Domingo 7 de Noviembre de 2010. 32 durante el año litúrgico (ciclo “C”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Lc.20,37-38)

Los saduceos que niegan la resurrección hacen una pregunta a Jesús. Un casado y muerto sin hijos y una viuda que, de acuerdo a lo establecido por la ley se casa con los otros seis sin tener hijos. La pregunta es ¿Cuando resuciten los muertos, de quién será esposa? Jesús responde: En este mundo hombres y mujeres se casan pero los que sean dignos de participar del otro mundo no se casarán. Ya no morirán porque son hijos de Dios y semejantes a los ángeles por ser hijos de la resurrección. Que los muertos van a resucitar lo ha dado a entender Moisés en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Porque no es un Dios de muertos sino de vivientes, los que en efecto viven para él.

Síntesis de la homilía

Los saduceos eran un grupo conservador al extremo que sólo admitía como inspirados por Dios los cinco libros de la Torá. No creían en la resurrección  y por eso procuraban  darse todos los gustos en vida. A pesar de su conservadurismo, estaban aliados con los romanos que los favorecían con distintas prebendas. Completamente distintos de los fariseos que practicaban la austeridad y esperaban la otra vida para ser compensados por sus sufrimientos. Esa otra vida era concebida como una continuación de la vida presente y eso da pie a la dificultad y el enredo de los saduceos. Por eso Jesús comienza estableciendo la diferencia absoluta entre esta vida y la de la resurrección.

A nosotros la tradición eclesiástica y la catequesis nos trasmitieron la forma de pensar de los fariseos. Con sus características positivas y negativas. Vivir en austeridad y penitencia para después gozar de la verdadera vida, condenar el placer y la euforia de vivir en este mundo. Facilitarnos la creencia en la resurrección interpretándola según nuestras costumbres, casi como una reencarnación postergada y con todo lo gozoso de nuestra naturaleza corporal. Por eso tenemos tanta confusión cuando nos referimos a la resurrección y, por lo general hablamos de que no creemos en ella porque no podemos imaginarnos cómo será.

Jesús no aclara el asunto así como tampoco contesta directamente la pregunta de los saduceos. Dice claramente que la vida en resurrección es absolutamente distinta de la de aquí. En las características del amor, de la proximidad a Dios, de la alegría de la realización personal. De todo eso que nosotros no somos capaces de imaginar sin referencia a nuestras experiencias. El afirmar que “serán como ángeles” que muchas veces fue interpretado como ausencia de todo lo sexual, no es otra cosa que una alusión misteriosa ya que nadie puede establecer cómo son los ángeles, si es que existen como seres distintos de la creación. Queda claro también que Dios es de vivientes no de muertos porque ya lo veía de este modo Moisés. Este es un argumento para refutar desde la ley a los saduceos.

La frase con que Jesús habla de los hijos de la resurrección como hijos  nos traslada a una desaparición de desigualdades y privilegios y a una vida en Dios con la carga de todo su misterio que en el fondo es el misterio del amor. Y ese es el camino de vivir para El, vivir para los demás.

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