Mal aliento. Por Guillermo “Quito” Mariani

Resulta desagradable la experiencia de estar próximo a quien tiene mal aliento. La comunicación se ve dañada en su intensidad y extensión con el aguante y comprensión que hay que manejar para no resultar discriminantes o crueles. Muchas veces se trata de una enfermedad no fácilmente remediable, pero con frecuencia se debe a descuidos en la alimentación o en la higiene bucal.

Esta alusión a un elemento fisiológico viene a  cuento, porque creo que hay toda una línea de medios de difusión masiva que cultivan expresamente el mal aliento. Eso que hace que ya con un título o una noticia destacada y comentada agriamente arruguemos la nariz y el rostro con gesto de desagrado.

La semana pasada un título de La Razón me produjo ese efecto instintivo. “Argentina está entre los diez países más corruptos” Así de simple e inapelable. Luego el columnista deja escapar algunos datos concretos, como que la entidad calificante “Transparencia Internacional” con el objetivo de acabar con la corrupción, ha publicado su  encuesta anual sobre la corrupción en 183 países de países calificados del 0 al 10 y que entre los de más baja calificación con sólo 3 puntos está Argentina. Aclara además que en esa calificación han influido los dos grandes escándalos de la mafia de medicamentos y del manejo de los fondos de Madres de la Plaza por parte de Schoklender.

Otras informaciones,  especifican que la encuesta se lleva a cabo consultando 13 fuentes internacionales entre las que se encuentran El Banco Mundial, el Fondo económico mundial y diversos Grandes Bancos y Grandes Empresas con radicación en distintos países. Somalía sería el punto más alto de corrupción y el más bajo Nueva Zelandia. En la lista, Argentina ocupa el lugar 100, habiendo bajado del puesto 105 que se le atribuía en el 2008.

Un  encabezamiento de la nota de La Razón, encima del título destacado dice: “Abuso de poder en Argentina”. Así no quedan dudas sobre a quien atribuir la culpa.

La Razón completa de ese modo, astutamente, la aceptación y difusión de un organismo fundado en 1991 y asentado en Berlín, cuya composición, como la de la FIP o ADEPA, da pie para muchas sospechas de intereses escondidos, tras el inofensivo andamiaje in de las encuestas.

No está claro, además, cuál es la corrupción que quieren evitar.

¿No les convendría investigar la de todas las transacciones y manipulaciones bancarias que han llevado a la actual gigantesca crisis financiera mundial?

Pero, hablando del desagradable mal aliento de esa prensa que se goza en trasmitir y multiplicar la información, nutrida por tanto alimento basura que consume,  con las recetas de las agencias internacionales, en realidad (empresas internacionales) ¿no les vendría mejor un intento de purificación y cura?

Pareciera, en algunos casos, que gozaran con el descrédito del país, aprovechando cualquier circunstancia desfavorable para aumentarlo sin medida. Y ese mal aliento, está resultando muy desagradable. 

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