Muy querido Quito,
Pensando todo el día en tu pascua me acordé de una antigua historia franciscana.
Corría el año 1210, la Iglesia se encontraba, como de costumbre, en un estado de generalizada corrupción y grave crisis de credibilidad. Francisco de Asís decidió ir con sus compañeros a un pueblo vecino a predicar la buena noticia del evangelio. Cuando llegaron a la ciudad, se dirigieron a la plaza principal y comenzaron a cantar, a bailar y a reír. Pasaron el día compartiendo la comida y la bebida con aquellos que se acercaron. La gente sólo vio un grupo de tipos felices, celebrando y compartiendo.
Terminada la jornada y de camino a Asís, algunos frailes le recriminaron a Francisco por qué, si habían quedado en ir a predicar el evangelio a esas gentes, se habían dedicado exclusivamente a festejar, comer, cantar y reír. Francisco les respondió que cuando el pueblo los vio juntos, celebrando, felices y compartiendo, esa era la señal del Reino de Dios que debían anunciar.
Así también vos nos transmitiste el Evangelio y te doy gracias una vez más por ello.
Ahora que todos te despiden yo me quedé sin palabras, pero creo que sigue siendo válido lo que te dije hace 15 años cuando te jubilaste de La Cripta.
Voy a extrañar nuestro sacramento semanal de la cerveza compartida como lo extrañé durante este último tiempo.
Abrazo eterno,
Raul(ito)
A modo de no-despedida
Querido Quito:
El Consejo Pastoral me pidió que escribiera una despedida en nombre de la comunidad, pero como buen alumno tuyo decidí no hacerle caso a la autoridad.
Y es que no quiero hablar de despedidas. Esto que vivimos hoy no es más que un hasta luego. Como decimos los Scouts, no es más que un simple adiós.
Es cierto que a partir de hoy comienza una nueva etapa en tu vida y en la nuestra como comunidad, una comunidad que creció y maduró junto a vos. Pero no queremos vivir esto como una partida sino como un darte las gracias por el camino recorrido, con el deseo de seguir caminando juntos. Evidentemente que de otra forma, pero juntos.
Gracias Quito por tu libertad que nos empuja desde tu compromiso con la historia a ser cada día más auténticamente humanos y por lo tanto mejores cristianos.
Gracias por tu lucidez que nos acompaña en cada reflexión, en cada encuentro y en cada homilía y que nos invita siempre a madurar críticamente nuestra vida y nuestra fe.
Gracias por tu empuje y tu vitalidad que nos impulsan a salir del letargo y el conformismo para ir siempre más allá.
Gracias por tu buen humor que nos hace valorar las cosas por lo que son y no por lo que parecen ser.
Gracias por tu compasión tan auténticamente evangélica y tu mirada compinche que nos anima siempre con tu presencia cercana y tu palabra oportuna.
Gracias por ser un tipo íntegro que nos muestra que ser cristianos es una manera de ser y entender la vida desde una profunda comprensión de lo humano. Te admiramos por haber hecho del sentido común una práctica común.
No le tenés miedo al mundo ni a vos mismo, por eso podés hablar sin tapujos.
Te espantan los silencios cómplices por eso derribás todas las máscaras.
Te tomaste en serio al cristianismo por eso sos capaz de dar razón de la esperanza que hay en vos. (1Pe15)
Gracias también por tu rebeldía, esa que nos exhorta a seguir sacándole el jugo a la vida sin claudicar. En Rebelde Fidelidad pregonaba el profeta y vos lo hiciste praxis.
Así como nadie puede ser cabalmente humano si no se rebela contra la injusticia y la crueldad de este mundo, nadie en la Iglesia puede ser honestamente cristiano si no se rebela también contra todo lo que en ella falsea el Evangelio de Jesús. Para los creyentes, esa rebeldía es una condición de su fidelidad. Y esto también lo aprendimos de vos.
Finalmente gracias porque todas estas enseñanzas no surgieron solamente de tus prédicas inteligentes sino que nos las mostraste a través de tu comportamiento fraterno y amical.
Vos nos enseñaste que la conciencia crítica no puede conformarse con un mensaje que limite la esperanza humana a la salvación del alma, a las prácticas religiosas y al cielo. Tal mensaje no corresponde ni a la necesidad humana ni a la enseñanza bíblica. Por eso hoy somos conscientes de que nuestra tarea es buscar la manera de proclamar y construir una esperanza que celebre la vida, establezca comunidad y confronte, transcienda y transforme la opresión y la explotación de este mundo. Así nos enseñaste a leer la Biblia y ese es el cristianismo en el que creemos.
Aun recuerdo cuando al ingreso de La Cripta lo adornaban algunos posters con imágenes y frases de grandes protagonistas de nuestro tiempo. Recuerdo particularmente uno del gran Obispo Pedro Casaldáliga, que decía:
Donde tú dices ley,
yo digo Dios.
Donde tú dices paz, justicia, amor,
¡yo digo Dios!
Donde tú dices Dios,
¡yo digo libertad,
justicia,
amor!
Querido Quito tu vida es un ejemplo de este poema hecho realidad por eso queremos decirte de nuevo muchas gracias!
Raúl A. Perez Verzini
Junio 25 del 2006