Homilías Dominicales. Domingo 4 de junio de 2017.- Pentecostes. Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Juan 20,19-23)

Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas la puertas del lugar en que encontraban los discípulos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos les dijo “Tengan paz” Diciéndoles esto mostraba sus manos y su costado. Viéndolo, los discípulos se llenaron de alegría. Entonces Jesús les dijo de nuevo “Tengan paz” como mi Padre me envió así yo también los envío a ustedes” Como mi Padre me envió así yo también los envío a ustedes. Al decirles eso sopló sobre ellos y añadió ”reciban el Espíritu Santo. Los pecados están perdonados a quien uds los perdonen y retenidos a quienes ustedes se los retengan”

 

Sìntesis de la homilía   repitiendo el gesto divino del Génesis al crear al ser humano, Jesús sopla sobre sus discípulos con el sentido simbólico del viento que traslada las semillas, cambia las cosas de lugar, impulsa el movimiento y arrastra las basuras  del aliento que trasmite la riqueza íntima y vital. Es muy evidente que la `preocupación de Jesús está en que se continúe por parte de la Iglesia ( de la que es semilla el pequeño número de convocados, sus apóstoles) la misión central que es perdonar los pecados. También es muy evidente que esto de perdonar los pecados no tiene nada que ver con el dos por uno ni cosa parecida, ni tampoco con una especie de muestra de la grandeza del Ser supremo inalcanzable para el ser humano, ni una disculpa, cualquiera sea, del daño producido por una conducta deficiente. Mucho menos se refiere a las transgresiones detalladas por las listas de pecados que, desmenuzando los mandamientos mosaicos se fueron creando primero por parte de los escribas y fariseos y después por la autoridades de la iglesia. La raíz de “pecado” es “pecus” la suciedad o mancha Y, si bien es cierto que los pecados personales producen manchas deshonrosas y malsanas en la sociedad, el perdonarlos no produce ningún beneficio ponderable. Más bien podría incidir (y la experiencia es frecuente) en que la disculpa alimente la tentación de repetir la misma conducta ,El sentido bíblico más profundo del “pecado” es el egoísmo humano, raíz de todos  los males. Y el plural “los pecados” se aplica a todos los males que son resultado de ese egoísmo practicado en las más diversas circunstancias. Perdonar los pecados es comprometerse con su remisión, con su liberación y el soplo del espíritu del amor de Dios es el que impulsa el movimiento para analizar las causas concretas de los  padecimientos personales o sociales y consagrarse a colaborar a u disminución o desaparición. Por eso es más grave que la afirmación positiva de perdonar (liberar), la negativa de retener, que conlleva la culpa o irresponsabilidad de no trabajar lo suficiente para remediar los males que nos rodean o afectan a las personas y la sociedad.    La insistencia tradicional  utilizó el texto para aplicarlo a la confesión individual (que no existió hasta el siglo XIII) para que este sacramento se convirtiera en remedio del temor ocasionado por la afirmación casi dogmática que morir con un solo pecado mortal era ser condenado al infierno y, de paso para robustecer, mediante el miedo, el poder eclesiástico y lograr disciplina y obediencia. Pero históricamente, para el tiempo en que se escribió el cuarto evangelio, no había rastros de la confesión de pecados como se practicó después. sino que la confesión era de fe en el amor que se comprometía con remediar los daños causados individual o socialmente por quienes habían obrado mal, con conocimiento y voluntad.

 

 

 

 

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