de la Biblia; no es una Biblia en femenino ni una especie de historia compensatoria. El proyecto La Biblia y las Mujeres pretende recuperar la recepción de las mujeres, generalmente olvidada e ignorada por la tradición masculina, o desconocida a nivel local y especializado. Por lo tanto, este proyecto hay que entenderlo como parte de la historia de la recepción que intenta actualizar la Biblia, y su historia de la interpretación, en el contexto de una sociedad con una democracia de género. En este sentido, el proyecto debe ser considerado como un intento de inculturación que evalúa las posibilidades de una antropología, bíblicamente fundamentada y teológicamente respetuosa con los géneros, afrontando de modo crítico tanto las Escrituras como la Tradición.
Tanto las Escrituras como la Tradición, reclamaban el ecumenismo. De hecho, en la dirección general estamos mujeres cristianas, católicas y protestantes, pero en la organización y realización de la colección están muy presentes las mujeres judías: exegetas, historiadoras, especialistas en literatura y en arte…
El ecumenismo del proyecto y sus estrechas relaciones con el judaísmo han supuesto, desde el comienzo, un debate sobre dos cuestiones: el canon de las Escrituras y el concepto de Tradición. El tema del canon ya está cerrado, al tener que tomar una decisión entre diversas alternativas. La cuestión de la Tradición es abordada, de manera crítica, por las diferentes autoras y autores en sus respectivos artículos.
Por lo tanto, estamos ante un proyecto ecuménico, en cierto modo inter-religioso (judaísmo) y con una clara perspectiva crítica de género (feminista, en realidad, si se entiende correctamente el término).
Comprende más de 20 volúmenes, de los cuales 5 son bíblicos (tres de AT y dos de NT) y el resto aborda la recepción de la Biblia en la historia con las mujeres, desde ellas, sobre ellas, ya sea por presencia o por ausencia. Dicho de forma sumaria, trata de las figuras bíblicas femeninas; de la recepción de las mismas en la historia de la exégesis; de los textos y temas relevantes en torno a cuestiones de género en el ámbito jurídico, filosófico, teológico y socio-político; de la recepción de figuras femeninas de la Biblia y cuestiones de género en el área del arte, la literatura y las costumbres; de las mujeres intérpretes de la Biblia en la tradición judeo-cristiana.
¿Por qué la Biblia y las mujeres?
La Biblia, obviamente, porque es “el” libro de la cultura occidental y las mujeresporque somos, desde siempre, la mitad de la humanidad. La Biblia ha tenido enormes efectos sobre la historia de la humanidad, desde la ética al derecho, pasando por la filosofía y el arte. Cada generación, cada país y cada época, actualiza, por ello, aspectos diversos del potencial significado del texto, formando una historia de la recepción enormemente diversa. Ciertos modos de recepción del texto bíblico pueden parecer «curiosos»; otros, en cambio, han marcado magistrales momentos de interpretación, pero hay un dato constante, prácticamente en todas las épocas y contextos, y es que la recepción de las mujeres ha sido cuantitativamente minoritaria, y sus tradiciones, en la mayor parte de los casos, marginadas o completamente ignoradas.
¿Cuál es el papel de la mujer en la Historia de la Salvación? ¿Por qué su misión ha estado tan “escondida” a lo largo de la historia?
A estas preguntas irán respondiendo los volúmenes uno a uno. Sería simplista y osado, por mi parte, tratar de responder a una pregunta tan importante, pues no existe una única respuesta ni una interpretación simple para algo tan plural y complejo.
En la presentación se dice que se trata de un proyecto histórico-cultural, que intenta establecer un freno contra una lectura de la Biblia realizada en una perspectiva fundamentalista. ¿En qué consiste esta perspectiva fundamentalista? ¿Utilizamos la Biblia para separar?
Como ya he dicho, de alguna manera, la Biblia, su recepción y su influjo en la transversalidad de la vida cotidiana no pueden entenderse más que de manera contextualizada: los libros bíblicos en el propio contexto, de manera que es imposible prescindir de la historia y la cultura; y la recepción occidental, por su parte, ¿cómo podría entenderse si no es en la historia y desde la cultura, en general y en particular, de cada época, sociedad y lugar concreto? Introducir la dimensión histórico-cultural y la perspectiva de género es, de hecho, un impedimento a cualquier lectura fundamentalista. Impide una lectura esencialista, atemporal, que prescinde de todas aquellas variables que hacen de la Biblia unas Escrituras encarnadas, primero en la historia de Israel, luego en la historia del cristianismo primitivo, y después en el resto de la historia, hasta el día de hoy. La historia, la cultura y el género no permiten lecturas “literales”. En la presentación que haremos el próximo jueves explicaremos esto con ejemplos concretos.
¿Si utilizamos la Biblia para separar? La historia nos dice que la hemos utilizado para todo. Hemos justificado tantas cosas… Estos días estoy trabajando en la edición del próximo volumen sobre Medioevo II (ss. XII-V) y en uno de los artículos, su autora explica de qué manera la Biblia “ayudó a construir una bruja”. Las interpretaciones y las glosas de autores de aquella época son alucinantes. Pero esta misma autora, en el mismo artículo, habla de otros inquisidores que frenan esta tendencia ¡utilizando los mismos textos! La Biblia, así, ha servido para “construir” una bruja y para “deconstruirla”.Conocer la historia, por tanto, es un buen antídoto contra el fundamentalismo y contra cualquier literalismo. Cuando se trata de las mujeres, estas cuestiones se radicalizan mucho.
También explicáis las relaciones hombre-mujer a través del texto sagrado. ¿Cómo son y cómo van evolucionando?
Sí, imagino que esta pregunta ya está en cierto modo respondida. No obstante, remito a los volúmenes que ya están publicados, La Torah (EVD, 2010) y Evangelios. Narraciones e historia (EVD, 2011). El próximo, ya lo anuncio, será Medioevo (ss.XII-XV). Entre recepción e interpretación.
Fuente: Religion Digital
Charlas de La Cripta: Ariel Alvarez Valdes 19 y 20 de Mayo en CPC de Argüello
La Comunidad de La Cripta invita a la Charla – curso bíblico – que guiará el Dr. Ariel Alvarez Valdes sobre el tema: La dignidad de ser humanos. El Reino de Dios que predicó Jesús.
Dado que Torres el okupa ha prohibido que lo llevemos a la parroquia, la Comunidad de La Cripta, por ahora sin edificio, organiza este curso en el CPC de Argüello. La mayoría de nosotros ya conocemos el excelente trabajo de Ariel quien nos ha venido formando durante años. Para quien no lo conozca, valgan de presentación las palabras de Xavier Pikaza, uno de los biblistas más importantes de lengua española:
Ariel Alvares Valdes es un especialista, pertenece a la Asociación Bíblica Italiana (1996) y a la Española (2003), es miembro honorario del Instituto de Filosofía del Derecho de la Universidad de Lomas de Zamora (1998) y Consultor Internacional de Cuestiones Teológicas y Filosóficas, de la Universidad Pontificia Bolivariana de Colombia (2003). En esa línea se sitúa su tesis doctoral (La Nueva Jerusalén: ¿ciudad celeste o ciudad terrestre?), que obtuvo la máxima calificación en la Universidad Pontificia de Salamanca (2004) y que ha sido publicada en Verbo Divino, Estella (2006).
Es un investigador de primera línea, pero ha querido poner su especialidad al servicio directo de los que podrían llamarse “pobres de cultura”, pues no tienen acceso a los grandes y caros volúmenes de de la “ciencia” bíblica; por eso viene publicando para ellos, desde hace casi veinte años, una larga serie de artículos y libros más breves, en revistas de América Latina (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México y Venezuela), de Estados Unidos y de Europa (Alemania, Bélgica, España, Francia, Portugal, Rumania, Suiza, Ucrania), e incluso de Israel. Entre sus obras quiero destacar las colecciones: ¿Qué sabemos de la Biblia? (5 volúmenes) y Enigmas de la Biblia (8 volúmenes), con otros trabajos y libros sobre la Virgen María, el Sufrimiento o los problemas de fondo de la Biblia.
Muchos de sus libros y artículos han sido traducidos al italiano, inglés, francés, alemán, flamenco, ruso, ucraniano, rumano y portugués. No creo que exista ningún creador argentino (o de lengua castellana) cuyas obras de pensamiento estricto (no de ficción, ni de pura divulgación) se hayan extendido más, ni se hayan traducido a más idiomas. Sólo por eso, Ariel merece todo nuestro respeto.
Los invitamos. No falten!
Grupo de Charlas en La Cripta
Ortodoxia frente a teología crítica. Por Juan José Tamayo Acosta
Jesús apenas hace pie en la historia, según el nuevo libro de Benedicto XVI. La cristología papal es la imposición del pensamiento único sobre el pluralismo
Benedicto XVI lleva treinta años fijando rígidamente los límites entre la ortodoxia y la heterodoxia en la teología católica en todos los terrenos: seminarios, universidades católicas, facultades de teología, investigaciones, publicaciones eclesiásticas, y en todos los escenarios donde está implantado el catolicismo. Primero lo hizo al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cargo al que fue aupado por Juan Pablo II, a quien beatificará el próximo 1 de mayo como muestra de sintonía en vida y tras su muerte. Ahora, como Papa, sigue definiendo la ortodoxia y condenando el relativismo, al que califica de dictadura. Ha ejercido la función magisterial autoritariamente, sin que le temblara el pulso a la hora de amonestar, citar a juicio o firmar sentencias condenatorias contra teólogos y teólogas que no tienen su mismo pensar y sentir, sean especialistas de reconocido prestigio, compañeros en el aula conciliar, colegas con quienes compartió la docencia, e incluso alumnos a quienes como profesor premió con las mejores calificaciones y ayudó a publicar sus primeros trabajos. ¡Lástima que no haya mostrado la misma solicitud y decisión en los casos probados de pederastia de clérigos y religiosos reincidentes! Este modo de proceder represivo de las libertades de expresión, de cátedra y de investigación se sitúa en la dirección contraria al concilio Vaticano II -del que él fue asesor teológico- que invita a ejercer “el espíritu crítico más agudizado” que libera “la vida religiosa de un concepto mágico del mundo y de residuos supersticiosos” y facilita “una adhesión verdaderamente personal y operante de la fe”.
Hoy vuelve a fijar los contornos de la recta doctrina en el segundo volumen de su cristología Jesús de Nazaret. Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, que acaba de aparecer con un despliegue publicitario espectacular, precedido de la filtración, por parte del Vaticano, del capítulo que exonera al pueblo judío en la muerte de Jesús, tesis que nada tiene de novedosa. Es verdad que no se trata de una declaración magisterial de carácter dogmático, sino de un ensayo teológico, pero lleva la marca papal en la misma portada donde aparece el doble nombre: Joseph Ratzinger Benedicto XVI. La imagen que ofrece en el libro es la un Jesús pensado y vivido desde la fe de la Iglesia y despolitizado. Un Jesús que pasa por la tierra como por brasas sin implicarse en la vida social de su pueblo, que no constituye peligro alguno para el Imperio Romano, que anuncia un reino de Dios basado en la “verdad que está en el intelecto de Dios” y que apenas hace pie en la historia. Un Jesús que separa con nitidez religión y política, y cuya muerte no es consecuencia del conflicto con el poder, sino autoentrega vicaria para la reconciliación de la humanidad con Dios. Benedicto XVI se distancia así de la exégesis liberal y desconfía de los métodos histórico-críticos, como ya hiciera en el primer volumen publicado en 2007. Llega a decir que “el ‘Jesús histórico’, como aparece en la corriente principal de la exégesis crítica…, es demasiado insignificante en su contenido como para ejercer una gran eficacia histórica” (página 9). Pero, al mismo tiempo, y desde una no confesada ingenuidad hermenéutica, dice tratar de “llegar a la certeza de la figura realmente histórica de Jesús”, misión imposible, como ya demostrara Albert Schweitzer a principios del siglo pasado. La cristología papal silencia los resultados de las investigaciones de la sociología, la arqueología, la antropología cultural y la historia social sobre el Jesús histórico y el cristianismo primitivo. Descalifica las aportaciones de las teologías políticas y de la revolución. Desconoce algunas de las más importantes e influyentes cristologías de la segunda mitad del siglo XX, escritas por colegas suyos como Edward Schillebeeckx, Karl Rahner y Hans Küng. Silencia las reflexiones de la teología de la liberación sobre la praxis histórica de Jesús bajo la guía de la opción por los pobres. Pasa por alto la hermenéutica de género de la teología feminista y se mantiene dentro de la cristología patriarcal. Las referencias bibliográficas se circunscriben en buena medida a autores alemanes, pero muy selectivamente, con exclusión de los creadores de la teología política y de la esperanza, Johann Baptist Metz y Jürgen Moltmann respectivamente, y de exegetas como Willi Marxsen y Gerd Lüdemann.
Los libros de Ratzinger-Benedicto XVI constituyen hoy el nuevo canon eclesiástico al que atenerse a la hora de hacer teología, mientras son condenadas algunas de las cristologías más relevantes pensadas en el horizonte de la liberación, del pluralismo religioso y de las investigaciones sobre el Jesús histórico, como, entre otras, Jesucristo liberador y La fe en Jesucristo, de Ion Sobrino; Jesús, símbolo de Dios, de Roger Haight; Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso, de Jacques Dupuis, y Jesús. Aproximación histórica, de José Antonio Pagola.
Es la imposición del pensamiento único sobre el pluralismo, del dogma sobre el símbolo, de la ortodoxia sobre la ortopraxis y, en fin, de la Iglesia sobre Jesús de Nazaret. En estas condiciones no es posible hacer teología crítica dentro de la Iglesia-institución. ¡El cristianismo al revés!
¿Puede Aparecerse la Virgen? Por Ariel Alvarez Valdés
Dos clases de revelaciones
De vez en cuando los diarios y las revistas dan la noticia de que la Virgen María se apareció en alguna parte del mundo, y que reveló ciertos mensajes a la persona que tuvo la suerte de verla.
Unos reaccionan de una manera incrédula. Otros las admiten como ciertas. Y algunos les dan tal importancia, que las equiparan casi a las Sagradas Escrituras y las convierten en el centro de su espiritualidad y de su reflexión.
¿Que enseña la Iglesia acerca de estos mensajes?
Ante todo, y para evitar confusiones, debemos distinguir dos tipos de “revelaciones”: la pública y la privada.
La revelación pública es la que Dios hizo al pueblo de Israel durante su historia. Comenzó a revelar su Palabra a Abraham (según la tradición, hacia el año 1800 a.C.) y terminó con la muerte de Jesucristo y de sus apóstoles (alrededor del año 100 d.C.). Es decir, duró 1900 años, y ya ha terminado. Actualmente, esa revelación está recogida en la Biblia, y se la considera obligatoria e imprescindible para la vida y la salvación de cualquier creyente. Sin conocer estos mensajes, nadie puede decir seriamente que es cristiano.
Se aprueban, pero no obligan
La segunda revelación, la privada, ocurre cuando Dios, la Virgen o algún santo se aparecen a alguien y le dan a conocer un nuevo mensaje.
¿Qué valor tienen estas revelaciones privadas? La Iglesia enseña dos cosas sobre ellas: a) que sólo el Papa o los obispos pueden aceptar oficialmente el culto nacido de la aparición de la Virgen; b) que aunque una devoción sea aprobada por la Iglesia, los mensajes que la acompañan nunca son obligatorios; uno puede rechazarlos y negarse a aceptarlos.
Las apariciones de la Virgen surgieron ya en los primeros siglos de la Iglesia, pero fue a partir del siglo XIX cuando se dieron las grandes manifestaciones: en 1803 la Medalla Milagrosa; en 1846 Ntra Sra de La Salette; en 1858 la Virgen de Lourdes; en 1917 Ntra Sra de Fátima.
Junto con estas devociones, que se extendieron rápidamente por todas partes, se propagó también, aunque quizás de buena fe, el afán de videncia y de lo sobrenatural. Y entre 1928 y 1975 se registraron 255 apariciones de la Virgen en distintas partes del mundo. Italia fue el lugar más prolífico (83 apariciones). Le siguieron Francia (30 apariciones), Alemania (20 apariciones) y Bélgica (17 apariciones).
No todos vienen de arriba
Desde 1975 las apariciones de la Virgen, lejos de disminuir, aumentaron en forma considerable, así como las personas que se presentan anunciando mensajes y revelaciones de ella.
Ahora bien, ¿qué actitud deben tomar los cristianos frente a un mensaje supuestamente revelado por María? En los casos en que la Iglesia no se pronuncia oficialmente (es decir, el 95 % de las veces, ya que conserva una extrema prudencia), ¿podemos nosotros averiguar si una determinada visión tiene cierta seriedad, o es mera sugestión del vidente?
No solamente podemos, sino que debemos hacerlos. El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica dice al respecto: “A lo largo de los siglos hubo revelaciones llamadas privadas, algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Guiados por el Magisterio de la Iglesia, los fieles deben discernir y acoger lo que en estas revelaciones constituye una llamada auténtica de Cristo o de sus santos a la Iglesia” (Nº 67).
El Catecismo, pues, advierte dos cosas: a) que no todos esos mensajes vienen necesariamente de Dios; b) que son los fieles quienes deben aprender a discernir cuáles son auténticos y cuáles no.
¿Puede aparecerse la Virgen?
Pero, ¿cómo saber si una revelación es auténtica? ¿Existe alguna regla práctica que pueda aplicarse? Sí, existe. Pero antes de enunciarla debemos hacer tres aclaraciones.
La primera, y siguiendo en esto a las Sagradas Escrituras, es que jamás la Virgen María se apareció a nadie, ni podrá aparecerse a ningún ser humano en este mundo. No existen las apariciones de la Virgen.
¿Por qué no? Porque la Virgen María ha muerto. Y según la Biblia, los muertos no pueden aparecerse nunca a nadie. Quien ha partido de este mundo a la otra vida, al más allá, no puede regresar, ni entrar en contacto físico, ni en comunicación sensible con los vivos (Sal 39,14; Job 10,21-22; 2 Sm 14,14; 12,22-23; Dn 12,2; 2 Mac 7,9; 7,36; Sab 16,14; Lc 16,19-31). El mundo de los vivos y el de los muertos que resucitaron son de dos especies distintas. Y mientras vivamos en la tierra jamás podremos ver, ni oír, ni palpar a éstos, pues no tienen ya un cuerpo físico como el nuestro.
Por eso la Biblia condena severamente todo intento de comunicación con los muertos (Lv 19,31; 20,6), dice que es algo abominable para Dios (Dt 18,11-12), y hasta decretaba la pena de muerte para quien lo hiciera (Lv 20,27). Dios no aprueba, pues, los intentos de comunicación física o sensible con el más allá.
La única excepción fue la de Jesús resucitado, que pudo aparecerse a sus apóstoles porque aún no se había ido al más allá. Pero luego de 40 días subió a los cielos y ya no se apareció más en la tierra. La Biblia afirma que sólo aparecerá por segunda vez al final de los tiempos (Hch 1,11; Jn 14,1-3; Hb 9,28).
¿Entonces cómo debemos tomar los fenómenos marianos llamados “apariciones”?
Apariciones y visiones
Para explicarlos, debemos distinguir entre “aparición” y “visión”. Una “aparición” es un hecho objetivo, que se produce fuera de nosotros, que no depende de quien lo capta sino de quien se presenta. Pongamos un ejemplo. Si se reúne un grupo de personas en una habitación, y de pronto entra alguien por la puerta, todos lo verán. Esa es una “aparición”.
Si, en cambio, en ese mismo grupo alguien comienza a decir: “¡Veo a la Virgen, veo a la Virgen!”, y nadie más que esa persona la percibe, se trata de una “visión”, no de una aparición. Para que sea una aparición debe producirse fuera de la persona, y ser captada por todos.
Ahora bien, todos los fenómenos marianos que se han dado en la historia, han sido siempre “visiones”, no “apariciones”. En el de Lourdes, por ejemplo, la única en “ver” a la Virgen fue la pequeña Bernadette. En el de Fátima o de La Salette, a pesar de los muchos testigos, sólo los pastorcitos “vieron” a la Señora. No fueron, pues, apariciones.
Incluso las miles de personas que el 13 de octubre de 1917, último día de las manifestaciones de Fátima, notaron cómo el sol giraba alocadamente en el cielo cual si fuera una bola de fuego, no contemplaron un hecho real sino una “visión”, aunque de tipo colectiva. En primer lugar, porque en los países vecinos, que estaban alumbrados en ese momento por el mismo sol, no lo vieron girar. Y además, porque de haber girado nuestro sistema solar se habría desencajado y habría saltado hecho trizas.
No debemos pensar que por tratarse de “visiones”, sean necesariamente delirios o desvaríos. Puede suceder que, en ciertas ocasiones, Dios toque la retina, o la sugestión, o la imaginación de una persona y le permita tener una experiencia divina cierta. Pero no deja de ser una “visión”. Ya el papa Benedicto XIV, en 1738, pedía que no se hablara más de “apariciones” de la Virgen, sino de “visiones”.
Para quiénes son los mensajes
La segunda aclaración que debemos hacer, es que las revelaciones marianas, cuando son auténticas, tienen como finalidad santificar al vidente, no a los demás. Por eso son “privadas”. Los casos de Lourdes (cuyos mensajes hicieron santa a Bernadette Soubirous) y de Fátima (cuyos mensajes hicieron a Lucía abandonar el mundo e ingresar como monja de clausura) lo confirman.
El primer destinatario de los mensajes es, pues, la persona que los recibió. Ella es quien debe meditarlos, convertirse y cambiar de vida. Sólo ella queda comprometida a vivir lo que los mensajes piden. En este sentido, la Iglesia considera, con razón, a los videntes como la mejor prueba de la autenticidad de un mensaje.
Si la Virgen quisiera hacer conocer sus mensajes a las demás personas, ¿por qué no se presenta directamente ante los demás? ¿Por qué emplea intermediarios, a veces dudosos, haciendo más difícil las cosas, con el riesgo de que éstos no sean creídos, si la intención de la Virgen es allanar los caminos hacia Dios?
Las experiencias místicas son para santificar al vidente, y a través de él a los demás. Pero no obligándolos a creer en los mensajes, que si bien pueden ser útiles a él, no necesariamente se adecuan a la espiritualidad del resto del pueblo de Dios. Por eso cuando alguna revelación mariana conlleva la orden de ser difundida y obe¬decida en todas partes, no es probable que sea auténtica.
Devoción y revelación
El tercer punto que hay que aclarar, es que cuando el Papa, o un obispo, aprueban una determinada manifestación de la Virgen María, lo que aprueban es el culto, la devoción, el rezo bajo esa determinada forma, pero no la visión ni los mensajes. La Iglesia simplemente constata que el rezar a María en ese lugar, bajo ese nombre, y con esas características, no hace mal ni tiene desviaciones. Pero no asegura que hayan sido auténticas las experiencias que le dieron origen.
Pongamos un ejemplo. En el pueblo de Italia, llamado Loreto, se venera una pequeña casa que, según la tradición, era la residencia de la Virgen María en Nazaret. ¿Cómo llegó esta casa desde Nazaret a Loreto? Según la tradición, cuando en el siglo XIII los cristianos europeos no podían peregrinar a Tierra Santa para visitar los lugares sagrados, porque habían caído en manos de los musulmanes, los ángeles trajeron “volando” la casa hasta Italia, para que los peregrinos pudieran visitarla y no tuvieran que viajar hasta allí. Por eso Nuestra Señora de Loreto es la patrona de la aviación.
Ahora bien, el Papa Sixto V en el s.XVI aprobó la devoción a la Virgen de Loreto, pero no sus “revelaciones”. Es decir, el viaje aéreo de la casa (la cual, según los estudios arqueológicos, ni siquiera corresponde al tipo de edificación palestina) no es objeto de fe.
La Iglesia, cuando acepta una devoción, no avala la revelación que la originó. Aceptó la devoción de La Salette pero no sus mensajes. Aceptó la devoción de Fátima pero no sus tres “secretos”. ¿Por qué esa diferencia? Porque mientras reconoce que las “devociones” no hacen mal (si están correctamente orientadas), las “revelaciones” privadas responden a las necesidades espirituales del que las experimentó, y no a la de los demás creyentes. Por eso la única revelación sobre la que se asienta la fe de la Iglesia, y de la cual da totales garantías, es la Biblia.
La regla de oro
Luego de estas tres precisiones, respondamos ahora a la cuestión central: ¿cómo saber si una revelación privada tiene posibilidad de ser auténtica? ¿Qué características debe mostrar?
Existe una regla de oro para saberlo, y es la siguiente: cuando una revelación privada contradice a la Biblia (revelación pública) no es legítima. Porque la Biblia viene de Dios, y Dios no puede contradecirse.
A la luz de este principio hagamos ahora un análisis de algunos “mensajes” que conocemos, y que se hallan ampliamente difundidos entre muchos cristianos bien intencionados.
En primer lugar, en las revelaciones privadas María ha asumido un rol preponderante. Se la ve por todas partes, varias veces al año, en las ciudades y pueblos más distantes del mundo. Ella es la figura central, fundamental, y a veces hasta reclamando una atención exclusiva a su persona. La Virgen María de los Evangelios, en cambio, siempre se mostró prudente, mesurada, discreta, y en segundo plano respecto de Jesús.
En las revelaciones privadas María habla muchísimo, muestra una locuacidad y verborragia impresionantes. Libros enteros recogen sus mensajes, y se publican gruesos volúmenes con sus profecías y vaticinios. María de los Evangelios, en cambio, casi ni habla. En todo el Nuevo Testamento apenas la oímos expresarse en seis oportunidades. Sólo dijo seis “palabras”. Una menos que las siete palabras de Jesús en la cruz.
En las revelaciones privadas la Virgen María anuncia casi siempre mensajes lúgubres, tétricos, sombríos. Sus vaticinios son de catástrofes y desgracias. Parece haberse vuelto pesimista, depresiva y amargada. María en los Evangelios, en cambio, es una mujer de esperanza, de optimismo y alegría. En los peores momentos de su vida la oímos cantar de gozo, y mirar con confianza el futuro del mundo.
Contra el Hijo
Pero lo peor de todo es que, en las revelaciones privadas, la Virgen María anuncia mensajes que contradicen las palabras de Jesús recogidas en la Biblia. Por ejemplo:
a) Jesús repite constantemente en su prédica: “no tengan miedo” (Lc 5,10; 12,7; Mt 14,27; 17,7; 28,5; 28,10; Jn 14,27; Ap 1,17). En cambio María en casi todos sus menajes parece que buscara aterrorizar a la gente con anuncios tremendistas de infortunios y cataclismos cósmicos.
b) Jesús no quiso dar la fecha del fin del mundo, ni siquiera de un modo aproximado. En cambio, en muchos mensajes María advierte que el fin del mundo está próximo, y hasta ha llegado a fijar la fecha.
c) Jesús enseñó que Dios está al lado de todos los hombres, sean santos o pecadores. Que Dios hace salir el sol sobre buenos y malos, y llover sobre justos e injustos (Mt 5,45). En cambio María en sus mensajes promete únicamente estar al lado de los buenos, y ayudar a los que rezan el rosario, la invocan y la veneran.
La salvación por los ritos
d) Jesús nunca dijo que se salvará sólo quien amen a Dios. Al contrario, reconoció que es posible salvarse sin conocer a Dios, si uno ama y ayuda a sus semejantes; pues con esto está agradando a Dios, sin darse cuenta (Mt 25,40). Y desde el Concilio Vaticano II la Iglesia enseña claramente la posibilidad de salvación de los ateos. En cambio María dice que sólo se salvarán los que tienen fe en Dios y aman a ella.
e) Jesús nunca aseguró que por practicar un rito o devoción los cristianos ganarían la vida eterna. Dejó bien en claro que sólo el amor al prójimo es lo que salva (Mt, 25.31-46; Mc 10,17-22; Jn 13,33). En cambio María advierte en sus mensajes que, para poder salvarse, hay que tener agua bendita, velas para cuando venga la oscuridad final, rezar el rosario, y tener una imagen de Jesús.
f) La Biblia enseña que la idea de salvar a la humanidad viene de Dios. Que él es el autor del proyecto salvífico. La carta a Tito dice: “Dios, nuestro salvador” (1,3; 2,10), y el Apocalipsis: “La salvación viene de nuestro Dios” (7,10; 12,10; 19,1). En cambio María nos dice que Dios quiere castigar al mundo, destruirlo, acabar con los hombres, pero ella hace fuerzas para salvarnos. Con lo cual, quienes aceptan estos mensajes, en vez de buscar la protección en Dios, ¡buscan protección contra Dios!
Salvar a la Virgen
La Virgen María no puede ser la autora de estos mensajes, ni de ningún otro que se les parezca. Un examen sereno nos lleva a concluir que provienen más bien de los traumas, rencores, miedos y resentimientos inconscientes del supuesto vidente.
Y lo peor de todo, es que al atribuírselos a María la hacen quedar muy mal. No tenemos derecho a agraviar a la Virgen de ese modo, atribuyéndole textos y mensajes que lejos de expresar su grandeza resultan más bien ofensivos para ella. La imagen que se desprende de éstos es más la de un ser vengativo y rencoroso, que la de que aquella que cantaba: “La misericordia de Dios se extiende de generación en generación” (Lc 1,50).
María fue la criatura más sublime de la historia de la salvación. La Biblia le otorga títulos que no se los da a ningún otro ser humano. Es la “Llena de gracia” (Lc 1,28), la “Bendita entre las mujeres” (Lc 1,42), la “Bienaventurada por todas las generaciones” (Lc 1,48). Y los católicos debemos cuidar que su imagen nunca se opaque para que siga siendo el reflejo de la alegría, la esperanza y el optimismo cristianos.
Fuente Blog de X Pikaza
Adán y Eva: ¿origen o parábola?. Por Ariel Alvarez Valdés
Según la Biblia, Dios formó a Adán, el primer hombre, con barro del suelo. De una costilla suya hizo a Eva, su mujer. Y luego los colocó en medio de un paraíso fantástico. Ambos vivían desnudos sin avergonzarse, y Dios, por las tardes, solía bajar a visitarlos y a charlar con ellos (Génesis 2).
Esta historia, que nos entusiasmaba cuando éramos niños, nos pone en serias dificultades ahora que somos grandes. La ciencia moderna ha demostrado que el hombre ha ido evolucionando a partir de seres inferiores, desde el Australopitecus, hace unos tres millones de años, pasando por el Homo erectus, el Homo habilis y el Homo sapiens, hasta llegar al hombre actual.
Hoy sabemos, pues, que el hombre no fue formado ni de barro ni de una costilla; que al principio no hubo una sola pareja sino varias; y que los primeros hombres eran primitivos, no dotados de sabiduría ni perfección.
¿Por qué la Biblia relata de esta manera la creación del hombre y de la mujer? Sencillamente porque se trata de una parábola, de un relato imaginario que pretende dejar una enseñanza a la gente.
Lo compuso un anónimo catequista hebreo, a quien los estudiosos llaman el “yahvista”, alrededor del siglo X a.C. En aquel tiempo no se tenía ni idea de la teoría de la evolución. Pero como su propósito no era el de dar una explicación científica sobre el origen del hombre sino el de proveer un acercamiento religioso a él, eligió esta narración en la cual cada uno de los detalles tiene un mensaje religioso, según la mentalidad de aquella época. Trataremos ahora de averiguar qué quiso enseñarnos el autor con este relato
Un Dios alfarero
El primer detalle que llama la atención es que el texto afirme que el hombre fue creado de barro. Dice el Génesis que en el principio, cuando la tierra era aún un inmenso desierto, “Yahvé Dios amasó al hombre con polvo del suelo, y sopló sobre sus narices aliento de vida; y resultó el hombre un ser vivo” (v.7).
Para entender esto, hay que tener en cuenta que a los antiguos siempre les había llamado la atención ver que poco tiempo después de muerta una persona, se convertía en polvo. Esta observación les llevó a imaginar que el cuerpo humano estaba fundamentalmente hecho de polvo. La idea se extendió por todo el mundo oriental, a tal punto que la encontramos manifiesta en la tradición de una mayoría de pueblos. Los babilonios, por ejemplo, contaban cómo sus dioses habían amasado con barro a los hombres; y los egipcios representaron en las paredes de sus templos a la divinidad amasando con arcilla al faraón. Griegos y romanos compartían igualmente esta opinión.
Cuando el escritor sagrado quiso contar el origen del hombre, se basó en aquella misma creencia popular, pero agregó una novedad a su relato: el ser humano no es únicamente polvo: posee en su interior una chispa de vida que lo distingue de todos los demás seres vivos, porque al venirle de Dios, lo convierte en sagrado. Y no sólo sucede esto al rey o al faraón, sino también al hombre de la calle. Eso quiso decir cuando contó que Dios “le sopló en la nariz”. Empezaba así a revolucionarse la concepción antropológica de la época.
La imagen de un Dios alfarero, de rodillas en el suelo amasando barro con sus manos y soplando en las narices de un muñeco, puede resultarnos algo extraña. Sin embargo, en la mentalidad de aquella época era todo un homenaje para Dios.
En efecto, de todas las profesiones conocidas en la sociedad de entonces, la más digna, la más grandiosa y perfecta era la del alfarero. Impresionaba ver a ese hombre que, con un poco de arcilla sin valor, era capaz de moldear y de crear con gran maestría preciosos objetos: vajillas, vasos refinados y exquisitos utensilios.
El yahvista, sin pretender enseñar científicamente cómo fue el origen del hombre, puesto que no lo sabía, quiso indicar algo más profundo: que todo hombre, quienquiera que sea, es una obra directa y especialísima de Dios. No es un animal más de la creación, sino un ser superior, misterioso, sagrado e inmensamente grande, porque Dios en persona se tomó el trabajo de hacerlo.
La imagen de Dios Alfarero quedó consagrada en la Biblia como una de las mejor logradas. Y a lo largo de los siglos reaparecerá muchas veces para indicar la extrema fragilidad del hombre y su total dependencia de Dios, como en la célebre frase de Jeremías. “Como barro en las manos del alfarero, así son ustedes en mis manos, dice el Señor” (18, 6).
La soledad del hombre
A continuación aparece en el relato una serie de pormenores curiosos y muy interesantes. Dice que Dios colocó al hombre que había creado en un maravilloso jardín, lleno de árboles que le darían sombra y lo proveerían de sabrosas frutas (v. 9). El agua sobreabundaba en ese jardín, ya que estaba regado por un inmenso río, con cuatro grandes brazos.
Como la vida de aquella época transcurría en terrenos desérticos donde el agua resultaba tan difícil de conseguir, semejante descripción despertaba sus apetencias y daba una imagen perfecta de la felicidad que ellos habrían deseado gozar.
Pero de repente el relato se detiene. Algo parece haber salido mal. Dios mismo presiente que no es muy bueno lo que ha hecho: “No es bueno que el hombre esté solo” (v. 18). Lo ha rodeado de lujos y bienestar, pero el hombre no tiene a nadie con quien relacionarse.
Ante esta circunstancia, dice el Génesis, Dios busca corregir la falla mediante una nueva intervención suya. Con gran generosidad crea todo tipo de animales, los del campo y las aves del cielo, y se los presenta al hombre para que ponga a cada uno un nombre y le sirvan de compañía (v. 19). Sin embargo, no encuentra un compañero adecuado para el hombre. Tampoco los animales resultan una compañía ideal para él (v. 20). ¿Dios se ha equivocado de nuevo?
Luego de reflexionar, intentará subsanar su segunda equivocación mediante una obra definitiva: “Entonces Yahvé Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Le quitó una de las costillas, y rellenó el vacío con carne. De la costilla que Yahvé Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre. Entonces éste exclamó: Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Será llamada varona porque del varón ha sido tomada” (v. 21- 23).
Finalmente, Dios tiene éxito. Puede sonreír satisfecho porque ahora sí ha conseguido un buen resultado. El hombre encontró su felicidad con la presencia de la mujer.
Las enseñanzas de este relato son profundas:
La primera: que la soledad del hombre no es buena. Que no ha sido creado como un ser autónomo y autosuficiente, sino necesitado de los demás, de otras personas que lo complementen en su vida, sin ellas el mismo hombre “no es bueno”.
La segunda enseñanza está en la frase que dice que en los animales Adán “no encontró una ayuda adecuada”. Quiso advertir con ella que los animales no están al mismo nivel del hombre; que no tienen su misma naturaleza; y por lo tanto no estaba bien que este se relacionara con aquellos como lo hacía con las personas.
La tercera enseñanza pretende explicar que está bien para el hombre dejar a su padre y a su madre, afectos tan sólidos y estables en aquella época, para unirse a una mujer. Es el primer canto de la Biblia al amor conyugal.
Otro detalle fascinante es el profundo sueño que Dios hizo caer sobre Adán antes de crear a la mujer. Muchos lo interpretan como una especie de anestesia preparatoria, ya que Dios está por intervenir quirúrgicamente a Adán para extraerle una costilla, y quiere primero volverlo insensible.
Más bien el sueño de Adán tiene que ver con la concepción que el autor tenía de la acción creadora. Crear es el secreto de Dios. Solo Dios lo conoce y solo Él sabe hacerlo. El hombre no puede presenciar el acto de creación de Dios. Por eso duerme cuando Dios crea. Al despertar, no sabe nada de lo que ha pasado. La mujer recién creada, tampoco porque cuando se da cuenta de que existe, ya ha sido formada.
Con esta escena la narración advierte que la actuación de Dios en el mundo es invisible para los ojos humanos. Solo quien tiene fe puede descubrirla. Nadie logra contemplar a Dios que pasa por su vida, si está dormido y no despierta a la fe.
Un hombre y una mujer
Pero el momento culminante de la narración y de alguna manera el centro de todo el relato, lo constituye el detalle de la mujer formada de la costilla de Adán.
Nuestro autor emplea aquí una bellísima imagen para dejar a los lectores una lección grandiosa. Para crear a la mujer, Dios no tomó un hueso de la cabeza del hombre, pues ella no está destinada a mandar en el hogar; pero tampoco la hizo del hueso del pie, porque no está llamada a ser servidora del hombre. Al decir que la crea de su costilla, es decir, de su costado, la coloca a la misma altura que el varón, en su mismo nivel y con idéntica dignidad.
Tal atrevimiento de declarar a la mujer semejante al varón, debió de haber irritado enormemente a sus contemporáneos, y sin duda constituyó una idea revolucionaria en su época.
El relato termina con un último detalle sugestivo: “Los dos estaban desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban el uno del otro” (v. 25). Más adelante, cuando se desate el drama del pecado original sobre Adán y Eva, dirá: “Entonces se les abrieron a ambos los ojos y se dieron cuenta de que estaban desnudos” (3, 7).
Esta alusión alimentó la imaginación de millones de lectores a lo largo de los siglos, y llevó a pensar que el pecado original tenía que ver con el sexo. Pero en realidad el autor con esta observación solo buscaba transmitir un último mensaje a sus lectores, basado en la experiencia cotidiana. En ella veía cómo los niños pequeños andaban desnudos sin avergonzarse. En cambio al entrar en la pubertad, percibían su desnudez y se cubrían. Ahora bien, esa época coincidía con la edad en la que todos toman conciencia del bien y del mal, y son responsables de sus actos.
El yahvista quiso decir que toda persona, al entrar en la adultez, es pecadora, y por lo tanto responsable de las desgracias que existen en la sociedad. Nadie puede considerarse inocente frente al mal que lo rodea, ni puede decir: “yo no tengo nada que ver”. Por eso todos sienten vergüenza de su desnudez.
La Biblia no enseña cómo fue el origen real del hombre y de la mujer, porque el escritor sagrado no lo sabía.
Pero, como vimos, tampoco le interesa contar “cómo” apareció el hombre sobre la tierra, sino “de dónde” apareció. Y su respuesta es: de las manos de Dios.
El “cómo” deben explicarlo los científicos. El “de dónde” lo responderá la Biblia. Y algo más profundo: que todo hombre, quienquiera que sea, es una obra directa y especialísima de Dios.
Fuente: Atrio.org