Domingo 14 de Noviembre de 2010. 33 durante el año litúrgico (ciclo “C”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Lc.21,5-19)

La gente conversa sobre la magnificencia del templo y Jesús anuncia que no quedará piedra sobre piedra. Le preguntan cuándo sucederá. Jesús responde: tengan cuidado no se dejen engañar. Muchos se presentarán diciendo “soy yo” “el tiempo está cerca”. Antes ocurrirán guerras y revoluciones, levantándose pueblo contra pueblo y reino contra reino. Habrá terremotos, hambre y pestes en diversos lugares junto con fenómenos aterradores y señales en el cielo. Pero antes de todo eso, a uds. los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y los encarcelarán llevándolos ante los poderosos para que den testimonio de mí. Serán entregados hasta por sus parientes más próximos y a muchos los matarán. Todo por mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se os caerá de cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas.

Síntesis de la homilía

Pasaje como éste son mirados por muchos como una bola de cristal de adivinaciones. Asumiendo literalmente los dichos de Jesús sin advertir las contradicciones, como por ejemplo entre la descripción de las persecuciones y el optimismo final de que no perderán ni un cabello, no se tiene en cuenta el estilo literario que como pertenecientes a un tiempo y una cultura determinados, usan los evangelistas. Se trata de un estilo bautizado como apocalíptico que se refiere a las circunstancias de consumación que desemboca en la plenitud del reino, y que siempre está cargado de  detalles impactantes.

El gran aviso es primero, que el esplendor de los templos es absolutamente transitorio. El templo del corazón del hombre buscando a Dios y descubriéndolo en los detalles de la historia y el entorno es lo verdaderamente importante. El culto nunca deja de ser una organización elaborada por los hombres en la que necesariamente se cuelan muchas deficiencias e intereses.

La segunda advertencia tiende a proteger del engaño con que muchos se aprovecharán de ingenuos y necesitados, para presentarse como redentores, creando primero un ambiente de miedo e inseguridad que impulse a aceptarlos, de acuerdo a sus intereses (económicos o ideológicos), como solución de todos los problemas,

La tercera tiene que ver con que los fenómenos naturales y las consecuencias de las rivalidades egoístas como guerras y destrucción, no son indicio del fin del mundo, sino desafíos que los hombres debemos encarar con nuestras propias capacidades para remediarlas.

Un cuarto aviso es que, como defensores de una causa que se opone a muchos intereses egoístas, los discípulos como él mismo, serán perseguidos de muchos modos. Y en esto hay que tener en cuenta que aunque hayan desaparecido o al menos amenguado las torturas, desapariciones y encarcelamiento, hay otra persecución que consiste en identificar a los comprometidos con el cambio social que asemeja nuestra realidad al reino querido por Dios, para excluirlos, descalificarlos o ridiculizarlos.

Frente a todas estas circunstancias que se van dando en todos los tiempos con mayor o menor intensidad (o con mayor o menor publicidad) se insinúan dos motivos de optimismo. La fidelidad a la causa de la humanidad, dará sentido a sus vidas. Y el gran argumento para afrontar las  dificultades y condenas será su presencia (la de Cristo) acompañando nuestros esfuerzos.

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