Tema(Mt. 28,16-20)
Los once discípulos fueron a Galilea a donde Jesús los había convocado. Viéndolo, se postraron delante de él. Algunos, sin embargo, dudaban.
Acercándose, Jesús les dijo estas palabras: He recibido pleno poder en el cielo y en la tierra. Vayan, instruyan a las naciones bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a cumplir mi mandamiento. Yo estaré con ustedes , hasta el fin del mundo.
Síntesis de la homilía
Hay todo una construcción ideológica alrededor de las menciones que hacen los evangelistas de la presencia de Dios en el espacio y el tiempo de la creación. El breve pasaje de Mateo, que hoy consideramos, es una de ellas. Y ha servido como argumento para imaginar una realidad metafísica recurriendo a las nociones aristotélicas de naturaleza y persona, presentar de esa manera una imagen del Dios trinidad, que no viola su unidad.
Todo esto está muy lejos de la pretensión de Jesús y su mensaje extraído, de una unión íntima y personal con Dios lograda a través de la tradición judía y la penetración profunda en el sentido de las Escrituras sagradas, junto con una penetrante visión y juicio sobre la realidad vivida por Israel, su pueblo.
Dios, el gran desconocido, a quien “nadie vio jamás” como afirma Juan, ha tenido para nosotros una manifestación a nuestro alcance: Jesús de Nazaret, hombre como nosotros.
Y esa manifestación experimentada por él como internalización del Dios origen de todo lo que existe, le ha permitido hablar de él, como el DIOS-AMOR.
A nuestro alrededor toda la realidad nos sugiere la presencia y acción del principio creador. Cada creatura tiene su característica para cumplir ese cometido. Jesús, una de esas creaturas, con una particularidad muy excepcional, ha cumplido con su misión de descubrir a los seres humanos, su vocación en la tierra, el cosmos y la humanidad, en conformidad con la gran revelación de que ese principio de todo lo que existe, es AMOR. Una palabra y un concepto que, de alguna manera están a nuestro alcance, gracias a que parcialmente lo vivimos en nuestras historias personales.
La vida y acción de Jesús, junto al mensaje que expresa su sentido, cuando con su “mayoría de edad” legal, comienza la posibilidad de actuar públicamente y dedicarse a la enseñanza itinerante, muestran el camino, la verdad y la vida que ese Dios autor de todo, quiere que llevemos los seres humanos. Y por eso, la mayor preocupación es complicar a sus discípulos con ese espíritu que refleja la voluntad divina para fortalecernos en la construcción de su reinado entre los hombres.
Esto, que no necesita de una formulación filosófico- metafísica como la que designamos como trinidad de Dios, es la perspectiva evangélica que, al mismo tiempo que la presencia de Dios en toda la creación, singulariza esa presencia en el ser humano que la concreta de un modo particular, Jesús de Nazaret, y la prolonga en la actitud de todos los que con su mismo espíritu, se comprometen en su seguimiento.
Bautizar, es decir “bañar, empapar” con la con la fuerza y la fluidez del agua fecunda, es ir multiplicando los constructores del reino y manteniendo el más perfecto sentido de la vida humana, en el feliz y eficaz cumplimiento de ese cometido