Domingo 12 de diciembre de 2010 3ro. de Adviento (ciclo “A”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Mt. 11,2-11)

Juan se entera desde la cárcel de las obras que realiza Jesús y envía a sus discípulos a preguntarle si es realmente el esperado. Jesús les responde que cuenten a Juan lo que ellos mismos han estado viendo y oyendo. Ciegos ven, cojos andan, leprosos quedan limpios y sordos son curados. Resucitan muertos y la buena noticia es recibida por los pobres.  ¡Dichoso quien no se escandalice de mí!

Cuando los enviados se alejan Jesús se pone a hablar de Juan preguntando a la gente qué fueron a ver en el desierto ¿una caña sacudida por el viento? ¿un hombre vestido con elegancia? Esos están en las cortes de los reyes. ¿un profeta? Eso es! Y realmente más que profeta. El es de quien está escrito: Miren que yo envío mi mensajero para prepararles un camino (Mal.3,11) Y les aseguro que no ha nacido de mujer nadie más grande que Juan el bautista, pero el más pequeño en el reino de Dios es más grande que él.

Síntesis de la homilía

La situación  de Juan es muy comprometida. Está en la cárcel por una denuncia concreta de irregularidad en la corte, pero  sobre todo, porque está anunciando un reinado que se aproxima con destrucción y castigo para todos los que se oponen.

Recibiendo noticias de que Jesús no anuncia la cercanía de ninguno de esos males aterradores, sino al contrario se comporta bondadosamente con todos, entra en dudas acerca de si se ha equivocado acerca de lo que el creía su misión. Jesús cae enseguida en la cuenta de lo que significan esas preguntas y sin perder la altura y el tono de respeto que lo une a su primo, invita a los enviados a fijarse en lo que pasa a su alrededor. Una cantidad de gente liberada de los males físicos y espirituales que los afligen. Además de todas las curaciones, ayudando a su conclusión, les indica que los pobres reciben una buena noticia y prolonga así el resultado de su acción a lo más profundo del espìritu.

Sabe Jesús que es muy difícil, habiendo recibido la aprobación de multitudes en su discurso sobre la proximidad de un enviado que iba a cortar los árboles de raíz para quemar los estériles, constate en la soledad de la cárcel, que no parece ser ése el mensaje de Jesús, si se atiende a sus obras.

Jesús evita responder lo que podía ser una afirmación teórica acerca de ser o no ser el mesías esperado. Muestra simplemente lo que está pasando, lo que el está haciendo. Magnífico testimonio de un reinado de Dios anunciado e instaurado para favorecer al hombre. Aunque el argumento decisivo para las autoridades de Israel sea una afirmación teórica “se llama el hijo de Dios”, la causa real de la molestia de todos, es y será siempre. que procede en contra de los intereses del imperio y la religión, comprometiéndose con  los oprimidos, los excluidos, los impuros y los pobres.

Luego, cuando los enviados de Juan ya están lejos, ante la posibilidad de que se pensara que él no había tenido en cuenta la convocatoria y la aceptación para con Juan que resultó como una introducción para su propio ingreso en la sociedad con el mensaje nuevo,  se entusiasma mostrando las cualidades personales de su pariente. Sinceridad y firmeza, sencillez y prescindencia de la riqueza y el poder, anunciador de una realidad nueva (de la que él no participó ni con su mente ni con su presencia física)

Así Jesús lo excusa del escándalo que puede haber sufrido recibiendo noticias de sus obras y lo exalta como precursor del reino aunque no más importante que cualquiera de sus realizadores.

Además de sorprendernos por este distanciamiento del proyecto de Juan que Jesús justifica con las obras de toda su vida, tenemos que apreciar el cuidado que pone por reconocer y mostrar las cualidades de la persona y la importancia de su predicación junto con la valentía para atreverse a anunciar una revolución.

Leave a Reply